Relato erótico

“Estrenando” cuernos

Charo
17 de julio del 2019

Su mujer había ido de viaje de negocios con su jefe y un buen amigo de los dos, que trabajaba con ella, le contó que el jefe se la había “beneficiado”.

Eduardo – MADRID
Carmen se veía radiante aquella noche. Su cabello castaño caía sobre su rostro haciéndola ver frívola e interesante. Su escote dejaba entrever el paraíso que para mí siempre había significado su pecho, y su vestido apretado me hacía desearla con un desesperante morbo.
Estábamos manteniendo una conversación seria, pero, aún y así, no podía dejar de admirarla. Carmen respondió a mi pregunta:
– Pero ¿qué es lo que quieres que te diga, que me acosté con él?
– No, simplemente quiero que me digas la verdad. Si lo hiciste dímelo, pero no me mientas – le dije.
Yo estaba ansioso por oírle decir que no, que era mentira lo que me había dicho mi amigo Enrique, y que en ese viaje “de negocios” junto a Lorenzo, su jefe, no había pasado nada entre ellos dos.
– Mira mi amor, yo nunca te he negado que mi jefe me gusta, siempre me ha gustado, pero una cosa es que me sienta atraída por él, y otra muy distinta que me esté acostando con él. Si no me crees, allá tú. No se porqué Enrique te diría eso, pero si mi jefe le dijo a Enrique que me había “gozado” tal vez sea porque había disfrutado de mi compañía durante el viaje.
– ¡No Carmen! – respondí -. Enrique me lo dijo muy claro… Tu jefe le dijo: “¡A Carmen me la tiré en el viaje, y está muy buena!”
– Por favor Eduardo, deja ya de fastidiar con eso – me respondió – No tuve nada con él, y no quiero hablar más al respecto.
– ¿Pasó algo entre vosotros? – le pregunté.
Ella me miró con cara de cómo se te ocurre, y me dijo que no empezara con mis celos. Sin embargo, dos días después hablé con Enrique, que es un viejo amigo que también trabaja en esa empresa, es prácticamente el brazo derecho del jefe de mi mujer, y me dijo:
– Te voy a contar una cosa, pero muy entre nosotros, porque si abres la boca me puedo quedar sin empleo. Lorenzo me dijo anoche, entre copas, que en el viaje que hizo con tu mujer se la “había gozado”, y que estaba muy buena… pero cuando le pregunté que si se la había follado cayó en la cuenta de que tú y yo somos amigos y no me quiso decir nada más… me cambió el tema.
Yo me quedé de una pieza, me sentí el mayor cornudo de la historia, y aunque le prometí que no le diría nada a Carmen para mí fue inevitable. Como dije, ahora que Carmen lo negaba todo no me quedaba otro remedio que creerle, e imaginar que Lorenzo solo quería alardear diciendo algo que no era cierto. Sin embargo, empecé a aclarar mis dudas cuando una semana después me encontraba en la sala revisando unos papeles y sonó el teléfono. Carmen se encontraba en la habitación mirando la tele y ambos contestamos al mismo tiempo.
– Diga… – dijo ella-.
– ¿Carmen? – era la voz de Lorenzo.
– Si, hola – dijo ella bajando la voz.
– ¿Está tu marido en casa?
– Si.
– ¿Mejor cuelgo?
– Espera que miro lo que está haciendo – contestó ella.
Enseguida colgué y me hice como que estaba concentrado en mis papeles. Cuando ella se asomó me dijo:
– ¿Qué haces?
– Aquí revisando cuentas… ¿quien era?
– Número equivocado – me contestó y volvió a la habitación.
Descolgué de nuevo y me dediqué a escucharlos.
– Hola – volvió a decir en tono bajo.

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– Te extraño – dijo él.
– Yo también – le dijo ella.
– ¿Tu marido?
– Liado con papeles.
– Sólo quería decirte que me haces falta, que no dejo de pensar en ti.
– Yo igual.
– Te deseo tanto… quiero tenerte aquí para hacerte el amor, quiero besarte, chuparte, hacerte mujer de nuevo.
– Hum, yo también te deseo… mañana nos vemos en la oficina…
– ¡Bien, hasta mañana, mi putita!
– ¡Hasta mañana, mi macho!
Colgué con el alma en las manos. Me sentía como cualquier hombre que ame a su mujer y se entere de que ha sido de otro, de que otro la ha disfrutado a sus anchas. ¿Qué iba a hacer? ¿Dejarla, perdonarla? Ella estuvo muy cariñosa, le dijo “mi macho”. ¿No era yo lo suficientemente macho para ella? Estaba confundido, rabioso, asustado, era el peor día de mi vida. No sé porque, no tengo idea que me llevó a hacerlo, pero me metí al cuarto de huéspedes, me bajé los pantalones y me puse a hacerme una paja. Fue en ese momento que Carmen entró en la habitación, me di cuenta de que en medio de mi desesperación no había puesto el cerrojo, y ella pudo verme con los pantalones bajados, sentado en la cama con mi polla en la mano.
– ¿Qué haces? – me dijo sorprendida.
– Nada – le contesté subiéndome los pantalones
– ¿Te estabas masturbando…?
– Pues si… ¿tú nunca lo haces? – fue lo que atiné a decirle.
– Pues no, para dame placer te tengo a ti Eduardo…
Salí del cuarto y entré en el baño, me lavé la cara y salí de nuevo. Decidí confrontarla, decirle que lo sabía, pedirle una explicación. Cuando le dije que había escuchado la conversación se puso roja y comenzó a llorar.
– ¿Me vas a dejar? – me preguntó.
– Sabes que no… solo quiero que me digas toda la verdad… ¡Toda! – le dije.
Después de tranquilizarla y aclararle que no la iba dejar, pues después de todo era mi mujer, la mujer que amo y que amaré por siempre, ella accedió a contármelo todo tal y como sucedió y sin omitir detalles. Me dijo que durante el vuelo Lorenzo no había hecho otra cosa que decirle lo mucho que le gustaba, que hacía mucho quería tener algo con ella, que lo volvía loco y cosas por el estilo. Carmen no negó que se sintió halagada, y al decirle que a ella también le atraía él, este empezó a convencerla de tener “una aventura”. Le dijo que solo le bastaba con verla desnuda, ya que sus piernas y su trasero debían ser sencillamente espectaculares. El maldito no se equivocaba. Carmen tiene un cuerpo realmente envidiable. Su culo es perfecto, sin estrías, apretadito y levantado, y sus piernas son largas y bien formadas. Además tiene unas tetas espectaculares, con pezones oscuros, muy sensibles que se ponen erectos con el solo roce de mis dedos.

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Al llegar a destino Lorenzo pidió una sola habitación en el hotel. Ella intentó negarse, pero él le dijo que no pasaría nada entre ellos si ella no lo deseaba, que se relajara y aceptara, ya que al fin y al cabo ahorrarían dinero extra. Los días transcurrieron normalmente, Lorenzo había respetado a Carmen evitando dormir junto a ella ya que usaba un sofá bastante amplio y cómodo. Sin embargo, la última noche de viaje, al regresar al hotel después de haber trabajado todo el día Lorenzo y Carmen hablaron largo rato tomándose unas copas, después de haber entrado en más confianza este le dijo que solo le pedía que lo dejara verla desnuda. Carmen me dijo que se negó, pero que el insistió tanto que, después de hacerle prometer que sería eso y nada más, ella accedió. Carmen se quitó la ropa frente a sus ojos mientras que él se sacaba la verga y se la masajeaba, así que Carmen pudo observar su instrumento mientras le hacía el strip-tease. En este punto yo también me saqué la polla y empecé a masturbarme mientras ella me contaba. Carmen me miró extrañada.
– ¿Te excita lo que te digo? – me preguntó.
Continuó diciéndome que se quitó toda la ropa, y que notó como Lorenzo estaba extasiado observándola, lo cual comenzó a excitarla. Decidió juguetear con su vulva frente a él, y luego introdujo uno de sus dedos en su raja para sacarlo mojado de sus fluidos. Entonces Lorenzo le dijo:
– Déjame chuparte el dedo.
Ella accedió metiéndoselo en la boca. El lo chupó bebiendo y gimiendo roncamente. Carmen decidió acabar el juego en ese momento, pero él la tomó por los brazos y la agachó contra su voluntad.
– No pude hacer nada – me dijo – en menos de un segundo tenía su verga metida en mi boca. Eduardo, mi jefe me agarró del cabello y empezó con el sube y baja a mi cabeza.
– ¿Se la mamaste? – pregunté.
– Sí, mi amor, no lo pude evitar, se la chupé mucho y mientras que yo me le comía su verga él me acariciaba los pechos, me los pellizcaba hasta hacerme daño, me decía “perra, zorra, puta…” y yo me calentaba más y más. Después de un rato me dijo que le chupara los huevos, y lo hice sin dejar de masturbarlo con las manos. ¡Oh, esa verga es para morirse mi amor! Su olor a macho me volvía loca, así que seguí alternando la mamada entre los huevos y su polla.
Yo estaba que me corría con su relato, me imaginaba al maldito de Lorenzo retorciéndose de gusto, observando a mi mujer haciendo todo cuanto él quería. Entonces dejé de menearme la polla para evitar eyacular, y continué escuchándola.
– De pronto Lorenzo me tomó de la mano y levantó con fuerza diciéndome, “¿quieres que te la meta? ¿La quieres dentro?” Le dije que no, que dejáramos así, aunque por dentro sí lo deseaba amor. El me dijo, “ahora vas a ver mi putita como te voy a comer toda, vas a terminar pidiendo más”. Me acostó en la cama y trató de abrirme las piernas. Yo sabía que la clavada era inminente, pero rehusaba, no sé por qué, pero quería que lo hiciera a la fuerza. Sus fuertes brazos lograron abrirme por completo, me puso su verga entre las piernas y me lo metió hasta el fondo de un solo empujón. Yo grité, pero a la vez lo envolví con mis piernas y me dediqué a sentir aquel palo grande y fuerte dentro de mí.
Carmen comenzó a masturbarse por encima de la bata que tenía puesta mientras decía esto.
– Déjame ver el coño que tu jefe se comió – le pedí.
Ella obedeció, se subió la bata, apartó sus bragas y empezó a sobarse el chocho con sus dedos mientras siguió diciendo:

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– Eduardo, ¿te acuerdas cuando te decía que el tamaño de la polla no importa? Pues déjame decirte que sí importa, porque ese canalla me folló como tú nunca podrás… perdóname lo que te digo, mi vida, pero es cierto, esa verga me llegaba tan adentro que me parecía que me iba a partir en dos, fue increíble, cada vez que entraba en mí sentía a un verdadero macho. Empecé a chuparle las tetillas, que me quedaban justo frente a mi boca, me abracé a él con brazos y piernas permitiéndole follarme como quisiera, lo dejé que me gozara, mi amor, que abusara de mí como se le diera la gana, porque tenía la verga más dura y deliciosa que mujer alguna pudiera desear.
– ¿Le decías algo… o él a ti?
– Sí, yo le decía, fóllame mi macho, dame duro, fóllame fuerte, hazme tuya, méteme la verga que tienes, que gustooo… quiero que me folles hasta que me muera.
Carmen seguía masturbándose, cerrando los ojos se transportaba a ese momento y parecía en trance narrando lo sucedido. Yo, por supuesto, continué pajeándome sin dejar de observar esa cueva por donde aquel macho había mancillado mi propia hombría. Carmen estaba empapada de solo recordarlo todo.
– Mientras tanto él sonreía y me decía, “te lo dije, ibas a terminar pidiéndome más verga… goza puta… goza con mi verga… apuesto que es más grande que la de tu maridito… la de ese tío no llegará ni a los 12 cms”. Yo le contestaba que no, que la tuya no era ni la mitad de grande y que ojalá me dieras permiso para que él me follara cada vez que quisiera… Perdona Eduardo, pero eso le dije.
– Golfa – le dije sintiendo que me iba a correr – sigue contando, putón.
– Sí, soy un putón porque dejé que me “gozara”, como se lo dijo a Enrique, me gozó… y yo gocé como una cerda, y me gustó mucho, sabes amor, me encantó que me follara, me fascinó como me rompió el chocho con su enorme verga… hummm… Cuando me corrí pensé que el orgasmo no terminaría, su verga estimulaba mi clítoris al entrar, y al salir jodía la parte anterior de mi vagina, así que me corrí Eduardo, me corrí deliciosamente… hummmm… como me corrí… no te imaginas como me hizo gozar ese maldito macho… En ese momento hubieras podido entrar tú en persona y yo no hubiera podido parar…
Yo no aguanté más y comencé a soltar chorros de semen sobre la cama, eyaculé oyendo como Lorenzo la hizo gozar. Sentí envidia y celos mezclados con un orgasmo delicioso. Carmen me miró y continuó:
– Cuando terminé de correrme en los brazos de Lorenzo, él sacó su verga de mí y me la puso en la cara. Me corro, dijo y me llenó la cara con su semen. No sé porque la sacó para correrse, pero de esa polla salían chorros y más chorros de espeso semen que me caían por todos lados, me inundaron el cabello y la cara hasta caer en mis tetas y ese olor a macho que aún me parece sentir… Pero ahí no acabó todo, Lorenzo se recuperó instantáneamente, no como tú que necesitas como media hora, y enseguida me puso a cuatro patas y así a lo perro, me la metió de nuevo, pero esta vez por mi culo. Al comienzo me dolió mucho, pero me fui adaptando poco a poco hasta que me entró casi toda en mi culo, mientras me sobaba las tetas y me lo empujaba suavemente mientras yo le acariciaba los huevos… Uff, como me entraba por aquí – y ella se metía un dedito en el culo – me entraba hondo… es todo un macho ese canalla… es un verdadero macho.
– ¿Se corrió de nuevo? – le pregunté tontamente.

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– Claro que se corrió otra vez, después de unos seis minutos de estarme dando por detrás, pero esta vez no la sacó, sino que me inundó el culo con su leche mientras que hacía como un cerdo en celo. Cuando me la sacó yo tenía mi agujero empapado de esperma, y tú tenías tus cuernos bien puestazos en la frente, mi vida. ¿Te acuerdas que tú me llamaste esa noche?, pues fue justo en ese momento Eduardo. El teléfono sonó justo cuando acabamos de follar, yo contesté y te dije que estaba bien, que Lorenzo se había comportado muy bien conmigo y que regresaríamos al otro día temprano. Mientras tú me ofrecías ir por mí al aeropuerto, Lorenzo estaba abriendo mi culo para deleitarse al ver como salía su semen de mi agujero. Yo seguía excitada y cuando colgué diciéndote que no te preocuparas, que no te había sido infiel y que nunca lo sería, se la volví a chupar mi amor, le lamí otra vez la verga para limpiársela bien, hasta dejársela erecta de nuevo y brillante con mi saliva.
Cuando Carmen dijo esto me le fui directo a su coño, besándola y chupándola con violencia.
– Eso, Eduardo, chúpame lo usado, cómete el coño que fue de otro macho, llénate de leche macho, úntate de verga de otro, disfrútalo, cabrón carnudo, chúpame el culo también, eres un cornudo feliz, no sabes como me gusta que me lo chupes después de que otro se lo folló entero… hummm…
Seguí lamiéndole el coño y el culo, hasta que se corrió como la guarra que es, agarrándome la cabeza y untándome de sus fluidos por toda la cara.
– ¡Aaaah… así… que gusto, pero como extraño esa verga de mi jefe!
Ahora, mientras escribo este relato, Carmen está tomando una ducha, tal vez pensando en lo cornudo que soy. Hemos hablado y me ha dicho que piensa renunciar a su trabajo, pero que no sabe si renunciará a seguir viéndose con Lorenzo. Ahora sabe que disfruto de su infidelidad, ahora sabe que aunque no le haya dado un permiso expreso para acostarse con Lorenzo, o con cualquiera que se le ocurra, ella podrá seguirlo haciendo sin que yo me atreva a dejarla. Mi mente aún no sale de su asombro, pero mis cuernos son un hecho irrefutable, y ya no puedo hacer nada al respecto.
Suena el teléfono… no me extrañaría que fuera Lorenzo, buscando nuevamente oír la voz de su amante, de mi propia mujer, su puta de turno.
Saludos.

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