Fin de curso

Lo que nos cuenta ocurrió cuando estaba estudiando la carrera. Al llegar las vacaciones solía ir a la finca que tenían los padres de su compañero. Lo pasaban muy bien, pero aquel año fue especial.

Ignacio – BARCELONA
La historia que cuento sucedió hace ya bastantes años. Mi amigo Joan y yo estudiábamos en la misma facultad de la universidad de Barcelona. Teníamos 20 años. Joan era de un pueblecito de la provincia de Tarragona, pero vivía con nosotros en Barcelona durante el curso. Cuando llegaba el verano los dos nos íbamos a su pueblo, su padre poseía una finca bastante grande con un hermoso embalse en el interior. Allí nos pasábamos el verano pescando y bañándonos.
En la finca había otra casita en la que habitaban el guarda o empleado de la finca y su mujer, una mujer de unos 40 años, rubia, de piel muy blanca, delgada pero con grandes tetas y gordo culo, una verdadera preciosidad de mujer. No tenían hijos y ella procuraba cuidarse, siempre estaba arreglada y llamativa.
Cuando llegamos a la finca, nos recibieron todos con los brazos abiertos, el padre de Joan se alegró mucho, porque al día siguiente él y el guarda tenían que marcharse a Barcelona con el camión para recoger unos pedidos para la finca, según dijo, y estarían fuera al menos una semana, nos agradecía que nos quedásemos allí, de esa forma Maite, la mujer del guarda, no estaría sola y de paso la ayudaríamos a cuidar a los animales.
Al día siguiente muy temprano los dos hombres se marcharon con el camión, nosotros, Joan y yo, dormíamos en la planta superior. Sobre las nueve de la mañana nos dimos una ducha y bajamos a desayunar. Maite estaba en la cocina, con un vestido corto y ajustado, estaba guapísima.
Ese día lo pasamos en el embalse sin apenas hacer caso de la mujer, pero al día siguiente, Joan bajó antes que yo, que me duché en segundo lugar, cuando lo hice, estaban Maite y él asomados al patio, observando como un perro de raza mastín, enorme, intentaba penetrar a una hembra de la misma raza pero al parecer todavía muy joven. Estaban emocionados y apostando a que conseguía penetrarla.
Como había poco espacio, me coloqué detrás de ellos a observar también a los perros. La situación era morbosa, aquel animal tenía un enorme pene rojo, muy delgado pero de considerable longitud, que restregaba a la hembra por detrás intentando la penetración. Así permanecieron bastante rato, la situación era súper morbosa. Quizás el hecho de rozar de vez en cuando a Maite, hizo que me excitase y mi polla estuviese totalmente erecta.
La mujer debió notar como estaba de excitado, pues de vez en cuando movía su trasero rozando mi verga. Me aproximé un poco más a su culo y disimuladamente apreté mi polla. Ella no dijo nada, yo más bien diría que le gustaban los roces. Dejé de disimular y abiertamente la agarré por las caderas. Sabía el riesgo que corría, pero estaba más excitado que el propio mastín. En último caso con pedir perdón tenía bastante.

La respuesta fue sorprendente, se agachó un poco más sobre la ventana y permitió que le rozase mi polla por todo su trasero. Joan se volvió mirando, pero no dijo nada. Animado pasé mis manos por debajo de sus sobacos y le agarré las gordas tetas al mismo tiempo que apretaba mi polla contra su trasero. Ella comenzó a gemir hasta que se dio la vuelta y agarrándome por la mano me llevó a la habitación de la planta baja y entonces Joan la agarró por los hombros y comenzó a besarle el cuello.
Una vez en la habitación, comenzó a desnudarse pero no se había quitado el vestido cuando nosotros estábamos completamente desnudos, las pollas erectos y a punto de eyacular. Ella se echó sobre la cama, Joan comenzó a comerle los pechos, yo abrí sus piernas y pasé mi lengua por su coño. Estaba muy excitada y se dejaba hacer así que estuve comiéndome su coño bastante rato, hasta que sentí como gemía de placer y se corría en mi boca.
Entonces abrí bien sus piernas, me acoplé entre ellas y mi polla entró dentro de su coño sin esfuerzo alguno, mientras ella le hacía una estupenda felación a Joan, que no tardó en eyacular en su boca. Luego cruzó sus piernas por detrás de mis nalgas e inició un suave balanceo que terminó conmigo y me corrí en su interior inmediatamente.
Estuvimos un rato más en la cama, la penetramos dos o tres veces más, siempre eyaculando en su interior. Cuando terminaba uno, se retiraba y se acoplaba el otro. La leche se salía de su coño manchando sus glúteos y la cama. Al rato, estábamos agotados, nos levantamos los tres y nos dimos una ducha. Nos vestimos y como el día anterior nos fuimos al estanque, pero esta vez nos acompañó Maite. En el camino hacia el pantano le fuimos tocando el culo y los pechos, lo que hizo que nos excitásemos de nuevo.
Al lado del muro de contención, nada más entrar en el cuartucho donde se guardaban la gasolina y otra serie de elementos de pesca, cogimos a Maite, uno por detrás y otro delante y al levantarle el vestido vimos que no llevaba bragas. Eso facilitó todo. Me senté encima de un taburete, ella abrió sus piernas y se sentó encima metiéndose la polla hasta el fondo, Joan la besaba y tocaba los pechos. Estaba muy excitada y no tardó mucho en correrse. Al terminar se quitó de encima, se agachó a chupar mi polla y en esa postura, Joan la penetró por detrás y de nuevo nos corrimos dos veces. Maite estaba encantadísima, no paraba de besarnos y acariciarnos.
El día y la noche transcurrieron igual, en el momento en que nos veía excitados se agachaba y la penetrábamos. Los orgasmos que tenía eran continuos, nos dejaba agotados, pero volvía a excitarnos y de nuevo la penetrábamos.

Aquella noche dormimos los tres en la misma cama y por la mañana descubrimos algo nuevo. Cuando salí del baño, Joan se la estaba follando, él encima de la cama y Maite sentada sobre él tenía la polla entera en su coño. Estaba agachada porque le estaba mordisqueando los largos y gordos pezones, algo que la volvía loca, y su culo ligeramente levantado. Me aproximé por detrás, apoyé el glande en el agujero rosadito de su trasero, le di una buena embestida, introduciendo toda la polla en su interior. Maite dio un grito de dolor, pero ya era tarde, la tenía totalmente enculada. Aquello era una satisfacción indescriptible, su culo apretaba fuertemente mi polla y en segundos me corrí en su interior.
Era la primera vez que alguien se follaba su culo, ya que al parecer su marido lo había intentado en alguna ocasión, pero el dolor se lo había impedido. A partir de aquel momento y durante los siguientes días, la tuvimos todo el tiempo sin braguitas, con una falda muy corta, y nos la follábamos a cualquier hora, en todos los sitios. Bastaba con que nos excitase un poco, cosa que sabía hacer muy bien, para que en el mismo sitio la penetramos, en ocasiones uno solo, por su coño o su culo, en ocasiones los dos, uno por cada sitio.

Pasamos unos días de sexo y creo que ella quedó satisfecha para una buena temporada.
Besos, amiga Charo.