Relato erótico
“Enseñando” a una amiga
Los dos matrimonios eran muy buenos amigos, pero Fernando se quejaba de que su mujer era muy puritana. Un día que nuestro amigo estaba haciendo unos arreglos en su casa, y por pura casualidad, le hizo un favor a su amigo. Su mujer dejó de ser una mojigata.
Pedro – Cádiz
Charo era la mujer de mi mejor amigo, nos conocíamos desde hace 10 años por lo menos. Fernando y Charo eran un matrimonio convencional, dos hijos maravillosos, una vida sin problemas económicos pero, por lo que me contaba Fernando cuando nos tomábamos unas copas, tenían un serio problema. Su mujer era muy, pero que muy puritana y jamás entraban en jueguecitos o se contaban historias, simplemente se colocaba encima de ella y cuando intentaba algo más pícaro le paraba los pies y le decía “¡pero quien te has creído que soy!
Charo estaba buenísima, su cuerpo de treinta y cinco primaveras delataba su etapa en la que la mujer se convierte de una jovencita a ser una señora, es rubia, 1,70, todo un tipazo, unos senos grandes y que se adivinaban nada caídos, duros, con unos pezones que en las muchas ocasiones que estábamos reunidos me volvían bizco y mi polla se ponía como un garrote. Ella alguna vez se dio cuenta de mi excitación y se iba a su dormitorio a ponerse el sujetador para darme a entender que por ahí no iba bien.
Estuvimos muchos años en los cuales nos reuníamos los dos matrimonios, ya sabéis, unas copas, unas charlas amenas, en fin, éramos verdaderos amigos para todo.
Pero no todo puede ser perfecto y el imperfecto era yo y este último año me empecé a obsesionar con ella, sabía que lo tenía imposible pero me podían más mis pensamientos pecaminosos y el deseo de saber si Charo era de verdad tan puritana como me decía mi amigo.
Mi profesión es carpintero y un día tuve que ponerles unas puertas en su nueva casa, subí a la buhardilla y me lié con mi trabajo, no había nadie así que me dispuse a trabajar cuando se oyó la puerta de la calle. Era ella.
– Hola, ¿hay alguien? – preguntó.
– Siiiií… sube, estoy arriba – contesté.
Estaba guapísima, con una faldita negra con medias y una camisa blanca desabrochados dos botones. Cuando me vio se acercó a darme dos besos y en el momento que me iba a dar el primero en la mejilla me giré y la estampé un beso en la boca, viendo como en ese momento se ponía roja de ira diciéndome:
– ¡Pero tú estás loco! ¿Qué haces… quien te has creído que soy? ¡Se lo diré a Fernando, una cosa es que estés todo el día mirándome, pero creo que te has pasado!
Yo solo sabía balbucear medias palabras, pedía perdón, pero ella cada vez estaba más histérica hasta que se giró y empezó a bajar las escaleras con tan mala fortuna que se tropezó y se dio un tremendo golpe en la espalda. Salí corriendo en su ayuda y cogiéndola en brazos la llevé a su habitación.
– Déjame mirar lo que te has hecho – le dije.
– Vete, por favor.
– No me iré hasta que no vea qué te has hecho – insistí.
Lloraba. Le cogí la blusa y fui desabrochando los botones. Solo tuve que quitar el primero para empezar a ver su sujetador negro, transparente. Ella callada ya, se dejaba hacer. Le quité la blusa y la dije que se tendiera en la cama boca abajo, fui a su baño y cogí un bote de aceite empezando a darla un pequeño masaje por la zona. Ella estaba temblando y notaba como su cuerpo era un manojo de nervios al sentir mis manos en su espalda. Yo le pedía disculpas por lo ocurrido y de verdad lo sentía, pero también sentía que mi polla estaba que explotaba en el pantalón. De pronto ella empezó a tranquilizarse, ya no se quejaba, ya no temblaba y mis manos ya recorrían no solo la zona afectada sino que empezaban a acariciarla por los laterales, llegando a su falda, al cierre de su sujetador.
– Déjame desabrochártelo, así no puedo seguir – le pedí.
– Por favor…déjame ya – suplicó.
El broche salió disparado y seguí con el masaje. Ella ya solo callaba. Le desabroché el botón de la falda y bajé su cremallera viendo el inicio de sus bragas, negras, hilo dental. Me estaba poniendo malísimo. Le bajé la falda y empecé a acariciarle las piernas, lentamente, sin prisas hasta que me puse de rodillas entre sus piernas, cogí sus pies y empecé a besarlos metiéndome su dedo gordo en la boca y luego saqué mi lengua para recorrer todo su dedo mientras mi otra mano la acariciaba entre los muslos sin llegar a tocar su sexo. Simplemente era una caricia y de pronto oí un gemido.
– Date la vuelta – le dije
– No, no me hagas esto – su voz era un susurro.
Yo ya no podía parar, la giré y la contemplé. Ella puso el brazo en su cara y yo se lo fui besando hasta llegar a la altura de su boca, luego se lo aparté y la volví a besar. Ella, al principio, no abría la boca pero tanto insistir noté como de pronto la abrió y me dio la lengua. Mis manos estaban en sus pechos y fui chupándole el cuello hasta que mi boca llegó a sus pezones que estaban duros como rocas. Fui bajando más y la braguita desapareció en mis manos. Ahí lo tenía, su tesoro, rubio, con un olor que vosotros sabéis cual es, perfecto. Ella sabía cual era mi intención y me frenó con la mano.
– No lo hagas – me dijo – No me gusta.
Mi lengua estaba ya en su sexo, su clítoris estaba ya en mi boca y chupé, chupé y chupé hasta que la oí quejarse. Levantaba la cabeza, me miraba y volvía a enterrarla en la almohada. No podía estarse quieta, hasta que la vi como arqueaba el cuerpo y un fabuloso orgasmo se le vino encima. Entonces me puse al lado de ella y le dije:
– Quiero que me toques, Charo, tócame.
Alargó la mano y empezó a acariciármela por encima del slip, su mano subía y bajaba, suspiraba.
– Bájamelo y chúpamela – añadí.
– Por favor, que vas a pensar de mí… – gimió.
– Pienso que eres una belleza y que lo deseas en este momento.
Me bajó el slip y su cara era todo un poema. Acerqué mi polla a su boca y al darme en ella un besito le dije:
– Saca la lengua y chupa.
Madre mía que mamada me hizo, chupaba como si no hubiera comido polla en su vida. Se estaba abriendo y yo sabía cual iba a ser el siguiente paso. Me metí entre sus piernas y abriéndoselas, le metí mi polla de golpe en todo el coño.
– ¡No me la metas, nooo…!. ¿Qué estoy haciendo? ¡Que bueno… sigue así… no pares ahora… oooh…!.
Claro que seguí pero la giré y se la volví a meter hasta los huevos. Solo se oían gritos en la habitación
– ¡Como me gusta… sigue… no pares… aaah… que polla tienes, la siento tan dentro de mi!
Sabía que no duraría mucho más y empecé a bombearla con fuerza, sacándosela y volviéndosela a meter sin contemplaciones, hasta que noté como mi esperma rugía dentro de mí y dando una ultima embestida le llene de mi leche calentita toda su almeja. Nos miramos a la cara sabiendo que ese secreto nos uniría y que era el comienzo de su cambio de mujer. Desde entonces dejó de ser una puritana ante mis ojos convirtiéndose en una mujer realizada.
Llegó el siguiente fin de semana y fuimos a casa de Fernando y de Charo como era habitual, cenamos, tomamos unas copas y cuando nos quedamos solos los dos, Fernando me dijo:
-No sé lo que le ha pasado a Charo, pero el otro día cuando llegué a casa, me estaba esperando en la cama. Me dijo que había resbalado y que si le podía hacer un masaje. Se lo hice y de pronto, me dijo que quería chuparme la polla. ¡No podía creérmelo! Ella que siempre decía que no a todo se ha convertido en una mujer increíble.
No supe que contestar, pero interiormente sonreía y pensaba que el polvo que habíamos echado, le había despertado los instintos, y me alegro por mi amigo.
Bueno, la cosa no acabo aquí, pero otro día os contaré lo que pasó a partir de ese día.
Un beso para todos.