Relato erótico
Era el momento
A sus 22 años y aunque ha tenido varios novios, aún sigue virgen. Había quedado con su novio para ir a ver una película en su casa. Los invitaron a una barbacoa y allí ocurrieron “cosas”.
Lola – Toledo
Eran las dos y media de la tarde, estaba en la parada del bus esperando que llegara mi novio a recogerme para ir a su casa a ver una película, que
Había alquilado, una película que me encanta y que quería ver por tercera vez, cuando me encontré a un amigo con el que empecé a hablar hasta que vi venir a mi novio. Me despedí del amigo y nos dirigimos a su casa, caminando a lo largo de diez minutos, atravesamos un centro comercial, dos avenidas y varias manzanas de casas. Por fin llegamos, preparamos una bolsa de palomitas de maíz y sacamos dos refrescos de la nevera, colocó la película y nos dispusimos a verla. Hacía mucho calor y como no había nadie más en la casa, me quité la blusa que llevaba y me quedé con el top, fuerte y resistente, que llevaba debajo y que me permitía ir sin sujetador al gimnasio.
Era un sábado y la verdad es que había sido una semana pesada para mí. Trabajaba de siete de la mañana hasta las cinco y media de la tarde y luego estudiaba de seis a nueve. Estaba rendida pero feliz ya que me encontraba con mi novio, veríamos una excelente película y pasaríamos un rato a solos, cosa que no era muy común últimamente.
Empezamos a ver la película. Al terminar de comer las palomitas y tomarnos los refrescos, me recosté sobre sus piernas, mientras él se dedicaba a acariciar mi cabello y hacerme una especie de masaje en los hombros. Esto me puso la piel de gallina y me relajó mucho. Todas mis preocupaciones se fueron a Marte en esos momentos. Yo era una chica de 22 años, bella, juiciosa, atractiva, buenas tetas y buen culo y, además aun era virgen.
Con mi actual novio, David, llevaba ya cerca de ocho meses, me había propuesto hacer el amor en un par de ocasiones, pero respetó mi decisión de hacerlo cuando yo quisiera y estuviera preparada. En el trabajo y en el instituto donde adelanto mis estudios, mis amigas se burlaban de mí por negarme al placer de la carne. Esto ya me tenía muy molesta y además de esto una amiga mía me comentó que oyó a una ex novia de David comentar que era el mejor amante que ella había tenido en su no corta carrera sexual.
Toda esta presión sumada a una insaciable curiosidad, había permitido que David, en un par de ocasiones, me tocara.
Una vez estábamos en la finca de un amigo mutuo, había tres parejas en la finca y habían montado una barbacoa. David y yo estábamos besándonos en la cocina. Alguien del grupo había traído una película porno y yo era la primera vez que veía un video así. Esto me calentó un poco y David, que besa muy bien, me dijo muchas palabras lindas, bonitas y dulces que me emborracharon. Durante este lapso, él aprovechó, con el beso que me estaba dando, para pasar su mano izquierda por mi trasero, del cual estaba David muy orgulloso pues decía que ninguna chica que tuviera el pecho tan lindo como el mío podía tener un trasero tan redondo salido como ese que yo tenía.
Allí estaban sus manos, en mi trasero, pellizcándolo y apretujándome contra él. Al terminar el beso, David puso su mano derecha en mi pecho, mientras su mano izquierda buscaba mi ano entre mis nalgas.
Eso me lo confesó días después. Yo no sé porque me quedé estática, paralizada, congelada. Su mano derecha se poso en mi teta izquierda y se deslizó con suavidad a la derecha. Muy suavemente murmuró a mi oído:
– ¡Que belleza, que perfección, que dureza, que tetas, las más hermosas tetas que jamás han existido!
Las apretó con fuerza, las masajeó un poco pero cuando su mano derecha se dirigía a mi escote para poder meterse dentro de mi blusa y poder liberarlos de mi sujetador, se oyó el ruido de alguien que se acercaba a la cocina. Esto me hizo volver a la realidad. David, sin que yo le dijera nada, sacó su mano izquierda de mi trasero y retiró la derecha de mi pecho, me tomó por la cintura y me besó apasionadamente. La persona, que nunca supe quien fue, nos vio besándonos, murmuró algo que no logré entender y se retiró. Cuando David terminó de besarme, lo miré, tenía la cara toda roja y sus orejas más todavía.
– Ven, salgamos de aquí – le dije.
– Te amo – me respondió simplemente.
Después de decir algo tan hermoso, procedió a colocarse bien su aparato, que yo no había notado que estaba a su máxima expresión y que, notoriamente, se marcaba por debajo de sus tejanos.
La otra vez que se me quedó clavada en la memoria, fue aquella en que fuimos a un autocine con el coche del mejor amigo de David. Un auto viejo pero bien conservado y espacioso. Adelante iban ese amigo con su novia y atrás David y yo. No me fijé bien en la película ya que, habiendo pasado por la experiencia anterior, con un par de toqueteos menores, ya estábamos en el asiento trasero besándonos. De pronto ocurrió lo inesperado. David comenzó a tocarme y manosearme. Me sentía rara con sus amigos en el asiento delantero del coche, pero ellos no nos veían o hacían como que no nos veían. En un momento dado, David sacó su miembro y me dijo:
– ¡Mira como me pones!
– ¿Cómo? – le respondí yo, como una tonta.
Él, puso mi mano izquierda en su polla pero, cuando me di cuenta de que tenía este aparato en mi mano, me asusté y retiré mi mano con rapidez.
– ¿No quisieras hacer algo al respecto? – me preguntó él.
– ¿Como qué? – volví a preguntar como una tonta.
– Darle un meneíto o por lo menos, un besito – contestó.
– ¡Nada de eso, si quieres una caricia o un beso, te lo das tu mismo!
– Está bien – replicó.
Se dedicó a masturbase allí mismo, en el coche. Yo lo miraba detenidamente, mientras él se meneaba la polla. Movía su mano derecha a lo largo de toda su polla, agitándola y deteniéndose para apretar su glande. No sé porque, pero le encanta que le aprieten fuerte el glande. Esto lo pone a tono. Las venas de su polla brotaban, su mano agitaba con intensidad y fuerza su músculo amatorio hasta que, en un momento determinado, David cerró sus ojos, tomó uno de mis pechos y lo apretó con fuerza.
Su mano estaba en el glande y lo apretaba con más fuerza que antes. De pronto David tuvo un par de vibraciones muy intensas y rápidas. Estaba teniendo un orgasmo si lugar a dudas. De entre sus dedos empezó a salir un líquido espeso y blancuzco. Era semen y era la primera vez en mi vida que lo veía. En este preciso momento, David se giró, me soltó el pecho, abrió la puerta del coche y se bajó. Volvió a los quince minutos con un refresco y las manos bien lavadas, muerto de risa. Esto nos unió mucho más y me parecía muy erótico mandarlo para su casa a cien grados de temperatura, temperatura que solo podía bajarse a través de una sesión pajillera en el baño o en la habitación de su casa.
Volviendo a esa tarde, nos encontrábamos en la casa viendo aquella película, solos David y yo. Él, se dedicaba a acariciarme la cabeza, mientras yo no pensaba en nada. De pronto David empezó a acariciarme las tetas. El cosquilleo fue intenso, mis pezones se empezaron a poder duros y sentía que mi chocho empezaba a fluir líquidos. Me puse nerviosa. El veía la película mientras me tocaba y no parecía muy interesado en ver mis reacciones pero, de repente, me levantó de su regazo y me empezó a besar, mientras pasaba sus manos por entre mi top y mis senos.
Sin pensarlo, sin dudarlo un segundo, David bajó mi top y me chupó el pezón. Me besó toda la teta mientas que, con sus manos, me acababa de bajar el top para poder apretar mi pezón derecho. Lo acariciaba, lo apretaba y me chupaba la teta izquierda. Yo estaba en la luna, sentía que mi chocho producía más líquidos que nunca. Mi mente recordaba la polla de David y me sentía excitada de pensar como la tendría ahora. El, como leyendo mi mente, se sentó en mis piernas me beso, me quito el top y empezó a besar las orejas, siguiendo por mi cuello. Yo estaba muy caliente. No me podría resistir. Estaba decidida a hacerlo allí y ahora. David me besó la parte alta de mi pecho, bajó a mis tetas, se detuvo allí por un par de minutos, siguió hacia abajo, me besó el ombligo con cuidado, me desabrochó el cinturón, el tejano y me lo bajó con fuerza, logrando deslizarlo por mis caderas. Junto con el pantalón, arrastró mis bragas. Mi coño estaba a la vista, en primer plano. El procedió a tocarlo y a meterme su dedo índice. Lo notó mojado y exclamó:
– ¡Sí que estás lista!
– ¡Métemela! – oí que le respondía.
Me besó el, chocho, me lamió los labios, me chupó, mordió y jugó un rato con mi clítoris. Estaba yo en un estado de excitación tal que solo atiné a cogerle las orejas, que estaban hirviendo como yo. Di mis primeros gemidos y gritos. Me estaba elevando demasiado, sentía que mi cuerpo experimentaba el mayor placer que había sentido en mi vida, un placer tan intenso, tan indescriptible, tan hermoso y bello, un placer que me arrepentía de no haberlo probado antes. No hay nada en el mundo cercano a esta sensación de placer, este nirvana espiritual, hormonal, corporal y físico que se siente. David se detuvo, se levantó, abrí mis ojos y pude ver como se desabrochaba sus pantalones y sacaba su aparato, ya listo, armado y cargado para la acción. Me empujó hacia atrás en el sillón, se metió entre mis muslos, me introdujo su polla y me empezó a besar.
– ¿Te duele? – me preguntó.
– No, dame con fuerza, quiero sentirte dentro de mí, dame duro…
Me la empujó muy duro, me la metió toda hasta el fondo, llegué al cielo, me encontraba en un clímax que no me imaginaba, no creí que ningún placer humano me pudiera dar tanto. Me la metía, me la sacaba despacio y me la volvía a meter con fuerza. Que cosquilleo, que placer, todos los problemas se fueron.
De pronto sentí que me moría. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Estaba en las estrellas, todos los puntos nerviosos de mi cuerpo se unieron en mi cerebro. Estaba perdida. Sentí que duraba millones de segundos. Me aferré a David, le arañé a espalda, grité y me sentí perdida, cansada. David se bajó de mí. Se había corrido. Le encantó haber llegados juntos al orgasmo que había durado un largo rato. El movimiento, durante el orgasmo, fue más placentero, fue un clímax inexplicable, un gran logro para los dos.