Relato erótico

Enfado y venganza

Charo
21 de julio del 2019

Salieron de marcha para celebrar el cumpleaños de una amiga pero, su novio, se emborracho al poco rato. Como estaba enfadada con su novio por haber estropeado la noche, les dijo que ya se iría ella sola. Entre el enfado y las ganas de marcha que tenía, no dudo en aprovechar la situación.

Vanesa – Ciudad Real
Era ya finales de agosto y nos habíamos juntado unas parejas para celebrar el cumpleaños de una amiga. Yo me había puesto una minifalda y un top blanco, que encantaban a mi novio, y unos botines de nylon negro. Todo era muy ajustado y había tenido que renunciar al sujetador para poder embutir mis pechos en el sucinto top. En cuanto a la minifalda, había tenido que ponerme un tanga para impedir la incomodidad de las costuras. Y llegó la hora de la fiesta. Nos juntamos en un pub de una de las zonas típicas de copas en Ciudad Real.
Pasaban las horas y mi novio no hacía más que beber y beber. Ya era casi el final de la fiesta y solo quedábamos otra pareja y nosotros. Mi cabreo enorme porque mi novio llevaba una borrachera que no se tenía en pie. La otra pareja le vio tan mal que decidieron llevarle a casa para hacerle pasar la “mona”.
Yo estaba muy, muy enfadada pues me había jodido la noche. Así que les dije que se lo llevaran, que ya me encargaría de volver a casa por mi cuenta. Ellos insistieron, pero yo dije que no se molestaran. Al final, se fueron y me dejaron sentada allí, con mis piernas cruzadas, ofreciendo una buena visión de mis muslos al personal.
Yo estaba cabreadísima y en ese momento me puse a pensar en el polvazo que había echado en Granada. Si los tuviera aquí, pensaba, se iba a enterar ese gilipollas. Una voz me sacó de mis pensamientos. Miré al que me hablaba. Un muchacho de color, alto, fuerte y extranjero me estaba invitando a bailar.
Me puse a pensar rápidamente en Granada, en mi novio, pero acepté de inmediato. Así conocí a Conrad, un empleado de la embajada americana en Madrid. Bailamos un poco, luego me invitó a una copa y me habló de él aunque yo no entendía muy bien el inglés. Poco a poco íbamos intimando y terminamos riéndonos de la mezcla spaninglish en la que habíamos terminado hablando.
En esto, pusieron un disco de música lenta. Conrad me cogió de la mano y me sacó a la pista a bailar. Me agarró de la cintura, yo a él de los hombros y comenzamos. La verdad, yo ya había cogido el punto con las copas y eso de hacérmelo con un negro me empezaba a mojar el tanga de una manera bestial.
Poco a poco, mis movimientos empezaron a ser más insinuantes y él debió de darse cuenta porque los suyos también se hicieron más descarados. Finalmente, sus manos se deslizaron de mi cintura a mis nalgas y comenzó a amasarlas con suavidad al principio y con firmeza más delante. Incluso, cuando nuestro baile nos llevaba a zona más oscura de la sala, con una mano me levantaba el borde de la falda y con la otra exploraba mis ya húmedas interioridades. En uno de los movimientos del baile, Conrad se soltó de mí y con un brazo me giró quedándome de espaldas a él.

Restregaba su paquete por mi culo y sentía algo muy duro recorriendo la raja de mis nalgas. Mientras, comenzó a recorrer mis tetas, las cuales habían sobrepasado ya el punto máximo de endurecimiento. Estaba calentísima y ya lo único que quería era ser penetrada. Conrad me llevó poco a poco hasta el pasillo que llevaba hasta los lavabos, que estaba a oscuras.
Comenzó a besarme lujuriosamente, entrelazando nuestras lenguas. De un golpe subió mi top hasta el cuello y dejó mis tetas desnudas, agarró cada una con una mano y comenzó a estrujarlas con suavidad pero con firmeza. También me masajeaba los pezones. Yo estaba en la gloria, esperando que me entrara de una vez, como fuera. Por fin, dejó de tocarme los pechos, pero sin dejar de besarme, bajó sus manos hasta mi minifalda y de un golpe, me la subió hasta la cintura.
Allí estaba yo, en el pasillo de un pub, desnuda, besándome con un desconocido sin sentir el menor atisbo de vergüenza. Conrad deslizó su mano entre mi pubis y el tanga y apoyó su dedo en mi clítoris. Comenzó a masajearlo lentamente, en un movimiento que me llevaba a la locura y casi hacía que me deshidratara por mi vagina. Me estaba volviendo casi loca, pero él continuaba lentamente. Finalmente, me separé de él, con tanta brusquedad que su reloj quedó enganchado en mi tanga y al girarme, me la arrancó. A mí no me importaba, así que le empuje contra la pared y colocándome en cuclillas, le bajé la bragueta, metí la mano en su slip y saqué su polla.
Conrad hacía honor al tópico. Era un pene larguísimo pero no era grueso, semejaba una serpiente. No me detuve en buscar similitudes. De un golpe me lo metí en la boca. Lo metía y lo sacaba, a veces casi hasta tocarme la campanilla y provocarme arcadas. Le daba unos buenos repasos con la lengua. También me la sacaba de la boca y en su lugar me metía uno de sus huevos, mientras le pajeaba con la mano. Conrad gemía y gemía y yo solo esperaba que vaciara sus pelotas en mi garganta. Por fin, Conrad gimió un poco y me ordenó que parara. Como yo no lo hacía y continuaba dándole unos lametazos que habrían derretido a cualquiera, Conrad me agarró del pelo y me levantó. Yo estaba casi sollozando y la única frase que me salía era:
– ¡Por favor, fóllame… fóllame…!
Conrad sonrió y agarrándome por la cintura me empujó hasta el servicio de caballeros. Entramos y para mi suerte estaba vacío, aunque a mí en ese momento, con lo cachonda que estaba no me hubiese importado entrar en un estadio lleno de gente. Conrad abrió una de las cabinas y bajando la tapa, se sentó en ella. Luego, metió la mano en su bolsillo y sacó un preservativo y abriéndolo comenzó a ponérselo con una lentitud que a mí se me antojaba casi sádica. Cogí mi top y mi falda, me las quité y las tiré por ahí, quedándome solo con mis botines. Notaba los regueros de flujo que me bajaban por los muslos. Estaba sollozando, pues ahora mismo necesitaba una polla. Por fin, terminó de ponerse la goma que debía de ser tamaño King Size, y me dijo:

– Venga, cariño, siéntate.
Me acerqué a él y me fui acomodando poco a poco. Noté su punta en la entrada del chocho y como se abría camino dentro de mí. Comencé a cabalgarle lentamente, con cuidado. Él me volvió a agarrar los pechos y me besaba en el cuello. Comencé a ir más rápido y me vino el primer orgasmo. Pero yo no quería parar así que continuaba.
Su polla entraba y salía, entraba y salía, salpicando y chapoteando en mi coño. Me la metí hasta el fondo con cuidado, notando como se curvaba para tomar la forma de mi vagina y comencé a mover las caderas. No sé el tiempo que me tiré así pero Conrad no se corría ni a tiros y yo ya lo había hecho un par de veces.
Entonces, me levantó y su rabo salió de dentro de mí con succión. Él también se levantó. Me cogió y me sentó en la tapa. Arrodillándose, me puso un tobillo en su hombro y el otro, en su otro hombro. Entonces, se levantó y apoyándose en la pared, me embistió con salvajismo. Los líquidos de mi coño salpicaron pecho y cara de Conrad y mi grito no se oyó por la música. Conrad me follaba con auténtica violencia, como si quisiera atravesarme.
No llevaríamos ni un cuarto de hora, cuando volvió a sacar su polla y apoyándola en mi ano, empujó. Entró como un estilete y notaba como iba recorriendo la longitud de mi recto hasta que su pubis golpeó mis glúteos. La follada anal era mucho más suave, se movía despacio y realmente era como si una serpiente se moviera por mis intestinos. Las que no habéis probado la sodomía no sabéis lo que os perdéis.
De repente, Conrad hizo un par de movimientos convulsivos, apretó los dientes y se quedó quieto, dentro de mi culo. Le dejé un par de minutos, notando dentro de mi cuerpo como la flaccidez se apoderaba de su miembro. Finalmente se salió. Observé su polla y la bolsa del preservativo llena de su semen. Ahora me tocaba a mí.
Me levanté y empujándole de nuevo, le volví a sentar y arrodillándome, le quité el preservativo, de manera que se derramara sobre su polla. Comencé a limpiarla como si me comiera un helado, rebañando bien todos los grumos, guardándomelos en la boca y finalmente, tragándomelos, dejando su polla bien limpia y brillante. A pesar de todo esto, seguía sintiendo ese fuego que a veces me quemaba por dentro, así que, le volví a repetir:
– ¡Por favor, Conrad, fóllame otra vez!
Conrad miró su flácida arma, dándome a entender que era imposible pero, de repente, sonrió y se levantó, se acercó a la jabonera y comenzó a echarse jabón líquido en la mano.

Me besó con dulzura en la mejilla y me colocó de rodillas y cara a la pared, encima de la tapadera.
Lentamente, muy lentamente, metió un par de dedos en mi ano. La sensación era distinta, la mano es mucho más fría que la polla pero no era nada desagradable. Además, metía la mano hacia abajo y rozaba la delgada pared que separa recto y vagina, haciéndome sentir
Mi ano estaba ya dilatado por la sodomía, así que el tercer dedo entro fácilmente. Yo empezaba a jadear y la olla de mi coño volvía a hervir. El cuarto dedo entró con un poco de dificultad pero el jabón líquido ayudaba. Comencé a gemir al sentir como mi culo empezaba a palpitar. Por fin, comenzó a meter el pulgar y con él, a hacer presión para meter la mano. Los nudillos llegaron al esfínter y este se dilató al máximo. Yo ya gemía como una loca, como una perra. De repente, con un “plop”, la mano entró hasta la muñeca y mi ojete se cerró sobre esta. Conrad comenzó a mover su mano como un embolo dentro de mis culo al tiempo que notaba como abría y cerraba la mano dentro, apretando el tabique que separa recto y el chocho. Mi gemido era ya un grito continuo y mi coño era también un grifo continuo de flujo que se escurría por mis muslos y goteaba sobre la tapa.
De repente, al cabo de unos minutos me vino el primer orgasmo múltiple de mi vida. Imaginaros chicas, que después de correros, empezarais a hacerlo otra vez y otra vez y así seis o siete veces. Pues eso es un orgasmo múltiple.
Las descargas me recorrían todo el cuerpo, mientras notaba como vi vagina se contraía brutalmente varias veces y mi útero se movía en espasmos. Casi un minuto tuve descargas de ese tipo hasta que por fin, con un gemido, me dejé caer contra la pared mientras Conrad sacaba su mano de mi culo con un sonoro “chof”.
Cerré los ojos y traté de saborear el momento, notando como mi ano se iba cerrando a espasmos, poco a poco. De pronto noté una descarga cálida en la cara. Abrí los ojos y vi a Conrad que se la estaba cascando en mi cara y en ese momento se corría. Abrí la boca y los siguientes chorros de leche fueron a parar a mi boca, labios, mejilla y pelo. Por fin parecía que aquello había acabado. Me senté empapando mis nalgas con el charco que mi coño había formado en ella.
Con la mano recogí los restos de la corrida y terminé de saborearlo. Conrad salió de la cabina y recogió mi ropa, que me puse después de haberme arreglado un poco mi peinado y mi maquillaje. Notaba una sensación resbaladiza en mi culo y una palpitación, pero nada de dolor. Salimos al pasillo y vimos mi tanga roto. Conrad lo cogió y se lo metió en el bolsillo.
– Un recuerdo de mi chica – dijo sonriendo.

Me invitó a una copa y me acompañó hasta un taxi, no sin antes darme su número de teléfono por si quería quedar con él otra vez. Cosa que he hecho pero como dije la otra vez, eso es otra historia.
Un saludo para todos.

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