Era una tentación

Es profesor y aquel año había cambiado de ciudad y lógicamente de universidad. Está soltero y reconoce que algunas veces le han llamado la atención algunas de sus alumnas, pero hasta ahora, nunca se había liado con ninguna.

Carlos – Tarragona
Me llamo Carlos, tengo 35 años y soy profesor de universidad. Me considero bien parecido, hago mucho deporte, soy muy enrollado con mis alumnos, aunque dentro de unos límites y no puedo negar que a veces he tenido fantasías con alguna de mis alumnas. Muchas están que se rompen y la forma de vestir y comportarse de algunas me enloquece, pero nunca se me pasó por la cabeza intentar nada con ninguna de ellas. Estoy soltero y me consolaba con algún ligue ocasional o con una amiga con derecho a cama.
Este curso había cambiado de ciudad y de universidad. Lo primero que hice fue buscarme una casa cerca y todos los días iba a trabajar caminando. Desde el principio aluciné con el comportamiento alocado de los chicos y las chicas. En la primera semana me llamaron la atención tres de mis alumnas. Iban siempre juntas, eran muy descaradas y siempre estaban dando la nota. Se llamaban Lola, Carmen y Sonia. Las tres sabían que estaban buenísimas y lo explotaban con modelitos que realzaban sus encantos. Vivian sus 19 años a tope. Lola era la cabecilla y la que estaba más buena, la que vestía más fuerte y la más fresca.
Durante una clase se dedicó a torturarme. Ella y sus amigas se sentaron donde yo pudiera ver bien a Lola y al comenzar a explicar la lección, una de sus amigas se encargó de llamar mi atención tirando el boli al suelo. Cuando miré, Lola abrió las piernas. Llevaba una mini muy corta de modo que cuando miré, debería haberle visto las bragas, pero la muy golfa no llevaba y me estaba enseñando el coño con intención de ponerme nervioso. Su postura era como si fuera un descuido pero yo sabía muy bien que lo estaba haciendo a propósito. ¡Y qué coño peludo tenía la condenada! Comencé a sudar, la lengua se me trababa al hablar y la polla se me empalmó de tal manera que debió notarlo toda la clase. Al ver mis reacciones, cuchicheaban y se reían a gusto. Para rematarme y al acabar la clase, cuando salían, Lola me dijo burlona:
– Ha sido una clase muy divertida, profe.
Yo estaba que me subía por las paredes. Era viernes y cuando llegué a casa por la tarde, recibí la llamada de Cristina, una amiga del pueblo, que me decía que iba a venir a Tarragona y si podía ir a buscarla a la estación. Así lo hice, dimos una vuelta y nos hicimos muchas confidencias. Cristina había tenido una fuerte discusión con su novio, estaba muy sensible y como yo estaba salido perdido, terminamos acostándonos juntos en mi casa, aunque no era la primera vez que lo hacíamos. Cristina es muy ardiente, le gusta que se la follen tanto por el coño como por el culo, lo mismo que chuparla.

Nos pasamos toda la noche jodiendo y por la mañana temprano, al regresar al pueblo, me dijo que lo hacía muy satisfecha y que no tardaría en volver para repetirlo. Después de dejar a Cristina en el autobús, me fui a correr por el paseo marítimo. A las dos horas me dediqué simplemente a pasear por la orilla de la playa, quitándome la camiseta para sentir la brisa marina sobre mi piel desnuda. Iba distraído cuando, inesperadamente, me asaltaron mis tres alumnas. Habían ido a pasar aquel espléndido día a la playa para ponerse morenas, según me dijeron. Las tres estaban en top-less luciendo sus tetas sin rubor. Lola, sin cortarse, me tocó los bíceps y me dijo:
– ¿Hace deporte, profe? Está muy fuerte.
Para mí pensé que ellas sí que estaban fuertes, con solo la parte baja del bikini pudiendo disfrutar de la visión de sus cuerpos esculturales, macizos, llenos de curvas y de sus tetas fenomenales. Se tumbaron en las toallas, pusieron música y sacando bebidas de una nevera portátil, me invitaron a acompañarlas pero yo les dije que tenía que irme. Al llegar a mi casa me tuve que hacer una paja a su salud.
El lunes, al acabar la clase, pedí permiso al profesor de gimnasia para quedarme en las pistas, tirando a canasta, para relajarme. No tuvo inconveniente. El instituto tiene un equipo femenino de balonmano al cual pertenecen Lola, Sonia y Carmen, y ese día entrenaban. Estuve un rato tirando y luego me fui a las duchas, que a la vez son los vestuarios. Nadie debió verme entrar porque al poco rato, aparecieron diez o doce chicas. Cerré el grifo y me escondí como pude en la ducha pero, por suerte, ninguna se duchó, solo se cambiaron de ropa por lo que las vi a todas en pelotas aunque me fijé más que nada en mis tres alumnas. Fueron las que más tardaron en cambiarse, deambulando de un lado a otro sin ponerse nada, a pelo, hablando con unas y con otras. Hasta que no se quedaron las tres solas, no se vistieron y se marcharon.
Al día siguiente, como cada día al acabar las clases, me fui a casa. Yo, al principio de curso, dije a todos mis alumnos que el que necesitara ayuda extra en mi asignatura, podía pasar por la sala de profesores y yo le explicaría todo lo que hiciera falta en todo el tiempo que necesitara. Pues bien, Lola se lo tomó al pie de la letra, lo interpretó como quiso y con toda la cara se presentó en mi casa aquella tarde. Cuando abrí la puerta y la vi le pregunté nervioso:
– ¿Qué haces tú aquí?
– Tranquilo profe -me contestó burlona como siempre- Usted nos dijo que el que necesitara ayuda acudiera a usted…
– Pero eso en el instituto – la corté.

– Pues si no me va a ayudar el suspenso será por su culpa.
– No es eso, no es eso pero… ¿quien te ha dado mi dirección?
– En secretaría pero, por si acaso, te he seguido -añadió tuteándome. ¿Me vas a ayudar o no?
– Pasa – le dije al fin – ¿Qué es lo que no entiendes?
Se quitó la mochila y sacando de ella libros y apuntes, me dijo:
-Antes de enseñarme nada, tengo ganas de hacer pis, ¿puedo ir al baño?
Le dije que sí, indicándole donde se estaba el baño. Tardó en aparecer y cuando lo hizo estaba… ¡completamente desnuda! Tenía cara de viciosa y estaba buenísima, pero le dije:
– ¿Pero, qué haces así…? ¡Vístete enseguida!
– No quiero -me contestó- Te pusiste morado ayer mirándonos en los vestuarios y ahora te cortas… ¿No te apetece follarme?
– No – le dije – Compórtate y vístete.
Ella reaccionó pegándose a mi, frotando su cuerpo contra el mío y dijo:
– Venga, lo estás deseando – su mano se paseó por mi bragueta y añadió – ¡Estás empalmado! No quiero que me apruebes ni nada a cambio, solo quiero follar, no te voy a dar problemas, eres el profe más enrollado y el que está más bueno. ¿No te da morbo follar con un alumna?
La verdad es que pudo conmigo. Pegué mi boca a la suya y nos dimos un morreo. Lola metía su lengua en mi boca buscando la mía y al separarnos me dijo, ya sin ningún respeto:
– ¡Que bien besas, tío, desnúdate que quiero verte la polla!
Lo hice y cuando vio mi verga empalmada exclamó:
– ¡Que grande, me voy a poner morada!
Al momento empezó a chupármela. Lo hacía fenomenal y dejé de pensar en que era mi alumna. Solo pensaba en follármela en el mismo sofá en el que estábamos. La cogí, levanté sus piernas y se la clavé en el coño. Dio un fuerte chillido pero enseguida empezó a jadear y suspirar. Se notaba que le gustaba. Estuve taladrándola con evidente gusto para ella hasta que, al rato cambiamos de postura, yo me tendí en el sofá y ella, cara a mí, se sentó en mi polla empezando a rebotar en ella, con entusiasmo. Con el coño ensartado, podía ver su cara de gusto mientras con mis manos recorría su precioso cuerpo, agarraba sus nada pequeñas tetas, la cogía por la cintura y se las pasaba por toda su espalda hasta llegar al culito respingón.

La cabalgada le produjo una buena corrida tras la cual siguió montándome sin bajar el ritmo, y solo cuando le pregunté si podía echarlo dentro, tuvo reflejos para descabalgarme y seguidamente recoger con la boca la abundante leche que escupió mi polla.
– ¡Que pedazo de polla tienes! – me decía meneándomela de nuevo – No esperaba pasarlo tan bien.
– ¿Lo has hecho con otros profesores? – le pregunté.
– No, tú has sido el primero -me contestó- Hasta ahora solo se las hemos puesto dura exhibiéndonos, como te lo hicimos a ti, enseñándoles el coño en clase y cosas así. Alguno ha intentado aprovecharse pero le hemos parado los pies dándoles un buen corte.
Mis amigas están deseando también hacerlo contigo, ¿puedo llamarlas? Le dije que sí y se fue al teléfono desnuda como estaba. Era una delicia verla hablando entusiasmada con las amigas contándoles la experiencia y animándolas a venir. Eso es lo que os contaré en otra ocasión.
Un saludo para todos.