Relato erótico
Encuentro en el ascensor
Se encontró con una vecina en el parking. Iba en bata y camisón. Se justificó diciendo que había bajado a despedir a su marido que se iba de viaje. Se metieron en el ascensor y a los pocos metros de trayecto se paró. Tenían que estar allí hasta que llegara el conserje. Se pusieron nerviosos, pero no por estar encerrados.
Emilio – Ciudad Real
Después de aparcar mi coche, me dirigí a la puerta de un pequeño habitáculo que separaba la escalera del edificio del garaje.
-No cierre por favor.
Me volví y era una de las vecinas del inmueble.
-Es que mi marido se va de viaje y he bajado a ayudarle a bajar unas bolsas. -Dijo pensando que yo miraba extrañado su forma de vestir.-
Vestía de con una bata, de andar por casa de color rosa fuerte, yo que no entiendo mucho, puede que incluso fuera fucsia. Debajo en camisón, de un color rosa muy clarito que asomaba por encima de la bata que tenía dos botones desabotonados.
Mientras ella seguía intentando explicarme que no solía prepararse si no salía de casa, mi mente estaba en otros pensamientos, vaya con la vecina,
qué buena esta la tía.
Mientras yo me recreaba en mis pensamientos, llego el ascensor, le abrí la puerta caballerosamente y marque en él numero de su piso.
No había subido ni medio metro cuando nos sobresalta al parase en seco.
-Estos ascensores son una trampa, se estropean cada dos por tres. -dijo mi vecina contraria.
Yo había observado como mi compañera de ascensor se apretaba una pierna con la otra con los gestos típicos de quien tiene ganas de ir al baño.
Pues debíamos armarnos de paciencia, posiblemente hasta la llegada del conserje, nadie escucharía el timbre de alarma.
-Es que me meo. -Susurró muy tímidamente-
No sé que fue, pero un instinto primitivo recorrió todo mi cuerpo, desabotone su bata y levante su camisón quedando ante mí unas sexys braguitas negras, se las bajé dejando ante mí el coño más excitante que jamás había soñado.
Ella no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, y su blanca piel, se ruborizo de un bello rojo rosado que consiguió empezar a excitarme.
Al principio eran unas gotitas las que se escapan de su rajita. En aquel momento algo recorrió su cuerpo liberándolo de perjuicios y ataduras, así que saco uno de sus pies, y abriendo sus piernas, empezó a mear.
Al ver que aquel chorrito de lluvia dorada, mi excitación alcanzó tal nivel que tuve que poner mi mano, aquel maravilloso liquido dorado se deslizo entre mis dedos como el cava se desliza por una torre de copas. Aquella hembra estaba en celo y necesitaba follar.
Le quite la bata, y sacando los tirantes del camisón de sus hombros, deje que se deslizara hasta el suelo, dejando al descubierto un hermoso cuerpo de mujer.
Me coloque a su espalda y busque su nuca, escondida entre una hermosa y abundante melena rubia. Mientras besaba y mordisqueaba su cuello y orejas, su sexual cabello acariciaba mi rostro.
Con mis manos acariciaba sus pechos, sus pezones se ponían cada vez más duros y desafiantes a los juegos de mis dedos.
Noté como apretaba sus nalgas contra mi polla, que ya empezaba a sentirse incomoda en mi bragueta, así que la saque. Mi polla al sentir sus frías nalgas, en vez de amilanarse se ponían más dura.
Mi mano derecha descendió hasta su Monte de Venus y jugó con el cabello ensortijado, que se enredaba entre mis dedos.
Al encontrar su húmedo coño un escalofrió de placer recorrió mi medula espinal, encontré su clítoris, desafiante con mis dedos, que se sentían incapaces de doblegar su excitante erección.
Metí mi dedo en su coño y la folle con el. Se corría como una loca, mientras su cuerpo se estremecía de placer y sus músculos se movían ante incontrolados espasmos de placer.
– No puedo más… -murmuraba-
Se dejo caer de rodillas y con su mano puso mis huevos hacia atrás y se metió mi polla en la boca, la sacaba y con la punta de la lengua la recorría de adelante, atrás, de atrás adelante y absorbía con avidez las primeras gotitas que se asomaban.
De vez en cuando mi miraba, sus ojos que reflejaban su excitación, se asomaban de vez en cuando entre su melena.
Le cogí la cabeza para marcarle el ritmo cuando de pronto me corrí con un placer tan intenso que temí perder hasta el conocimiento.
Mi leche se deslizaba por su boca, cayendo sobre sus pechos y deslizándose suavemente pos su cuerpo.
Se levantó, nos abrazamos y nos besamos apasionadamente, mientras nos mirábamos con agradecimiento por el placer que nos habíamos intercambiado.
Me arrodillé y con la lengua empecé a chuparle clítoris, a veces mi lengua se introducía en aquel coño que sabia a placer y hembra en celo.
Mientras mis manos apretaban sus glúteos, sus manos me acariciaban mientras los orgasmos que seguían llegando, hacían que sus piernas se doblasen y se apoyase en mí.
La coloqué a cuatro patas y me puse de rodillas detrás de ella y mi polla que ya estaba tiesa de nuevo, entró en su coño, estaba tan húmedo, tan cálido y tan suave que me ponía a mil.
Su culo seguía frio así que tuve la necesidad de darle unos suaves cachetes como a una niña mala, enseguida se puso enrojecido, era tanta la excitación que la volví a meter hasta que sentir estrellarse mi semen en su chocho.
Nos levantamos y nos abrazamos y nos besamos largo tiempo, empecé a sentir por ella cariño, ternura, amor…
Como no vas a sentir cosas bonitas por alguien que te llevo al lugar más bonito de tu vida.
Mi mano se fue deslizando hasta su culete y mi dedo…
De pronto oímos el chirrido de la puerta del portal abrirse.
– ¡Ostras el conserje!
Tocamos el timbre de alarma y gritamos:
-Por favor avise a los del ascensor que estamos atrapados -mientras nos vestíamos-
– ¿Es que no llevan ustedes teléfono móvil?
Yo saqué el mío del bolsillo de la camisa, ella lo tenía en el bolsillo de la bata.
-Es que no teníamos cobertura- dijimos sonriendo-
En pocos minutos bajó el presidente de la comunidad, abrió el ascensor y nos sacó de allí.
Hicimos ver que estábamos angustiados y nos despedimos. Nos habíamos intercambiado el número de móvil, y por supuesto nos volvimos a ver.
Lo teníamos muy fácil. Su marido viaja mucho y mi mujer trabaja en la sanidad y tiene unos turnos muy duros, o sea que tenemos libertad total para nuestros viciosos encuentros.
Volveré para contar más cosas. Un beso para todos.