Relato erótico
Eran mi debilidad
Sus padres tenían dos tiendas y siempre habían tenido ayuda en casa. Desde que era pequeño tenía una especial predilección por las chicas que trabajaban en su casa. Fue creciendo y sus gustos siguen siendo los mismos.
José Manuel – VALLADOLID
Amigos de Clima, la historia que ahora voy a contaros, sucedió hará como unos cuatro años. Yo tenía 35 años y me encantaba el sexo. Hacía dos años que tenía novia, pero siempre me habían gustado las chicas de servicio que trabajaban en casa de mis padres.
Por aquella época me faltaban dos meses para casarme y como me estaban arreglando mi pisito de soltero volví a casa de mis padres. Desde que tenía novia, nunca le había sido infiel, pero, Rosa me volvía loco. Era el tipo de mujer que a mi me gusta.
Tenía 24 años, bajita, de 1,58 de estatura, pelo castaño oscuro, piel morena y un cuerpo de diva. Lo que realmente me enloquecía era su culo. Era grande, redondo y con unas nalgas respingonas. Cada vez que pasaba por mi lado se me ponía dura. Incluso llegue a pensar que tenía que irme de allí porque no podría resistir la tentación. Y así fue.
Ese día estaba solo en casa, ella había ido a la compra, e intenté preparar mi plan para poder tener un encuentro con ella, pero en el momento en que regresó yo no sabía ni que decirle, aún cuando yo pensaba que lo tenía todo planeado. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y lo único que atiné a decirle fue que colocara la compra sobre la mesa o en la nevera.
Rosa, de un carácter bastante alegre y de buena gana, hizo lo que le pedía y en cuanto dejó las cosas le pregunté si quería sentarse conmigo a ver una película, a lo que, mirándome con cara de cierto estupor, respondió afirmativamente. Ya en el saloncito le pregunté si tenía novio y por qué se había venido de su pueblo, cosas triviales, pero hay que empezar de algún modo.
Ya iniciada la conversación me dijo que no tenía novio porque su padre no la dejaba y cosas por el estilo. Entonces yo le pregunté si alguna vez la habían besado y me respondió:
– En mi pueblo lo de besar es de lo más común, no es nada del otro mundo.
Pensé que había llegado el momento de poner manos a la obra y le dije:
– Rosa, ¿puedo darte un beso?
Tras un momento de suspense me dijo que sí a la vez que me preguntaba en donde sería el beso.
– Donde tú quieras – contesté prestamente.
Para este momento ya estábamos en el mismo sillón y comencé a besarla acariciando su espalda y su cintura, pero cuando metí mano en sus grandiosas tetas, ella me dijo:
– Vamos a su habitación, no sea que venga alguien y nos vea.
Rápidamente nos dirigimos a mi cuarto y para mi sorpresa ella se acostó en la cama y me permitió besarla profundamente al tiempo que le acariciaba su monte de Venus por encima de su ropa interior. Luego, poco a poco, fui bajando hasta encontrarme con aquel hermoso culo, lleno de vello y listo para ser devorado. Entonces comencé besando y succionando sus muslos y la parte interna de sus rodillas y tobillos, mientras lentamente subía hasta mi meta, su delicioso coñito.
Comencé con sus labios externos y lentamente me dirige a su clítoris, que chupaba y lamía como si fuera un último deseo cumplido y después de unos minutos de chupar, mordisquear y lamer su coño, empezó a correrse y me pedía que me los bebiera todos mientras empujaba mi cabeza hacia su sexo y se contorsionaba regalándome unos sutiles gemidos que me incitaban a mamar como un loco.
En ese preciso momento oímos la puerta de entrada que se abría y cerraba. Rápidamente nos incorporamos, mientras le pedía que en cuanto pudiera subiera a su cuarto, que yo estaría esperándola. Pasados unos minutos bajé a ver que era lo que sucedía y tuve la sorpresa de encontrarme con toda la familia que se disponían a comer. Comimos y al marcharse de nuevo cada uno a su trabajo, subí a su habitación.
Ya en su cuarto la despojé de su uniforme para reiniciar o continuar lo que nos habían cortado, a excepción de que ahora mi objetivo eran sus increíbles tetas y sus largos pezones de color marrón, que se fueron endureciendo poco a poco.
Yo chupaba sus pezones, sus axilas, sus costillas, debajo de su pecho, por todos lados, al tiempo que masajeaba sus piernas, sus nalgas y por supuesto su coño. Ella suavemente se arqueaba con la intención de ir subiendo más en la cama de manera que me acercara a su chocho, insinuándome que lo devorase y así fue como comencé a introducir rápida y violentamente dos, tres y hasta cuatro dedos de manera frenética en sus entrañas, sofocando sus gemidos cada vez más intensos con mis labios, hasta que de pronto nos fundimos, no sé de que modo, en una doble penetración oral, que parecía no tener fin y de nuevo, después de unos segundos, me regaló otro orgasmo.
Pasados unos minutos más ella exclamó.
– ¡Ya, házmelo por favor, fóllame, estoy que no aguanto más!
Entonces froté la cabeza de mi polla con un movimiento circular. Ella me cogía de las caderas intentando que la penetrase mientras gemía suavemente y finalmente comencé a entrar lenta y pausadamente, en un rítmico metisaca. Las embestidas eran brutales, sus orgasmos parecían no tener fin, sus gemidos me alentaban a seguir cada vez más fuerte, hasta que al final, casi chillando, dijo:
– ¡Ya… por favor, ya no aguanto más…. siento que me parto, acaba por favor…! – me decía ella entre gemidos.
Estas palabras me llevaron al clímax total y después de tres o cuatro embestidas más, me salí para metérsela en la boca y correrme, pero cuando empezó a salir la leche, apartó la boca. Aquello no me gusto, pero ya tendría tiempo de enseñarle que debe hacerse con la leche.
Aquella noche mi novia vino a cenar y me dijo que si quería ir a pasar la noche con ella. Me inventa una excusa, diciéndole que me había cogido una migraña fuertísimo.
Nos despedimos y se fueron a dormir todos. Mis padres, viven a las afueras de Valladolid en un chalet. Tiene tres plantas, ellos dormían en la primera planta, yo en la segunda y Rosa en la tercera. Era una buhardilla y estaba muy bien decorada.
Cuando creí que todos dormían, me fui directamente a su habitación. Estaba durmiendo boca arriba y solo llevaba puestas unas braguitas. Me acerqué despacito y me coloqué encima de ella, pero cerca de su boca, con una rodilla a cada lado de su cara. Alargué la mano y le acaricie el chocho. Fue como si tuviera un resorte en las piernas las abrió para que pudiera tocarla mejor y abrió los ojos. Cuando me vio en aquella posición se quedó estañada, y aproveché para decirle:
– Niña, me estás volviendo loco. Desde esta tarde que solo pienso en ti. Quiero follarte, quiero que me la chupes, lo quiero todo de ti. Además, te voy a enseñar como se come una polla y lo que debe hacerse con la leche.
Dicho esto, se la metí en la boca y de vez en cuando la sacaba y le decía que me comiera los huevos. Primero se resistió un poco, pero como tenía opción lo hizo cada vez mejor y ella sola tomaba la decisión. Estaba como loco, quería correrme, pero me sabia mal que acabase tan pronto. Note que estaba agitada y decidí hacerle una paja con la mano. Fue definitivo. Agarró mi polla y empezó a mamarla increíblemente bien, y cuando empecé a correrme la dejo en su boca y se tragó toda la leche.
Estaba agotado, pero podía más el deseo que la corrida que acaba de tener. Me levante y la miré. En sus ojos noté que estaba caliente y que me necesitaba. Me tumbé entre sus piernas y le comí el coño. Me encantaba ver como su chochito rosado palpitaba. Se lo lamía lentamente y bordeaba su clítoris con la lengua. Notaba que ella se movía para que se lo chupara, pero la hice sufrir un poco. Cuando vi que estaba muy caliente, aparte sus labios y apareció un botoncito rojo, hinchado y deseoso de caricias. Lo lamí poco a poco. Rosa se estremecía a cada lenguetazo mío, hasta que lo agarre entre mis labios y lo mamé como si fuera una teta. Empezó a moverse y a gritar:
– Así, así, por favor no pares. Te haré lo que quieras, pero no pares.
Cuando oí esto, pare, y le dije al oído:
– Vas a ser mía para siempre, te voy a follar hasta dejarte inconsciente de gusto y te voy a dar por el culo cada vez que quiera. Estoy loco por ti.
Dicho esto, baje a su coño y seguí mamando pepitilla hasta que se corrió. Cuando parecía que se relajaba, volví al ataque y no paré hasta que casi llorando me dijo basta. Se corrió al menos seis veces y cuando me aparté de su coño, vi que su clítoris casi parecía un pequeño pene. Le di un par de lamidas y se estremeció como si le casara la corriente.
No hace falta que os diga que follábamos cada día. Al siguiente fin de semana, habíamos quedado que iríamos todos a ver a unos tíos que vivían fuera y les daríamos las invitaciones de la boda. El viernes, les dije que había ido al gimnasio y que me había hecho daño en la rodilla. Era mejor que fueran ellos y yo descansaría.
En cuanto se marcharon el sábado por la mañana a primera hora, me fui a la cama de Rosa, se la metí en la boca y me hizo una mamada increíble.
Tenía una temperatura calentita, la típica de cuando estás durmiendo. Le dije que se levantara y me estiré en la cama, la cogí de la mano y la acerqué. Se extraño cuando le dije que se sentara en mi boca, pero en cuanto tuve su cocho cerquita, la agarré de las caderas y empecé a comerle el coño. Estaba sabrosísimo, y húmedo. Rosa se arqueaba de placer, pero cuando realmente se puso como una posesa fue cuando le agarré el clítoris con los dientes y empecé a chupárselo. Se corría, pero quería alejarse de mi boca, la sujeté fuerte por las caderas y seguí. La muy viciosa acabo restregándome el coño por la cara.
No le di tiempo a reaccionar, me levanté, la coloqué a cuatro patas y le comí el culo. Rosa no protestaba, solo, gemía, cuando creí que estaba lista, apunté con el capullo y se la metí de golpe. Lanzó un grito que si llegan a estar mis padres, les da un infarto. Le masturbé el chocho y la follada fue aumentando de ritmo. Acabó pidiendo más y más. No pude evitarlo y me corrí en su culo al mismo tiempo que ella se corría en mi mano.
Me casé con mi novia, pero seguía viendo a Rosa. Al cabo de un año, me separe y ahora somos muy felices. La atracción sexual que sentimos es más fuerte cada día.
Besos para todos.