Relato erótico
Era inevitable
Aquel día en la playa nudista le cambió la vida. Fue sola y ahora está viviendo con la chica que conoció. Las cosas pasan porque tienen que pasar.
Esther – Las Palmas
Me llamo Esther, vivo en Las Palmas y me gustaría contar una experiencia fabulosa que tuve en la playa. Experiencia que ha cambiado por completo mi vida. Estaba en las Dunas, una playa nudista, tomando el sol y como la marea estaba muy subida, me encontraba cerquita del agua.
Desde este lugar yo veía a los hombres y mujeres pasear como habían nacido y como a mí me encantan las mujeres, mis ojos no se privaban de contemplar cuerpos, nalgas, tetitas y coñitos, con pelo o rasurados.
Las personas iban llegando y se colocaban donde mejor les convenía hasta que apareció una chica rubia, con los ojos azules, un cuerpo precioso, con unas tetitas y unas nalgas para comérselas. ¿Y qué decir de su coñito? Me gustaba mirárselo. Me excitaba muchísimo.
Se situó más arriba de donde estaba yo, sacó su toalla y se tumbó a tomar el sol con las piernas abiertas de par en par, ofreciéndome claramente la raja de su coño, los labios interiores y los exteriores, que eran gruesos y carnosos.
Al cabo de un rato de deleitarme la vista y calentar mis sentidos con este panorama, volví a tumbarme para seguir tomando el sol. Llevaba un rato así e incluso adormilándome unos instantes cuando, de pronto, oí una voz a mi lado, abrí los ojos y era ella pidiéndome un cigarrillo. Rápidamente me incorporé y como es lógico, se lo di encantada.
– ¿Eres de por aquí? – me preguntó entonces.
– Soy de Las Palmas – le dije – ¿Y tú de dónde eres?
– También de Las Palmas – me contestó sentándose frente a mi, sobre su toalla.
– Entonces has venido, como yo, en busca de relax y aprovechar el día
– comenté sin poder apartar mis ojos de aquella raja que ella mostraba al mantener sus muslos separados.
– ¿Te puedo hacer una pregunta? – dijo tras unos segundos de silencio y al decirle yo que sí, añadió – ¿A ti te gustan los hombres?
– No – le contesté sin temor de afirmar mis apetencias sexuales – Me gustan las mujeres.
Pensé que se enfadaría y se marcharía pero cual no fue mi grata sorpresa cuando ella me dijo:
– Ya me lo parecía, a mí también me gustan las mujeres y espero que no te moleste lo que te voy a decir, y es que tú… me gustas mucho.
La miré a los ojos sonriendo. Me hacía muy feliz esta confesión. Ella me devolvió la mirada y la sonrisa.
– Tú también me gustas a mi – contesté al fin – Y si te soy sincera, desde que llegaste no te he quitado la vista de encima… tienes un cuerpo precioso.
Una vez roto el hielo hablamos de muchas cosas, cogiéndonos confianza, así supe que se llamaba Lourdes.
– Esther – me dijo de pronto – ¿Nos vamos a bañar?
– Vale – le dije.
Fuimos a jugar un ratito en el agua. Ella caminaba y yo le ponía las manos en los hombros y de vez en cuando las dejaba caer sobre sus tetas, duras y tiesas, y la empujaba hacia mí para rozar sus nalgas con mi coño. No veas el gustito que me daba hasta que cambiamos. Ahora caminaba yo y era ella la que me tocaba las tetitas y con su chochito rozaba mis nalgas.
– Esther… – me dijo Lourdes mirándome a los ojos – ¿Por qué no nos vamos a un sitio más tranquilito? Me gustaría estar a solas contigo…
No me lo hice repetir. Yo me moría de ganas de lo mismo. La cogí de la mano, salimos del agua y la llevé a un lugar muy solitario. Nos tumbamos abrazadas y nos besamos, primero suavemente pero a medida que nuestros cuerpos sentían el calor del otro, nos dábamos la lengua que chupábamos y entrelazábamos. Lourdes fue bajando con su boca por mi cuello hasta llegar a mi pecho y allí empezó a lamerme las tetas y chuparme los pezones. Me estaba poniendo muy cachonda y no podía evitar lanzar profundos gemidos.
Luego yo se lo hice a ella hasta que terminamos haciendo un 69. ¡Como me comía el coño y que bueno estaba su chochito!
No sé cuantas veces me corrí entre mamada y lengüetazos en el clítoris, y metiéndome y sacándome el dedo del coño. Nos gustamos tanto que hoy en día somos pareja.
Un beso de las dos para todos y todas.