Relato erótico

Estaba casada, pero…

Charo
11 de octubre del 2019

Celebró una de sus famosas fiestas en las que la bebida era abundante. Había invitado a una amiga de la universidad y aunque estaba casada, le dijo que iría. Cuando se quedaron solos, bailaron y…

Roberto M. Sevilla
Amiga Charo, hace unos meses, organicé una fiesta para mis amigos. El motivo es lo de menos, pero puse la excusa de celebrar el comienzo del verano, pues era una noche de mediados del mes de junio y con el fin de poder reunirnos todos, éramos en total unas 20 personas. Vivo en un dúplex bonito, pero tuve que hacer juegos malabares para colocarlos a todos.
Como decía antes, había mucho alcohol, vino, cava, cervezas, y un carro con ron, vodka, whisky… todo especialmente preparado para que la fiesta fuera un éxito. A las 10 comenzaron a llegar los primeros, esos que siempre tienen que llegar primeros porque temen a que se acabe pronto la bebida y la comida, pero a partir de ese instante el goteo de personas fue continuo, la puerta se cerraba y se abría continuamente, besos, abrazos, apretones de manos, personas con botellas, pues a lo mejor pensaron que iban a pasar mucha sed por el camino, pero no soporto a la gente que va a las fiestas con el postre o el vino.

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Cuando pensé que ya no faltaba nadie, sonó el timbre del portero, nadie abrió, volvió a sonar, yo estaba en la cocina preparando más comida para gente hambrienta, dejé la bandeja encima de la mesa y me dirigí a la puerta de casa, la abrí, oí subir el ascensor, se detuvo y al abrirse las puertas, apareció ella. En ese mismo instante me quedé petrificado. Estaba radiante, llevaba un vestido de cocktail de color rojo, de tirantes, no muy escotado, pero sí lo suficiente para poder ver parte de su escote, ajustado al cuerpo de tal forma que se podía apreciar su hermosa figura, medias, y zapatos de tacón de color rojo, por encima del vestido llevaba una chaqueta de color negro, ya que a pesar de ser una noche del mes de junio, por las noches refrescaba. Después de quedarme un rato mirándola, me acerqué a ella, le di dos besos en cada una de sus mejillas y con voz algo nerviosa le dije:
– ¡Hola! Pensé que ya no vendrías.
– Lo estuve dudando hasta el último momento – me contestó – Mi marido está de viaje de negocios, y la verdad es que no me apetecía venir sola.
Se notaba en su cara que estaba mintiendo, se moría de ganas por venir y además sabía que no estaba de viaje de negocios, en realidad se estaba tirando a su amante en alguna parte. Su marido aprovecha los viajes de negocios para, a la vuelta, quedar con la amante en algún lugar donde no puedan ser descubiertos.

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– Vaya, no sabes cuanto siento que no haya podido venir tu marido.
Esto también era mentira, en realidad estaba encantado ante el hecho de que ella viniese sola, yo no soporto a su marido, es un pijo y ahora es un ejecutivo agresivo, con un chalet en las afueras con piscina, un coche soberbio, una criada y una mujer que no se merece.
Caballerosamente, le cogí la chaqueta, la colgué dentro del armario que tengo a la entrada de casa y anuncié a mis amigos la llegada de la invitada que faltaba. No llevaba ni dos horas de fiesta que ya alguno de mis amigos ya llevaban algunas copas de más. De hecho mis fiestas eran famosas por la bebida y mis invitados ya sabían que tenían que venir en taxi.
Ella se integró rápidamente en la fiesta, comenzó a hablar con toda la pandilla, a contar aventuras de cuando estábamos en la universidad, y yo no era capaz de hablar con alguien sin dejar de mirarla, aunque sea disimuladamente no le quitaba ojo de encima en toda la noche.
Comprobé que todavía conservaba una figura esbelta, y también que no llevaba ropa interior, ya que hizo un cruce de piernas, al más puro estilo de la película Instinto básico, y como estaba sentada frente a mi, pude ver su chochete. En ese mismo instante mi corazón comenzó a latir más rápido, y como tuve miedo de que alguien se diera cuenta, dejé el salón y me dirigí al baño. Estaba cerrado, pregunté quien está dentro y nadie contestó, acerqué mi oído a la puerta y oí unos jadeos. Por lo visto alguien estaba echando un polvo.

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Eso me puso más nervioso todavía, así que bajé rápidamente por las escaleras y vi que en la habitación de invitados otra pareja también estaba empezando a follar. Mi amigo se dio cuenta que los había visto, me hizo un guiño de complicidad y cerró la puerta de la habitación. Me dirigí rápidamente al cuarto de baño de mi habitación, abrí el grifo del agua fría y me mojé la cara intentando buscar un cierto alivio, me miré al espejo y vi que estaba nervioso y excitado, como si fuera un colegial ante su primera cita. Mi polla palpitaba dentro de los pantalones y me daba la sensación de que si bajaba, notarían mi erección. Volví a mirarme el espejo, y pensé:
– Idiota, si ella no quiere nada contigo.
Me quedé durante unos 5 minutos en el baño y cuando me tranquilicé, volví al salón. Como era habitual en mis fiestas, conforme iban ligando o llevaban demasiadas copas, se iban. Solo quedaba un chico y le pregunté por la gente que falta y me dijeron que estaban borrachos, que les habían llamado un taxi y se fueron. Pregunté por ella y un amigo me dijo que estaba en la terraza.
La mayoría de la gente, a partir de ese instante, comenzaron a irse, el goteo de gente saliendo de mi casa era similar que al principio de la fiesta, pero en dirección salida. Cuando finalmente no quedaba nadie, fui hacia la terraza y la vi apoyada en la barandilla, fumando y mirando hacia lo lejos, pensativa, me apoyé a su lado, y le dije:
-¿No tienes frío?
– Un poco – me contestó.
Acto seguido me quité la chaqueta y se la puse por encima de los hombros, charlamos durante un rato, sobre nada en particular y de repente me dijo:
– Me apetece bailar.
– ¿Qué tipo de música? – pregunté.
– Algo lento.
– Ya sabes que siempre fui tu bailarín favorito.
Entré en el salón, fui al equipo de música, rebusqué entre mis CD´s y encontré algo ideal para la situación, Elton John. Puse el CD a sonar y ella entró en el salón, puso los brazos encima de mis hombros y comenzamos bailar, pero como todo el mundo se había ido, seguir bailando. Sin mediar palabra la abracé, la besé. De entrada, se quedó paralizada, pero en el momento en que se dio cuenta de lo que pasaba, me abrazó y dejó caer la copa al suelo, la cogí en brazos sin dejar de besarla, bajamos por las escaleras, nos dirigimos hacia mi habitación, encendí la luz de la mesita, nos abrazamos, nos besamos profundamente, me abrazó con fuerza, como si tuviese mucha necesidad de ser querida y de ser deseada.
– No te he quitado ojo de encima toda la noche – le dije.
– Lo sé – respondió.

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La volví a besar, acaricié su espalda buscando la cremallera de su vestido, la encontré, la bajé poco a poco y mientras tanto ella me quitaba la camiseta y me quedé con el torso descubierto, entonces acarició mi entrepierna y comprobó que estaba muy excitado, mi polla está pidiendo a gritos que alguien lo liberase de la cárcel en la que se encontraba. Terminé de bajar la cremallera y su vestido cayó al suelo como una pluma, acaricié su espalda desnuda, nuestros besos ahora eran más apasionados, nuestras lenguas se entrecruzaban e intentaban llegar a lo más profundo de nuestras gargantas. Ella seguía acariciando mi entrepierna y finalmente decidió quitarme los pantalones,
cuando los bajó se encontró que no llevaba ropa interior. Al principio se sorprendió, pero le gustó, pues le ponían a cien los hombres que no llevan ropa interior.
Se sentó en la cama, yo estaba de pie, agarró mi polla y comenzó a jugar con ella, la besaba, jugaba con mis testículos, la comenzó a lamer poco a poco. Yo estaba muy excitado así que me puse tenso, muy tenso. Pronto comenzó a tragarse mi polla muy despacio. Se la metía toda dentro, y empezó a acelerar la paja de su mano y la mamada porque notó que estaba a punto de correrme. La separé de mí pues no quería correrme todavía, así que se la saqué de la boca, la tumbé encima de la cama y empecé a besarla de nuevo mientras con la mano comenzaba a jugar con su clítoris. Ella empezó a excitarse, y le metí un dedo en el coño, luego dos, pero y con el pulgar seguí jugando con su clítoris.
Mi cabeza fue bajando hasta sus pechos, para lamer sus pezones, que estaban erectos. Todo esto formaba parte de una serie de sensaciones juntas que le hicieron gritar de placer, pidiéndome más, pero yo seguí jugando con ella, que agarraba con fuerza las sábanas, estaba a punto de tener un orgasmo y quería más. No paraba de repetirlo:
– ¡Más… más… quiero más…!
En ese mismo instante gritó. Había tenido un orgasmo intenso, pero no quería que eso acabase así. Me tiré encima de la cama, ella se incorporó, agarró mi polla, y empezó a cabalgarme con fiereza. La abracé, follabamos con pasión, sin prisas, giramos sobre la cama sin sacarla, y ahora era yo el que estaba encima de ella. Estaba muy excitada. Seguí penetrándola con suavidad, con un ritmo continuo, y estaba tan lubricada que la penetración era suave, iba a explotar de un momento a otro, me arañaba la espalda, estaba a punto de tener otro orgasmo, pero esta vez más intenso.
Se agarraba a mis nalgas, las apretaba con fuerza, las pellizcaba, y yo no dejaba de penetrarla, pero ahora lo hacía de una forma casi violenta ya que ella empujaba mis nalgas hacia sí, y mientras lo hacía decía:
– ¡Más… más… siiiií…! – cada vez más alto gritando – ¡Más… asiiií… me vuelves loca… aaaaah…!
Finalmente volvió a tener otro orgasmo, y era una sensación nunca antes experimentada, algo nuevo. Yo saqué la polla, y me masturbé hasta que conseguí eyacular sobre sus tetas. Estaba extasiada, pero la sensación de mi leche caliente le gustó, y yo tenía la sensación de que ahora si había llegado al orgasmo, un orgasmo nunca antes sentido por mí.
Despumés de estar echados en la cama unos minutos, me levanté, me dirigí al baño de mi habitación y sin mediar palabra preparé un baño para los dos, volví a la habitación, la cogí en brazos y suavemente la introduje dentro de la bañera, nos besamos suavemente y disfrutamos de un placentero baño con las luces apagadas y solamente cuatro velas encendidas. Permanecimos dentro de la bañera durante un largo rato, abrazados, sin decir nada, y mientras acaricianba su cuerpo desnudo deseaba que se parase el mundo.
Saludos.

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