Relato erótico
Experiencia muy excitante
Después de tomar unas copas con unos amigos cogieron un taxi para que los llevase a casa. Ella era la última en bajar, estaba caliente y el taxista era un tío buenorro. Lo que sigue, os lo podéis imaginar.
Antonia F. – BARCELONA
Hola amigos de Clima, quiero compartir con todos los lectores una experiencia muy excitante que viví hace unas semanas. Mi nombre es Antonia, tengo 20 años, mido 1,73, soy delgada, piel dorada, ojos marrones y cabello corto, y ahora que ya tenéis una idea de cómo soy, voy a comenzar con un relato que cada vez que lo recuerdo mi piel se eriza.
Me encanta salir a tomar cerveza con mis amigos, cosa que hago muy seguido, y en una de esas ocasiones bebí más de la cuenta. Debo confesar que cuando bebo mucho, me dan demasiadas ganas de follar. Pero sigamos. A la hora de marcharnos, compartí el taxi con todos mis amigos, que éramos cinco esa noche, y me senté en el puesto del copiloto, ya que yo era la última que bajaba, cosa que no me molestó para nada porque recuerdo muy bien que el conductor del taxi estaba buenísimo, un rubio de ojos claros, barba desarreglada, buen cuerpo y grande, como me gustan.
No voy a negar que me mojé solo de pensar en quedarme sola con él, y no veía la hora en que se acabara la “repartición de amigos” para poder efectuar el plan que unas cuantas cervezas me dieron el valor de llevar a cabo.
Mientras circulábamos pensaba cómo podía acercarme a él, aunque sentí cierta vergüenza ya que soy una chica valores y creencias muy marcadas, pero a fin de cuentas mis instintos sexuales son muy intensos y me cuesta mucho ser recatada cuando realmente estoy excitada. Pasó media hora y dejamos al último que, casualmente, vive muy cerca de mi casa.
Yo llevaba puesto esa noche un top y un short realmente sexys, y llegando a mi casa le pregunté al taxista si tenía chicle o un caramelo, ya que tenía la boca un poco seca y quería algo dulce, y él, muy amablemente, me dijo que no tenía nada, pero yo le puse una carita de cachorra triste que le indicó inmediatamente que yo lo que quería era algo mucho más interesante. Apenas paró frente a mi casa le di un beso en plena boca y él, respondió muy bien, me bajó el top, dejando mis tetas al aire, y tocó muy suavemente mis pezones, con tanto placer que sentí muchas ganas de meterme su polla en el chocho, que por cierto estaba chorreando. Mis pezones son muy sensibles, podría decir que mi clítoris se resume a esos dos puntitos carnosos que tanto me gusta que chupen y manoseen.
El “taxista” siguió con una sesión de besos y toqueteos que cada vez se hacían más intensos, pero me percaté de que estábamos frente a mi casa y le dije que nos fuésemos para otro lugar, el asintió y arrancó, llevándome varias manzanas más abajo, a una zona de muchos árboles. Allí nos bajamos y en el capó del taxi seguimos lo que habíamos empezado, pudiendo detallar sus hermosos ojos y labios. Realmente no me sentí ni un poquito arrepentida de haberme lanzado de esa manera, y menos cuando empecé a notar como masajeaba mi entrepierna y me restregaba su buen bulto. Luego me quitó el top y mis pechos quedaron tiesos, desnudos, frente a él. Yo fui desabrochando lentamente su camisa tocando sus tetillas, su abdomen y su espalda, lo llené de caricias suaves que cada vez se volvían más rudas, pues estaba sumamente excitada, y en ese momento le pregunté su nombre diciéndome:
– Me llamo Javier.
Pegamos nuestros cuerpos, y se dio cuenta de lo que me gustaba sentir mis pezones contra su pecho y no dudó en chuparlos, morderlos y al mismo tiempo tocarme todo el coño, cogiéndomelo enterito, como si fuese una fruta, después me bajó el short y quedé con el tanga, lo cual le excitó mucho. A continuación me puso de espaldas contra el capó del coche, hizo a un lado el tanga y me metió toda la polla hasta el fondo, de un solo golpe. Yo lancé un gemido profundo por lo bien me estaba follando.
Inmediatamente sacó su polla, me agarró del cabello, me hizo arrodillar y me la metió su hasta el fondo de la garganta tanto así, que comencé a toser, pero sin embargo seguía lamiendo y chupando. De pronto, la sacó de mi boca y me colocó sobre el coche, esta vez de frente, entonces pude ver la cara de guarro que ponía y las ganas que tenía de follarme.
En el acto comenzó a darme golpecitos muy rápidos, con su glande, en el clítoris y como yo ya no aguantaba más, me corrí en un orgasmo increíble que me dejó temblando hasta los dedos. Cuando Javier se percató de mi orgasmo me empezó a penetrar salvajemente, agarrándome las nalgas, que apretaba y golpeaba, parecía un animal desesperado
Javier se convirtió en otro, retiró su polla y me empezó a meter los dedos en el coño, primero uno, luego dos, luego tres, hasta que mi raja estaba tan dilatada que sentí su mano entera allí dentro. Sentía dolor pero podía soportarlo. Luego lo hizo con mi ano, pero solo me metió dos dedos, y cuando lo vio bien dilatado me comenzó a follar por el culo, era mi primera vez y sentí que me moría de dolor.
Su polla era bastante gruesa y me dolía, pero después de un rato me acostumbré, y aunque parezca increíble lo disfruté, empezando a sentir como se iba agotando Javier pero aún no se corría y me decía:
– ¡Estás buenísima, tienes el culo de una diosa…!
Como veía que no se corría le dije que parara para hacerle una mamada, pero cuando me bajé del capó, y me puse de pie salió un chorro de semen tanto de mi de mi coño como de mi culo. ¡El muy cerdo se había corrido dos veces y yo preocupada y aún así me seguía follando!
Al notar su leche escurriéndose por mis piernas no pude evitar coger un poco con mis dedos y masturbarme. Después me chupé los dedos y Javier explotó de nuevo, soltando un último chorro de semen que me salpicó todo el cuerpo. Ver ese volcán en erupción, hizo que llegara a mi segundo orgasmo y jamás olvidaré ese orgasmo con ese desconocido acostada en su taxi, con las piernas abiertas de par en par, restregándome en ese mar de leche que me escurría hasta los tobillos y había alcanzado mi cara.
Entonces Javier se tumbó a mi lado, me besó apasionadamente y muy exhausto me dijo que jamás le había pasado algo así con una pasajera, y me dio las gracias, tocándome un buen rato hasta que el pegajoso semen se secó, entonces me puse la mini ropita que llevaba y le regalé mi tanguita para que nunca me olvidara, llegando ambos a un acuerdo de no buscarnos, como si eso no hubiese pasado.
Me dejó en mi casa sin cobrarme nada, subí a mi habitación y dormí muy bien. No me arrepiento de lo hecho, y ahora cada vez que me toco, solo pienso en ese encuentro que nunca lo había contado, pero ésta revista me dio valor, al leer todas las experiencias que han escrito aquí.
Recibid todos mis besos.