Relato erótico

Fin de curso, desmadre total

Charo
4 de julio del 2019

La alegría de haber terminado el curso se apropio de todos ellos. Bebieron en el jardín de la universidad y decidieron ir a cenar y a una discoteca. Estaban calientes y un poco “salidos”.

Daniel – Madrid
Por fin se había acabado el curso. Tras duros meses de estudios, exámenes y demás, finalmente había llegado el último día de clase. Como es de suponer, las risas y el alcohol eran la tónica habitual entre un grupo de universitarios recién liberados de sus obligaciones. Desde prácticamente el mediodía habíamos empezado a beber y evidentemente cada vez estábamos más “pedo”. Lo importante es que al final de la tarde todavía permanecíamos unos cuantos, desparramados por el suelo en el jardín de la facultad. Éramos todos del mismo curso, y quedábamos 12, tanto chicos como chicas. El ambiente cada vez se iba haciendo más distendido, ya que a pesar de que una de las chicas estaba realmente mal, los demás teníamos el punto justo para seguir pasándolo bien. Como podréis imaginar, las conversaciones no eran todo lo coherentes que en el aquel momento nosotros creíamos, y como no podía ser de otro modo fueron poco a poco orientándose hacia el terreno sexual.
A pesar de que estaba bastante borracho, no dejaba de asombrarme la espontaneidad y desinhibición de todos nosotros, ya que durante el curso nunca habíamos tenido ninguna conversación parecida, e incluso muchos de los que estábamos allí, no habíamos hablado prácticamente con otros del grupo.
Sin embargo, como si fuésemos amigos de toda la vida, todos fuimos contando “ciertos” aspectos de nuestras vidas sexuales, anécdotas y experiencias que además de algunas risas lo que estaban provocando es que cada vez estuviésemos todos más excitados. Decidimos ir a cenar para luego ir juntos a la disco en la que se celebraba la fiesta. En la cena, un poco menos mareados, la conversación se hizo más “normal”, pero se percibía en el ambiente la excitación generalizada. Y esto quedó de manifiesto cuando nos sirvieron los chupitos. La llegada de una nueva dosis de alcohol en las venas desveló el ansia que nos atenazaba, las ganas de frotarnos los unos con los otros, de seguir hablando de sexo y de sentir como cada vez nos poníamos más calientes.
Las primeras miradas de deseo se convirtieron en auténticos magreos en la discoteca, donde confundidos por la música, la gente y la oscuridad, los cuerpos se fueron encontrando y fundiéndose. La excitación era enorme. Yo no dejaba de asombrarme por la lujuria desenfrenada de la situación, sorprendiéndome de la fogosidad de las chicas, tan serenas y cautas en clase. Rápidamente nos fuimos emparejando aleatoriamente, aunque mi encuentro con Rita no fue del todo casual, ya que me las apañé para quedarme con ella. Además de ser extraordinariamente guapa, su cuerpo engalanado para la ocasión, con ropas ajustadas y un tanto provocativas, era de infarto. No era muy alta ni baja, delgada y sus curvas, a pesar de no ser muy pronunciadas, provocaban en mí incesantes olas de deseo por poseerla. En el preciso instante en el que la cogí por la cintura para enrollarme con ella, la excitación se apoderó de ambos, ya que por fin podíamos dar rienda suelta a todo el deseo contenido a lo largo de un día repleto de insinuaciones y provocaciones.

Fue abrazarnos y nuestras bocas fueron a un encuentro apasionado, similar al de dos enamorados que han pasado mucho tiempo separados. Nuestras lenguas se exploraban fogosamente al mismo ritmo de la música que golpeaba en nuestros pechos. En aquel momento, unidos a través nuestras bocas, parecía que todo alrededor dejaba de existir. En aquella discoteca solo estábamos ella y yo. Esa sensación hizo que ambos nos desinhibiéramos y comenzásemos a abandonarnos a los impulsos de nuestros cuerpos.
Mi excitación irremediablemente se reflejaba en un empalme cada vez más notorio, respondiendo ella con movimientos precisos que buscaban la presión y el calor de mi polla en su coño. Yo la agarraba con fuerza del culo, apretándola contra mí, mientras que ella abrazada a mi cuello empujaba hacia sí mi cabeza, prolongando aquel beso eterno. Sentía además como sus tetas se estrujaban contra mí, acentuando el deseo, la pasión sin freno de dos cuerpos jóvenes con ansia de sexo. Estábamos tan juntos que la misma sensación de nuestros cuerpos chocando me resultaba molesta.
Decidimos alejarnos de la pista y camuflarnos en la oscuridad de los rincones del local. La mera separación de nuestros cuerpos para salir de allí acentuaba nuestro deseo, de tal forma que en el breve trayecto nuestras manos no contentas con ir unidas entre sí, se desplazaban certeras por nuestros cuerpos, sobándonos mutuamente el culo, la cintura, el cuello, el pelo… Cuando llegamos al más oscuro de los rincones, el espectáculo que allí nos aguardaba era alucinante. Samuel y Raúl, mis compañeros de piso, se habían aliado en la conquista de una chica desconocida, y allí mismo los tres se entregaban al oscuro arte del sexo. La chica, con su camiseta bajada, mostraba una de sus tetas a Raúl. Al mismo tiempo, con su mano le estaba haciendo una paja a Samuel, mientras que con la otra mano sobaba el paquete de Raúl. Ambos sobaban a la chica con descaro, Raúl entregado a la teta de la chica y Samuel por debajo de la falda parecía estar devolviéndole la paja que ella le estaba haciendo.
Rita y yo nos quedamos atónitos, sin poder apartar la vista de aquella escena. Suavemente introduje mi mano en sus pantalones y comencé a frotar mis dedos contra su coño, que para mi sorpresa sentí depilado. Rita me miró y rápidamente se puso delante mío, dándome su espalda pues quería seguir contemplando el bello panorama que Raúl, Samuel y la chica nos deparaban. Como compensación a mis movimientos manuales, ella apretujó su culo contra mi verga, totalmente empalmada, moviéndolo suavemente de arriba hacia abajo y a los lados. Además, cogió mi otra mano y se la puso en una de sus tetas, obligándome a masajearla con fuerza.
Por lo visto le gustaba ver a otros follando y tampoco le desagradaba exhibirse, y eso me excitó aun más si cabe. Debió notar que mi polla sufría en la dura cárcel de mis vaqueros, por lo que sin girarse desabrochó mis pantalones dejando que mi dura polla se liberase, apuntando hacia ella. La cogió con cariño, deslizando suavemente su mano sobre ella, comenzando a hacerme una paja alucinante.
Debido a ello, mi mano casi no alcanzaba su depilado coño, pero sutilmente lo solucionó bajándose un poco sus pantalones dejando así el mínimo hueco que me permitía meter mi polla entre sus nalgas, volviéndonos a juntar al máximo. Mi verga estaba siendo aprisionada por sus muslos y nalgas, mojándose por el calor de sus flujos comenzó un movimiento oscilatorio hacia adelante y atrás, apretando sus piernas, haciendo que mi polla recorriese toda su entrepierna. Cuando quise soltar mi mano de su coño para acariciarle las dos tetas, soltó un breve gemido de enfado, tomando de nuevo mi mano y colocándola encima de sus labios vaginales, obligándome a realizar un movimiento frenético sobre ellos.

Mientras, con su otra mano seguía oprimiendo la mía sobre su pecho, sin dejar de mirar al fabuloso trío que teníamos delante, donde ahora la chica, arrodillada, les estaba haciendo una mamada de infarto a los dos chicos. En esas estábamos cuando aparecieron Sara y Juan, sus caras reflejaban su sorpresa al encontrarse de bruces con el panorama que los cinco ofrecíamos en aquel oscuro rincón.
Alternativamente miraban a los otros tres y a nosotros dos. Tal estado de ensimismamiento fue roto por Rita que los llamó en medio de sus jadeos. Ambos se acercaron a nosotros, un tanto sorprendidos, pero no cortados. Venían de la mano y no eran pareja, por lo que evidentemente venían a lo mismo que los demás. Cuando se acercaron, Rita rápidamente echó mano al paquete de Juan, que se apreciaba excitado dentro de sus pantalones. En aquel momento un primer sentimiento de enfado me sacudió, pues me creía en posesión de Rita, pero rápidamente la situación me sobrevino, ya que aquello era más excitante de lo que nunca antes había vivido. Juan me miró y sonreí, con eso todo quedaba dicho. Entonces extendió su mano hacia Rita, introduciéndole sus dedos en la boca, que eran devorados por ella. Por su parte, Sara comenzó a acariciarse su coño, mirando ahora para nosotros, sintiéndose inundada por el deseo. Viéndola en tal estado, solté mi mano de la teta de Rita, lugar que rápidamente fue reemplazado por la mano de Juan.
Me dispuse a soltar los tirantes de la camiseta de Sara, para disfrutar del tacto de sus tetas. Ella continuaba acariciándose, dejándose desvestir por mí, sin dejar de mirarme a los ojos, que expresaban el estado de excitación del momento. Al soltar el segundo tirante, su camiseta se deslizó dejando al aire sus maravillosos pechos. De su boca salió un gemido de entrega total. Rita, arrastrada por el deseo, extendió la mano que le quedaba libre sobre una de las tetas de Sara, acariciándola tiernamente. Del mismo modo yo alargué mi brazo hasta el otro pecho de Sara, acariciando primero su suave piel para terminar pellizcando su duro pezón, mientras ella seguía masturbándose, ahora ya con la mano metida bajo su falda. El tiempo que pasamos así no lo sé con seguridad, pero lo que recuerdo es que fue Rita quien alcanzó el orgasmo en primer lugar, y no podía ser de otra manera, pues disfrutaba de la mejor posición: por un lado, mi polla dura entre sus piernas, acariciando su vulva mojada, mi mano sacudiendo frenéticamente su clítoris, variando a veces la intensidad y la presión.
Por su parte, ella continuaba frotando la polla de Juan, sin perder detalle de lo que enfrente hacían Samuel, Raúl y la chica desconocida. Además, chupaba con deleite los dedos que Juan le metía en su boca, mordiéndolos cada vez que recibía una de mis embestidas, y recibía sus caricias las tetas. Para completar el juego sexual, con su otra mano acariciaba la teta de Sara.

Como decía, Rita estalló en un orgasmo bestial dando paso sus gemidos. De su coño emanaron líquidos que embadurnaron mi polla. De nuevo Rita tomó la iniciativa, poniéndose de rodillas se metió la polla de Juan en la boca y comenzó a mover su cabeza arriba y abajo, tratando de meterse aquella dura verga entera en su boca. Yo, sin dudarlo un momento me acerqué a Sara y una vez frente a frente le empecé a sobar las tetas mientras ella dejaba de meterse los dedos para tomar ahora mi polla entre sus manos. Yo estaba al borde de la extenuación, ya que notaba como mi polla estaba lista para descargarse en cualquier momento, y sin pensármelo dos veces levante su falda, que para mayor sorpresa no llevaba bragas.
No fue difícil introducir mi pene en su coño de lo lubricado y dilatado que lo tenía. Automáticamente me rodeó con sus brazos y se alzó cruzando sus piernas a la altura de mi cintura. Ayudándome entonces del apoyo de la pared, comencé a embestirla con firmeza, arrancándole así un gemido por cada bombeo, aumentando cada vez más la velocidad. Cuando estaba a punto de correrme se la saqué y ella misma se arrodilló abriendo su enorme boca, invitándome a correrme dentro de ella, mientras con sus manos apretaba mi culo. Mi cuerpo entonces cedió y verdaderos chorros de semen salieron disparados sobre su cara. Cuando me recuperé un poco de tan intenso orgasmo vi como Rita y Sara compartían el semen que ambas tenían sobre sus rostros y pelo, chupándose con ansia la una a la otra. Por su parte Raúl, Samuel y la otra chica, que ya habían acabado, nos sonreían, complacientes por el espectáculo que les acabábamos de brindar. Decidimos ir a sentarnos y tomar una consumición.
En eso estábamos cuando llegaron otros compañeros, eran Daniel, Pepi, Ana y Alberto. Se unieron a nosotros y comenzamos a relatarles lo acontecido minutos antes en aquel mismo lugar. Atónitos nos miraban con incredulidad, pero instantes después, ayudados por los efectos del alcohol, nos pedían un hueco en nuestra fiesta particular. Desde luego accedimos inmediatamente, y ya estábamos maquinando el rumbo de la continuación de la orgía cuando desde los altavoces informaron que la discoteca iba a cerrar y que la fiesta llegaba a su fin. Eran las cuatro de la mañana y de repente nuestros rostros se oscurecieron. Realmente supuso un auténtico mazazo para nuestro nivel de excitación ver que se nos acababa el chollo. Hasta que Alba, la chica desconocida, nos propuso ir a su piso, que compartía con otra chica y que no estaba lejos de allí. De nuevo un estado de deseo y lujuria recorrió nuestros cuerpos. Al momento terminamos la consumición y salimos de la discoteca entre abrazos, toqueteos y mucha, mucha excitación.
Éramos nada más y nada menos que once personas, seis chicos y cinco chicas, la orgía se presentaba impresionante. Nos dirigimos al piso de Alba, excitados y muy alterados, el deseo de follar como locos.
Casi sin darnos cuenta llegamos al piso de Alba, un piso enorme donde nuestra imaginación iba a derivar en una orgía fantástica que, en un próximo relato, si tenéis a bien, os seguiré relatando. Mientras tanto no dejéis de disfrutar de vuestra vida sexual, de los encantos de los cuerpos, de las fragancias y de la imaginación sin límites. Procurar no poner freno a vuestras fantasías y vivir con intensidad cada manifestación del deseo.
Besos para todos los lectores.

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