Relato erótico
Fin de año caliente
Después de una buena cena y de las doce uvas, quedaron con un amigo que se había separado recientemente. Se podría decir que fue una entrada de año muy especial.
Felipe – SEVILLA
La velada de fin de año se presentaba como un año más, cenaríamos en casa de mis suegros, auténticos padres para mí tras la pérdida de los míos hace años. Pero estas Navidades han estado un poco tensas pues mis cuñados, la hermana de mi mujer, no se han portado bien con nosotros cambiando fechas de reuniones a su antojo y de una forma un tanto arbitraria. El caso es que al final conseguimos coincidir esta noche. Este año no ha sido malo para nosotros y mi mujer ha descubierto una sexualidad que tenia olvidada, no dentro del matrimonio que nos llevamos fantástico, sino fuera en sus relaciones con otros hombres.
El caso es que habíamos empezado a cenar, cuando mi mujer recibió un mensaje en el móvil de un viejo amigo deseándonos felices fiestas y un buen inicio de año. Son un matrimonio amigo que viven en el sur y con los que en verano pasamos unos días en la playa, tiene un hijo de 14 años. Mi mujer me ha dicho que le iba a llamar para devolverle la felicitación, y cuando estaba hablando con ella, se ha quedado un poco parada, han charlado y al colgar me ha dicho:
– Se han separado y Andrés está en Sevilla, solo y sin nadie con quien pasar esta noche. Hemos acordado que tras la cena le llamaríamos para quedar y tomar una copa.
Al terminar de cenar les dijimos a mis suegros si les importaba quedarse con los niños, pues acababa de llamarnos un amigo de fuera que estaba solo en la ciudad y queríamos ir a tomar una copa. La verdad es que teníamos pensado ir de todas formas, para lo cual mi mujer se había puesto un conjunto de ropa interior rojo con su liguero y sus medias todo a juego, que realzaban sus buenos pechos y culo, 96-80-90, con una falda de volantes blanca y una blusa de terciopelo verde. Estaba preciosa.
Le llamamos y quedamos cerca de su hotel por el extrarradio. Al vernos nos dimos un gran abrazo, aunque, me pareció que el de mi mujer fue un poco más intenso que el mío. La verdad es que en verano él la miraba con cierto interés y yo también a su mujer, a la que no me hubiera importado hacerle algún favor, por lo que aún notando esa diferencia de abrazo, lo pasé de momento por alto.
Estuvimos un rato en la cafetería del hotel tomando una copa contándonos que últimamente no sabe porque con su mujer reñían por todo y no se llevaban bien y por ello decidieron separarse de prueba un mes, pero que la cosa se había alargado y lo están pasando muy mal.
Después de otro par de copas él estaba más animado y bromeaba con mi mujer cogiéndola de la cintura en un par de veces, notando yo que a ella no le desagradaba este sobeteo furtivo. Al cabo de un rato fue ella quien sugirió que podíamos ir a casa a tomar una copa y charlar tranquilos. A mí no me pareció mal, así que cogimos el coche y fuimos a casa.
Les dejé en casa mientras yo iba a aparcar el coche, tardé unos 20 minutos, tras los cuales al llegar los noté un poco nerviosos. Estaban en el salón escuchando música y tomando unos cubatas, pero notaba algo en el aire. Tras un rato de servirme yo una copa mi mujer me hizo señas de que la siguiera a la cocina.
– Escucha, Andrés me ha besado al llegar y me ha metido mano, me ha dicho que desde que nos conocimos los cuatro ha soñado con follarme muchas veces y que sabe que a ti te gustaba su mujer, aunque ella esas historias entonces no le iban…
– ¿Solo te ha metido mano? – pregunté algo molesto.
– Si pues tenía miedo de que llegaras y nos sorprendieras, pero a mí me gustaría acostarme con él esta noche… está solo y muy deprimido… – me dijo ella como tratando de justificar su comportamiento.
– Está bien… – respondí yo – pero hagámoslo natural y si surge el follarte los dos espero que no te vuelvas atrás, cosa que hace tiempo que te lo vengo proponiendo, hacer un trío y quizá esta noche fuera la ideal.
– Vale cielo – me dijo dándome un cálido y tierno beso.
Volvimos al salón y ella le ofreció bailar un poco mientras hablábamos. Bailando me fijé en como él la apretaba y en un momento determinado ella le dio un ligero beso en la mejilla al que él la correspondió con un beso en el cuello, como si yo no estuviera. Siguieron bailando mientras yo pretextaba ir al baño y desde el pasillo pude ver como al salir del salón se fundían en un desesperado beso mientras se acariciaban.
Yo fui a la cocina a buscar hielo y cuando regresaba les oí besarse y desde el pasillo vi como él la estaba desnudando dejándola en ropa interior. Esperé un poco más para ver como se sentaban en el sillón y se comían a besos, pero al entrar yo, siguieron como si no estuviera, hasta que de pronto Andrés se volvió hacia mí diciéndome:
– Eres un tío genial, me ha dicho tu mujer que te ha contado lo que ha pasado hace un momento y no estás disgustado, así que con tu permiso me gustaría poder disfrutar de ella un rato.
Me quedé parado y sorprendido, la situación se me hacia irreal pero excitante y atractiva. Un buen amigo me estaba pidiendo follarse a mi mujer en mi propia casa y ella, como una furcia, ya en ropa interior y sin duda muy caliente, nos miraba desde el sillón esperando que yo le diera autorización para ello. Me miraba a los ojos y sin decir palabra, lo cogió de la mano y se lo llevó a nuestra habitación mientras yo me quedaba en el salón tomándome un whisky y oyendo como justo al lado, ellos empezaban a comerse y a jadear. No me parecía ético acercarme a mirar y me contenté con escuchar sus jadeos y sus revolcones sobre nuestra cama. Pasada una media hora, y tras unos gemidos de mi mujer que conozco y me indicaban que se estaba corriendo como una loca, y escuchar también la explosión de él, le oí salir del dormitorio hacia el baño.
Entonces me armé de valor y me fui al dormitorio, donde encontré a mi mujer aún con el liguero y las medias, pero sin bragas ni sujetador, abierta de piernas sobre la cama, aún temblando por el polvo que le acababa de echar Andrés y cuyos restos de semen fluían de su coño sobre las sabanas.
– Cariño, ha sido fantástico, le he dicho que me gustaría que me follarais los dos y en principio no le ha parecido bien, pero me ha dicho que puedes follarme mientras él se da una ducha.
Alucinaba en colores, aquel tío me “daba permiso” para follarme a mi mujer, mientras él se preparaba para un segundo polvo. La verdad es que mi polla estaba a reventar y ella allí, recién follada sobre la cama, estaba pidiéndome con su cuerpo y sus ojos que se la metiera hasta dentro. Me desnudé lentamente y me tumbé junto a ella comenzando a morderle las tetas y a sentir que su cuerpo olía a otro tío que hacía unos minutos había estado sobre ella, comencé a magrearla, a besarla, a sobarla queriendo recuperar ese olor a mí en su piel, ese sabor en su boca y por fin decidí que le daría bien duro por el culo, para lo que la puse a cuatro patas, mientras notaba como aún seguía saliendo semen de su coño. Poco a poco le fui metiendo mi polla en el culo, mientras ella se retorcía primero de dolor, siempre le duele aunque lo hagamos a menudo, pero con cada centímetro que entraba, ella empujaba más mientras me decía como le gustaba que la diera por el culo.
Cuando terminé nos derrumbamos mientras ella tenía un gran orgasmo y fue entonces cuando oímos a Andrés aplaudir acompasadamente desde la puerta del dormitorio.
– Genial tío, yo no lo hubiera hecho mejor – me dijo sentándose en el borde de la cama y encendiendo un cigarrillo.
Ella, mientras me ponía a mí una mano en la polla, se deslizó hacia la de Andrés, empezando a chupársela. Me quedé alucinado ante la escena. Mientras Andrés seguía fumando impasible y mirándola con ojos de deseo, ella se metió su aparato en la boca y comenzó a jugar con él, tratando al tiempo de pajear mi polla, que empezaba a ponerse otra vez tiesa ante el espectáculo de mi mujer mamándosela a otro tío en mis propias narices. Fue cuando me levanté y salí al salón donde, tras servirme otro whisky, encendí el ordenador y empecé a escribir esto. En este momento les oí jadear y gemir mientras ella le estaba pidiendo a gritos que le rompiera el culo, o sea que la debía estar enculando y que le gustaba como se la follaba. No sabía si volvería a participar o “esperaría mi turno”. De momento me fui al baño.
Al regresar me paré en la puerta del dormitorio, ella estaba con las piernas abiertas boca arriba en el borde de la cama de matrimonio y Andrés arrodillado la estaba enculando, pero desde delante con lo cual ella me vio, poniendo los ojos en blanco de placer, aunque él no me podía ver, pero seguro que sabía de mi presencia, pues la incitaba a decirle cuanto le gustaba que la estuviera follando y cuantas veces ella lo había deseado sin decirlo, cuando les visitábamos en la playa, a lo que mi mujer asentía diciendo que muchas noches soñaba que era Andrés y no yo quien la follaba cuando estábamos en la playa y que le encantaba como le estaba partiendo el culo.
Fue entonces cuando ella me hizo un gesto de que me acercara y le pusiera mi polla en la boca, para lo que se retorció hacia el borde lateral de la cama donde yo me tumbé, y mientras ella se la metía en la boca notaba los envites de Andrés sobre ella, pude ver claramente la polla de Andrés entrando y saliendo de su culo.
– Es una autentica yegua esta mujer tuya, no te importa que te lo diga ¿verdad? – me dijo sonriendo mientras se aplicaba con más dureza al culo de mi esposa – Seguro que es capaz de estar follando así con los dos toda la noche y querrá más y más…
Le temblaba la voz anunciando su inminente corrida, a lo que ella sacándose mi polla de la boca, le gritó que no se corriera todavía, que quería que nos corriéramos los tres a la vez.
– ¡Una autentica joya! – dijo Andrés mientras bajaba un poco el ritmo y mi mujer masajeaba su clítoris buscando sincronizar su propio gesto con los envites de Andrés y la mamada que me estaba haciendo.
Tras unos minutos en los que Andrés me alabó las capacidades amatorias y folladoras de mi mujer con todo tipo de adjetivos, nos corrimos los tres de forma salvaje, derrumbándonos los dos sobre ella y ella besándonos y agradeciéndonos ese momento de placer.
Luego se levantó para irse a la ducha mientras nos animaba a hacer lo propio. Ya en la ducha fue Andrés quien se metió con ella primero, enjabonándola y magreándola a placer y ella le chupaba un poco la polla, luego Andrés salió a secarse y entré yo a seguir calentándola, con una suave mamadita también para mí, pero apartándome cuando empezaba a calentarse la cosa, pues dijo que quería disfrutar bajo la ducha, con el recuerdo de los polvos que la acabábamos de echar y que luego quería dormir un rato.
– Antes de que me folléis los dos a la vez – dijo echándonos del baño.
Andrés se puso mi albornoz y yo una bata que había allí y nos fuimos al salón a seguir bebiendo whisky. Tras una breve conversación la oímos volver al dormitorio mientras decía con descaro:
– ¿Donde están mis hombres? – fuimos para allá, nos hizo tumbar en la cama a ambos lados de ella y entonces dijo – Descansemos un par de horitas y luego la traca final – y dándonos un morreo a cada uno, se acurrucó tratando de dormir.
Dormimos algo más de tres horas, Andrés nos diría después que las necesitaba pues llevaba algunos días sin dormir, pero nos despertó el teléfono. Era mi cuñada que quería hablar con su hermana. Me resultó divertido verla hablando con su hermana como si tal cosa flanqueada por su marido y su amante en la cama, mientras empezaba a acariciar nuestras pollas con el fin de ponerlas a tono para el asalto final. Cuando terminó de hablar empezó a acariciarnos con ambas manos:
– Debemos darnos prisa, pues he quedado con ella para preparar la comida – y volviéndose a Andrés añadió – Y tú hoy comerás con nosotros.
Andrés me miró sorprendido, yo asentí y fue cuando ella se lanzó sobre nuestras pollas con su boca yendo de una a otra hasta que estuvieron a tono para lograr su objetivo, un glorioso bocadillo que puso punto final a este buen inicio de año. Nos la follamos por el culo y el coño y al final nos corrimos ambos sobre ella, pues quería que la bañáramos en leche y después de darnos un morreo de agradecimiento, se fue a la ducha y tras vestirse se fue en busca de su hermana.
Yo me quedé con Andrés charlando en casa y tras ducharnos fuimos a su hotel para cambiarse él de ropa. La comida, con toda la familia y el secreto entre los tres, nos esperaba unas horas después.
Saludos de los tres y también besos de mi esposa.