Relato erótico

Fantasear es bueno

Charo
27 de febrero del 2020

Está casada desde hace bastantes años, el sexo con su marido funciona bien, pero siempre fantasean con que ella se liga a otro tío y se la follan sin piedad. Aquella noche iba a bailar con su marido y una amiga suya le dijo si podía ir con ellos.

Elisa – SEGOVIA
Mi nombre es Elisa, vivo en Segovia, tengo 45 años y quiero contar brevemente lo que viví hace un par de meses en un salón de baile de aquí.
Yo soy de mediana estatura, cabello negro y aunque en realidad no me considero una mujer con un gran cuerpo, me siento con la suficiente confianza para conquistar un hombre y me encuentro muy a gusto de como soy. Mi marido se llama Alberto, un hombre muy bueno, que ha pasado conmigo muy gratos momentos de pasión y sexo en nuestra intimidad, teniendo que confesar que después de 16 años de matrimonio, las cosas entre los dos van muy bien, hemos fantaseado con hacer un trío, cosa que en realidad nunca hemos hecho, sobre todo porque no confiamos mucho en los candidatos con los que hemos conversado ya que algunos de ellos solo buscan su placer personal y no el nuestro, que al fin de cuentas somos los que lo estamos planeando.
Muchas veces planeamos cosas como hacer el amor en la calle, en la parte oscura, cosas innovadoras, diferentes a lo de siempre de estar en la cama y he de confesar, que hasta habíamos planeado tener alguna infidelidad, que encontráramos alguien cercano a nuestra localidad, para un encuentro entre un hombre y yo.
Tengo amigas desde la infancia, que siempre estamos en contacto para una u otra cosa y siempre recordamos cuando nos íbamos a bailar y pasar momentos agradables. Un día me llamó mi amiga del alma, Juana, y me dijo que últimamente estaba muy aburrida, que su marido no quería salir y mucho menos a bailar con el pretexto de que no sabía hacerlo y precisamente para esos días Alberto y yo habíamos planeado que el fin de semana siguiente iríamos a bailar y yo, sin pensar y sobre todo por lo fuerte que es mi lazo de amistad con ella, le propuse que nos acompañase, que serviría para que recordáramos viejos tiempos y pasar un buen rato bailando.
Así pues, llegada la noche, le comenté a Alberto mi intención de que nos acompañase mi amiga, que solo iría con nosotros, que no interferiría en nuestra diversión, que quizá ahí encontraría alguien con quien bailar y pasar un buen rato mientras nosotros nos divertimos como siempre a nuestro modo, tomar la copa, bailar y al final, terminar con una madrugada llena de sexo.

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Al principio se opuso rotundamente y me dijo que si así era, él no iría, pero fue tanta mi insistencia que aceptó, con la condición que solo sería por esta ocasión. Cogí inmediatamente el teléfono y llamé a Juana para confirmarle que iríamos los tres al salón de baile. Quedamos en que el viernes por la noche pasaríamos por ella. Llegó el día y como habíamos quedado a las 10 de la noche, así lo hicimos.
Yo me arreglé como siempre que vamos a esa discoteca, minifalda oscura, sin medias, zapatillas, un tanga de hilo dental y esta vez llevaba una blusa escotada más de lo acostumbrado y un sujetador de esos que alzan las tetas y hacen que la figura se note más.
Cuando me cambiaba mi marido me dijo que si tenia la intención de provocar la pasión de alguien y contestándole con un “quizás”, le guiñé un ojo y le di un beso.
Llegamos al lugar y notamos que esa noche el estacionamiento estaba más abarrotado que en otras ocasiones, lo que hacía suponer que estaba lleno, y solo pensamos que ojalá hubiera mesa para situarnos. Entramos y como ya nos conocen como asiduos visitantes, nos recibieron y nos acomodaron cerca de la pista. El lugar estaba lleno, había mucho joven y se oía una cumbia en ese momento que me hizo mover mi cadera y antes de ordenar nada. Alberto me llevó a la pista y empezamos a bailar, quedando mi amiga sola en la mesa pero para cuando regresamos, ella ya se había encargado de pedir unos cubatas. Entonces descubrí que unos ojos me miraban insistentemente. Era un chico como de 25 años que estaba en la mesa de al lado y que iba acompañado con otros dos jóvenes de similar edad. Sentí como una descarga cuando noté que me miraba muy atentamente y sobre todo estaba embelesado con el escote que me desnudaba las mamas.
Todo iba muy bien, saliendo a bailar mi esposo y yo y luego regresando a la mesa, hasta que en una de las veces en que Alberto sacó a bailar a mi amiga, el chico que me miraba, se atrevió y me sacó a bailar, cosa que acepte gustosamente. Me tomó muy suavemente de la mano y me sentí hervir de emoción. Cuando Alberto se giró para verme, le guiñé un ojo y entendió la situación.
Debo confesar que mientras bailaba, no pude evitar tocar un brazo del chico notando que tenia unos músculos muy fuertes, cosa que me hacía estremecer y también la forma como me cogía de la cintura, me gustaron mucho sus labios y sobre todo su perfume, suave y muy varonil. Estábamos en eso y cada vez que dábamos una vuelta yo sentía como intencionadamente me rozaba las tetas y debo aclarar que soy muy sensible, al punto que cualquier roce hace que se pongan duros mis pezones, y esto hacía que mi lívido aumentara.

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Así transcurrió la noche, nos sacaba a bailar a mí y a mi amiga, intercalándose con sus amigos, pero yo deseaba que el chico que me sacó primero siempre lo hiciera. En una de esas veces que bailé con Alberto le dije muy suavemente al oído que el chico me insinuó que si podíamos salir un rato a la terraza, que si él era mi marido y otras cositas Debo aclarar que al chico le dije que Alberto era solo mi amigo y que habíamos salido juntos a bailar. Mi esposo me preguntó que si me gustaba, a lo cual contesté que sí y también me preguntó que no podríamos hacerlo evidente frente a mi amiga, que ella quizá se escandalizaría, para lo cual me dijo:
– No te preocupes… si quieres, mientras tú te ocupas un rato con el chico, yo entretengo a tu amiga, después me cuentas lo que pasó, textualmente – me dijo mi marido.
Al oír estas palabras, sentí en mi estomago un dolor, pero de emoción, de sentir que podía realizar algo que siempre había deseado. En este lugar, ponen música continua más de una hora sin hacer espacios, por lo que me dijo mi marido:
– Yo saco a bailar a Juana, te quedas sola en la mesa y luego sales a la terraza un rato y ya veremos qué pasa.
Así lo hicimos, sacó a bailar a mi amiga y el chico aprovechó para invitarme a bailar, pero yo le dije muy suave:
– ¿Qué te parece si salimos a tomar un poco de aire?
Con una sonrisa en los labios y sin decir nada me llevó con él pero no nos quedamos en la terraza sino que me condujo al estacionamiento donde su coche había quedado en un rincón, atrás del todo.
– ¿Dónde vamos? – le pregunté.
– No te preocupes – contestó – vamos a mi coche, tengo algo que enseñarte.
Hablamos de todo dentro del coche y me intentó convencer de ir a un hotel cercano, pero le dije que no podía, que mis amigos me esperaban y no podía dejarlos. Al estar cerca del chico me sentía nerviosa, emocionada, excitada, sentía que mi coño estaba muy húmedo y deseaba que me besara, solo que no se atrevía y me decía que yo era muy bonita y cosas de esas, hasta que tomé la iniciativa, me acerqué a él y le di un buen morreo.
Sus manos me exploraban de arriba abajo y me gustó la suavidad con la que trató mi clítoris, que es muy sensible, y me llevó a lo más profundo de un acto sexual, sin penetración. Sentía como sus manos acariciaban mis tetas y me acariciaba los pezones.

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Olvidé por un momento que me esperaban y deseé disfrutar de ese bello ejemplar de hombre que me había tocado en suerte encontrar esa noche. Hizo a un lado el tanga y metió muy suavemente un dedo en mi coño que estaba empapado y tiró el respaldo del asiento del coche para atrás mientras me subía la falda de lo ansioso que estaba por poder penetrarme pero que lo contuve, le dije que ahí no, que solo deseaba vivir ese momento, y añadí que me diera su teléfono y en otra ocasión nos veríamos con más tiempo y haríamos de todo, pero el insistió y con un movimiento me sacó el tanga y empezó a comerme el chocho.
Me metía la lengua en el coño y me sentía como en las nubes. Mi excitación iba en aumento y mientras me lamía con un dedo, muy suavemente, me lo metía en la vagina, y así estuvo un rato hasta que, sin remedio, tuve un delicioso orgasmo, pero él no se despegó de mi, al contrario, recorría con su lengua desde mi ano hasta rozar mi clítoris. Me estaba haciendo sentir lo más delicioso que puede sentir una mujer. Sexo oral en un coche con un extraño y con la sensación del peligro de que llegase alguien. Perdí la noción del tiempo, quizá 20 ó 30 minutos desde que llegamos, hasta que reaccioné y le dije que nos fuéramos, que me esperaban en el salón, pero él me impidió y me dijo:
– Ahora házmelo tú, mi reina.
No me pude resistir, aunque solo le di un beso y una lengüeteada y luego agarré firmemente su pene entre mis manos y empecé el clásico arriba abajo rápido y lento hasta que sentí que salió un chorro de leche caliente, cayendo sobre mi abdomen y él gemía de placer.
– Sí, mi vida, en otra ocasión haremos de todo, ahora vámonos por favor que van a vernos – yo le decía.
Así, como pude, me coloqué bien la falda y salimos del coche, llegamos al salón y aún estaban bailando mi marido y mi amiga. Me senté en la mesa y di un trago a mi cubata. Alberto se percató de que yo ya estaba allí y le dirigí una sonrisa. Terminaron de bailar y brindamos por el momento, por la diversión de esa noche. Al final, ya de madrugada, como a las seis de la mañana, nos fuimos y dejamos a mi amiga en su casa.
Alberto en cuanto se bajó ella, me empezó a interrogar sobre qué había pasado. Se lo conté todo con lujo de detalles y luego tuvimos un encuentro de sexo desbordante, aunque no se lo dije a mi marido, yo me imaginaba que estaba con ese chico.
Como quedé en verlo próximamente para tener un encuentro de sexo con el, ya os contaré lo que ocurra.
Besos y hasta muy pronto.

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