Relato erótico
Final de fiesta bestial
Habían salido a cenar, a tomar unas copas y tenían mucha marcha en el cuerpo. Mientras iban hacia el parking vieron una Sala de Cine X. Lo hablaron y pensaron que les podía servir de precalentamiento para cuando llegaran a casa.
Carlos – Barcelona
Ese sábado del mes de agosto en el que volvíamos de juerga a eso de las 10 de la mañana, no era consciente que mi vida daría un giro impredecible. Mi mujer, de 33 años, iba vestida con unos vaqueros y un top muy ajustados. Es una mujer con las formas bien marcadas y aquella noche había salido sin sujetador. Yo tengo 34 años, también con buena presencia y ambos llevamos casados 6 años.
Volvíamos a casa después de haber pasado toda la noche de copas y bailando por las terrazas de mi ciudad y según íbamos andando por las calles del centro hablábamos del polvazo que echaríamos al llegar a nuestra cama. Yo me había tirado casi toda la noche empalmado observando a mi mujer marcando pezones y bailando con todos mis amigos y amigas con la sensualidad que le caracteriza.
En una de las calles vimos un cine X que, para mi sorpresa, ya estaba abierto. En ese momento nos miramos y los dos pensamos lo mismo… ¿Porqué no? Así nos calentaríamos de lo lindo y nuestro polvo sería antológico. Tengo que decir que nunca habíamos ido a una sala X, aunque como todos veíamos porno para calentarnos, pero nunca algo así.
Pagamos la entrada entre nerviosos y excitados, y sin soltarnos de la mano entramos en el cine. La sala estaba muy oscura y nos sentamos en la fila que nos indicó el señor de la entrada. Pude ver que había unas cabezas al fondo pero la sensación era de estar solos de la mitad para adelante. En la película dos fontaneros entraban en una casa en la que solo había una mujer.
Mi mujer y yo nos fuimos poniendo calientes viendo como la tía de la pantalla daba cuenta de los dos pollones de los fontaneros. En ese momento ya tenía la mano de mi mujer encima de mi paquete y yo luchaba con sus botones para meter mi mano en su coño. En esto estábamos, cuando un tío de unos 50 años se sentó a mi izquierda. Mi mujer se puso nerviosa al igual que yo, pero con lo calientes que estábamos ninguno vimos problema en continuar. Así empecé a tocar su coño ya mojado y ella metió su mano para acariciarme, comentándome al oído:
– Estoy deseando llegar a casa para montarte… aunque estaré pensando en una polla como las de la película.
De pronto el señor de mi lado puso su mano en mi rodilla, cosa que me dejó paralizado, y me preguntó si podía mirar. Yo le dije que no y crucé mis piernas pero el tío no se marchó. En esto, otro, éste bastante más joven, se sentó a la derecha de mi mujer. Ella instintivamente cruzó también las piernas y los dos nos quedamos quietos pero muy excitados. Yo le pregunté a mi mujer si nos íbamos de allí, a lo que ella respondió que esperásemos, notando que cada vez estaba más excitada.
El tío que tenía un aspecto de joven cuidado, con brazos fuertes y manos muy gruesas, comenzó a hablarle al oído, no sé lo que le estuvo diciendo pero si noté que mi mujer se estaba poniendo cachonda de verdad. Más, cuando el tío puso su mano en la pierna de mi chica.
Yo la pedí que nos fuésemos pero me dijo que estuviese tranquilo, que no iba a pasar nada y que solo la excitaba. El tío no dejaba de decirle cosas y yo seguía con mi mano en su coño. En esto mi mujer separó las piernas y el tío subió su mano hasta tocar la mía y desde ahí subió a sus tetas, ella soltó un gemido, apretando más mi polla. Le volví a pedir que nos fuésemos pero, mirándome, me dijo que le metiese un dedo que estaba muy cachonda y que no me preocupase que no pasara nada.
Este tío volvió a bajar su mano, esta vez la puso encima de la mía retirándola y desabrochándole más el pantalón. Fue cuando pude notar que sus dedos eran fuertes y gordos y como se quedaban en su coño. Pensé morirme aunque mi mujer seguía cogiéndome la polla que ya no movía y que solo apretaba. Pude notar como el cabrón le metió un dedo por el suspiro que dio mi chica y por lo que dijo en voz alta:
– ¡Me está follando con su dedo… y es muy gordo!
Yo no podía entender lo que estábamos haciendo, pero la cosa no terminaba ahí ya que pude ver como mi mujer le estaba agarrando la polla a este tipo y se la estaba meneando. Tengo que decir que era una polla enorme, gorda y larga, de unos 20 ó 25 cm. En ese momento me quise morir, me entraron unos celos terribles pero mi polla seguía tiesa aunque siendo bastante más pequeña. Le increpé a mi mujer que es lo qué hacía y ella me espetó:
– Disfrutar con una polla de verdad y… ¡cállate!
Él se puso de rodillas entre sus piernas, le bajó los pantalones y le rompió las bragas que yo le había regalado meses atrás. Yo le dije que no, que no hiciese nada, que nos dejase en paz. Él ni me miró, solo se fijó en la cara de mi chica y le preguntó si quería. La respuesta me dejó helado pues le imploró que siguiese. Fue cuando el señor que estaba a mi izquierda me dijo:
– Este tío se va a follar a tu mujer, si no quieres sufrir vámonos.
Yo no me moví y vi como ese sinvergüenza metió su cabeza en las piernas de ella. Así pude notar como mi mujer se corría con las primeras lamidas. Ese cabrón se comió su coño a lo grande, se le veía mamarlo con avaricia. Entonces me di cuenta que había más gente a nuestro lado. Uno estaba sentado al lado de mi mujer y otro estaba detrás de nosotros, de pie y con la polla fuera, tocándosela. Este último metió la polla entre mi mujer y yo y vi como la muy puta se la metió en la boca, y supuse que con la otra mano pajeaba al otro, por los gemidos que éste daba.
Entonces le grité qué estaba pasando, que por qué me hacía esto, y el que se estaba comiendo su coño levantó la cabeza y sin mirarme le dijo a mi mujer:
– ¿Te gustan la pollas de verdad, eh? ¡Tú tienes mucha hambre! ¡A ti nunca te han follado bien! Yo te voy a follar y dile que se calle o que se vaya.
Mi mujer me miró mientras mamaba una polla, pero no me dijo nada, aunque con los ojos me pedía que me callase. Le dije que no, que parase y entonces ese tío le volvió a decir:
– Te voy a follar porque lo estás deseando, por que nunca te han follado bien, este gilipollas – por mí – no sabe darte caña, se te nota mal follada, dile que se vaya.
Yo le llamé cabrón, le insulté diciéndole que qué se creía, pero el tío, que solo la miraba a ella, le repetía muy calmado:
– Te voy a follar, voy a ser yo quien te reviente, te la voy a clavar, lo estás deseando.
– ¡Vete a paseo, quiero que me folle, quiero esta polla! ¿No te das cuenta que tengo mucha hambre de polla? ¡Quiero que me follen bien de una puta vez, déjame en paz y vete a tomar por culo, quiero correrme de verdad, tú no sabes y tu polla es una mierda, vete, que te jodan y olvídame! – me gritó entonces mi mujer.
En ese momento el tío de mi izquierda me cogió del brazo y tiró de mí dejando a mi mujer con esos tres tíos. Mientras andaba hasta la parte trasera del cine oí como mi mujer gritaba:
– ¡Sí, así, clávamela… oooh… que gusto… siiiií…!
El hombre me sentó en la última fila, desde ahí pude ver como el que llevaba la voz cantante la estaba montando y como ella seguía comiéndose la polla. El que me había sacado de mi chica, se puso de rodillas y comenzó a comerse mi polla, me la puso dura como una piedra pero antes de que me corriera el tío eyaculo y se marchó.
Me quedé solo mirando como se follaban a mi mujer. No había nadie más en el cine, yo en la última fila y ellos en la parte de delante. Vi como se sentaba encima del que empezó todo pudiéndome ver de esta forma, mientras otro la metía por el culo. ¡A mí nunca me dejó! Y seguía comiéndose la polla del de antes. Esto mientras gemía y la insultaban a ella y a mí. Yo, lejos de estar comiéndome por los celos, empecé a estar a mil, con un empalme que nunca he tenido y no paraba de pajearme.
El de su boca se corrió primero y enseguida el de su culo y se retiraron medio vistiéndose. Pero ella no paraba de cabalgar esa polla enorme y no se cuantas veces se corrió. Entonces los que habían terminado vinieron hacia atrás y por lo que decían se dirigían a los baños. Al verme se rieron y uno dijo:
– Ya sé quien me va a limpiar la polla.
Se acercaron uno por detrás y otro a mi lado, el de detrás me dijo riendo a carcajadas:
– No se puede tener a una mujer con tanta hambre, veamos si aprendes.
Diciendo esto me metió su polla en la boca. No se lo que me pasó, pero empecé a comérmela. Sabía a hombre y al coño de mi mujer, cosa que me puso más cachondo. El otro, tirando de mis pantalones y calzoncillos y levantándome las piernas, me ensalivó el ano y me la clavó en el cuelo de un golpe. Me rompió y grité de dolor mientras veía a mi mujer votando encima de un sinvergüenza. Al rato el tío comenzó a moverse dentro de mi recto y sentí un extraño placer que me hizo gemir como una putita en celo y el que me estaba dando dijo en voz alta:
– ¡A este ya sabemos lo que le gusta!
Se corrieron casi juntos, notando como se llenaba mi boca y mi culo de leche, que saboreé y me la tragué, teniendo el orgasmo más grande de mi vida ya que el que me había estado dando por el culo me había pajeado hasta que me corrí. Ambos se marcharon a los aseos y al salir, el que me había follado, se acercó y me dijo en voz alta:
– Adiós, maricona – y acercándose a mi oído añadió – Toma mi número, se que te ha gustado, llámame, quiero que te sacies de polla.
En esto mi mujer grito como una posesa, corriéndose como yo nunca he conseguido que lo hiciese. Se reía y gritaba al mismo tiempo. Yo me quedé solo viendo como ahora mi mujer se comía la boca con su desconocido. Se sentaron juntos y se les veía riendo y muy acaramelados, Al rato, cuando entró en la sala una persona, se levantaron y se marcharon. No miraron hacia atrás.
Un cuarto de hora más tarde salí y me fui hacia casa sin saber que iba a ocurrir. Por el camino, todo eran preguntas, miedos y excitación por que me acordaba de las dos pollas que había tenido para mi y que en el fondo me había puesto a cien ver a mi chica follando con una polla descomunal y corriéndose como una cerda.
Cuando llegué la encontré sentada en la cocina despeinada, con el top manchado y con una taza de café. Me miró y tenía una cara de relajación que yo nunca le había visto. Pensé que verdaderamente yo la tenía mal follada y que le había venido de muerte que le echasen un buen polvo. Me dijo riéndose:
– No quiero una escena, hoy he descubierto lo que me he estado perdiendo toda mi vida y lo importante que es follar bien y tú no sabes. Yo te amo con mi alma, pero necesito follar y hasta que no aprendas voy a seguir jodiendo con Sergio – así se llama aquel tipejo – hemos quedado esta noche y aquí en casa, si te quieres quedar y aprender estarás calladito, sino vete a donde te de la gana.
Yo me puse flamenco y le dije que también quería llamar a alguien, a lo me respondió:
-Vale, pero nosotros nos quedaremos con la cama.
Nos fuimos a la cama, ella haciéndose la cansada y ante mi insistencia solo me dejó que le comiese y limpiase el coño con mi lengua. Sabía a otro, estaba muy abierta, se corrió casi a desgana y a mí me gusto su nuevo sabor.
Un beso para todas y todos.