Relato erótico

Fiesta completa

Charo
18 de julio del 2018

Estaba aburrida y se fue a una fiesta que la habían invitado. Lo paso muy bien y “conoció” a un grupo de gente interesante.

Adela – BARCELONA
Amigos de CLIMA, aquella noche me aburría en casa y finalmente decidí aceptar una invitación que me pasaron por correo electrónico para una fiesta.
Iba vestida de una manera muy sencilla, con el pelo totalmente liso, y de negro de arriba abajo, camiseta negra con tirantes finos, pantalones tipo pijama largos y unas sandalias sin tacón, apenas la suela de cuero negro y dos tiras con piedrecillas brillantes incrustadas, tipo piscina pero más chic.
Iba medianamente maquillada, no uso raya en los ojos porque ya son de por sí muy expresivos pero si una ligera sombra en crema de color violeta, un poquito de colorete y los labios rojos y brillantes.
Tomé una copa de vino de una bandeja que llevaba un camarero al pasar junto a mí y me quedé observando el ambiente. No había llegado puntual, ni mucho menos, pero no había mucha gente aun, sin embargo vi a un muchacho que no me quitaba los ojos de encima. Demasiado joven para mí, pensé. Quizá a él le gustaban las mujeres un poco mayores pues aunque parezco joven y mi atuendo iba acorde, resultaba evidente que era mayor que él.
Descaradamente iba acercándose a mí, aunque sin venir de frente y notaba como me miraba de reojo, notaba también por el rabillo del ojo como me miraba de arriba abajo, como paseaba su mirada por mis tetas que, aunque no son demasiado grandes, si llenan una 95 y con esa camiseta parecían mas voluminosas aun y además llevaba un sujetador que las levantaba ligeramente y un tanga muy fino, de estos que se llaman de “hilo dental”.
Por un momento sentí que estaba fijándose en el tanga, ya que se veía ligeramente su parte superior por encima del pantalón y yo, para provocar y hacerle sufrir, me agaché apoyando una rodilla en el suelo, de espaldas a él, para que pudiera apreciar que tipo de prenda llevaba sin ningún género de duda. Desde luego, pudo apreciarlo, o eso o estaba imaginando cualquier otra cosa pues el bulto en sus pantalones se hizo patente y se ruborizó cuando me giré hacia él, aún agachada, para que pudiera contemplar mis tetas desde otra perspectiva.
Reconozco que le miré con gesto altivo y quizá eso le provocara más que nada, pues en un momento que salí a la terraza vino tras de mí sin intentar guardar las apariencias, y se puso muy cerca de mí intentando comenzar una conversación.

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Pasé de él, haciéndome la insolente, y eso debió cabrearle tanto como para descubrirse y descubrir sus intenciones. Entonces supe que era aquel chico con el que llevaba meses chateando, al que contaba todas mis fantasías, incluso las más oscuras, estaba junto a mí, pasando un dedo por mi hombro y bajándolo por mi brazo. Empezó a insinuar que sabía lo suficiente de mi vida privada como para hundir mi carrera y que quizá, si yo quería, podríamos pasarlo muy bien.
Soy una mujer razonable y mi carrera me preocupa por lo que me di la vuelta y le planté mis pechos a la altura de su boca. Digamos que fue un gesto provocador y una indirecta al mismo tiempo para que cerrara su boca y él me puso una mano en el culo sin contemplaciones y comenzó a deslizar su dedo índice entre mis nalgas. La verdad es que me estaba poniendo cachonda perdida.
– Has caído en la trampa – me dijo sonriendo – No sabías quien te había invitado a la fiesta. ¿Por qué no me esperas en el aseo del piso de arriba? Allí no subirá nadie y podremos estar tranquilos.
Entonces también supe que aquella era su casa. Le dirigí una mirada de sorpresa seguida de otra de picardía y no hubiera aceptado aquel chantaje si no fuera porque me había provocado un verdadero interés sexual aquel jovencito. Asentí con la cabeza y le dije que le esperaba.
Una vez en aquel aseo, con la puerta cerrada, sentí unos ligeros toques.
– ¿Sí? – dije.
– Ábreme, soy Paco, soy yo.
Abrí la puerta y me temblaba el pulso, he de reconocerlo. Nada más entrar cerró el pestillo y me hizo sentar en la taza del retrete bajándose los pantalones y los calzoncillos y sacándose una polla no demasiado larga, pero bastante gruesa, me sujetó la cabeza por detrás y me obligó a metérmela en la boca. Yo se la chupé, no sin ganas, durante un rato hasta que estuvo muy dura, por lo que él me levantó, me bajó los pantalones y el tanga y me puso de espaldas contra la pared. Con su dedo, paseándose por mi coño, notaba mi humedad latente y lo introdujo, primero uno, después dos y a continuación me clavó la polla de un golpe mientras el dedo, húmedo con mis flujos, empezaba a trazar círculos en torno a mi ano.
Al rato me obligó a chupárselo y empaparlo bien de saliva y de nuevo volvió sobre mi ano, empujando con el dedo al tiempo que su polla me embestía el coño llegando a lo más profundo de mi estrecho canal. Desde luego, si había alguien en aquel piso de su chalet, debía estar enterándose de todo, entre los golpes contra la puerta y mis gemidos.
Al mismo tiempo me metía la mano bajo la camiseta y bajo el aro del sujetador, subiéndome ambos, liberando mis tetas y comenzó a pellizcar mis pezones, que estaban muy duros y sobresalían.
De pronto sonó un mensaje en su móvil, se paró, lo leyó y me dijo:

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– Tengo una idea. Mejor paramos aquí y te vistes, pero no te pongas sujetador ni tanga, déjalos en el cesto de la ropa sucia, y bajas. Arréglate un poquito si quieres, y yo ahora te presentaré a algunos amigos que acaban de llegar.
Yo sentía cierta vergüenza pues sabía que a través de mi camiseta mis pezones excitados sobresaldrían muchísimo y estaba muy mojada. No sabía si irme directamente pero, al final, decidí no bajar ya que él ya lo había hecho y me tumbé en una habitación al lado de aquel aseo.
Al poco rato oí voces que se acercaban, no sabía si me había quedado dormida, quizá había pasado más tiempo del que pensaba. Se abrió una puerta y el muchacho anfitrión entró con otro chico más alto y muy corpulento y una muchacha rubia muy linda. Me dio el primer beso en los labios de toda la noche, muy tierno y me los presentó.
El chico corpulento comenzó a sobarse el paquete con una mano y rodeó con el otro brazo los hombros de la chica pellizcándole las tetas. Nuestro anfitrión me metió la mano bajo el pantalón directamente y me tocó para comprobar si seguía húmeda. La verdad es que nada más ver a aquella pareja me había mojado entera nuevamente, sintiendo una mezcla de ansiedad, miedo y deseo pues recordaba todos aquellos relatos que le había enviado relatándole mis fantasías en las que ocurrían cosas como las que intuía iban a ocurrir a continuación. Todos ellos debieron adivinar lo que escondía mi mirada.
Entonces Paco me dijo que como no bajaba había subido con ellos para que les conociera y sin darme tiempo a contestar, me cogió de la melena, me empujó suavemente sobre la cama, me bajó los pantalones directamente y sacándose la polla mela metió directamente en el coño mientras sus amigos miraban. La novia del otro chico, entonces, rodeó la cama y se sentó en ella junto a mi cabeza y comenzó a acariciarme y besarme en los labios, primero suavemente, después de un modo más salvaje.
Al rato ella me desnudó completamente y se abrió de piernas poniendo mi cabeza entre ellas para que yo le chupara su coño, al que yo no había hecho nunca, mientras me seguían dando desde atrás como una perra y yo gemía sin parar, como tal.
El chico corpulento solo miraba, pero la chica, a una orden de él, se inclinó sobre mí y con sus dedos húmedos, después de pasárselo por los jugos que destilaba su coño tras mi lamida, fue introduciéndolos en mi estrecho culo, ayudando a hacerlo un poquito más grande. Su chico, girándola un poco, la puso en la misma posición en la que estaba yo, a cuatro patas a los bordes de la cama y comenzó a follarla sin preámbulos. Debía estar habituada a ello o estaba en celo continuamente.

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Yo estaba muy excitada sintiendo las embestidas en mis entrañas y contemplando su precioso cuerpecito de muñeca así que comencé a tocarla también, besando su espalda, que ahora estaba perpendicular a mí, moviendo mi culo adelante y atrás para que mi pareja pudiera penetrarme más profundamente si aquello era posible.
Entonces, el chico con el que minutos, u horas antes, había empezado a follar en el aseo, el anfitrión, sacó su polla, tremendamente dura -y más grande de lo que había llegado a verla hasta aquel momento- de mi coño y lo empezó a empujar contra mi ano. Imaginaba, a esa altura, como podría acabar todo y no se hizo esperar. Me hicieron sentar sobre el muchacho corpulento, completamente empalada por él, y a continuación sentí el otro aparato perforándome desde atrás, y durante un rato no pararon ni tuvieron la menor piedad de mí, embistiendo al tiempo, acompasados los dos, sintiendo que me iban a romper, pero gritaba y chillaba con la excitación, resoplando a ratos como una perra también.
Aquella era una sensación quizá un poco desagradable al principio, porque al mismo tiempo, aquel chico que perforaba mis entrañas me iba dando azotes en las nalgas, cada vez más fuerte. Debía tener toda la piel al rojo vivo, y entrando y saliendo ambos completamente de mí en cada golpe.
La chica me pellizcaba mis pezones fuerte, casi con saña, y me besaba con pasión al tiempo que se acariciaba su chocho depilado y acariciaba también mi clítoris por lo que no tardé unos segundos más en correrme, y sentir como ellos me llenaban entera con su semen, por ambas bandas.
Cuando terminaron conmigo empezaron con la otra chica y me advirtieron, antes, que descansara, que tan pronto acabaran volverían a empezar conmigo nuevamente…
Dentro de poco seguiré con mi relato.
Besos y hasta otra.

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