Relato erótico
Enseñando a la cuñada
Su novia vino del sur a estudiar arquitectura a Madrid, normalmente se quedaba en su piso a echar un polvo. Asiduamente venían a visitarla sus padres y su hermana pequeña. La hermana tenía 19 años y estaba divina. En la última visita la hermana se quedo a vivir unas semanas en el piso. Un día la pilló en una situación “incómoda” y aprovecho para darle unas lecciones de sexo.
Víctor – MADRID
Amigos de Clima, esta historia que voy a contar es real. Todo sucedió en Madrid hace 3 años. En ese entonces yo tenía 25 años y estaba de novio con una chica del sur. Ella había venido a Madrid a estudiar Arquitectura, tenía 22 años, un hermoso cuerpo con grandes pechos y un no menos hermoso trasero.
La familia de ella era una familia con dinero así que por eso ella tenía su propio apartamento por la zona del centro, un gran apartamento con 3 habitaciones, ya que de vez en cuando sus padres venían a Madrid a visitarla y también con sus padres venía su hermana, una hermosura de 19 años, Gabriela de 1,75 de altura, delgada, con dos pechos pequeños, pero muy tiesos y un hermoso culito.
Digamos que éramos una pareja normal. A la hora del sexo mi novia era fenomenal, sabía hacer en la cama de todo y eso me encantaba, de hecho ya habíamos tenido algunas charlas sobre tener sexo con una chica o un chico, pero eso os lo cuento la próxima vez.
Estábamos en noviembre y sus padres vinieron a visitarla y como siempre también vino su hermana Gabriela, pero la diferencia de otras visitas fue que su hermana no se volvió al sur sino que se quedó ya que sus padres harían un viaje al exterior y no querían dejarla sola. Los padres se fueron y Gabriela se quedó. Mi relación con Gabriela era normal como cualquier futuro cuñado, pero todo cambió después de una conversación que mantuve con mi novia, pues ella me contó que su hermana le había preguntado sobre tener relaciones por primera vez con su novio. Quería saber como darse cuenta de cuando llegaría el momento justo de perder su virginidad.
Yo realmente no sé porque mi novia me contó eso, pero ya no pude ver más a Gabriela como mi cuñada, sino como una mujer que deseaba tener sexo lo antes posible. Era imposible sacarme de la cabeza la imagen de mi cuñadita desnuda tirada en su cama abierta de piernas esperando ser penetrada por primera vez y casi sin darme cuenta empecé a pasar más tiempo con ella. Iba al apartamento en horarios en los que mi novia no estaba para pasar el tiempo con ella. Me quedaba a dormir casi toda la semana solo para verla y cuando tenía relaciones con mi novia trataba de que ella gritara más que nunca solo para que mi cuñadita nos oyera.
Una tarde yo estaba en el apartamento y me levanté de una siesta, salí de la habitación y me dirigí al salón donde tenían un gran sillón y la vi a ella, a mi cuñadita, acostada boca abajo con una de sus manos dentro del jean que tenía puesto, gimiendo, levantando y bajando su culo a con cada gemido. Se estaba masturbando de una forma bestial y me quedé en silencio para ver como acabada con su placer solitario. Todo eso, como es natural, me provocó una erección tan brutal que luego tuve que pelármela en el lavabo.
Días después estaba yo en el apartamento pues mi novia se tenía que quedar a estudiar con unos compañeros porque al día siguiente tenía un examen y me pidió que fuera al apartamento ya que ella no quería dejar a Gabriela sola tanto tiempo. Como yo tenía llave me fui hacia el apartamento y cuando abrí la puerta oí que la radio estaba encendida y muy fuerte, me dirigí al salón y para mi sorpresa también estaba Gabriela en el sillón masturbándose nuevamente y esta vez haciéndolo muy fuerte ya que ella también pensaba que estaba sola. Esta vez tomé la iniciativa y bajé el volumen de la radio por lo que ella se dio cuenta de que no estaba sola. Me miró y no podía creer que yo estuviera ahí parado mirándola.
– ¡Que estás mirando, vete! – me gritó.
Se levantó, empezó a llorar mientras se abrochaba los pantalones y se encaminó hacia su habitación. La intención de ella era encerrarse en ella, pero la seguí y no dejé que cerrara la puerta. Ella se tiró sobre su cama y siguió llorando, mientras yo le hablaba, diciéndole que no se preocupara, que nadie se iba a enterar y que además todo el mundo se masturba. Al darse la vuelta, ella notó mi gran erección. Me acerqué y le dije que estaba todo bien. Ella me miraba sin decir nada, le acaricié el pelo y le dije que no llorara, que era demasiado hermosa para llorar. Le pasé mi mano por su mejilla para secarle las lágrimas y entonces la tomé de la mano, se puso de pie a mi lado, la abracé y mientras le acariciaba el pelo, sentía su respiración acelerada en mi oreja.
Al final se tranquilizó, mis manos acariciaron su espalda y luego me acerqué a sus labios y comencé a besarla, respondiendo ella el beso con su lengua, sintiendo que estaba excitada, pero de pronto exclamó:
– ¡No, está mal!.
– No pasa nada – le dije – nadie se va a enterar, nadie.
Comencé a besarla nuevamente, pero esta vez apretándola contra mi cuerpo ya que así ella podía sentir mi gran erección. Mi verga quería salir de mis pantalones. Bajé mis manos por su espalda hasta su culo bien duro, bien salido, y la apreté mucho más fuerte. Ella dio un pequeño grito, mis manos masajearon ese culo y luego deslicé una de mis manos hacia delante para acariciarle la entrepierna pero ella volvió a gemir.
– Hoy vas a ser mía, toda mía – le dije.
Su respuesta fue un gemido de placer y entonces metí mis manos dentro de sus pantalones para poder agarrar su coño mientras le apretaba el culo. Nuestros sexos se chocaban. Le cogí una mano y se la llevé hasta mi verga pero no le tuve que explicar nada ya que ella comenzó a frotarme la verga que estaba bien dura. Pronto desabroché mi pantalón, mi verga salió al exterior y ella la acariciaba, primero muy despacito para luego acelerar el ritmo y masturbarme allí en su habitación, de pie al lado de su cama. Entonces empecé a sacarle la blusa que llevaba y quedó con un sujetador en el que se le marcaban sus pezones, como si quisieran escaparse del sujetador.
Apoyé la punta de mis dedos en sus pezones erectos y se los apreté. Ella estaba que volaba, me agarró la verga y me la empezó a pajear con fuerza. Luego la hice sentar en la cama quedando su cabeza a la altura de mi verga por lo que le dije que me la chupara. Empezó hacerlo mientras yo le decía que se la tragara toda. Luego le dije que me chupara los huevos, y que se frotara mi polla por las tetas. Al rato la hice agachar casi poniéndola a cuatro patas, comenzando a acariciarle su almeja toda húmeda luego acerqué mi cara a esa culo hermoso y le besé los cachetes hasta llegar nuevamente a su coño todavía cubierto por su ropa interior.
Ella empezó a gemir de nuevo, se acostó en la cama, se dio la vuelta y empecé a sacar la braga que estaba realmente mojada. Le abrí las piernas y pude ver ese coño virgen, rosado y mojado. Me agarré la verga y diciéndole que me mirara, comencé a pajearme ante su chocho. Con una mano me pajeaba y con la otra la pajeaba a ella, hasta que agaché mi cabeza, le pasé la lengua por su clítoris y le pegué una chupada de coño impresionante. Mientras lo hacía le iba metiendo mis dedos en su cerrada rajita y ella gemía a más no poder.
Después de estar lamiendo esa almeja virgen por más de 15 minutos, me dispuse a follármela. Me puse encima de ella y la penetré bien despacito. Sentir ese coño tan cerrado es algo que nunca me voy a olvidar. Mientras la follaba ella gemía y me pidió que le chupara las tetas, que le mordiera los pezones. Así lo hice hasta ponerla boca abajo en la cama y así comencé a chuparle el culo, abriéndome paso con la lengua y luego con mis manos para abrirle bien el culo, hasta dejar a mi disposición su ano, rosadito, bien cerrado, donde le metí primero mi dedo índice. Ella gimió, le metí y saqué el dedo unas cuantas veces, para luego empezar a chuparle el culo metiendo y sacando mi lengua pero no aguanté más. A una indicación mía se puso bien a cuatro patas, me agarré la polla y le dije:
– Ese culito va a ser mío ahora.
Coloqué mi glande en la puerta de ese culo también virgen y empecé a empujar despacio hasta que entré en su ano mientras ella me decía:
– ¡Me duele, me duele!.
Pasé una mano por debajo hasta llegar a su clítoris y se lo froté. El dolor empezó a desaparecer y se trasformó en placer. Allí estaba yo, penetrando el culito de mi cuñada. Cada vez la embestía con más fuerza y sus gritos me volvían loco.
– ¿Te gusta, te gusta? – le preguntaba yo.
– ¡Sí… siií… encúlame más fuerte, rómpeme el culo… oooh… sí, soy toda tuya…aaah…! – me gritaba.
Yo estaba a punto de correrme y así lo hice con mis últimas tres embestidas en ese culito virgen, hasta que saqué mi polla y orgasmé en su culo y en su coño recién desvirgado.
Después de este episodio, seguí follándome a mi cuñadita todo el verano hasta que ella se fue en marzo nuevamente hacia el sur.
Besos y hasta otra.