Relato erótico

Fidelidad relativa

Charo
4 de abril del 2018

Su matrimonio funciona y su vida sexual también. Es fiel a su marido o mejor dicho, lo era. La fiesta que ofrecieron para sus clientes cambio un “poco” su vida sexual.

Merche – BARCELONA
Amiga Charo y amigos de Clima, escribo esta carta para compartir una experiencia realmente maravillosa con todos vosotros. Acostumbro a leer los relatos eróticos y muchos de los testimonios publicados en relación a la infidelidad me han impactado profundamente, razón por la que he tomado la determinación de contar mi propia historia.
Me llamo Merche y tengo 30 años. Javier, mi marido, tiene 34. Llevamos seis años casados, mantenemos una buena condición física porque ambos asistimos a un gimnasio y estamos muy seguros de nuestra vida sexual. Javier está bien dotado y yo atraigo las miradas cuando voy en ropa de calle, mallas o en tanga, en la playa. Mido un metro setenta y cinco, tengo el pecho grande pero erguido, cintura estrecha, estupendas caderas y según Javier, el mejor culo de España.
Como ya he dicho, nuestra vida sexual es muy intensa y nunca habíamos sentido la necesidad de buscar compañía fuera de la pareja, aunque antes de conocernos ambos habíamos tenido nuestros asuntillos en la universidad.
Tenemos nuestra propia empresa de construcción y ahí es donde comenzó mi sensacional experiencia. Hace dos meses dimos una fiesta para clientes en nuestro piso. A medida que transcurría la velada nos íbamos poniendo más a tono y un tipo llamado Oriol me hizo algunas insinuaciones delante de Javier. Yo lo rechacé, aunque agradecí sus atenciones, porque el tipo estaba realmente bueno. Era muy atractivo, alto y con el cuerpo proporcionado. Luego supe que se trataba de un importante directivo de uno de los consorcios más importantes entre nuestros clientes, aunque no aparentaba más de 30 o 32 años. Estaba muy bien colocado, sin duda, por eso Javier había pasado por alto sus comentarios. Más tarde, bailamos un par de canciones y sus manos no paraban ni un instante quietas. Esta vez el coqueteo fue aún más descarado, frontal. Para mi sorpresa, Javier había desaparecido entre un mar de gente y Oriol empezó a susurrarme palabras al oído, primero triviales pero luego atrevidas y eróticas.
Con la mayor tranquilidad del mundo, me comentó que yo le parecía la mujer más sexy de la fiesta y que si a mi marido no le importaba, le encantaría hacer el amor conmigo. No podía creerlo. Este tipo actuaba sin tener el menor reparo o sutileza. Intenté deshacerme de su abrazo sin violencia y ponerle las cosas en claro. Una cosa era que el tipo fuera un guaperas, algo que no estaba en duda y otra muy distinta que intentase propasarse. Sin embargo, no me lo permitió. Me cogió de las nalgas y me pegó contra él. Pude sentir su enorme verga palpitando entre mis muslos. Mi mente se nubló de lascivia. Por un instante no supe que hacer o decir. De repente, escuché la voz de mi marido a mis espaldas. Nos separamos con brusquedad y vi a Javier llegar con algunos conocidos. Parecía no haberse dado cuenta de nada y yo no volví a ver a Oriol en toda la noche. No sé si salió de la reunión o se perdió entre el resto de gente, pero lo cierto es que desapareció.

Javier me preguntó como me había ido con Oriol y que si había intentado propasarse. No sé porque, pero le mentí y le dije que no, que no tuve ningún problema.
Dejé que pasaran dos o tres días, pero no podía quitármelo de la cabeza y al final, me sorprendí con ideas y sueños eróticos acerca de Oriol.
Una noche, después de follar con Javier, urdí un plan para poder acostarme con Oriol. No entendía muy bien mis motivaciones, solo que era un tipo que me ponía de lo más caliente. Sabía que Javier no se lo merecía, pero también sabía que yo no haría nada por evitarlo. Javier viajaría el siguiente viernes en la mañana, así que invitaría a Oriol a la casa con la supuesta intención de discutir un proyecto. Luego me encargaría de extender la invitación todo el fin de semana. Dentro de mis planes figuraban algunas cintas de video, pues a Javier y a mi nos gusta grabar nuestras escenas sexuales y tenemos varias cámaras distribuidas por el dormitorio. Ni que decir que la idea me pareció de lo más excitante.
Llegó el viernes por la noche y todo sucedió según lo previsto. Durante la primera parte de la reunión, Oriol estuvo muy educado y yo le mostré los planos de forma absolutamente profesional. Luego comenzamos a relajarnos después de tomar unas copas y enseguida comenzó sus ataques. Esta vez no encontró rechazo, sino a una mujer de lo más caliente y ansiosa. Por fin me tenía entre sus brazos, arrinconada contra la pared del salón, con toda la lengua metida en mi boca, una mano estrujando mis pezones y la otra bajo el vestido toqueteándome el coño, hasta que sentí los jugos descendiendo por mis muslos. Al rato me deshice de su abrazo y lo cité al cabo de cinco minutos en el dormitorio para darme tiempo a poner en marcha el equipo de grabación. Me desnudé y me quedé de pie junto a la cama. Estaba realmente excitada y muy nerviosa. Empecé a pasar mis dedos arriba y abajo de la raja húmeda y a acariciarme los pechos. Cuando Oriol entró y me vio de aquella manera, un gemido escapó de su garganta.
– ¿Y bien? – Le dije – ¿qué te parece?”
Por toda respuesta, se quitó el calzoncillo y vino hacia mí, me tomó entre sus brazos y me depositó en la cama, se arrodilló sobre mí, besándome y lamiéndome por todas partes, recorriendo con sus labios y su lengua, mi boca, los sobacos, mordiendo y chupando todo mi cuerpo. Era como si temiese que me escapara ahora que me había conseguido. Pasó la lengua por mis pechos y tomó mis ardientes pezones entre los dientes. Empezó a chupar y morder alternativamente y luego aspirando, con un poco más de fuerza cada vez, hasta que sentí que mis tetas y mi coño iban a estallar de placer. Sin dudarlo, hundió su rostro en mi entrepierna, separó mis labios con los dedos, introdujo su lengua en mi vagina y comenzó a follarme con ella. Oriol lo lamía como un bebé hambriento. Jugueteaba con su lengua con la puntita de mi clítoris y luego volvía a hundir su lengua en mi coño, realizando movimientos rotatorios en su interior, hasta que consiguió que me corriera tres veces antes de que cesara en su intento. Luego me introdujo un dedo hasta en fondo, sin dejar de comerme el clítoris. En ese momento, perdí el mundo de vista, mientras gritaba y me agitaba en un orgasmo.

Cuando me recobré, le dije a Oriol que había llegado su hora y lo obligué a tumbarse sobre la espalda. Empecé chupando y mordisqueando sus pezones y acariciándole el paquete por encima del calzoncillo. Luego le pellizqué la verga y lo huevos, todavía con el slip. Cuando se lo quité, no podía creer lo que estaba viendo. ¡Era la verga más hermosa del mundo! Nunca me han obsesionado los tamaños, pero aquello era demasiado, de verdad. La impresionante tranca de Oriol debía medir alrededor de 25 centímetros. Desde la fiesta había soñado con ella, pero nunca me la imaginé tan grandota y tan linda. La cabeza o glande, era aún más gruesa que el resto del cuerpo y parecía una especie de berenjena enrojecida. Me reprimí de gritar por la sorpresa y fui directamente a sus partes para chuparlas y morderlas tanto como me fuera posible. La cogí con mi mano y esta se veía insignificante, apenas abarcaba la mitad. Dudaba de que aquella cosa entrara en mi boca, y mucho menos en mi agujero, pero volví a mi labor. Agarré la tranca entre mis labios, pasé la lengua por toda su extensión, mordí suavemente y, a continuación, me la metí en la boca y la succioné con deseos incontenibles. Dejé que la saliva me resbalara por la barbilla para que la picha le quedara bien lubricada y fui acompañando la acción con un movimiento de mi mano arriba y abajo, al tiempo que con la mano libre le palpaba los huevos.
Oriol empezaba a gemir con la polla en mi boca, pero ahora era yo quien tenía el control. Empecé a mamarle la verga con frenesí, metiéndola en mi boca hasta sentir arcadas, alternando con movimientos de bombeo de mi mano y succiones fuertes en el glande que provocaban un chasquido en mi boca. La punta de la verga, que tenía forma de corazón, era de un rojo brillante por la saliva. Yo seguí chupando y succionando su piel aterciopelada, tragando sus primeros jugos al tiempo que me admiraba de las dimensiones que estaba tomando el agujero de la punta de su nabo. Deseaba tragar sus cremosos líquidos, sentir como golpeaban contra mi boca y se esparcía por toda mi garganta. Lo cierto es que recibí mucho más de lo esperaba. Mientras seguía mamándosela furiosamente, sus gruñidos me anunciaron que estaba a punto de correrse. Separé un poco los labios para verlo, pero mantuve mi boca hambrienta lo bastante cerca del glande para que no se me escapara ni una gota de su corrida. Seguí bombeando con ambas manos y observé sorprendida como su tranca empezaba a palpitar suavemente. No disparó el semen con tanto brío como yo había supuesto y se limitó a hacer unas leves contracciones rítmicas. Se la volví a mamar con fruición. Entonces su verga comenzó a agitarse más rápido y me eché hacía atrás para ver como surgía de su extremo un potente chorro de líquido. Oriol dio un chillido y entonces se corrió de verdad. Volví a colocar mis labios en su verga justo en el instante en que el primer chorro de leche surgía de la puntita. Oriol comenzó a gritar mientras me cogía de los cabellos:
– ¡Trágate toda la leche, puta, trágatela!
Mamé su magnífica herramienta con verdadera ansia, pero me resultaba imposible tragarme todo el esperma. Pronto, toda mi cara y mis tetas estaban recubiertas de semen. Seguí chupándosela y meneándosela hasta dejarla lo más limpia que pude. La piel corría perfectamente bajo mi mano sobre aquella superficie dura y fibrosa. Oriol no había perdido ni un ápice de su erección y su verga seguía durísima, enhiesta.

Me coloqué entre sus brazos para descansar unos instantes. Mientras nos besábamos le dije que me parecía un hombre increíble pero que no estaba seguro que su enorme tranca pudiera penetrar en mi nido del amor. En poco tiempo me había dado cuenta cuan equivocada estaba y tengo grabada la prueba. Oriol me montó y con parsimonia y destreza, empezó a penetrarme. ¡La tenía tan grande! Por un momento pensé que no lo resistiría cuando me llenara todo el coño, pero al fin me sentí perfectamente y el comenzó a moverse rítmicamente mientras yo le acariciaba y mordía el vello del pecho. Claro, al principio solo pudo meterla unos cuantos centímetros en mi coño, pero con el fluir de mis jugos y la relajación posterior a uno de sus espectaculares orgasmos, pudo hundir sus 25 centímetros hasta el fondo de mi agujero. No paré de correrme desde el instante en que mis flujos comenzaron a mojar su picha.
– ¿Te gusta mi verga, zorra? – preguntaba Oriol, mientras me cabalgaba con furia.
– ¡Sí, mi amor, me gusta mucho tu pene enorme!
Estaba totalmente desatada. Me olvidé de mi marido para entregarme por completo a Oriol. Yo le pertenecía en ese momento. Lo único que me interesaba era que me follara sin parar. Después de casi un cuarto de hora, me colocó a cuatro patas y empezó a darme por detrás. Las embestidas eran violentas y podía oírse el chasquido de su pelvis contra mis nalgas.
– ¿Eres una zorra viciosa, Merche, qué pasa, tu marido no te folla bien?- me gritaba Oriol entre miles de obscenidades que me excitaban aún más.
– ¡No, mi amor, nadie es como tú, me encanta que me folles, estoy loca por tu verga, eres el mejor amante que he tenido! – le respondía yo mientras las embestidas se hacían cada vez más rápidas, más fuertes.
Por momentos, sin ninguna consideración, Oriol me cogía de los cabellos, me daba vuelta y me metía su enorme verga en la boca. Mis gritos, gemidos y demás se volvían entonces guturales, salvajes. Cuando sentía que estaba a punto de correrse, volvía a metérmela en el coño, mientras yo le ayudaba abriendo mis nalgas con mis manos. Aquella noche, Oriol y yo fuimos insaciables. Cabalgué sobre su verga hasta el amanecer, le pedí que me destrozara el culo y mamé su verga humeante hasta tragarme la última gota de semen que sus gordos y peludos testículos podían contener. Estaba tan caliente que me dormí exhausta, bañada en sudor, con la boca pegada a la verga de mi amante.

Todo aquel fin de semana Oriol y yo jodimos como animales, casi sin parar, y solo salimos de la habitación para alimentarnos y recobrar fuerzas. Fue de lo mas estimulante. Ahora, Oriol viene a casa cuando sabe que Javier no está o me lleva a un hotel donde no deja de darme verga en toda la noche. Me encanta follar con él, no pienso dejar de hacerlo, pero sigo queriendo a mi marido, así que salvo esa excepción, seguiré siendo fiel a Javier
Besos.

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