Relato erótico
Estrené lencería
Sabe que es atractiva y le gusta vestirse, elegante, pero provocativa. Estaba sola en casa probándose una lencería que le regaló su marido y llamaron a la puerta. Eran unos amigos de su hijo que le traían unos apuntes de los exámenes de la universidad.
Sara – ELCHE
Hola, me llamo Sara. Soy una mujer que me considero muy sensual y provocativa. Me encanta vestirme de forma muy sexy y atrayente. Eso sí, con buen gusto y clase. De hecho, cuando voy de compras, los hombres no dejan de echarme algún piropo y yo aprovecho la ocasión de pasearme delante de ellos con un contorneo muy tentador.
Ahora os voy a contar qué me ocurrió una vez en que mi marido estaba de viaje y unos amigos de mi hijo acudieron a mi casa para entregar unos apuntes para los exámenes que tenían pendientes. Mi hijo tampoco se encontraba en casa ya que aprovechó para irse de acampada con su novia. Así que estaba sola en mi casa y aproveché la ocasión para probarme una lencería muy sexy que recién mi marido me había regalado. Era muy sugestiva, se componía de un picardía negro transparente, adornada con brillos, y a juego con un tanguita minúsculo y un precioso liguero que sujetaban mis medias. Me puse los tacones más altos que pude encontrar para luego poder pasearme ante el espejo y ver lo bien que me quedaba.
Me excité mucho, ya que el contraste de la lencería negra con mi pelo rubio platino me hacía aún más perversa y seductora. Noté que mi pubis depilado empezaba a humedecerse y no pude contener la tentación de tocarme. En ese momento sonó el timbre de casa y con sobresalto cogí lo primero que se me vino en mente para taparme y poder abrir la puerta de una manera decente. Al abrir la puerta, vi a dos jóvenes estupefactos ante lo que tenían delante de sus narices. Me di cuenta en ese momento que había cogido mi abrigo de piel que me cubría tan solo una pequeña parte de mis muslos por encima de mis rodillas.
Pregunté cual era el motivo de su visita y ellos tardaron unos minutos en contestarme. Al final, uno de ellos me dijo que eran amigos de mi hijo y que querían entregarle unos apuntes para los exámenes. Yo les respondí que mi hijo estaba fuera, pero de repente, no sé porque, les hice pasar al salón con el pretexto de notarles algo cansados, invitándoles a tomar un pequeño refrigerio.
Ya sentados en el salón nos hicimos las presentaciones de rigor y puse algo de música para romper el hielo. Uno de ellos se llamaba Luis y era de color. El otro se llamaba Jorge, era moreno mediterráneo y un poco más alto. Los dos tenían más o menos la edad de mi hijo, unos 21 años. En un momento dado, Jorge se levantó y me cogió de las manos para acercarme hacía él invitándome a bailar. Al principio marqué algo las distancias pero poco a poco noté como sus manos empezaron aferrarse a mi cuerpo mientras mi abrigo se abría dejando ver la lencería que tenía puesta. Pasaron unos minutos muy intensos cuando sentí de repente otras manos por detrás que iban quitándome el abrigo. Eran las de Luis, el chico de color. Los dos jóvenes se apretaron muy fuerte contra mi sin dejar de darme cientos de caricias, besos y lametones por todo mi cuerpo, desde mis tacones hasta mi cuello de manera lenta y muy dulce. No dejaban de decirme cosas muy picantes que provocaban en mí unos gemidos de placer y me hacían sentir cada vez más húmeda y excitada.
Pronto perdí la noción de todo, cayendo de rodillas ante ellos mientras se desnudaban, y cogí sus tremendos “sables” para acariciarlos y llevármelos a mis labios rojos que paulatinamente se abrieron para saborear la virilidad que los dos jóvenes me ofrecían y que yo de manera muy golosa aceptaba.
Luis, el chico de color, se acercó a la mesita centro del salón para quitar todo lo había sobre ella, luego se tumbó boca arriba invitándome a cabalgar encima de él. Así lo hice, me puse encima de él lo más abierta y húmeda posible para facilitar su penetración en mi coñito, que no paraba de manar flujo a cada momento.
Mientras se aferraba a mi cintura para bombearme, me dijo:
– ¡Que bien hueles! Me gusta tu perfume de puta casada… siií… oooh!
Eso me puso más cachonda y empecé a mover mi cuerpo como nunca lo había hecho hasta ahora. Luis siguió con sus palabras subidas de tono. Esta vez dijo:
– ¡Anda Jorge, mira como tiene esta zorra infiel la rajita de su culo! Está deseando que se la metas hasta al fondo. Seguro que el cornudo de su marido no sabe darle caña como nosotros se la estamos dando. ¡Anda, fóllate a esta perra en celo por detrás mientras yo le sigo dando gusto…. asiiií…! ¿A que sí putita infiel?
Esa última pregunta iba dirigida a mí y no tuve tan siquiera la oportunidad de responder que estaba deseosa de sentirme poseída por dos machos tan jóvenes a la vez. Sentí como la polla de Jorge iba perforándome el trasero mientras Luis no dejaba de metérmela por delante. De repente tomé la iniciativa y le dije a Luis que se sentara en el sofá del salón, me senté encima de él bien abierta introduciéndome yo misma su enorme pene de color en mi culo mientras Jorge, de pié, me puso su tranca bien dura en mi boca mientras no paraba de acariciar mis tetas y sobre todo mi clítoris dilatado. Yo les decía a los:
– ¡Así, no paréis de darme gusto! ¡Que bien lo estáis haciendo…. oooh… sí… así…! Me hacéis sentir una hembra casada infiel y me encanta serlo.
Jorge en ese instante, dejó de ponerme su enorme tranca en mi boca para colocarse encima de mí y metérmela hasta el fondo en mi vagina mientras Luis no paraba de encularme. Al final acabamos los tres en el suelo. Jorge por debajo de mí penetrando mi coñito, que estaba a punto de correrse y Luis con su enorme cipote negro rompiendo mi esfínter.
Pero yo no recordaba que había dejado la puerta de cristal que da al jardín abierta y me di cuenta que Carmelo, el jardinero de casa, estuvo durante todo momento observándonos y como era de esperar, estaba muy excitado haciéndose un paja, así que le hice un ademán para que se acercara mientras los dos muchachos me estaban follando bien follada.
Carmelo, que ya era un hombre algo maduro, no se hizo rogar y se acercó ofreciendo su polla para que me la comiera por completo. En ese momento empecé a soltar flujo en cantidades y los chicos no dejaban de decirme:
– ¡Anda, córrete ya guarra infiel!
De esa manera me corrí diciendo:
– ¡Aaaah… me corro… siiií… lo hacéis mejor que el cornudo de mi marido… aaah… me corroooo…!
Al mismo tiempo, sentí como un gran chorro de leche de Jorge, me inundaba todo el chocho y unos instantes después Luis hizo lo mismo con el agujero de mi culo y mientras gozaba aún del semen de los dos jóvenes, el señor Carmelo me dijo:
– ¡Abre bien la boca, que aquí tienes aún más leche que probar! ¡Tómala toda!
No tuve más remedio que tragarme otro buen chorro de leche que dejó manchada mi cara y el resto en lo más profundo de mi garganta.
Desde luego, no puedo negar que aquella tarde tuve una de mis experiencias sexuales más excitantes y llenas de morbo. Y debo decir que lo único que pude quitarme fue el abrigo. No me dio tiempo para despojarme de la lencería que me había regalado el cornudo de mi marido. Tanto Jorge como Luis, los amigos de mi hijo, al igual que nuestro jardinero el señor Carmelo, me follaron bien follada con la lencería puesta y tan solo apartaron a un lado la pequeña tirita de mi tanguita transparente para poder penetrarme en mis agujeros.
Debéis imaginar como habrá quedado mi lencería después de pasar esos momentos tan llenos de sensualidad y de morbo a tope. Lo único que os puedo decir es que al par de días, cuando regresó mi marido, esa noche me acosté con él con la lencería en cuestión. Mientras me hacía el amor a su manera, yo recordaba con buen sabor de boca la experiencia que tuve.
Mi marido, al acabar, me dijo que nunca me había notado tan excitada. Yo no le respondí. Espero que pongáis unas bonitas y muy sensuales fotos acorde a mi experiencia que os he contado.
Un beso muy cálido, húmedo y sensual de una verdadera putita casada y muy infiel.