Relato erótico
Fiesta para recordar
Esto que nos cuenta ocurrió hace tiempo, cuando conoció a la que entonces era su novia. Cuando vio a su madre quedó alucinado. Era una mujer madura y espectacular. No se la sacaba de la cabeza y fue en una fiesta que celebraban en su casa cuando pasó.
Carlos – Alicante
Lo que te voy ha relatar, amiga Charo y a tus lectores, me sucedió en realidad hace cuatro años. Conocí a Marisa cuando ella tenía 19. Era una
chica muy bonita, alta, senos grandes, nalgas impresionantes y con una mirada muy seductora. Yo mido 1,75cm, llevo el pelo largo, mi miembro es normal, ya que ninguna de las chicas con las que he tenido relaciones ha dicho lo contrario, y en ese momento tenía 22 años.
Con Marisa nos hicimos novios, la iba a visitar a su casa todas las tardes y un día de esos se me hizo muy tarde y nos encontró Cristina, su madre, en la puerta de la calle. A primera vista me pareció muy atractiva. Tenía 42 años, ojos azules, piel blanca, de estatura más bien baja, pelo castaño, con un cuerpo muy bien formado y proporcionado. A simple vista una diosa que, para mi suerte, estaba divorciada.
Estuvimos con Marisa más o menos como un mes de enamorados cuando me invitó a una fiesta que organizaba ella con sus hermanas. En la fiesta se encontraban personas de nuestra edad y lo pasé muy bien, pero en el transcurso de la noche su madre salió de su habitación a cerciorarse de que todo marchaba muy bien y yo, con mucho tacto, la invité a que se quedara, ella aceptó y toda la noche la pasé con ella bailando y conversando.
Cuando llegó el fin de la fiesta, Marisa estaba enojada porque le presté más atención a su madre que a ella y se fue a descansar, así que al final nos quedamos Cristina y yo los dos solos, yo con el pretexto de ayudarla a arreglar el desorden que habíamos provocado. Al terminar de arreglar nos sentamos en el sofá, conversábamos y tomábamos unas copas, pero yo, a cada instante y, con disimulo, me acercaba un poquito más a ella y aunque lo notó no dijo nada hasta que nos encontramos muy juntos y le di un beso el cual no rechazó, al contrario, y pasamos besándonos por largo tiempo jugando con nuestras lenguas deseosas de sentir placer, y nos excitamos tanto que fuimos directo a su habitación.
La tumbé en la cama, me puse sobre ella y empecé a besarle mientras que con una mano exploraba todo su cuerpo, cogiéndole los pechos, jugueteando con ellos, pero de repente se oyó un ruido, ella se incorporó rápidamente y dijo que dejásemos todo y que era mejor que me fuera. Accedí como todo un caballero, pero quedándome muy caliente por lo que, al llegar a mi casa, me masturbé de una forma brutal imaginándome su cuerpo junto al mío.
Pasaron los días imaginándome como haría para tirármela hasta que a los quince días fui a visitar a Marisa y tuve la sorpresa de encontrar a su madre solita en la casa. Vestía una blusa ceñida a su cuerpo lo cual dejaba ver unas tetas pequeñas y redonditas, una minifalda que dejaban apreciar unas piernas excitantes y un trasero bien formado.
Me invitó a pasar. Yo estaba muy nervioso, no sabía como actuar, me ofreció un vaso de agua, tomó asiento frente a mi y el instante que cruzó la pierna pude admirar el tanga que llevaba puesto lo cual me causó una erección total que traté de disimular pero no pude.
Ella tomó la iniciativa y empezó a conversar de lo que sucedió la otra noche pidiéndome que no se lo dijera a nadie y yo, muy caballeroso, le dije que no se preocupase que de mis labios nunca saldría nada de aquello pero que lo que pasó lo hice con mucho placer ya que es una mujer hermosa y que cualquier otro hombre sentiría envidia de lo que sucedió.
Cristina se sonrojó, me dio las gracias y a la vez me dijo que yo también le gustaba mucho. Al oírlo y sin pensarlo dos veces, me puse de pie y fui junto a ella, la tomé del rostro y la besé jugueteando con nuestras lenguas. Su respiración se entrecortaba dando inicios de excitación, la abracé y sin pensarlo mis manos se encontraban sobre sus nalgas. Entre beso y beso le dije en el oído muy suavemente que quería hacer el amor con ella y respondió cogiéndome de la mano y guiándome a su habitación. Yo ya tenía mi polla tan hinchada que se notaba y ella me bajó el cierre dejándola libre de la prisión en la que se encontraba y me la empezó a frotar de una manera espectacular hasta que se puso de rodillas, se la acercó a la boca y empezó una mamada como solo ella sabía hacerlo, pasando su lengua sobre el capullo, luego bajándola hasta llegar a los huevos, metiéndose uno en uno en la boca, masajeándolos con la lengua, después chupando todo mi pene, comiéndoselo completamente y entonces empecé un metisaca dentro de su boca, sintiendo un placer descomunal.
Mientras me la follaba por la cara, le miraba a los ojos cuya expresión denotaba como si se encontrara gozando de un chupete. Al final la agarré de la cabeza, empujándola hacia mi cuerpo y bombeado rápidamente hasta que ya no pude más. Me iba ha correr, se lo dije pero ella no me hizo caso y exploté dentro de su boca llenándosela de mi semen que se tragó entero dejándome el pene limpio y al acabar exclamó.
– ¡Cariño, que leche más rica… pero ahora te toca a ti hacerme gozar!
– ¡Mi reina, prepárate que es lo mejor que sentirás en tu vida! – repliqué.
Nos quitamos la ropa quedándose ella con el sujetador, que denotaba unos pezones tiesos, y un tanga. Yo me quedé con los calzoncillos y tumbados sobre la cama empecé a besarla y explorar con mis manos cada punto de su cuerpo, descubriendo sus puntos de excitación.
Al final le quité el sujetador y pude admirar unas tetas redonditas y pequeñas, unos pezones rosaditos y muy tiesos de la excitación, con una aureola alrededor de estos mas bien pequeña. Yo agarré uno de sus pezones y lo apreté muy suavemente haciendo que ella se retorciera de placer, luego agarre sus pechos con cada una de mis manos y me las metía completamente en la boca mordiendo sus pezones pudiendo notar que esto le daba mucho placer ya que sus ojos se ponían en blanco.
Al rato empecé a dibujar una camino con mi lengua desde sus pechos hasta su pelvis, notando con mi mano que su tanga se encontraba mojado por su liquido vaginal, con los dientes se lo retiré apareciendo sus pelos y una vagina que pedía a gritos que la comiera al mismo tiempo que emanaba el delicioso aroma a mujer. Me concentré en ella metiendo la lengua lo más profundamente posible se encontraba muy caliente, con mis dedos separando sus labios y dejando al descubierto un hermoso clítoris con el cual jugué durante un buen rato al mismo tiempo que empecé introduciendo un dedo en su vagina. Observando el placer que le daba mi acción, de repente arqueó su cuerpo y emitió gemidos más fuertes lo que denotó que se había corrido derramando mucho líquido que bajaba de su chocho.
Pero la noche de placer no terminó ahí porque mi polla se puso a mil nuevamente y esta vez puse la punta de mi miembro en la entrada de su vagina frotándolo con el mismo y haciendo que ella empezara nuevamente a excitarse, cosa que se demostraba en su respiración cada vez más prolongada y me pedía que no fuera malo, que se la metiera ya, que quería sentirme dentro de ella. Entonces cruzó sus piernas por detrás de mi cuerpo y las apretó con fuerza, lo que produjo que la penetrara de un solo golpe pudiendo denotar que lo tenía estrecho y empezamos un metisaca lento en un principio para, poco a poco ir incrementando en velocidad. Yo podía sentir como con los músculos de su vagina me apretaba el miembro al mismo tiempo que aumentaban sus quejidos de placer. Yo la besaba, con mis manos tomaba sus pechos y me los introducía en la boca mordiendo los pezones hasta que ella se corrió nuevamente, sintiendo que también me corría yo así que cambiamos inmediatamente de posición, me recosté en la cama, ella trepó encima de mí para empezar una cabalgata indiscriminada y nos dimos tanto placer que retorciéndonos el cuerpo llegamos a orgasmar juntos quedando sin aliento por la tremenda sesión de sexo que acabamos de tener.
Después de un rato de que cada uno jugaba con el sexo del otro, me pidió que le diera por el culo, ya que sus amigas le habían comentado que era muy placentero. Yo no me negué, aunque para mi era una experiencia nueva. Empezamos con el juego de la excitación hasta los dos quedar a mil, se recostó sobre la cama dándome la espalda y pude observar ese delicioso culito que me iba a comer, cogí lubricante, con mis manos la tomé de la cintura y la levanté, dejándola apoyada sobre sus rodillas sobresaliendo su culo en todo su esplendor, le unté el lubricante en el huequito de su ano e inicié mi trabajo metiéndole un dedo. Lo movía de forma circular y una vez ambientado su ano, le introduje otro dedo más iniciando un metisaca muy suave, ella se quejaba ya que le estaba doliendo. Luego me puse el lubricante en el miembro y se lo coloqué en el ano comenzando a introducírselo muy suavemente. Ella se quejaba y yo la consolaba que dolería un poco pero al final lo disfrutaría muchísimo.
Logré introducirle el capullo, lo dejé allí por un instante para que su ano se fuera dilatando mientras la besaba y con mis dedos masajeaba su clítoris. De nuevo le penetré el ano muy suavemente parando por instantes para que se acostumbrara a mis medidas y al final acabé de meter todo mi miembro en su culo.
Ya enculada, la cogí de la cintura y la empujaba muy despacio, la acercaba hacia mí con mucha suavidad para que no sintiera dolor y poco a poco empecé a aumentar la velocidad de mi bombeo. Estuvimos así un buen rato y ella al igual que yo, gemíamos como locos ya que la nueva sensación era espectacular y tanto llegó la excitación que nos corrimos nuevamente al mismo tiempo. Yo descargué todo mi semen dentro de su culo pero cuando quise sacar mi miembro, ella no lo permitió, quería sentirlo dentro de sí, hasta que, poco a poco se fue poniendo flácido y al final nos quedamos dormidos después de esta sesión de sexo inolvidable para los dos.
Besos Charo y si tenemos otro encuentro ya te lo contaré.