Relato erótico
Fiesta de viernes noche
Sus padres se habían ido por unos días y su hermana lo aprovecho para montar una fiesta con sus amigas y amigos. Él también había salido con sus amigos y estaba cansado. Se acostó y un ruido lo despertó.
Marcos- La Rioja
Amiga Charo, somos una familia normal, de lo que últimamente está muy de moda decir “clase media-alta”. Yo soy el mayor de tres hermanos. La de en medio es mi hermana Sonia, y el pequeño es un crío.
Vivimos en una capital de provincia, que aunque no sale mucho en los telediarios, es muy acogedora y tenemos de todo. Nuestra casa, aunque un poco a las afueras, es fenomenal: jardín privado, piscina común y cancha de tenis, por lo que generalmente es el centro de las reuniones de amigos, tanto míos como de las amigas de Sonia. Ella, al igual que yo, es muy fiel a sus amigas, y prácticamente conserva las mismas del colegio, aunque ahora ya está en la universidad. Por eso yo las conozco “de toda la vida”, y tenemos muchísima confianza. En más de una ocasión me han contado sus líos con sus novios y me han pedido consejo. Además, yo sé que más de una ha estado enamorada de mí, esos amores de quince años, y yo con mis casi 18 años solo las veía como niñitas, como las amigas de mi hermana pequeña…
Pero claro, el tiempo pasa inexorable, y ya están en los 23, con lo que hace unos cuantos años sus visitas se han convertido más en un tonteo que en una merendola de pubertonas.
Casi todos los fines de semana alguna se queda a dormir en casa, puesto que mi padre, que es muy miedoso, le da más confianza que Sonia venga acompañada. Mi hermana les deja pijamas o camisones, a veces tan solo camisetas, y algunas de ellas, como Lola, mucho más alta y grande que mi hermana, apenas cubre sus encantos con estas ropas prestadas. Es por eso que cuando llegan a altas horas de la madrugada y van al baño desde el cuarto de mi hermana, yo, haciéndome el dormido, las observo desde mi cama, y siempre veo un tanga trasparentándose, unas tetas a trasluz totalmente firmes, e incluso en más de una ocasión todo su coñito cuando, despistadas entre el sueño y la borrachera, se bajan las braguitas y se sientan en la taza sin cerrar la puerta del baño mientras otra se lava los dientes.
El fin de semana al que me quiero remitir, mis padres habían ido a Madrid para comprar los nuevos muebles de cocina que mi madre estaba empeñada. Se llevaron al pequeño, y pasarían todo el fin de semana en casa de mi tía, la hermana soltera de mi madre, que está bien buenorra, por cierto.
Yo había salido, pero generalmente vuelvo a casa antes que mi hermana, no sé si os ha pasado, pero el viernes cuando trabajas ya no es lo mismo. A eso de las tres de la mañana estoy ya que me pondría a dormir en cualquier esquina, y si a eso le añades alcohol… Bueno, el caso es que a las tres y media estaba ya plácidamente en mi cama durmiendo la mona y cerca de las seis de la mañana me despertaron unas risas y un fuerte golpe, como de que algo se había caído al suelo.
Me levanté y el panorama que me encontré fue a Lola tirada en el pasillo, con la minifalda subida lo suficiente para que se le viera el triangulillo de unas braguitas negras y a Cristina, otra de las amigas de Sonia, muerta de risa intentando levantarla. Le pregunté que qué pasaba y me dijo que Lola llevaba un cebollón de colores, pero por la forma de hablar ya me di cuenta que ella andaba por el mismo camino, así que solamente vestido con mis calzoncillos, recogí a Lola en mis brazos y la llevé al cuarto de mi hermana. Cuando dejé a Lola en la cama y me giré a hablar con Cristina, es cuando me percaté que mi hermana no había llegado con ellas, y le pregunté por esta circunstancia. Cristina se puso un poco nerviosa y empezó a balbucear una serie de excusas, pero yo observé que el coche del novio de Sonia estaba aparcado fuera y que ambos debían estar en el sótano preparados a darse la gran fiesta. Todavía no estoy preparado para que un cualquiera se esté follando a mi hermana mientras que yo esté a cargo de la casa, así que le dije que iba a bajar un momento al sótano a coger una cosa, pero justo cuando salía por la puerta, Cristina se puso en medio, choqué con ella y lo único que sentí fueron los dos tetones contra mi pecho, y lo duros que estaban.
– No, no bajes ahora, Marcos, que me tienes que ayudar a ponerle el pijama a Lola, que yo no puedo sola, y además te iba a pedir que me dieras un masaje porque tengo la espalda hecha polvo… – me dijo.
Parecía que Cristina me lo estaba poniendo a huevo con tal de que no bajara y pillara a Sonia con las manos en la masa. Naturalmente no iba a desperdiciar la oportunidad, así que abrí el cajón de mi hermana y saqué dos camisones de algodón, uno para cada una. Cristina cogió uno y me dijo que se iba al baño a ponérselo, que yo mientras le fuera poniendo el otro a Lola. La chica estaba totalmente inconsciente. Me acerqué a la cama, la incorporé, y como pude le saqué el top por encima de la cabeza,
le quité la minifalda y le puse el camisón.
La metí dentro de la cama, la arropé y me quedé tumbado encima de la colcha. En ese momento oí la puerta del baño y al momento apareció Cristina en la puerta, con el camisón puesto, y sin sujetador, porque se le marcaban dos pezones duros como piedras. Entre los dos sacamos la cama de abajo donde iba a dormir ella, y rápidamente se tumbó boca abajo para que le diera ese masaje.
Yo ya no estaba para florituras, así que le subí el camisón hasta el cuello, y allí quedó al descubierto un tanguita color piel y los dos tetones sobresaliendo un poco de su carne por los lados. Cristina se sorprendió bastante del atrevimiento, pero se limitó a decir:
– Bueno, ya sabes cuales son las fronteras, ¿no? No te pases.
Empecé a masajearle el cuello sentado sobre su culo, pasé a los hombros, los omoplatos, y los costados, donde ya sin quererlo le tocaba un poco de la carne de sus pechos.
– ¡Eh… esa es una de las fronteras! – me dijo.
Eso ya me hizo cabrearme un poco y pensar, ¿pero será estrecha la tía?, ¿qué quiere calentarme como un toro y que me vaya a mi cuarto a pelármela…?
Así que me eché para atrás, sus piernas estaban un pelín separadas, entonces metí primero una rodilla entre ambas y luego la otra, abriendo con fuerza hacia los lados, lo que naturalmente hizo que sus piernas se separaran bastante como para tener todo allí preparado para una embestida. Con la mano derecha le aparté a un lado el tanga y dejé la mano ahí para guiar mi herramienta hasta su entrada delantera, que entró de un solo golpe brusco hasta el fondo. Cristina se giró e intentó incorporarse diciéndome:
– ¿Pero qué haces? ¡Cabrón!
– Lo que a ti te gusta – le contesté yo, y empecé un metisaca bastante rápido.
Entonces eché todo mi peso sobre su espalda para que no se moviera, pero con un movimiento maestro, la levanté un momento para agarrar sus tetas a mano abierta y volver a caer aplastándola contra la cama. Ahora ya, con estas agarraderas, le estaba metiendo todo mi falo a una velocidad de vértigo y a cada embestida emitía un gemido. Pero yo creo que lo empezó a gozar cuando vi que con las manos agarraba las sábanas y las retorcía y entonces, con un tono como el que acaba de terminar un sprint me dijo:
– Pero córrete fuera, ¿eh, Marcos?
Yo estaba ya a punto y no había pensado en eso, pero no me importó demasiado, así que le di la vuelta, se la saqué y me corrí abundantemente en sus pechos, que empecé a masajear hasta que quedaron totalmente pringados con mi leche.
– Me he quedado a punto… – dijo entonces ella – ¿Por qué no lo terminas con la lengua?
La chica se estaba soltando, así que le dije que no había problema, pero que tendríamos que hacer un 69, porque si no me aburría mucho. Así que ahora fui yo el que me tumbé boca arriba, ella me puso el coño en la boca, y empezó a comerme la polla, que estaba empezando a ponerse remolona. Bastaron apenas unos toques con mi lengua en su clítoris para que empezara a gemir como una auténtica viciosa, lo que le hacía perder efectividad en su mamada, así que cuando notaba eso, me paraba para que retomara su labor. Le metí la lengua hasta dentro y pasé de nuevo a martillear el botoncito lo que ya hizo que se corriera en un orgasmo explosivo, luego se dio la vuelta y me plantó un beso en la boca como pocos me han dado.
Después, me coloqué detrás de ella y se la volví a meter en el coño aunque podía haber intentado darle por el culo, algo que nunca he hecho, pero ya me parecía que sobrada el resto. Parecía como si a Cristina le hubieran dado una descarga eléctrica, porque empezó a mover las caderas adelante y atrás. Yo ya no tenía ni que moverme, se me estaba hinchando el capullo como a un perro de lo que estaba disfrutando y ahora sí comencé a trazar círculos con el dedo índice alrededor del agujero más estrecho para al final introducírselo entero, lo que a juzgar por el movimiento y los gritos de Cristina le debió producir un orgasmo bestial.
Yo soy consciente de mis limitaciones y sabía que no iba a aguantar más de dos asaltos. Quería retardar lo máximo mi explosión final así que continué con este ritmo lento sintiendo placer en cada centímetro de mi aparato.
Cuando ya sentí que iba a correrme, la saqué y se la metí en la boca y solté varios disparos directos a su garganta. Casi se ahoga de la impresión y creo que algo se tragó, aunque le salía semen por la comisura de los labios. Entonces le succioné un pezón como un bebé hasta que se le puso duro, y sin más le di las buenas noches y me fui a mi cuarto a seguir durmiendo.
Cuando me desperté a la mañana siguiente estaban en el jardín desayunando Lola, Cristina y mi hermana, en bikini y con gafas de sol para ocultar las ojeras. Me senté en una silla entre las dos amigas y Cristina disimuladamente me puso una mano en mi paquete. Me levanté y cuando me dirigía a la piscina me pareció oír a Lola decir que no iba a beber ron nunca más porque se perdía lo mejor de las fiestas.
Besos, Charo, y hasta otra.