Relato erótico
Esposa para dos
Iba a comprar a una tienda cercana a su casa y entabló amistad y algo más. En no de estos encuentros le dijo que su marido llegaba al día siguiente de viaje. No sabia que estaba casada y pensó que se le había acabado el chollo.
Carlos – MADRID
Quizás ustedes hayan oído hablar de personas que comparten trabajos, tareas, amistades, alimentos, en fin un montón de cosas que podemos compartir, pero que un hombre comparta su mujer, eso no me sonaba bien, hasta que alguien compartió la suya conmigo.
Todo comenzó cuando recién me había mudado a la residencia estudiantil, por lo que se podrán dar cuenta, de que eso pasó hace mucho tiempo ya.
En la casa de al lado había un pequeño negocio en el que vendían café y alguna que otra cosa para comer, y era atendido por una mujer de unos treinta años llamada Ester. Desde el principio hicimos buena amistad, hasta el punto que cuando cierto día la invité a ir al cine, ella aceptó sin hacer mayores comentarios. Realmente ni me acuerdo del título y mucho menos del tema de la película, ya que prácticamente desde que nos sentamos, nos comenzamos a besar apasionadamente.
Esa misma noche al llegar a su casa, Ester me invitó a pasar. Ya dentro, nos volvimos a besar como un par de desesperados y a medida que la besaba, lentamente comencé a poner mi mano sobre su rodilla y suavemente la fui subiendo hasta que me topé con su coño. Ella, por su parte, también fue haciendo lo suyo al poner directamente su mano sobre mi verga por encima del pantalón. En cosa de pocos minutos ella ya me estaba quitando la camisa a mí, mientras que yo la ayudaba a desabrochar su blusa. Ambos, entre beso y beso, nos fuimos quitando la ropa, hasta que cuando pude me coloqué sobre su delgado cuerpo y la penetré.
Ester se movía con tanto deseo, que de verdad me las vi algo apurado para no correrme rápidamente, al punto que con la excusa de cambiar de posición, aprovechaba para relajarme ligeramente y continuar dándole por su peludo y voluminoso coño. Ester más que gemir musitaba cada vez que la penetraba, su manera de moverse, creo aun hoy en día, era algo único. Cuando ella me clavó sus largas uñas en la espalda, entendí que había logrado que alcanzara un orgasmo, por lo que ya dejé de tratar de controlar mi eyaculación. Cuando finalmente nos volvimos a besar y después comenzamos a vestirnos, a pedido de ella quedé en volver al día siguiente.
Durante ese mes mis notas bajaron notablemente, os podéis imaginar la razón. Todo iba a pedir de boca, hasta que ella una noche me comentó que al día siguiente llegaba su marido. Para mi fue como un baño de agua fría, no es que yo pensara que se casase conmigo, pero realmente pensé que era soltera, y que no tenía ningún otro compromiso por lo que, aun a mi pesar, dejé de visitarla.
Pero realmente no podía dejar de verla así que a los pocos días pasé nuevamente por el negocio, pero para mi mayor desilusión me atendió Lucas su marido, un tío de lo más simpático, que rápidamente entabló, por decirlo así, una buena amistad conmigo. Al llegar Ester, después de saludarla me fui. Ocasionalmente pasaba a saludarlos, hasta que un día el mismo Lucas me invitó a cenar en su casa. En principio pensé negarme con la excusa de mis abandonados estudios, que para esos momentos había mejorado algo, pero debido a la insistencia de la misma Ester, finalmente acepté.
Tras cenar nos quedamos compartiendo una botella de vino y cuando iba a marcharme noté que tanto Ester como su marido se traían algo entre manos. No es que yo fuera vidente, pero la manera de tratarme me pareció algo rara. Lucas, en cierto momento en que su mujer nos dejó para buscar otra botella de vino, comenzó a preguntarme que opinaba sobre su mujer y yo, por aquello de ser discreto, me fui por las ramas diciendo que me parecía una persona jovial y alegre. Pero Lucas me dijo que eso ya lo sabía él, y cuando finalmente terminé de expresarme sobre Ester, ella regresó a buscar copas limpias dejándome nuevamente con su marido a solas, Lucas sencillamente me preguntó:
– ¿Te gustaría que yo la compartiera contigo?
A pesar de estar oyéndolo, mis oídos no daban crédito a lo que escuchaba. En cierto momento sospeché que Lucas realmente era homosexual y utilizaba a Ester para atraer candidatos para acostarse con él, pero casi terminaba de pensar eso, cuando él mismo me dijo, como si hubiera leído mi mente:
– No pienses que soy homo y que uso a mi mujer para conseguir machos, si en algún momento te sientes amenazado, sencillamente te marchas, lo que yo quiero en el fondo es hacerla feliz a ella.
Tras escucharlo con algo de incredulidad de mi parte, Ester volvió nuevamente aparecer con las copas entre sus manos, pero para mi mayor sorpresa, venía sin nada de ropa puesta. Completamente desnuda acercó su boca a la mía y dándome un sabroso beso de lengua, me preguntó picaronamente:
– ¿Qué has contestado a la propuesta de mi marido?
Yo, tras tomar un buen trago de vino, la volví a besar mientras que su marido nos observaba de lo más orgulloso. Nos besábamos, yo acariciaba su desnudo cuerpo, mientras que ella me comenzó a quitar la ropa. Luego me condujo hasta el sofá de la sala donde tantas veces habíamos tenido sexo entre ella y yo. Ester tomó asiento, con sus piernas bien abiertas, y pasando sus dedos medio e índice por entre su peludo coño, se los llevó a mi boca, pero en el acto yo me puse a chupárselos, sin perder de vista lo que hacía Lucas, que en ese momento se encontraba sentado a corta distancia de nosotros observándonos detenidamente, mientras que Ester volvía a sacar sus dedos de mi boca para volverlos a pasar por su coño.
Tanto ella como yo, volvimos a repetir la misma acción hasta que finalmente, no pude aguantar más y enterré mi cara entre las piernas de ella a medida que le chupaba el coño. Ester movía sus caderas lentamente, en mi boca sentía el sabroso sabor de su coño, voluminoso y peludo. Incluso hoy en día pienso que un coño tan grande como el de ella no lo he vuelto a ver.
Yo seguía mamando su clítoris mientras que ella continuaba moviéndose y ya en ese punto, había comenzado a introducir mis dedos dentro de su húmeda cueva y Ester, más que gemir, parecía tararear o musitar alguna suave melodía. Al rato me incorporé, deseoso de penetrarla por el coño, y ella me guió de manera tal que quedé acostado boca arriba y ella se fue colocando sobre mi, dejando que mi verga la penetrase suavemente.
Me había olvidado de Lucas, cuando vi que se acercaba a nosotros tan desnudo como lo estábamos su mujer y yo. No voy a negar que en cierto momento me preocupé algo, pero él colocó su cara entre las nalgas de Ester, y aunque debido a mi posición no lo pude ver, asumo que se dedicó a pasar la lengua por el culo de su mujer, ya que al poco rato y de eso si me di cuenta, la penetró por el culo al tiempo que yo le daba por el coño.
Mi excitación era tal que le apretaba los pechos mientras que, tanto su marido como yo, disfrutábamos de su cuerpo, y ella de nosotros a su vez. En un par de ocasiones cambiamos de posición, y yo ya había dejado de ponerle atención a Lucas, pues cuando ella se la estaba mamando a él, yo la tenía ensartada por las nalgas, y así sucesivamente. Ester alcanzó más de un buen orgasmo, al igual que nosotros nos vaciamos en su cuerpo, yo en su culo y su esposo en su coño.
En la actualidad sigo viéndome con ellos, aunque Lucas, de un tiempo a esta fecha, se conforma nada más con ver como su mujer y yo tenemos sexo.
Atentamente.