Relato erótico

Era mi musa

Charo
5 de abril del 2019

Estaba paseando por un centro comercial y la vio. Era una mujer madura que, durante muchos años, había sido la “inspiración” de muchas pajas. No quiso perder la oportunidad de hablar con ella e intentar lo que siempre había deseado

José Manuel – SEVILLA
Hola amigos, soy un hombre de 30 años y mi físico es normal, tirando a delgado. Dicho esto, os quería contar algo que me ocurrió. Siempre he leído con avidez los relatos de Clima y Charo Medina y me han excitado mucho, y en ocasiones he intentado compartir mis experiencias, pero por alguna u otra razón no me había decidido.
Mis vivencias sexuales con Carmen fueron lo mejor que me ha pasado en la vida. Es muy guapa, con un cuerpo increíble y hace “reventar” mi polla en múltiples ocasiones.
Todo empezó hace unos meses, estaba en un centro comercial y vi pasar a una mujer que me llamó mucho la atención por su bonito culo y cara hermosa. En instante recordé a aquella mujer, se trataba de Carmen, una señora de 45 años, vecina del instituto donde muchos años atrás había estudiado. Inmediatamente mi polla reaccionó como lo había hecho otras veces cuando la veía.
Siempre vestía muy provocativa y en el pasado, llevado por mis inmensas ganas por poseerla me animaron a abordarla, pero mi inexperiencia acabó en una conversación donde le hice enterarse de mi existencia y de lo loco que estaba por ella. Ella, amablemente, me contestó diciendo que le halagaba despertar esas emociones a un chaval, pero que estaba casada y complacida con su marido, y que no deseaba tener problemas con él por algún mal entendido por culpa de los siempre comunicativos vecinos.
En lo sucesivo y al encontrarnos, solo había un intercambio de un muy buen educado “buenos días o buenas tardes” y así pasaron nueve años hasta ese día en el centro comercial.
Ahora ella tenía unos kilos de más, su cuerpo marcaba unas cuervas divinas. Su cara seguía siendo sexy y su boca aun estaba más que apetecible.
De ninguna manera podía dejar de escapar esa oportunidad y pacientemente esperé que terminara de comprar un bolso, me aseguré de que estaba sola, pero para mi decepción estaba acompañada por otra señora, aunque la suerte estaba de mi lado, ya que su acompañante se despidió al rato. La seguí hasta que salió del centro comercial, y cuando consideré prudente la saludé con un “hola” y cuando me preparaba a hacerle memoria me dijo:
– Hola, recuerdo tu cara pero no sé dónde.
Entonces le recordé nuestra conversación y lo atractiva que estaba, ella sonrió un poco pues al parecer mi comentario le había gustado, y entonces eché toda la carne al asador y le dije que desde que la vi comprando la recordé, que los años la había convertido en una mujer más deseable, y que me despertó la mismas sensaciones que en mi etapa de estudiante.
La conversación se hizo amena y me ofrecí a llevarla, paré el coche para seguir hablando en un parque y le confesé que muchas veces me había masturbado pensando en ella y que deseaba que fuese mía. Se ruborizo y para no arruinar lo que había avanzado le pregunté sobre su matrimonio, su marido la había engañado en numerosas ocasiones y al parecer hacía mucho que no la atendía como una hembra así se merecía. En mi calentura acaricié su rostro e intenté besarla, cosa que no logré, pero mis manos comenzaron a acariciar sus piernas, luego su vientre y parte de sus pechos, besé su cuello, pero me detuvo y no me quedó otra que llevarla y dejarla cerca de su casa, no sin antes dejarle ni numero de móvil que recibió no muy segura.

En realidad creía que esa había sido mi última oportunidad, pero a los dos días recibí un mensaje de Carmen y quedamos para tomar café en una estación de autobuses ya que ella tenía que trasladarse a un municipio cercano. Aquel día no fui a trabajar y la acompañe.
Cuando acaba las gestiones que tenía que hacer, invité a Carmen a comer, pero solo aceptó un helado, y empecé a piropearla por lo guapa que había venido y también le comenté lo excitante que era para mí ver como se comía el helado, como lo chupaba. Ella solo reía y me decía:
– Deja estar, no digas eso, lujurioso.
Empecé a notar como cruzaba las piernas a medida que le comentaba cosas calientes, así que me envalentoné y le dije:
– Mira, ya que estamos aquí donde nadie nos conoce, vamos a un hotel.
Carmen accedió, mi pecho palpitaba enormemente y mi polla se notaba en el pantalón a simple vista. Más de una mujer lo notó en nuestro camino al hotel. Nada más entrar a la habitación, la abracé por la espalda, le besé el cuello mientras le restregaba mi paquete y le decía:
– Mírame, siente como me tienes con tu hermoso cuerpo y que precioso culo tienes Carmen.
Me sentía nervioso y ansioso cuando ella se giró y le di un soberbio beso que ella respondió extraordinariamente, iniciando nuestras lenguas su juego, mientras mis manos acariciaban por fin su delicioso culo. Le besaba el cuello, y le mordisqueaba la oreja hasta que le quité la blusa y el sujetador, dejando al descubierto sus pechos. Me pareció que tenían un olor dulce y deseaba probarlos por lo que la recosté en la cama y empecé a lamerlos y mamarlos. Ella hacía ademán de querer evitar lo que sabíamos iba a suceder, cosa que me excitaba más, desabroché su pantalón, hice a un lado su tanga y le metí mano en el coño, que ya estaba húmedo bien depilado.
Le quité el pantalón y estaba sensacional con su tanga blanco. Carmen me abrazó y empezó a besarme el cuello mientras me quitaba la camisa y el pantalón quedándome en calzoncillos. Yo la besaba mientras le metía dos dedos en el coño y ella gemía mientras le mordía sus pechos. Su respiración se entrecortaba, hasta que me pidió que le metiera la polla, entonces le quite el tanga, y así acostada le di unos lengüetazos en el chocho, pero ella pedía rabo, por lo que se la metí suavemente y a pesar de su humedad sentí como mi polla iba entrando en aquel coño que llevaba tiempo sin ser atendido.

La ultima parte se la metí de un golpe, ella gemía y empecé con el vaivén.
Yo oía como con la combinación de sus jugos y el movimiento de mis embestidas, un excitante ruido, y vi como se transformaba en una autentica zorra, que me decía:
– ¡Así, cabrón, métela más, más mi rey… fóllame que esto es lo que deseabas… mi coño es tuyo ahora…!
Palabras que me pusieron a mil y me hicieron eyacular con un tremendo placer, estaba exhausto pero mi verga seguía firme, y entonces ella retiró el condón y vi como, con su lengua y boca hacia desaparecer los rastros de leche mientras me decía:
– Tu polla está llorona, pero ahora la voy a consolar.
Me puse otro condón y ella misma se la clavó de un solo golpe cabalgándome como una perra, haciéndome sentir que la cama se iba a romper, y sus gemidos eran más fuertes. Yo le apretaba los pechos y hasta donde mi lengua me lo permitía, se los lamía. La sensación de su coño, caliente y húmedo, frotando mi polla y mi vientre, era indescriptible. En mi calentura le apretaba las nalgas y empecé a meterle un dedo en el culo, cosa que hizo disminuir un poco su ritmo diciéndome:
– Ahí no chaval, ahí nunca me la han metido.
Estas palabras dispararon al máximo mis deseos y empecé a elevar mi pelvis para seguirla penetrando. Carmen agarró el ritmo nuevamente, sin dejar de jadear, y yo seguí acariciando su ano, en esta ocasión ella no dijo nada y yo se lo metía una y otra vez, notando como estaba apretadito y caliente, excitándome tanto que deseaba romperle el culo por primera vez. Carmen empezó a tener espasmos y hacer movimientos bruscos y violentos con sus caderas, y entre jadeos decía:
– ¡Voy a correrme… oooh… sí, voy a correrme…!
Mi obsesión era clavársela en el culo, no podía resistirlo.
Con mi índice podía estimular su coño y su clítoris a la perfección, sintiendo que esa hembra estaba por tener otra descarga de líquidos y así fue.

Carmen se corría nuevamente mientras atrapaba mi mano con sus piernas, pero sus piernas cedieron y las abrí. Ella hacía ademán de querer paz, pero empecé a mamar los jugos de sus labios vaginales, carnosos y rosados, mordí delicadamente sus labios y clítoris, y ella parecía querer asfixiarme con su coño.
Aprovechando su excitación, la puse boca abajo, mojé mis dedos con sus propios líquidos y empecé a meterle el dedo nuevamente en el culo, pues no iba a desperdiciar la oportunidad de desvirgar el culo de esta mujer. Ella se quejaba un poco y cuando metí dos dedos, me decía:
– Duele, pero sigue.
Entonces escupí en su ano, lamiendo su coño de vez en cuando, y ella ponía el culo en pompa, con una mano la excitaba por el culo y con la otra por el coño y así su culo se fue dilatando e intenté penetrarla a cuatro patas, pero aun sentía dolor, por lo que seguí intentado, hasta que noté como su culo cedía a mi asedio. Era puro vicio ver como entraba la cabeza de mi polla, pero ella me pidió que la sacara y lo hice, pero en el acto lubrique más su entrada, nos echamos más hacia el cabezal de la cama para tener mejor soporte, y empecé a penetrarla prácticamente montado en ella, comenzando nuevamente a abrirse paso, primero entró la cabeza, luego la mitad. Carmen quería que se la sacara, pero faltaba poco, así que empujé, Carmen gimió y soltó un chillido de dolor y yo empecé a bombear.
Al rato Carmen encontró el gusto a ser penetrada por su culo, y a mí me encantaba ver como su enorme trasero tragaba toda mi verga, ver como sus nalgas vibraban con cada embestida y empecé a bombear con más fuerza. Ella me gritaba y decía:
– ¡Oooh… que gusto… que gusto que me des por el culo… siiií… dame más… rómpemelo hasta que me duela…!
Cambiamos de posición, ella quería montarme siendo perforada por el culo, y así me cabalgaba intensamente, pero como no quería correrse aún, nos recostamos y la penetré por atrás, acariciándole los pechos. Yo quería dejarle el ano bien abierto en agradecimiento por hacer realidad mi fantasía de follarla. Ambos nos movíamos vigorosamente, me corrí yo primero y ella me siguió con un gemido que aun me parece oír.
La curiosidad me hizo girarla y me llené de satisfacción al ver su culo completamente dilatado. Quedamos completamente cansados, nos abrazamos y besamos cual dos jóvenes que están viviendo su primer encuentro.
Había pasado más de tres horas y era tiempo de irnos, nos duchamos nuevamente y cuando ya estamos vestidos listos para retirarnos me besó, me desabrochó el pantalón y me empezó a hacer una mamada, no tenía mucha experiencia pero su lengua era maravillosa, y así me hizo correr.

Tenía la polla dolorida, pero el placer lo recompensaba todo. Sonrió diciendo que era el helado más rico que había comido mientras con sus labios limpiaba los restos de mi leche con su boca.
Actualmente seguimos viéndonos y nuestros encuentros son de sexo vicioso y salvaje.
Saludos de un lector satisfecho.

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