Relato erótico
Fiesta mayor
Habían ido, como otros muchos años, a las fiestas del pueblo de su mujer. Estaba cansado y se fue a dormir. Su mujer se quedó con otros amigos y parejas que habían ido con ellos y que se alojaban en el mismo hotel. Llegó muy tarde y muy contentita.
Ricardo – Valladolid
Estaba durmiendo en la habitación del hotel donde pasaban el fin de semana. Hacia las dos de la mañana me fue a dormir, pues no aguantaba más el trajín de las fiestas del pueblo. Allí había ido con mi mujer, Carmen, y ella, una mujer alta de espléndidas formas todavía en su madurez, se había quedado a seguir disfrutando del ambiente de fiesta con el resto de amigos y matrimonios que también habían acudido. Algunos de ellos estaban hospedados en el mismo hotel y por eso Carmen no tendría problemas en venir acompañada.
Unos ruidos de gente caminando en el pasillo me despertaron, miré la hora y comprobé que eran las tres de la mañana. No hice caso y seguí durmiendo, hasta que oí, al cabo de un rato, como abrían la puerta de la habitación. Me desperté, encendí la luz y vi que era mi mujer quien había entrado. Llevaba la melena suelta y estaba muy hermosa. Miré el reloj y comprobé que eran las cinco.
– ¡Vaya horitas, señora! – le dije.
Ella me hizo un gesto de que me callara, que era muy tarde y se dirigió al lavabo. Yo, que había tenido sueños excitantes, me levanté de la cama y la seguí. En el lavabo, antes de que ella pudiera hacer nada, la cogí por detrás y la abracé, pero cuando con una de mis manos le subí la falda entonces me quedé paralizado. Le fui a tocar el culo y no encontré las bragas. Mi mujer no las llevaba.
– ¿Dónde están tus bragas… qué has estado haciendo? – le espeté encolerizado.
Ella se volvió y me miró avergonzada, diciéndome:
– No te enfades, no armes un follón ahora. Ya te explicaré.
Yo me sentí muy agraviado y le contesté:
– ¡Me lo vas a explicar ahora y en la cama, mientras te follo, que te estoy esperando para hacerlo!
La cogí del brazo y la saqué del aseo. Ella se desnudó del todo y yo me quité los calzoncillos, que era lo único que llevaba. Nos acostamos juntos y yo empecé a morderle los pezones, pero Carmen se quejó diciéndole:
– No me hagas daño, que los tengo muy doloridos.
– ¿Ah, sí? ¿Y quién te los ha dejado de esta manera? – le pregunté dejando de morderlos y empezando a lamerlos – ¡Cuenta de una vez!
Carmen, con cara de arrepentida, empezó a contarme.
– No sé como ha podido ocurrir. Te fuiste a dormir, porque también es culpa tuya por irte a dormir, y en la discoteca pusieron lentos. Un tío que estaba en la pista me invitó a bailar. Era Juan, uno del grupo que habíamos cenado, un abogado creo, y acepté. Me abrazó muy fuerte y comenzó a decirme barbaridades a la oreja. Eso me calentó, pues yo había bebido de más, y estaba muy indefensa. Pronto sentí como le crecía la polla bailando y entonces intenté pararle los pies, pero estaba muy lanzado.
Me tocó las tetas y no se lo impedí. Al oído me dijo que podíamos ir a su habitación que estaba en el mismo hotel que el nuestro. Le contesté que no, y paramos de bailar. Nos sentamos con el resto del grupo y así estuvimos, bailando rápido y tomando alguna copa, durante una hora más o menos. A las tres, como quería estar contigo porque estaba muy caliente, les dije que me iba al hotel. Entonces Juan y su compañero de habitación, un tal Pepe, se ofrecieron a acompañarme para que no volviera sola. Salimos…
Yo estaba con la polla erecta. El relato de Carmen me estaba calentando a tope.
– ¡Chúpamela un poco y luego sigue, pendón! – le ordené.
Ella se agachó y empezó a mamarme la polla, hasta que me la puso bien tiesa.
– Ahora, continua – le dije al cabo de unos segundos, apartando mi polla de la boca con brusquedad y poniéndome a abrazar por detrás a Carmen, la empecé a penetrar sin delicadeza alguna por el culo, notando que estaba muy dilatado. Ella me dijo que no me pasara y siguió contándome: – Me puse en la cama entre los dos tíos que enseguida me metieron mano al coño, pasearon sus dedos por mi raja, los restregaron por mi clítoris, los metieron bien dentro. Eso lo hacían mientras me chupaban y mordían los pezones y las tetas. Sentí dolor pero al mismo tiempo un gran gusto y por eso me corrí en pocos minutos. Al darse cuenta de lo caliente que yo estaba, se levantaron, abrieron el minibar y me abrieron de piernas, levantándolas, cogieron una botella de cava, la descorcharon y me llenaron el coño de cava. Luego se pusieron a beberlo allí. Me lamían con ansia y cuando se acababa volvían a echar cava por toda mi raja. Así lo hicieron, hasta que me dieron la vuelta y me lo echaron en el ano. Me lo lamieron muy bien los muy guarros… pero te has corrido ya, ¿quieres que siga?
– Sí, sigue – le contesté con cara enfadada.
Ella se molestó con los insultos, pero para seguir complaciéndome, me cogió la polla flácida cuando se la saqué de su ano y comenzó a acariciármela mientras continuaba el relato.
– Al quedar mojadas las sábanas, ellos me levantaron y de pie me aprisionaron entre los dos. Sus pollas estaban muy crecidas y yo las notaba restregarse en mi cuerpo. Pepe, que era el que me abrazaba por delante, me agarró el coño con una mano y me lo apretó con mucha fuerza. Juan, desde atrás me agarró las nalgas, me las azotó y me las pellizcó. Sentí dolor, pero me calenté mucho con sus ataques. Entonces, quitando las sábanas mojadas, y poniendo otras que sacaron del armario, me volvieron a echar en la cama. En ella Pepe se puso debajo y me dijo que me tumbara encima de él. En esa posición me comenzó a dar por el culo con violencia. Estando así, abierta de piernas, con la polla de Pepe metida en el culo, se acercó Juan.
Carmen notó que mi polla estaba volviendo a crecer con sus caricias. Se volvió hacia mí y me dio un largo beso con lengua en la boca.
– ¡Eres una zorra, pero me calientas a tope, guarra! – le dije Acaba de contármelo todo.
Carmen, antes de seguir, haciendo un gran esfuerzo por lo cansada que estaba, se puso encima de mí y se introdujo mi polla en su húmedo coño. Así, quedó agachada con las tetas colgando, lo que aproveché yo para empezar a lamerlas. Entonces me siguió contando.
– Supe enseguida por qué no querían que me fuera. Se oyeron unos pasos y alguien abrió la puerta de la habitación. Era un amigo de ellos que compartía esa habitación con Juan, pues Pepe dormía en otra. Se quedó de piedra al ver el espectáculo que ofrecíamos en la cama y ellos le dijeron que si le apetecía podía hacer conmigo lo que quisiese, que yo era una hembra salida y que estaba muy buena. No protesté, me callé, pues comprendí que no valía la pena protestar. El tal Ramón, gordo y grande, entonces se desnudó sin decir palabra y se me echó encima como si no hubiera estado con una mujer en su vida. Me lamió ansioso entera, de los pies a la cabeza, me chupó el clítoris, me mordió las tetas con saña, me besó en la boca y luego me la metió brutalmente por el coño. Su follada fue tremenda. Me penetró con fuerza, hasta los huevos y me azotó las nalgas al mismo tiempo. Viéndole, los otros dos se animaron y a los pocos segundos, tenía las pollas de Pepe y Juan de nuevo, ahora juntas en mi ano. Me dieron bien por el culo.
Entonces ella notó que yo estaba a punto de correrme y se cambió entonces de posición metiéndose mi polla en la boca, dejando que yo descargara dentro de ella, pues no iba a ser menos que sus amigos. Y después, dándome un beso con semen en la comisura de los labios, se tumbó a dormir. Yo ya no lo dije nada más. Me abracé a ella y me dormí también.
Saludos.