Relato erótico
Estaba hambrienta
Es monitora y había ido a unos campamentos en Granada. Su novio tuvo que quedarse en Madrid por unos temas laborales y le echaba en falta. Estaba caliente e intentaba hacer deporte para tranquilizarse. Aquel día estaba corriendo por la carretera y un coche paró para preguntarle una cosa.
Macarena – Madrid
Me llamo Macarena, tengo 24 años y soy de Madrid. Tengo un cuerpo rellenito pero armonioso, mis pechos son grandes, redondos y con unos pezones también grandes. Mi culo también es redondito y ha experimentado las delicias del sexo anal. Tengo novio y le quiero, pero el verano pasado tuve una experiencia que me hizo ver que muchas veces, el sexo no tiene nada que ver con el amor.
Soy monitora en un campamento en Granada. Mi novio inicialmente iba a asistir también como monitor, pero un trabajo de última hora le retuvo en Madrid.
Yo no soy una ninfómana, pero tampoco fría; llevaba una semana sin nada que llevarme a mi almejita y últimamente me daban unos subidotes tremendos. No podía follar con nadie del campamento, pues todos eran amigos míos y de mi novio. Deseaba llegar a Madrid para darme una buena juerga con mi novio, pero no sabía si iba a poder soportar los siete días que me quedaban aun de campamento.
Para desfogarme un poco, me levantaba todas las mañanas antes, me ponía un bikini deportivo, un pareo a la cintura y caminaba 4 kilómetros hasta una laguna que había, me pegaba un chapuzón helado y me volvía al campamento con el tiempo justo para el desayuno. Esa mañana acababa de bañarme y de regreso no llevaba ni 500m cuando por la carretera apareció un 4×4 algo destartalado, me rebasó y paró unos metros más adelante. Se abrió la portezuela de detrás y salió un chico de unos 25 años.
– ¡Guapa! Si vas para el campamento te llevamos que vamos de paso.
Normalmente no habría aceptado, pero había bajado mis calores un poco y ese día no me apetecía mucho andar, así que acepté la invitación. Me acomodé en la trasera con el chico que me había hablado. Los dos eran morenos, fuertes y el conductor llevaba una perilla muy bien cuidada. La primera mirada del chico de tras fue para mis tetas, los pezones por el frío del baño, estaban duros y se marcaban un montón en el sujetador de mi bikini. Esa mirada al principio me incomodó pero luego me fijé en el bulto que se marcaba en sus vaqueros, entonces noté como me iba volviendo el calentón. Notaba como en lo más profundo de mi chocho empezaba a derramarse algo.
– ¿Qué? ¿Vais al trabajo? -dije buscando conversación.
– Sí, claro -contestó mientras echaba una mirada más profunda a mis tetas- Oye…vaya pedazo de tetas que tienes.
Normalmente, en Madrid le hubiese soltado a cualquiera una torta y mi novio dos, pero no estaba en Madrid ni mi novio estaba allí.
Y mientras la respiración se me hacía más jadeante y una riada de calor húmedo me empezaba a descender por la abertura vaginal, le respondí lo que nunca creí que habría respondido.
– ¿Te gustan?
– Claro, son la hostia ¿Podría verlas al natural?
Por tercera vez en la mañana, volví a sorprenderme y mientras le lanzaba una mirada a Esteban (así se llamaba el chico), me eché mano a la espalda, me desabroche el top y lentamente me lo quité. Todavía tenía los pechos húmedos del baño y entre el frío y la subida de hormonas que me estaba dando, tenía los pezones tan duros que hubiese podido cortar vidrio. Esteban los miraba atentamente y yo mientras le echaba un vistazo a su paquete, que empezaba a adquirir unas proporciones monstruosas. Los líquidos ya me habían rebasado los labios y empezaban a empapar el bikini. Jamás en la vida había soltado tanto flujo. Yo ya había llegado al máximo de lo que daba y notando como el corazón me latía tan fuerte que creía que se me salía por la garganta, me aproximé a él y le besé en la boca, un beso húmedo y lujurioso, que diría alguien. Comenzamos a juguetear con las lenguas y notaba el sabor salado de su saliva. Mientras me besaba me agarró los pechos con fuerza y comenzó a juguetear con mis pezones. Alex, el chico que conducía, nos echó una mirada y dijo:
– ¡Eh, dejadme algo para mí!
De repente, Esteban me cogió del pelo por detrás y separando nuestras bocas me dijo:
– Mira, te voy a enseñar algo que también es la leche.
Y con la otra mano, comenzó a bajarse la bragueta. Cuando acabó, un tremendo bulto apareció y con la mano se sacó la polla. La verdad es que soy enfermera y en mi vida profesional he visto muchas pollas, aparte de la de mi novio, que esta magníficamente dotado, pero aquello de Esteban era un auténtico monstruo de la naturaleza. Posiblemente alcanzara los 30cm y apenas podía abarcarla con la mano. Me quedé anonadada, con la boca abierta. Esteban me miraba sonriendo.
Despacio le agarré la polla y fui descendiendo hasta que mis labios se posaron en su glande, comencé a besar su polla como una loca, primero despacio y luego deprisa, sacaba mi lengua y me empleaba a fondo sobre ella; la primera que comía que no era de mi novio. Después de haber ensalivado bien, me la metí en la boca o eso traté de hacer, porque apenas me entraba. Tenía un sabor diferente a la de mi novio, nada desagradable. Esteban suspiró y deslizó su mano entre la braga de mi bikini y mi culo, metió un dedo por la raja y mientras yo trabajaba su aparato, él me masajeaba el ano.
Mientras le comía la polla me vino el primer orgasmo, casi de una manera dolorosa. Los labios vaginales me palpitaban y el clítoris me daba como descargas. Mientras, aunque yo no lo veía, Alex paró a un lado de la carretera. Pasado un rato, Esteban comenzó a jadear más fuerte, me agarró otra vez con fuerza del pelo y enterró su dedo hasta el nudillo en mi recto. Según tengo entendido, lo que he visto por mi novio y en películas, los chicos se corren a ráfagas, pero Esteban era un prodigio, un chorro cálido y cremoso como el yogur comenzó a llenar mi boca y aquello no paraba ni un momento. Mi boca tragaba y tragaba pero aquello no me daba respiro, el esperma me rebasaba la boca tuve que apartarme y un último chorro manchó mi cara y pelo. Me incorporé y empecé a tragar lentamente el semen, saboreándolo lentamente. Tenía un sabor entre dulce y salado y me parecía ambrosía de los dioses.
Parte se me escapó por las comisuras y me cayó en las tetas.
Como habíamos parado, Esteban abrió la puerta del coche y sin decir palabra, me tiró de las piernas, quedando tumbada sobre el asiento de detrás. Rápidamente, me agarró del bikini y de un golpe, me lo quitó. Me separó las piernas y hundió su cara en mi entrepierna, comenzó con mi clítoris y fue como si una explosión hubiese sucedido en mi vientre y en mi cabeza. Creo que grité como una loca y cerré los ojos. Solo se oía el chapoteo de la lengua de Esteban en mi coño y mis jadeos. La lengua de él se deslizaba una y otra vez dentro de mi inundada vagina y con una mano pajeaba mi clítoris. Ni siquiera oí como Alex abría la puerta que había a mi cabeza. Solo me di cuenta cuando coloco su polla en mi cara. Abrí los ojos y allí tenía yo esa cosa, así que cogí, me la metí en la boca y comencé a mamar como si me fuera la vida en ello. Alex emitió un gemido, se inclinó sobre mí y agarrándome los pechos, comenzó a follarme la boca.
Entraba y salía como si se tratara de un coño, entonces tuve mi segundo orgasmo, Alex se corrió en mi boca. Esteban se levantó y desnudándose, comenzó a penetrarme, mientras Alex me extendía con su polla su leche por la cara y yo me recuperaba de los coletazos de mi orgasmo, noté como la bestia se apoyaba en mi coño y comenzaba a abrirse camino. Comencé a gemir y a jadear, notaba como se iba abriendo camino a través de mi canal. Esteban empujaba y empujaba, pero era tan grande que costaba meterla. Finalmente, Esteban se salió un poco y de un violento empujón la metió. Los 30 entraron de golpe y la punta de su polla golpeó con violencia en el fondo de mi vagina. Un dolor enorme me subió por el vientre y grité.
– ¿Te gusta? ¡Te la vas a tragar hasta mis huevos!
Y comenzó a moverse. Cada vez que la metía me golpeaba el fondo, pero ya no me dolía, todo lo contrario, empezaba a gustarme demasiado, estaba en la gloria. Estuvo follándome un buen rato, yo tumbada en el asiento de detrás, la cara manchada de esperma, desnuda y extasiada. Él me sujetaba los tobillos en alto y cada vez que entraba o salía, sonaba el chapoteo de mis jugos. Finalmente, Esteban empujo hasta que sus cojones golpearon en mis nalgas y sin sacarla, comenzó a moverla en círculos. Yo estaba al borde del paroxismo, todo me llevaba al tercer orgasmo; el olor a semen y sudor, el sabor del esperma, todo… Jamás me había sentido así. Finalmente, Esteban se apretó aun más y de un golpe, salió y comenzó a correrse. Notaba el chorro en mi cuerpo. Por fin terminó y se sentó en el suelo jadeando. Yo me quedé un rato con los ojos cerrados, relamiéndome los labios de los restos de la corrida de Alex, cuando abrí los ojos y me giré, vi a Alex haciéndose una paja.
– Alex, no te desperdicies, yo tengo un sitio donde puedes guardar tu aparato.
Alex sonrió, se acercó a mí y cogiéndome de la mano, me hizo levantarme.
– ¿Dónde vamos?
– Vamos a la parte trasera del coche, estaremos más cómodos.
Nos dirigimos hacia allí. Al ponerme de pie, notaba como los líquidos se deslizaban fuera de mí y me caían por los muslos. Alex abrió el maletero, extendió una manta y se tumbó, con su rabo erecto hacia arriba. El suyo no era como el de Esteban, pero era de un tamaño respetable. Me subí a la parte trasera y colocándome a horcajadas sobre su polla, me dejé caer con todo mi peso sobre ella, oyendo el chapoteo que hizo al entrar. Inmediatamente comencé a cabalgar sobre el como una posesa. Cada vez que introducía su pene, salpicaba su pubis con mis jugos. Alex me agarraba las tetas, me las amasaba y pellizcaba los pezones hasta hacerme gritar. Tuve mi cuarto orgasmo a grito pelado, como si me estuvieran destripando, pero no quería parar, quería que me reventaran a pollazos. Alex estaba cerca de correrse, así que cambie de postura, me puse de rodillas y abrazando su cuello, comenzó a llevar el control de la follada. Llevábamos un rato así cuando me giré y vi a Esteban cascándosela. Le llamé entre jadeos:
– Esteban, cariño, ven que todavía tengo espacio para ti…
Y señalé mi ano. No se como se me ocurrió con la taladradora que tenía, pero puesto que hoy era el día de las locuras. Esteban se acercó al coche y de la caja de las herramientas sacó un tubo de grasa. Se puso un poco en la mano y comenzó a extendérmelo por mi ojete. A continuación subió al coche y de un solo golpe me la metió hasta las entrañas. Fue como cortar mantequilla con un cuchillo caliente, me metió sus huevos hasta el culo y no me dolió nada. Yo había visto en las revistas como dos tíos follaban analmente y vaginalmente a una chica, cosa que siempre me ponía muy caliente, pues bien, ya lo estaba experimentando. Me follaban por turnos, Alex me penetraba y Esteban se quedaba quieto en mis intestinos y después de un rato, Esteban me jodía por el culo y Alex dejaba descansar su tranca en mi caverna. Esta sensación si que era nueva y única, dos pollas dentro de mi cuerpo follándome a la vez, el colmo del placer. Sentía las dos pollas a través de la delgada pared que separa recto y vagina.
Finalmente, Alex entre espasmos comenzó a correrse. Notaba su leche correr por mi vientre. Por fin, se quedó parado, jadeando y con su ya fláccido miembro. Entonces, Esteban aprovechó la inmovilidad de su compañero para dedicarse a mi trasera. Comenzó con una fuerza y una rabia que creía que me iba reventar las tripas y me la iba a sacar por la boca, una cosa tremenda, mi ano estaba dilatado hasta unos extremos que yo ni había soñado. De repente enterró hasta el fondo su miembro, hasta que sus pelotas llegaron a mi culo y su pubis hasta la raja del mismo y comenzó a moverla en círculos, sin sacarla.
Creo que puse los ojos en blanco y gemí como una loca, hasta creo que se me cayó la baba. Tuve el orgasmo más bestial que nunca creo que haya tenido una mujer. No me di ni cuenta que comenzó a llenarme los intestinos con ese leche suya y a chorros. Cuando recuperé los sentidos, aun estaba entre los dos chicos, me acariciaban el pelo y me besaban en el cuello. Me dijeron que era la chica más enrollada y sexy con la que habían estado y no lo puse en duda…
Miré mi reloj y ya eran las ocho y media. Debía volver al campamento. Nos desacoplamos y me levanté a vestirme. Notaba como un chorrillo de líquido caliente me bajaba por la entrepierna y la raja del culo. Me puse el bikini y el pareo. Luego Alex y Esteban me dejaron en la puerta del campamento, les di dos besos a cada uno, les agradecí el viaje y ellos me agradecieron el buen rato compartido y desaparecieron por la carretera. No los he vuelto a ver, pues ya no bajé ningún día más a darme los chapuzones, pues ya no los necesitaba. Volví a Madrid en busca de mi novio, ya que necesitada más polla que nunca…
Besos calentitos para todos.