Final feliz

Su mujer había organizado una cena en casa y él llego un poco tarde. Ella, se enfadó, pero la noche transcurrió bien. Cuando acabó la fiesta, una de las invitadas estaba un poco pasada de copas y su mujer le dijo que la llevara a casa. Se cabreó, pero se llevó una agradable sorpresa.

Alfredo – Córdoba
Eran más de las ocho y media y yo apenas acababa de salir de la oficina. Me llamo Alfredo y trabajo en una oficina situada en el sur de Madrid, pero vivo en una población cercana a la capital así que viajo a diario de la casa al trabajo y viceversa. Hoy mi mujer tenía una reunión con sus compañeros de trabajo y yo le había prometido llegar más temprano a casa, pero las cosas en el trabajo se complicaron y para colmo era viernes, por lo que el autobús estaba lleno e iba lento como una tortuga. Por fin, después de más de una hora de viaje, llegué a la casa. Eran casi las 10 y había quedado de estar a las 8, saludé a los invitados y a mi mujer, que me echó una mirada de pocos amigos de lo enfadada que estaba. Yo disimulé como si todo estuviera bien y me disculpé por la tardanza, para colmo estaba a tomando un medicamento que no se llevaba con el vino y tuve que tomar solamente refrescos.
Como vi a mi mujer mosqueada, me dediqué a hablar con los invitados. Eran dos matrimonios, mi mujer y una amiga que iba sola y yo. Todo fue bien, la reunión se animó, bailamos, uno de lo invitados llevaba su guitarra, así que hubo momento bohemio y cantamos, hasta que nos dieron las 3 de la mañana. Mi mujer y todos los demás se pasaron con la bebida y así todos, sin excepción, estaban entonados. Los dos matrimonios se despidieron y se fueron, la amiga de mi mujer de nombre Ángela, se sirvió otra copa y hablaba con mi mujer. Mientras mi mujer le pidió un taxi, yo me subí a mi habitación dispuesto a dormir, pero apenas me estaba quedando dormido, cuando mi mujer me habló. Yo, más dormido que despierto, le pregunté qué pasaba y ella me dijo que llevaban más de una hora y que el taxi no aparecía y en otra empresa no le contestaban, así que quería que llevara a su amiga hasta su casa.
Puse cara de cabreo porque Ángela vive al otro lado de la ciudad y me llevaría como una hora en ir y regresar, pero me amenazó diciéndome:
– Me lo debes, no creas que se me ha olvidado que llegaste tarde.
Tuve que vestirme a regañadientes, para no discutir. Bajé y Ángela estaba muy bebida, se le notaba en la cara, se disculpó y yo le dije que no se preocupara, la ayudé a subir al coche en el asiento de adelante y le abrí la puerta a mi mujer, pero ella me dijo que no se sentía muy bien, pues también estaba un poco colocada, y me pidió que la llevara yo solo, que ella se iba a dormir. Arranqué y tomé el rumbo de la casa de Ángela.
Ella me daba hablaba y yo hacía como que le hacía caso, pero en verdad es que iba muy encabronado. Ángela buscaba en su bolsa su tabaco pero al parecer los había olvidado en mi casa, así que durante el trayecto me pidió que detuviera al frente de una gasolinera, que atienden las 24 hrs. Cuando paré, le pedí que no se bajara y yo fui a comprarle los cigarrillos. Al lado de la gasolinera se encontraban tres prostitutas, vestidas muy provocativamente y no pude soportar la tentación de mirarlas y al ver que las estaba observando una de ellas se me acercó ofreciéndome sus servicios.

Yo me hice el tonto y me subí al coche, arranqué y seguí mi rumbo, ni siquiera me giré a ver a Ángela y solo le di sus cigarrillos. Pero de reojo vi que Ángela se reía y de repente me dijo:
– Me gustaría ser puta.
Me quedé atónito por lo que acaba de oír y la miré con ojos de incrédulo.
– Sí – me repitió – me gustaría ser puta, una de mis más anheladas fantasías es ser poseída por un desconocido, que utilice mi cuerpo como fuente de su placer y me de el trato de una puta, que me haga suya sin importarle si me satisface o no y por si no lo sabes es una fantasía muy común entre las mujeres. ¿Crees que no lo haría bien de puta? Mira mis pechos, se aguantan todavía muy bien sin sujetador, son duros…
Yo me hice nuevamente el tonto mientras ella se agarraba las tetas, las apretaba con las manos y se las miraba.
– ¿No me crees? – me preguntó de nuevo y tomando mi mano derecha se la puso en uno de sus pechos añadiendo – Toca para que lo notes.
Yo retiré mi mano y le dije que sí con la cabeza. Eso me hizo entre gracia y asombro, lo que si logró es que me calentara. Seguí conduciendo y ella seguía mirando sus pechos hasta que me dijo:
– Mira mis piernas, no están mal, hago bastante ejercicio, desde que me divorcié me metí en un gimnasio y me conservo bastante bien.
Se subió el vestido hasta casi vérsele la braga y me hizo nuevamente que le tocara las piernas para comprobar lo que me decía. Esta vez no me corté y le acaricié las piernas. Ella no hizo nada, solo seguía fumando. Metí mi mano en medio de sus piernas e incluso se colocó bien para que mi mano entrara más y así le sobé el sexo y sentí como mi verga se ponía erecta. Yo, ahora, le frotaba el sexo por encima de su braga y ella no decía nada, hasta que me animé y le hice a un lado la tela, le toqué el coño desnudo y estaba húmedo. Mis dedos se perdieron en él, mi dedo medio buscó su clítoris y lo empecé a estimular, ella cerraba los ojos y fumaba, entonces me dijo:
– ¿Por qué no esperas a llegar a mi casa? esta aquí cerca y la criada no está y podemos utilizar el cuarto de servicio.
Yo asentí y volví a mi lugar, y me apresuré a llegar a su casa. Bajamos sin hacer ruido, ella abrió la puerta, pero no encendió la luz, me cogió de la mano y me guió en la oscuridad, hasta llegar a una habitación, encendió la luz, nos metimos en ella y cerró la puerta. Yo me lancé sobre de ella, nuevamente le bajé el vestido y el sujetador hasta los hombros y me ensimismé sobre sus tetas, mientras con mis manos le sobaba las nalgas bajó su braga.

Ella cerraba los ojos y me atraía hacia sí con sus manos en mi nuca. Entonces la giré, me puse a sus espaldas, le besé el cuello y desabroché su vestido y el sujetador, ayudándome ella. Solo se quedó en zapatos y con su braguita. Se dio la vuelta yo me le quedé mirando, su cuerpo estaba bien conservado, las piernas eran bien torneadas y sus tetas, como ella ya lo había mencionado, estaban firmes, eran de tamaño regular y tenía los pezones pequeños, pero bien erectos.
– Bien putita – le dije – ahora vas a ver lo que se siente.
Ella hizo una mueca picara, me desabroché el pantalón y me lo quité, mi verga se quería escapar de mi calzoncillo, me lo quité también e hice que se arrodillara. Ella entendió bien el mensaje y directamente tomó con una de sus manos mi miembro y empezó a masturbarlo, luego utilizó su lengua. Se ve que le encantaba hacer aquello, pues me provocaba unas sensaciones bastantes intensas, yo le cogía la cabeza por la nuca y hacía que se lo comiera todo, y le decía:
– Cómetelo todo, putita, saboréalo, venga, que se ve que te encanta mamármelo.
Las palabras hacían su efecto, pues ella hacía gala de su experiencia. Después de un rato, le hice la seña que se pusiera de pie, le quité su braga e hice que se pusiera a cuatro patas sobre la cama, me puse detrás de ella y le empecé a besar sus nalgas y a utilizar mi lengua sobre su ano y su sexo.
– Estás buena, putita – le decía.
Mis dedos acariciaban sus labios vaginales mientras con mi lengua le recorría las nalgas y su ano, sintiendo sus estremecimientos cuando pasaba mi lengua sobre su ano. Mis dedos jugaban con su clítoris y podía ver como su vagina se abría toda llena de baba, combinación de mi saliva y de sus fluidos. Después de un rato de meterle el dedo y pasarle la lengua me decía:
– ¡Métemela ya, cariño, métemela!
Se la metí de un solo golpe, le entró fácilmente y sentí como su cuerpo se contrajo para recibir mi miembro. Entonces la cogí de la cintura y la penetré con fuerza. El golpeteo de mi pelvis contra sus nalgas se oía de manera estupenda y ella me decía:
– ¡Así, amor, no te pares… no te pares…!
Yo le daba con más fuerza, de vez en cuando pasaba mis manos sobre sus tetas y le pellizcaba los pezones. Luego la tiraba del pelo y hacía fuerza para penetrarla más a fondo preguntándole:
– ¿Te gusta, putita… te gusta sentir mi verga hasta el fondo…?
– ¡Así, así amor, métemela… aaah… no te pares! – ella me contestaba.

Mi cuerpo sudaba copiosamente y el de ella también hasta que me cansé de penetrarla de esa manera, así que me salí de ella y le dije:
– Ahora te toca arriba.
Me acosté en la cama y ella se colocó encima de mí, pero antes de dejarla que se insertara mi miembro, bajé mi cara a la altura de su sexo y le volví a regalar una mamada de vagina. Le succionaba el clítoris mientras con mi mano derecha le hundía un dedo en el ano. Entonces empezó a moverse y restregaba su chocho en mi cara. No paré hasta que se corrió. Aproveché para acomodarme y hacer que ahora se insertara mi verga, comenzando a moverme muy despacio, pues veía que se estaba recuperando de su orgasmo, luego sentí como poco a poco ella empezó a menearse a mi ritmo. Yo le sobaba las tetas, retorcía sus pezones y ella apoyaba sus manos en mi pecho y contoneaba sus caderas, así estuvimos buen rato, hasta que me dijo:
– Quiero que te corras en mi cara.
Yo ya tenía ganas de correrme así que hice que se me quitara de encima y se sentara el borde de la cama, yo me puse de pie frente a ella, me cogió el miembro y empezó a masturbarme, haciéndome pequeñas mamadas sin dejar de sacudirme el miembro. Yo, mientras, le acariciaba las tetas y sus pezones y ella me besaba el pecho, hasta que le dije queme iba a correr. Ella intensificó el masaje hasta que empecé a lanzar chorros de semen con los ojos cerrados y sentí como todos mis músculos se tensaron. Me corrí de una manera deliciosa y cuando abrí los ojos vi que toda mi leche la tenía en la cara y sacudía mi verga sobre sus mejillas, con todo mi semen embarrado.
– Que estupendo, cariño, nunca había hecho esto, lo había visto en películas, pero nunca habían orgasmado en mi cara, eres un amor.
Yo solo esbocé una sonrisa, por lo menos le había gustado. Me vestí de prisa, miré el reloj, eran las 4 de la mañana. Me despedí, no sin antes advertirle que no había pasado nada, ella se sonrió y me dijo:
– No te preocupes, nadie sabrá nada.
Me subí a mi coche y me fui a casa. De regreso volví a ver de pasada a las prostitutas que seguían a un lado de la gasolinera y solo me reí. Llegué a mi casa cerca de las 5 de la mañana, me acosté y me quedé dormido. La luz del sol me despertó, estaba todo dolorido, mi mujer no estaba ya en la cama, me levanté y fui al baño, mi mujer se estaba bañando, la saludé y me dijo:
– Me duele horriblemente la cabeza, después que te fuiste a dejar a Ángela me quedé dormida, ni me enteré de cuando llegaste. Ayer se nos pasaron las copas, Ángela estaba muy bebida.
Yo solo me reí y le dije que se tomara unas aspirinas y un té de manzanilla mientras yo iba a seguir durmiendo un rato más.
Besos.