Relato erótico
Fin de semana con vicio
Era un amigo de su ex pareja y cuando estaban con él, se daba cuenta de que no le sacaba los ojos de encima. Pasado un tiempo se reencontraron y los dos habían roto con sus parejas. Quedaron para cenar y la cosa se “complicó”.
Lola – Barcelona
Hola amigos de Clima, soy Lola. Esta vez quiero contaros una historia que viví con un hombre que me llevaba unos 17 años. Era el propietario de un importante negocio de hotelero, pero no voy a dar más detalles por si acaso. Le llamaremos Mario.
Nos conocimos porque solía ir a su negocio con la pareja que tenia en aquellos momentos, y con el tiempo, si bien no nos hicimos amigos, si que teníamos bastante relación e incluso habíamos salido también con su pareja.
Las mujeres tenemos un instinto especial para saber cuando le gustas a un hombre y quedaba claro que a Mario yo le gustaba bastante, incluso mi pareja me lo había comentado. Por aquel entonces yo tenía unos 38 años y Mario unos 55 o 56.
Cuando rompí con mi pareja, lógicamente Mario se enteró y como además del negocio que os he comentado tenía otros que podían ser de interés para la empresa en la que trabajaba yo, un día me llamó y mantuvimos una reunión en su despacho. Le faltó tiempo para decirme que él también había roto con su pareja. Cuando terminó la reunión fui a mi despacho y nada más entrar por la puerta la recepcionista me dijo que me había llamado Mario dos veces. Me extraño y le llame. ¿Sabéis lo que quería?, pues me invitaba a cenar aquella misma noche. Me sorprendió un poco, pero en el fondo tengo que reconocer que lo esperaba, ya que durante la reunión había repetido varias veces que estaba muy guapa, etc.
Le dije que si. Mario era un hombre alto y corpulento, no se podía decir que tenia un tipo de adonis, pero era un hombre atractivo o al menos a mi me lo parecía, pero diría que más que atractivo, era un hombre que me despertaba el morbo y la guarrería.
A las nueve y media en punto estaba en la puerta de mi casa. Su posición económica era elevada y se presento con un Porsche de color negro y vestido de sport, pero de ese tipo de sport elegante.
Yo me había puesto un pantalón de piel negro y un jersey con los hombros al aire de color blanco y unos botines de piel negra con tacones altos. Las mujeres sabemos las cosas que nos sientan bien y a mi los pantalones me quedaban de coña. Resaltaban mi estrecha cintura, mis anchas cadera y dejaban bien claro que tenia un buen culo respingon y de grandes nalgas. En cuanto me vio me dijo que estaba muy guapa.
Fuimos a cenar a un restaurante de la parte alta de Barcelona de esos que están catalogados de lujo. Charlamos durante toda la cena y vi que iba muy lanzado. A mi me gustaba, pero era un hombre muy dominante que si por el hubiera sido, después de cenar ya estaríamos follando.
Os resumiré la primera cita rápidamente. Después de cenar fuimos a una discoteca a tomar unas copas y allí estaban esperándonos mis amigas. Cuando eran cerca de las dos de la madrugada decidimos irnos puesto que al día siguiente trabajábamos. Me acompañó a mi casa y cuanto llegamos al portal, salio del coche y me acompaño hasta el ascensor.
Allí nos despedimos con un beso en la boca, pero de repente, me apalancó contra la pared y me morreo apasionadamente. Aquel tío me gustaba, pero aquel no era el momento ni el lugar adecuado y se lo dije. Como es lógico lo entendió, y me dijo que si me apetecía ir con el todo el fin de semana, o sea, sábado y domingo. Le dije que me llamara y quedaríamos.
Al día siguiente a las diez de la mañana recibí su llamada y quedamos para el fin de semana. Estábamos a miércoles y hasta el sábado me llamaba un promedio de dos veces al día. Sabía como calentar “motores”
Y llego el día esperado, no me había dicho donde iríamos, pero me hice la bolsa para los dos días. A las nueve de la mañana ya estaba en la puerta de mi casa. Para ir cómoda me había puesto unos vaqueros y unas bambas, pero debajo mi ropa interior era sexy. Llevaba un tanga blanco, sujetador blanco y medias de las que llevan puntilla con silicona blanca.
Aquel tío era una sorpresa continuada, se presentó con un mercedes impresionante, bajó del coche, metió la bolsa en el maletero y nos fuimos. Le pregunté cual era nuestro destino y me dijo que era una sorpresa. Salimos de Barcelona y cuando acabó el viaje estábamos en la provincia de Gerona. Era una masia de la categoría de un hotel de cinco estrellas. La habitación era preciosa. Cama enorme, salón comedor y un baño con un jacuzzi en el que cabían 6 personas.
Dejé la bolsa encima del sofá y fui a la ventana para ver el paisaje, de pronto me abrazó por la cintura y se apretó contra mí. Apartó mi pelo y empezó a besarme el cuello. Me di la vuelta y nos morreamos. Era un hombre muy apasionado, dominante y lo más importante, a mi me gustaba y me ponía caliente.
A trompicones llegamos hasta la cama, me tumbó, me saco la blusa, los pantalones, las bambas y su cara reflejó sorpresa cuando vio mi ropa interior. Me acercó al extremo de la cama, se arrodilló, apartó el tanga y empezó a comerme el coño de una forma que me volvía loca. Su lengua parecía un torbellino y cada vez que de pasada rozaba mi clítoris parecía que me pasaba la corriente. Como os podéis imaginar no pasó mucho tiempo que ya tuve mi primera corrida.
Se levantó y me dijo:
– Eres más caliente de lo que me pensaba. Pero ahora quiero que me chupes la polla, arrodillate y chupa.
Mientras decía esto, había puesto sus manos en mis hombros y me “ayudó” a ponerme de rodillas. Me gustaba su “autoridad” y que me hablara mientras se la mamaba.
Su polla no estaba nada mal, era gorda y con un capullo gordo y rojo. Me la metí en la boca hasta el fondo y empecé a chuparla. Con una mano le acariciaba los huevos y con la otra le hacia una paja. Él me cogía la cabeza con fuerza y me follaba la boca mientras decía:
– Así, chúpala, deprisa… eres muy golfa y hace tiempo que me tienes loco. No sabes las veces que me había imaginado que te tenia de rodillas y mamándome la polla… Sigue, no pares que voy a correrme, pero no te preocupes, esto solo es el aperitivo.
El muy cerdo apretaba tanto mi cabeza contra su cuerpo que casi me entran arcadas cuando se corrió. Cuando acabó e iba a levantarme, presionó mis hombros y dijo:
– No tengas tanta prisa, déjame la polla bien limpia y dale un repaso a los huevos. (Mas tarde descubrí que una de sus debilidades era que le comieran los huevos).
Le obedecí y lo deje bien limpio. Me levanté y fui hacia el baño. Entro mientras me lavaba la boca y me sugirió:
– ¿que te parece si nos metemos un ratito en el jacuzzi. Solo son las doce y media y así nos relajamos para ir a comer?
Acepté al momento. Llenamos el jacuzzi, nos desnudamos y nos metimos en el agua. Para entrar había unos tres escalones e incluso vi que había unas velas para darse un baño en plan “película”.
Encontré una esponja natural, le puse gel y me dediqué a enjabonarlo y bañarlo como si fuera un niño, y entonces le hice un masaje en los hombros y la cabeza. Después fui bajando y me entretuve un buen rato en la polla y en los huevos. Mi mano se deslizaba con suavidad y noté que se iba poniendo dura. Su respiración era entrecortada, estaba caliente y yo también.
Cada uno entiende el sexo de una forma diferente. A veces había comentado con amigas mías lo que me gusta hacer cuando estoy con un hombre y alguna de ellas pensaba que “eso” era puro servilismo, que son los tíos los que tienes que tratarnos como reinas. Yo pienso que esto no tiene nada que ver con el servilismo, ni con el feminismo, ni con el machismo, simplemente a mi me gusta darle el máximo placer al hombre que está conmigo y además, cuando veo lo que el siente, me pongo cachonda. También es verdad que no todos me inspiran lo mismo.
Siguiendo con la historia, Mario se sentó en el borde del jacuzzi y con pocas palabras nos entendimos, quería metérmela allí mismo. Yo iba a sentarme dándole la cara, pero me dijo que mejor de espaldas, ya que le encantaba ver mi culo y ver como su polla entraba y salía. Fue una follada tremenda y me corrí a las pocas metidas.
Salimos del baño, y prácticamente se hizo la hora de irnos a comer. Nos vestimos y nos marchamos.
Por supuesto que aquel fin de semana pasaron muchas más cosas, pero ya volveré para contarlas otro día.
Muchos besos para todos y espero que se os haya puesto dura y a vosotras el chochito húmedo.