Relato erótico
Enseñanza desinteresada
Vive con su pareja desde hace varios años, no están casados, pero están bien o al menos, eso creía. Los dos están muy involucrados en las actividades sociales del barrio y habían organizado unos talleres y un curso básico de informática.
Alicia – Madrid
Antes de nada me describiré, me llamo Alicia, tengo 31 años, 1’70m, 60 kg, rubia, pelo corto, 85 de pecho; soy una chica normal, del montón. No estoy casada, pero llevo con mi actual pareja muchos años.
Tanto mi pareja como yo estamos bastante involucrados en lo que son las actividades sociales del vecindario. Se organizan cursos, talleres, todo de forma desinteresada.
Toda esta historia comienza cuando se organizó un curso de iniciación a internet y me presenté para dar las clases. No es que tenga mucha idea, pero estaba todo enfocado a personas mayores, con conocimientos básicos de informática. Yo les iba a enseñar a buscar cosas, crear una cuenta de MSN, Facebook, todo muy de estar por casa. El curso era gratis, así que tampoco nadie esperaba mucho. Eran dos horas por semana, algo sencillo de compaginar con mi trabajo.
El primer día no se dio clase, fue todo una presentación y hablar de lo que íbamos hacer. Éramos 7 personas, casi todos conocidos del barrio. Las clases se daban en un bajo de nuestro edificio, donde se organizaban reuniones o charlas. Teníamos cuatro ordenadores bastantes antiguos, con monitores enormes y había que compartir ordenador. Era una sala bastante estrecha, había mi mesa y cinco mesas puestas en fila, una detrás de otra. En la primera fila estaba un señor al que no conocía de nada. Debería tener unos 60 años, piel morena, tripilla de la felicidad, muy chistoso, era la alegría de la clase con sus chascarrillos y basto como él solo. Había venido acompañado de su nieto de 15 años para que le ayudara. El resto de la clase eran personas y vecinos del barrio a los que conocía.
No prestaba mucha atención a mi vestuario, salía de trabajar, me iba a casa, me ponía cómoda y luego iba a dar la clase pues el local estaba justo en el bajo de mi edificio. Todo muy informal, era verano y hacía calor, no pretendía poner cachondo a nadie ni buscar rollos extraños.
El primer día de clase bajé con vaqueros y una camiseta, nada especial. Todo iba más o menos bien, cuando el señor en cuestión (lo vamos a llamar Andrés) me avisó que tenía problemas para entender una cosa, yo me acerque por detrás de ellos y me puse entre los dos, me incliné y trate de ayudarles. La mesa de atrás estaba cerca y era una postura incómoda (tengo que decir, que eran mesas altas y con el pedazo monitor que había encima, más la impresora, hacía que fuese imposible ver la mesa de delante). Les expliqué dos tonterías, al poquito me di cuenta que al estar inclinada y como el cuello de mi camiseta era ancho, a poco que girases un poco la cabeza y la levantases se me viese todo el sujetador.
En ese preciso momento me sorprendí, nunca fui una exhibicionista, más bien todo lo contrario, normalmente me hubiese apartado al instante, pero ver a Andrés como me miraba a mí en vez de mirar para el ordenador, me dio una sensación de morbo increíble, sentía un calor interior bárbaro.
Trate de hacerme la despistada, como si no me hubiese dado cuenta y cuando terminé de explicarles me retiré tan tranquilamente. Al poco le surgió otra duda, volví y me incliné haciéndome la despistada, les hacía ver las fotocopias que tenían delante. No creo que intuyese que lo hacía a posta, ni mucho menos. Me hacía sitio para teclear y mis piernas rozaban contra su costado, no se retiraba a modo de consideración para que tuviese más espacio, al contrario hacía fuerza hacía mí, no era algo muy evidente, pero había roce.
Al terminar la clase fui para mi piso, no daba crédito, ¿porque me excitaba tanto la situación con aquel hombre tan mayor? No lo entendía, tuve que masturbarme, estaba tan húmeda y tan excitaba que terminé enseguida. Mi vida sexual era una vida sexual normal, para una pareja con más de 6 años, teníamos sexo una o dos veces por semana, pero no me sentía defraudada ni insatisfecha con la vida que llevaba.
Tenían que pasar dos días antes de volver a dar clase, se me hacia eterno, me daba por pensar lo peligroso que era todo eso, lo que me podía poner, llegue a la conclusión que tenía controlada la situación y al menor síntoma de abuso por su parte, me retiraría y no volvería.
Llegó el día, decidí ponerme un pantalón negro de malla, con una camiseta larga que me tapaba el culo. Al final me pudo más la conciencia y no quise excederme mucho, la camiseta tenía el cuello más cerrado, por lo que no se me veía el sujetador, así que se dedicó a rozarse… Terminé bastante decepcionada, pero pensé que así era mejor.
Al terminar la clase se me acercó Andrés y me dijo que encontraba las clases muy interesantes, pero que claro, que era miércoles y hasta el lunes no había y que le sabía a poco, que tenía familia en la capital y que le gustaría hablar con ellos por internet y mandarles alguna foto y que si había alguna manera de que le pudiese ayudar con alguna clase privada, insistió una y otra vez. Yo le dije que acababa de trabajar a las siete, que tenía que preparar la cena, que mi pareja no llegaba hasta las nueve y que ya me iba justo dar las clases. Él insistió y me pudo el morbo, le dije que bueno, que estuviese a las siete y le daría 45 minutos, que luego tenía que hacer otras cosas. Me dio las gracias y dijo que no me haría perder el tiempo.
La verdad es que hablé sin sopesar que estaría sola en casa, que no tendría la protección del resto de la clase, pero ya era tarde.
Al día siguiente, al llegar del trabajo vi a Andrés en el portal esperando, le saludé y le hice pasar, le dije que perdonara el desorden que iba muy acelerada, me contestaron que no me preocupase, que estaba todo perfecto. Le encendí mi ordenador y le dije que me iba a duchar y mientras sacasen los apuntes y a ver si eran capaces de encontrar alguna dirección y que a la vuelta crearíamos una cuenta.
Me duché y mi grado de excitación era máximo, estaba súper animada. Me puse una falda negra corta, braguitas blancas y una camiseta, decidí no ponerme sujetador. Como mis pechos no son excesivamente grandes pues no era muy cantoso.
Me acerqué a ellos y poco a poco les indicaba como hacer para crear una cuenta, me fui a hacer cuatro cosas y les dije que si tenían alguna duda me llamasen. A los diez minutos me vino a buscar el chaval, me acerqué y como solo había dos sillas le dije al chaval que me dejase sentar, Andrés hizo de caballero y se levantó él y me cedió el asiento y se puso de pie justo atrás, se había percatado que no llevaba sujetador y allí podía mirarme tranquilamente el escote sin que yo lo pillase. Con mis movimientos de brazo al teclear, mis movimientos hacia delante y atrás, el cuello de mi camiseta se iba abriendo y cerrando poco a poco, dejando ver mis tetas. Le di el espectáculo y me levanté, estaba muy motivada, me enloquecía lo que estaba haciendo.
Al rato me acerqué a ellos y les pedí que ya se tenían que ir, separaron la silla de la mesa y me agaché para apagar la torre que estaba debajo de la mesa, dejando mis pechos colgando cerca de la cara de Andrés, me reincorporé y vi el tremendo bulto que tenía en su pantalón de chándal. Era inmensa, se detectaba ahí escondida una polla de caballo. Se fueron no sin antes decir que vendrían al día siguiente. Antes de que viniese mi pareja, decidí ir a ponerme el sujetador, pase por el baño para recoger la ropa sucia y poner una lavadora y me percaté que había removido la ropa sucia, tenía unas braguitas sin enrollar, era síntoma que alguien las había desenrollado.
El sentirme deseada, era una sensación única, jamás la había sentido y me hacía sentir tan bien. Hice el amor por la noche con mi pareja, pero mi imaginación se iba a Andrés, realmente hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto del sexo, incluso mi pareja parecía sorprendido.
Durante el día se me venían a la cabeza las imágenes del tremendo bulto de Andrés, lo que en principio era un juego morboso, el sentirme deseada por alguien, sin pretender engañar nunca a mi pareja, de repente había pasado a ser una especie de obsesión, me imaginaba tocando esa enorme polla, no sabia ni como era, ni si era tan grande como parecía, pero yo ya la había idealizado.
A la hora indicada los volví a recoger en el portal, los entre en casa y volví a decirles que me iba a duchar, me cambiaba y estaba con ellos. Me dijo Andrés que se iba a la galería a fumar un cigarro.
Mi habitación tiene una ventana que da justamente a la galería, así que creí leerle las intenciones enseguida. Al entrar en mi habitación vi la sombra de Andrés, supongo que no se daría cuenta que a contra luz se marcaba perfectamente su silueta. Me hice la despistada y entré directamente al aseo de la habitación y me duché. Me enrollé una toalla al cuerpo y salí del aseo. Allí estaba toda la silueta de Andrés detrás de la persiana. Me quité la toalla, quería ser rápida, ir al cajón, sacar unas braguitas, ponerme un pantalón y una camiseta y salir. Lo cierto es que estaba muy nerviosa, en vez de abrir el primer cajón que es donde tengo la ropa interior nueva, abrí el segundo que tengo también braguitas pero viejas y me puse las primeras que vi, rápidamente me puse un pantalón de chándal y una camiseta y salí.
Tenían pocas ganas de trabajar y Andrés muchas de hablar, dejó a su nieto delante del ordenador y vino a verme a la cocina. Dejó de llamarme por mi nombre y usaba términos como cariño o cielo. Me habló de temas que realmente no venían a cuento. Y de repente empezó hablar de mí, me dijo que le daba pena, porque no me cuidaba, que era una mujer increíble y que no me valoraba. Empezó hacer de psicólogo barato. ¿A que hacéis poco el amor? ¿A que hace tiempo que no te compras nada sexy?
Comprendí donde quería llegar y me deje llevar. Asentía y le daba la razón, me dijo:
– Si quieres puedo ayudarte.
Le pregunté como me podía ayudar y me dijo:
– Estoy seguro que eres tan dejada que llevas unas bragas rotas.
Yo si queréis que os diga la verdad, no sabía ni que bragas me había puesto y le repliqué que eso no era cierto. Sacó de su bolsillo un fajo de billetes y puso uno de cien sobre la mesa y me dijo:
– Bájate un poco el pantalón y si no están rotas, te pediré disculpas y este billete será tuyo por mi osadía, si están rotas dejarás que te ayude a sentirte mujer.
Me bajé por curiosidad un poco el pantalón y había un agujero en la parte de atrás de mis bragas. Me hice la loca y le pregunté como podía saber eso, que era imposible. Me contestó que ya tenía muchos años y que sabía cuando una mujer no se quería a sí misma, lo había enfocado todo a un problema de autoestima.
Me sentó en sus rodillas y me entró en escalofrío. Me susurraba, me decía cosas bonitas, me rodeó la cintura con su brazo, deslizó la otra mano por debajo de mi camiseta, buscando mis tetas. Eran unas manos ásperas, fuertes. Yo estaba paralizada con un 50% de excitación y el otro 50% de terror. Se puso a jugar con mis pezones, los cuales estaban duros como piedras. Me levantó la camiseta para contemplar mis tetas, me dijo que eran preciosas y empezó a chuparme el pecho derecho. Me metió la mano por mi pantalón, apartó las braguitas y me metió su dedo corazón, notó enseguida lo húmeda que estaba, soltó una carcajada y me dijo:
– Vaya zorrita estas hecha.
Me apartó de sus rodillas y se desabrochó el pantalón, se bajó el calzoncillo y apareció una polla impresionante, en mi vida había visto algo de ese tamaño, solo en las pelis porno. No sabría deciros con exactitud, pero superaba los 20cm. Andrés ya era por si bastante moreno de piel, pero su polla era muy oscura, totalmente descapullada, bastante ancha, una vena enorme la recorría de arriba abajo. Me agaché, no sabía ni como empezar con ese tremendo pollón, acerqué mi boca con miedo, me empujó hacia su polla. Empecé a chuparla y tragarla, solo me entraba la mitad de la polla, la sacaba y me la sacudía en la cara, daba golpecitos en mi cara con su rabo, mientras yo jadeaba y cogía aire.
Estuvimos casi media hora, ya estaba exhausta. Me ayudó a levantarme y mire el reloj, faltaban diez minutos para las ocho. Me sentó en el borde de la mesa, abrió mis piernas y con lo lubricada que estaba yo y su polla, entró enseguida hasta el fondo. No pude evitar gritar, cuanto más gritaba más fuerte me daba, era como un animal, la mesa temblaba que parecía que se iba a desmontar, golpeaba la pared y se oía un ruido enorme. Me agarró dándome una especie de abrazo de oso, estuvo unos minutos bombeando, minutos que me parecieron horas. Tuve mi primer orgasmo, cosa que era la primera vez que me pasaba sin necesitar ayuda de mis dedos. Terminó y me bajó de la mesa, me hizo arrodillar para que otra vez volviese a saborear su polla, ahora con todo el olor de mis fluidos.
Él no entendía lo que era chupar, me follaba la boca, cuando intentaba hacer algo distinto, me decía que no le gustaban las mariconadas. Estuve unos diez minutos dedicada únicamente a ver como entraba y salía su polla de mi boca y se la sacó, por fin había terminado, se masturbaba delante de mi cara hasta que se corrió en mi mejilla. Se limpió, se subió los pantalones y me dijo que nos veríamos el lunes en clase y se fue. Eran las ocho y media, estuve cinco minutos en la misma postura, arrodillada, recuperándome de todo. Me fui a duchar y trate de que se mi corazón se tranquilizase. Prácticamente no hablé esa noche, estaba muy acelerada, muy nerviosa, solo quería ir a dormir.
Paso el fin de semana y me relaje bastante, no paraba de recordar imágenes y comentarios de Andrés. El curso estaba programado para que durase dos semanas, 4 horas en total. Así que solo me quedaban dos clases, no sabía si alegrarme o no. El morbo había desaparecido, estaba ahora en un estado de sumisión.
Ese día me puse unos vaqueros con camiseta, de repente a Andrés se le habían acabado las dudas, parecía que la tormenta había pasado y yo no forzaba la situación. Cuando me acercaba a su mesa, me pasaba la mano por el culo, pero de una forma discreta.
Al día siguiente, al regresar del curro, los vi a los dos otra vez en el portal. Se me cayó el mundo, pensé que se iba todo a la mierda, no quería que fuese a mayores. Aparté a Andrés de su nieto y le dije que no quería nada más, no quería repetir. Me preguntó si no me lo había pasado bien, me cogió del brazo y me dijo:
– El curso termina mañana, vamos a subir y te follo rapidito.
Le dije que no, que se fuera.
– Aquí tú no decides nada.
Me hizo entrar en el portal. Fuimos a la cocina y me sentó en la mesa. Estaba llena de dudas, por un lado lo deseaba y por otro quería decir que no.
– Vamos, que mañana se acaban las clases y ya no nos veremos.
Le dije que iba a ducharme. Salí de la ducha con la toalla enrollada a mi cuerpo y él me esperaba en la puerta del baño.
– Ves para el dormitorio – me dijo.
Una vez allí, se sacó la polla y me la metió en la boca. Cinco minutos follándome la boca. Me colocó bocabajo y me la metió por el coño, que al no estar lubricada me dolió, parecía un perro intentando acabar lo más rápido posible, dando envestidas. Se apoyaba contra mi espalda, estuvo cinco minutos, paró y vuelta a empezar. Me separaba con las manos mis nalgas.
Siempre me avergoncé de mi actitud, sumisa ante un hombre mayor pero teniendo el mejor sexo de toda mi vida con diferencia.
Decidí no volver a la clase que quedaba excusándome de no encontrarme bien y todo acabó. Cada uno siguió con sus vidas.
Besos