Relato erótico
Fiesta hasta el final
Querían celebrar el aniversario de bodas y el cumpleaños de ella por todo lo grande. Fueron a cenar y después a un local que se podía bailar y había música en directo. La noche fue espectacular
Pedro – Tarragona
Somos un matrimonio en el que todo era normal entre nosotros después de diez años de casados, aunque algunas cosas se habían hecho rutinarias y el sexo también un tanto ya que nos casamos en un arranque de juventud.
Mi mujer no es muy alta, 1,60, pero con unas deliciosas curvas, unos pechos muy grandes y que podría decirse casi perfectos, cintura pequeña caderas anchas y con unas nalgas redondas y aterciopeladas, como la totalidad de su sonrosada piel. Es rubia natural así que ya os podéis imaginar cómo tiene el chochito, invita a comérselo. Ella tiene 35 años, yo 39 y su nombre es Ángeles
Pero las cosas cambiaron el día de su cumpleaños, ya que siempre acostumbramos salir a festejarlo. Pero en esta ocasión iba a ser más especial pues también era nuestro aniversario de bodas.
Siempre acostumbramos a ir a un lugar donde tocan música en vivo y el ambiente es excelente. En esta ocasión estaba muy lleno pues era verano y hacía mucho calor. Mi mujer llevaba una falda de color negro que le llegaba un poco más arriba de la rodilla, con una abertura por los lados y muy ajustada, de modo que se marcaba muy bien su hermoso trasero y dejaba a la vista ese par de torneados muslos. Hacía juego con una blusa también de color negro, pero sin espalda y anudaba al cuello, con un escote en V que dejaba ver la redondez y tersura de sus gordas tetas, ya que no llevaba sujetador.
El lugar estaba lleno a reventar y casi en la penumbra, la música a todo tren y como no conseguíamos mesa, me atreví a solicitar a una pareja que estaba en una, que si nos permitían compartir con ellos la suya, pero nos respondieron que esperaban a unos amigos aunque podíamos estar mientras ellos llegaban. Nos presentamos y ellos se llamaban Carmen y Luís.
Pedí un par de cervezas, que bebimos con gran rapidez pues el calor era demasiado y así estuvimos casi cuarenta minutos en los cuales mi mujer y yo estuvimos bebiendo junto con la pareja, que eran muy amables. Ella era de tipo atlético, alta como de 1,75, pechos no muy grandes pero redondos y bien puestos, y con un trasero tan espectacular como el de mi mujer. Llevaba un vestido de tirantes completamente pegado al cuerpo que la hacía lucir muy hermosa, con su cabello oscuro y lacio hasta los hombros. El era un tipo normal como de 1,80 y algo robusto. Festejaban el fin de curso y por eso esperaban al grupo de amigos que llegaron casi como a la hora de que nosotros estábamos allí.
Eran tres jóvenes como de 22 a 25 años, Sergio, Enrique y Juan. Pensamos cambiarnos pues ya habían llegado el grupo que ellos esperaban pero no nos dejaron, al contrario juntaron sillas, nos acomodamos como pudimos y pidieron dos botellas de whisky. Así estuvimos bebiendo y bailando y como es debido, la combinación de cerveza y alcohol, hizo que mi mujer así como Carmen, se pusieran un poco más ebrias que los demás empezando a bailar todos juntos, haciendo un círculo y una pareja en medio turnándonos a las mujeres para bailar con nosotros cinco. El círculo era muy pequeño así que los roces eran muy frecuentes y algo atrevidos, lo que hizo que mi mujer se pusiera caliente y empezara a bailar sensualmente con todos.
El primero que encendió el fuego fue Enrique que, al bailar con Carmen, le pasó sus manos por todo el contorno de su cuerpo y esto hizo que todos esperáramos con ansia el turno para bailar con ella, pues era la más ebria y dejaba que la tocáramos por todos lados así como ella nos pegaba su enorme trasero en nuestros paquetes, que ya estaban más que encendidos.
Mi mujer, al ver que toda la atención era hacia la otra, empezó a bailar como ella, pegándose con todo su ser al cuerpo de cada uno de nosotros. En un momento estaban las dos, Ángeles y Carmen, bailado en medio del circulo en un baile de lo más sensual, juntando sus senos y pasando sus manos por todas las redondeces de cada una de ellas, sobándose sus coños con tal sensualidad que estábamos a punto de estallar los allí reunidos. Para finalizar el baile, Carmen le plantó a Ángeles un tremendo beso en los labios que si bien al principio lo rechazó Ángeles, cuando pasaron los segundos, lo fue disfrutando y más cuando Carmen introdujo la lengua en su boca. Nosotros estábamos que ardíamos.
Entonces Enrique y Juan dijeron que porque no seguíamos la fiesta en otro lugar, a lo cual todos accedimos y nos fuimos al apartamento de ellos, donde vivían solos al ser estudiantes foráneos.
Luís y Carmen iban en una camioneta en la cual nos fuimos todos. En un asiento íbamos Sergio, Ángeles en medio y yo en la orilla. En el otro iban Luís, Carmen y Enrique, y conducía Juan. Por el trayecto íbamos bebiendo otra botella de whisky y las mujeres iban aún más ebrias y Carmen casi inconsciente, por lo cual Luís le iba metiendo mano en el coño y ella no oponía resistencia, al contrario. Enrique, que la llevaba abrazada, le iba acariciando uno de sus pechos, que ya lo llevaba casi de fuera, dejando ver un poco del pezón, que ya estaba erguido y listo para ser devorado.
Por nuestra parte, Ángeles y yo no parábamos de acariciarnos de tal manera que parecía que nos faltaban manos y era tal nuestra calentura que no nos dimos cuenta que Ángeles llevaba la falda enrollada y dejaba ver un poco de su coño, el cual estaba ya bastante húmedo y escurriendo jugos, cubierto escasamente por un pequeño tanga que dejaba ver sus labios vaginales.
Sergio, sentado a nuestro lado observaba detenidamente nuestras maniobras y animándose a participar en nuestro juego, empezó a acariciar las piernas de mi mujer y poco a poco fue subiendo hasta que llegó al centro de placer. Ángeles lanzó un suspiro al sentir la mano de Sergio y yo realmente estaba disfrutando al ver cómo le metían mano a mi mujer y como disfrutaba ella de las caricias de otro hombre. Fue tanto la cachondez que le dimos a Ángeles que empezó a cooperar con ambos y desatando el nudo que sujetaba por el cuello su blusa, dejó al descubierto sus grandes y deliciosos melones. Sus pezones estaban completamente erguidos y la aureola de uno color rosado rojizo que denotaba como estaba disfrutando. Mientras mamaba uno de sus pechos, Sergio se encargaba de sobarle el otro así como de darle tremendo besos en la boca. Yo veía como cruzaban sus lenguas y como le acariciaban el pecho dándole pellizcos al pezón, haciéndole lanzar pequeños quejidos de placer.
Por su parte Ángeles, que tenía las manos libres, nos sobaba ambos paquetes a cada uno de nosotros hasta que nos bajó las cremalleras y sacó nuestros instrumentos para acariciarlos libremente. Sergio tenía un tremendo aparato, largo y grueso, en el que resaltaban todas sus venas y parecía que iba estallar. Mi mujer, al ver tremendo falo que cargaba nuestro compañero de parranda, no resistió y empezó a hacerle una tremenda mamada, aunque no le cabía completamente en la boca por el grosor que tenía, pero haciendo un esfuerzo pudo introducirse la enorme cabeza. Sergio lanzó un suspiro de placer y ella hacía lo imposible por metérselo en la boca, succionándolo, lamiéndolo, acariciándolo con sus labios, metiendo la punta de la lengua por el pequeño orificio de aquella descomunal verga. Sergio, por su parte, le introducía los dedos en lo más profundo de su coño y yo acariciaba sus pechos. Cuando Sergio no aguantó más, arrancándole el tanga de un tirón, la subió sobre su polla y Ángeles, haciendo un esfuerzo, abrió las piernas lo que pudo para que le entrara. Con gran dificultad entró la cabeza y mi mujer lanzó un quejido de dolor y placer, cerraba los ojos y se deslizaba sobre aquel tronco de carne y venas, montándose a Sergio y dejándome como espectador, calentándome al ver aquel espectáculo.
Mi mujer subía y bajaba, lanzaba grititos de placer, tenía los ojos cerrados, disfrutando al máximo. Sergio la tenía cogida primero de la cintura, ayudándole a subir a y bajar, pero después empezó a deslizar sus manos por las redondas y suaves nalgas de Ángeles, acariciando su culito e introduciendo la punta de uno de sus dedos en su ano. Ella, al mismo tiempo, le ponía los pechos en la boca para que se los succionara y le mordiera los pezones. Por otra parte, en el asiento de atrás, ya tenían a Carmen sin vestido y con las bragas hasta la altura de las rodillas, Enrique le comía los senos, chupando sus pequeños y erguidos pezones, dándole mordidas que la hacían quejarse de placer, y por su parte Luís le metía dos dedos por su depilado orificio vaginal del cual emanaba una gran cantidad de jugos que le escurrían por entre las nalgas pasando por el pequeño ano.
Ángeles subía y bajaba, a veces lento y a veces con rapidez disfrutando de aquel poste, Sergio le mamaba las tetas y seguía con el dedo dentro del agujerito de su culo, cosa que a mi siempre me había sido negado y fue tanto el sube y baja que ya no pudieron resistir más y ambos se corrieron en una explosión de placer.
Entonces Ángeles incrementó el ritmo hasta que lanzó un grito mitad triunfo, mitad gozo, dejándose caer sobre el pecho de Sergio que, por su parte, lanzó gran cantidad de leche caliente en la jugosa cavidad de mi mujer, aquella en la que yo solamente había disfrutado, inundándola de tal manera que le escurría por los lados de su verga la cual todavía no se reducía de tamaño. Fueron varios los espasmos que tuvo, lanzando borbotones de leche dentro de mi mujer, llenándola por completo hasta lo más recóndito de su vagina.
Cuando llegamos al apartamento, tuvieron que bajar a Carmen cargada en brazos pues estaba tan borracha que le era imposible sostenerse de pie. Los cuatro veíamos como Enrique y Luís le acariciaban a Carmen, que por cierto, se espabiló pronto La habían colocado en la mesa de centro, justo del tamaño para que ella cupiera acostada boca arriba y ahora Enrique estaba situado en medio de sus piernas mamándole el chochito como si fuera el más delicioso manjar. Por su parte Luís le introducía en la boca su polla, que era muy larga pero no muy gruesa y al mismo tiempo le sobaba las tetas. Carmen dejaba escapar algunos pequeños gemidos y se notaba que lo estaba disfrutando. Enrique quería follársela, al principio no entró fácilmente pues, a pesar de estar tan lubricado, el capullo era un poco grande para el orificio, así que él se afianzo de las caderas de aquel cuerpo y empujó con fuerza. Por su parte Luís seguía con su polla en la boca de Carmen, y se la metía hasta la garganta. Estábamos disfrutando aquel espectáculo como clientes de primera fila, estábamos en un estado de cachondez que hacía que Ángeles se acariciara con sus dedos la rajita y por mi parte casi me estallaban los cojones, primero al haber visto como disfrutaba Ángeles y ahora con aquel espectáculo.
Enrique empezó con sus movimientos de metisaca, primero lentamente y después aumentando el ritmo y por su parte Carmen ya no se quejaba, al contrario se dejaba hacer disfrutándolo al máximo y así lo demostraban sus suspiros de placer.
De pronto Enrique la cogió por los tobillos, levantando sus piernas e incrementando la velocidad de sus movimientos, demostrando que estaba a punto de correrse y casi al mismo tiempo lanzaban los dos tíos se corrieron. Enrique y Luís cada cual por su lado y era tal la cantidad de leche que lanzo Luís que Carmen no se la pudo tragar toda dejando escapar por la comisura de su boca algunos chorros.
Enrique empujaba y empujaba como intentando llenar hasta los más profundo de la cueva con su leche. Por fin terminaron los tres, quedando Carmen tan satisfecha que se quedó dormida encima de la mesa con las piernas abiertas escurriendo leche por el coño, la cual iba formando un charquito justo en medio de sus nalgas.
Besos de todos y gracias por publicar nuestra experiencia.