Estaba cachondo

Estaba cachondo, se acercaba el fin de semana y decidió echar una canita al aire. Llamo a su mujer, le dijo que tenía trabajo y se lanzó a la aventura. Fue a una discoteca y en la pista había una mujer cuarentona y atractiva.

Ángel – Oviedo
Queridos amigos, tengo 39 años, estoy casado y lo que voy a contar ocurrió hace dos años aproximadamente. Mi mujer no es muy activa por lo que he tenido que buscarme alguna que otra aventura fuera de casa y eso es precisamente el motivo de mi testimonio. El caso es que un sábado, después del trabajo estaba muy cachondo y decidí irme de movida por Oviedo.
Llamé por teléfono a mi mujer e inventándome una excusa, le dije que no llegaría a casa hasta las seis de la mañana, puesto que el compañero que tenía que reemplazarme en el trabajo se había puesto enfermo y yo me veía obligado a doblar el turno. Nada más acabar mi turno, el normal ya que mi compañero acudió como un clavo a sustituirme, a las diez de la noche y después de ducharme, decidí, siguiendo mi intención de pasar una noche de macha, irme a una famosa discoteca.
Al entrar en el local, no había mucha gente pero según avanzaba la noche, se iba llenando de personal y el ambiente era mayor y más interesante. A mí no me gusta bailar pero aquella noche yo tenía que mojar por lo que me armé de valor y me acerqué a la pista de baile. Vi a una mujer de unos 45 años, bailando sola. No era muy alta pero estaba muy buena. Al acercarme a ella empezaron los lentos y le pregunté si quería bailar conmigo a lo que ella, con una gran sonrisa, contestó que sí.
Al principio no me atrevía a acercarme pero, poco a poco, el ambiente se iba caldeando. La tenía agarrada por la cintura y lentamente fui bajando mis manos hacia su culo. Me excité mucho cuando comprobé, por el tacto de mis dedos, que no llevaba bragas. Mi polla empezó a saltar en la prisión de mis calzoncillos, con ganas de salir del pantalón.
Viendo que ella no protestaba con esas caricias mías, tan íntimas, sobre su anatomía, entonces arrimé mi boca a su cuello y empecé a besárselo a lo que ella respondió agarrándome, sin disimulo alguno, el paquete.
– ¿Quieres que nos vayamos a un sitio más tranquilo? – le dije sin poder aguantar más mi excitación.
– Sí – me contestó sin dudarlo, pero en el acto añadió – Pero estoy con mi marido…
– No hay problema – afirmé muy convencido.
Nos acercamos a la barra del bar, me presentó a su marido, que se llamaba Luis, y ella se fue al servicio. Durante su ausencia, su marido y yo hablamos de ella, confesándome, que su esposa era muy caliente y que precisamente habían ido a la discoteca para ver si alguien podía calmarla.
– De ti depende que te la folles o no – me dijo el esposo sin disimulo alguno – A ella le gusta que le metan mano sin contemplaciones.
Le miré algo sorprendido por su franqueza y entonces añadió:

– Mira, cuando salga del lavabo, nos vamos a mi coche, Eva, mi mujer y tú, os sentáis en el asiento de atrás y si consigues ponerla a gusto, te aseguro que te la follarás pero si no lo consigues, te dejo de nuevo en la discoteca y tan amigos.
En esto llegó Eva y decidimos marcharnos. Por el pasillo de la discoteca yo le iba metiendo mano y así llegamos hasta el coche, nos sentamos detrás, como había dicho su marido. Nada más arrancar, me apreté a la mujer y cogiéndola por los hombros, acerqué mi boca a la suya y empecé a besarla mientras ella, sin dejar de darme la lengua, me bajaba, muy decidida, la cremallera del pantalón, metía la mano en la abertura y sacándome la polla al aire, empezaba a pajearme lentamente.
Sin dejar de besarnos, desabroché su blusa y se la saqué viendo que no usaba sujetador y sorprendiéndome al comprobar el inmenso tamaño no solo de sus pechos sino también de sus pezones.
Apartándome de su boca, bajé mis labios por su cuello y pecho hasta llegarle a las mamas, que lamí y chupé mientras ahora le estaba manoseando la raja y el clítoris con fuerza. Tenía el coño completamente empapado. Viendo que muy pronto se iba a correr, dejé de masturbarla, le subí la falda hasta la cintura y colocándome como pude entre sus piernas, se la metí en el coño de un solo golpe, follándomela como un loco. Al poco rato, ella se corrió mientras se agitaba pero yo, como aún no me había corrido, se la saqué del coño y aprovechando todos los jugos que lubricaban mi polla, quise metérsela por el culo pero ella, reaccionando, se apartó y me dijo:
– No, por ahí no, soy virgen del culo y además un coche no es el sitio más adecuado para que me lo desvirgues, pero no obstante, más adelante y si me haces disfrutar, quizá podrás tener también mi culo.
A todo esto Luis, conduciendo, no dejaba de mirar, por el espejo retrovisor, lo que pasaba en el asiento de atrás. Como no me dejaba metérsela por el culo, se la metí otra vez en el coño y al cuarto o quinto empujón, la oí gritar diciendo que se corría, y como yo estaba a punto también de correrme, se la saqué del coño y pegándola a sus labios, que ella separó, me corrí en su boca. No sé si por gusto o a la fuerza se trago mi larga corrida.
Una vez vestidos, Luis paró el coche y, girándose en el asiento, me dijo que estaba aprobado ya que su mujer, por lo que había visto, había gozado mucho conmigo. Para reponernos un poco, nos fuimos a una cafetería y nos tomamos un café mientras Luis me decía que, si así lo deseaba yo, iríamos a una casita que tenían a las afueras ya que lo bueno aún no había empezado.
Llegamos a la casita y una vez guardado el coche en el garaje, nos subimos a la planta y mientras Luis preparaba unas bebidas, Eva y yo estábamos otra vez a la faena en el sofá.
Cuando llegó Luis con las bebidas, Eva tenía mi polla en la boca.
– ¡Vaya…! – exclamó él al verlo – ¿Es que no hay nada para mi?
Eva, sin decir nada, le bajó el pantalón y le sacó la polla empezando a chupársela pero como al poco rato no se le levantaba, ella lo dejó a un lado y volvió a tragarse la mía para seguir con la mamada pero Eva dejó de chupármela cuando vio a Luis aparecer con un bote de crema.

– ¿Para qué traes eso? – le preguntó ella con voz nerviosa.
– Pues para que nuestro amigo pueda darte por el culo – contestó él sonriendo – Venga, ponte a cuatro patas que te voy a preparar el agujero.
Eva lo dudó unos instantes pero al final obedeció a su marido y se colocó como él quería, mostrando aquel hermoso par de voluminosas y redondas nalgas. Luego colocó sus manos en esas protuberancias tan atractivas y separándolas, me mostró el estrecho agujerito de su trasero diciéndome con voz aún nerviosa:
– Venga, no te lo pienses más, mi culo es tuyo ya que mi marido así lo quiere…
Agarrándome la polla, más tiesa y dura que nunca, me situé de rodillas detrás de este pandero impresionante pero antes de apoyar el capullo en el ano, que se contraía como temeroso del dolor que podría producirle, el marido llevó uno de sus dedos, untado con la crema, hasta él y empezó a llenarlo con la suave substancia para lubricarlo. Luego le metió el dedo en el orificio, entrando y saliendo de él como si se lo follara y de esta manera pude ver perfectamente como el culo de Eva se iba abriendo sin molestia alguna por su parte.
Al poco rato, Miguel me invitó con un gesto a meter mi polla en el mismo lugar en el que había estado su dedo y así lo hice. Eva lanzó un profundo gemido y yo, por instinto y con miedo de haberle hecho demasiado daño, paré de apretar pero, con voz airada, me gritó:
– ¡No pares ahora, lo peor ya ha pasado… empuja, empuja y acaba de joderme por el culo!
Animado por estas palabras, apreté de nuevo y al poco rato toda mi verga estaba metida en aquel canal tan estrecho que me hacía gemir sin para debido al gusto impresionante que sentía. Empecé a encularla lentamente, deslizando mi polla por aquel recto virgen hasta el momento, pasando mis manos hasta sus tetas que, a cada empujón mío, se balanceaban como dos enormes campanas.
Luego, sin soltarle una de sus mamas, llevé la otra mano hasta su coño y a medida que le daba por el culo la empecé a masturbar. Mi estratagema dio resultado ya que muy pronto ella empezó a gritar que se corría. En el mismo momento en que mis dedos recogieron todos los jugos de su almeja, mis huevos explotaron y por primera vez en su vida, ella notó un torrente de esperma en sus entrañas por vía anal.

Los dos quedamos muy satisfechos, pero supongo que su marido mucho más ya que no solamente era eso lo que quería ver, que otro hombre diera por el culo a su esposa, sino que, con su cámara fotográfica, grabó toda le enculada hasta el éxtasis final.
Saludos para todos.