Relato erótico
Era para mí
Tuvo que ir a otra delegación de la empresa en la que trabajaba para renovar unos programas informáticos. En cuanto le presentaron al personal la vio y quedó alucinado con aquella mujer.
Matías – Sevilla
Lo que a continuación relato es verídico, sucedió hace unos años y en todo ese tiempo no he olvidado ni uno de los detalles de ese acontecimiento que me dio la oportunidad de practicar el amor de una manera explicita y sin inhibiciones y que para mí fue realmente increíble.
Tenía 33 años, era administrativo de una empresa y me enviaron a otra delegación, a pocos kilómetros de la mía, para hacer una auditoria y renovar unos programas informáticos.
En esa época vivía una etapa muy feliz y estable en mi matrimonio. No soy un Adonis, me mantenía en plena forma y según dicen las amigas de mi mujer soy atractivo.
Llegué a esa inolvidable oficina y después de las presentaciones de rigor conocí al personal, tanto masculino como femenino que serían mis compañeros, me pude percatar de la belleza de una mujer que debía tener unos 30 años. Era morena, con una cara muy atractiva y un cuerpo alucinante. Me dio la mano de una manera muy cálida y amable, al roce de sus manos sentí que me derretía completamente
Me enteré de que estaba casada, obvio, ¿quién dejaría soltera a una belleza como esa?, y que su marido era uno de los que trabajaban en aquella oficina. Si en un momento cruzó en mi mente ligarla, deseché la idea, en el trabajo me centré tanto en los problemas que se habían acumulado y obtener buenos resultados que mi relación con esa belleza se redujo simplemente a cuestiones laborales y sobre todo sabiendo que produjo un fuerte impacto en mí, evitaba todo lo posible un acercamiento que no fuera estrictamente profesional, hasta el día en que me avisaron de la llegada de los directivos de la empresa.
Ese día, antes de terminar la jornada, se me acercó Amparo, que así se llamaba esa guapísima mujer, para presentarme un presupuesto.
Aprobado dicho presupuesto me dijo que si podía acompañarla a comprar algunas cosas necesarias para la llegada de los jefes de la central. Lo pensé dos veces, pero como quería dar la impresión de ser una persona social y amigable, accedí, antes de hacer las compras le invité a tomar un café. Realmente ese día fue de fiesta para mí y que culminó en un acto feliz. Estábamos comprando y se paró en una tienda que vendían postales, escogió una y me la dio. Dijo que era para mí, que me agradecía
la tarde que le había dedicado y que la perdonase por no firmar la tarjeta pero con lo que decía la misma expresaba todo.
Me dejó sorprendidísimo y ni siquiera pude articular palabra alguna, pero a la siguiente calle detuve el coche para leer el contenido de la tarjeta y volví a sorprenderme cuando me di cuenta que la dedicatoria era una invitación, la tarjeta decía que había pasado una tarde “súper” y esperaba no ser la única ocasión en tener una tarde como esa. Me sentía en la gloria, entre nubes, además me había dejado escrito el número de teléfono de su domicilio y el primer teléfono publico que vi, bajé y le llamé aun a sabiendas de que me podía contestar su marido, pero grata fue mi sorpresa al escuchar su voz y más diciéndome que estaba esperando mi llamada. Nos dijimos cosas muy bonitas ambos y quedamos en salir de nuevo otro día, pero que en la oficina deberíamos de guardar toda la discreción posible.
Después de la visita, al terminar la jornada salimos a festejar nuestro éxito con todo el equipo de trabajo y al cabo de dos horas nos fuimos retirando. Al despedirse, Amparo me tendió la mano dejándome un papel discretamente, en ese papel me pedía que le llamase a su casa en una hora. Inmediatamente terminé con todo lo que tenía pendiente y me dispuse a llamarla. Amparo me dijo que esperaba mi llamada y me pidió que nos viéramos ese día, así que la cité en un café muy discreto. Ella estaba radiante y yo feliz, le tomé las manos y me atreví a probar un poco de cielo, la besé en la boca, eso me excitó tremendamente, salimos de ese lugar cogidos de la mano y al dejarla en su coche, con delicadeza y firmeza a la vez, le di un abrazo ya que mi propósito era hacerle sentir la dureza de mi polla Ella se percató, se sonrió y me dijo:
– Me gusta causar esa reacción en ti, me siento halagada.
Durante la siguiente semana salimos tres veces, nos encontrábamos en diferentes lugares y cada vez las caricias eran más sensuales y atrevidas, hasta que me atreví a pedirle que nos viésemos en un lugar mas íntimo, ella accedió a la primera, pero me pidió que fuera en un lugar sumamente discreto. Entonces empecé a buscar un lugar que sería “la puerta al cielo”, y al fin lo encontré. Al siguiente fin de semana quedamos en vernos a las cinco de la tarde, pero que solo disponía de dos horas, que para mí eran más que suficientes.
Ese día llegó a la cita enfundada en unos jeans y una camiseta informal donde pude apreciar el esplendor de su cuerpo, le tendí los brazos y ella se pegó a mí, nos besamos suavemente. Como ambos sabíamos a lo que habíamos ido a aquel local y el tiempo que teníamos, me dispuse a sacarle primero la blusa, luego acaricié su espalda, palpé la tersura de su piel y como yo ya estaba más que caliente, le desabroché el sujetador y vi sus pechos. Eran pequeños pero duros y bien puestos en su lugar, sus pezones también eran pequeños pero coronados con una aureola café que ofrecían una hermosísima visión, y después de besarle la espalda y el cuello y extasiarme en su piel, seguí con sus tetas.
Jugué con ellas lo suficiente para excitarla y me quitó la camisa, mordiéndome y besándome de igual manera, mi polla estaba durísima y no rompió la tela de mi pantalón porque la tenía pegada al cuerpo de Amparo. Entonces le fui deslizando los pantalones, bajando mis labios, besándole desde sus pechos, su abdomen liso, metiendo la lengua en su ombligo y más abajo hasta sentir la suave tela de sus bragas, besé su coño, sintiendo los pelos, la humedad que la invadía y el aroma que desprendía de mujer excitada. Le bajé despacio la braga roja y quedó completamente desnuda ante mí. Arrodillado como estaba ante ella, le alcé una de las piernas, metí mi rostro en su sexo, mi lengua encontró sus labios y sentí ese sabor inigualable de los líquidos femeninos que son como miel para las abejas.
Allí estuve un buen rato sintiendo que cada vez estaba más mojada y como ella pegaba cada vez esa bella parte hacia mi rostro. Yo me apoyaba en sus nalgas, suaves y redondas, masajeándolas con lujuria. Ella estaba al borde de la histeria pidiendo que siguiera y que parase a la vez.
Me puse de pie y ella inmediatamente desabrochó mis pantalones, que no cayeron al suelo porque se sostuvieron con mi polla, que en ese momento la tenía muy dura, como nunca antes. Como pudo me quitó los calzoncillos y al ver mi miembro erecto frente a su cara la cogió con ambas manos acariciándome los testículos, después con su lengua absorbió la gotita transparente y después de darle un beso se dispuso a chupármela. Primero fue la cabeza, que se metió en la boca con una delicadeza increíble y poco a poco se fue metiendo toda mi polla y sacándola despacio la volvía a meter, no sé cuánto tiempo duró esto, ya había perdido la noción del tiempo, y cuando ya no aguantaba más, se paró y con una gracia sin igual se dio media vuelta y me ofreció su lindo trasero, pegándose a mí y mi polla quedó entre sus nalgas, sintiendo el roce de mi polla entre sus piernas, exactamente en la entrada de su coño y ella ya se contorsionaba con la excitación saliendo murmullos de goce de sus labios.
Instintivamente ella separó sus glúteos y miré su culo brillante y húmedo y puse mi polla en posición, ella con sus manos lo puso en dirección y empecé a empujar introduciéndose primero la cabeza de mi polla en su ano para después metérsela toda poco a poco, disfrutando de esas sensaciones sin par. Ella misma empezó a moverse sensual y lentamente permitiendo que mi polla saliera del culo a menos de la mitad y después metérsela de nuevo. Yo, por mi parte, no paraba de besarle la nuca y con una mano le acariciaba los pechos y con la otra le acariciaba el clítoris, metiéndole uno, dos y hasta tres dedos en el coño. En ese momento empezó a gritar como poseída y ya no pude más, me corrí dentro de su culo, llenándoselo con mi semen y aunque me dolía, no le saqué la polla y quedamos pegados por un buen rato hasta que ya no pudimos más y nos dejamos caer sobre la cama.
Lentamente se separó de mí, yo estaba acostado boca arriba, ella se acercó a mí, me dio un beso en la boca y con su mano empezó a jugar con mi polla y al notar que aún permanecía dura se puso encima de mí y montándome, con sus manos dirigió mi polla hacia su coño y sentándose se la introdujo toda, empezando de nuevo el vaivén y pidiéndome que le estrujara los pechos, que se los lamiera, que se los mordiera. Estábamos en un punto increíble de excitación.
Se corrió no sé cuántas veces y yo le di de nuevo mi esperma. Exhausta cayó a mi lado, me cubrió de besos, de nuevo me palpó la polla y notando que aún estaba dura, me dijo:
– No puedo desperdiciar esa maravilla.
Se puso a cuatro patas y me ofreció el increíble espectáculo de su ano y su coño listos y dispuestos a esperar mi polla. Sin hacerla esperar, empecé primero con su coño y después con su ano y los fui alternando hasta que tuvo otros orgasmos y cuando notó que ya me iba a correr también, se dio la vuelta, cogió mi polla entre sus manos, se la metió en la boca y allí estallé de nuevo tragándose ella todo mi semen que, obviamente, ya no era tan abundante pero fue como un alivio.
Entonces fui yo quien cayó exhausto y mi polla mostraba el cansancio pues ya estaba flácida. Atraje a Amparo hacia mí, le di un beso y permanecimos abrazados por un tiempo, la verdad no sé cuánto tiempo, pero al ver los relojes nos dimos cuenta que habíamos estado follando por ¡más de cinco horas!
Amparo se dirigió al baño a asearse y cuando salió, ya vestida, aún se notaba que había tenido un encuentro sexual, su expresión era inconfundible y me dijo:
– No sé que explicación puedo dar, pero por lo que más quieras, llámame a casa en una hora a más tardar.
Así lo hice y me dijo que, por suerte, cuando llegó a casa su marido aún no estaba. Estuvimos liados durante un año, nuestros encuentros eran cada fin de semana, pero lo que disfrutamos ese fin de semana, la primera vez nunca se volvió a repetir. Han transcurrido unos años y aún lo recuerdo como algo memorable.
Recibe todos mis besos, querida Charo.