Relato erótico
Encuentro divino
Habían sido novios pero después, sus vidas siguieron otro rumbo. Estaban casados los dos y aparentemente eran felices. Un encuentro casual hizo que quedaran para tomar un café e inevitablemente se liaron.
Luís – La Rioja
Nos citamos a las siete de la mañana. Alicia dejaría a su hija en el colegio para luego encontrarse conmigo. Era la primera vez después de casarse, aunque ya, nos habíamos visto en dos ocasiones en las que solamente nos dimos algunos besitos y no pasó a mayores, pero la última vez que hablamos quedamos en que sin importarnos nuestras actuales vidas nos encontraríamos para hacer el amor como cuando éramos novios.
Debo decir que andaba algo nervioso, yo dejaría a mi esposa en su trabajo como de costumbre e iría a buscar a Alicia. Mi cachondez aumentaba a cada momento, mi polla se ponía erecta y volvía a bajar por la ansiedad de ver aquel hermoso cuerpo que fue mío en varias ocasiones. Después de terminar nuestro noviazgo no volvimos a hablar hasta un tiempo después cuando nos encontramos en un centro comercial y desde aquel día renació el deseo.
Llegué muy puntual y unos minutos después llegó ella, guapa como siempre, hecha toda una señora. Nadie pensaría que ese cuerpo de dama de alto standing era toda una zorra en la cama. En nuestras conversaciones me contaba que con su marido jamás había podido tener un orgasmo y que él solo la montaba, le abría las piernas, le daba dos o tres besos, unas chupadas en las tetas y luego se la metía hasta correrse él, luego se tapaba y a dormir. En otras palabras, aquella hermosa mujer simplemente estaba muy mal cuidada, su cuerpo pedía más y al parecer mi recuerdo le hacía revivir aquellos encuentros que teníamos de novios en algún motel cercano a la ciudad.
– Tengo hasta medio día – me dijo – ¿Qué podemos hacer?
Mi corazón, al igual que el suyo, latía a pasos agigantados y así llegamos al motel al que acostumbrábamos a ir. Una vez dentro nos besamos apasionadamente, mis labios recorrieron los suyos, mis brazos rodeaban su cuerpo juntándolo con el mío y nuestras lenguas se confundieron en un profundo y apasionado beso hasta que mis manos tomaron su cara, me retiré un poco y mirándola tiernamente acerqué mis labios otra vez mientras mi inquieta mano apuntaba uno de sus dedos buscando abrir su blusa y bajando lentamente por el cuello hasta la mitad de sus pechos los cuales, por encima de la blusa, acusaban también su ansiedad. Hábilmente mis dedos soltaron uno a uno los botones de su blusa y me retiré un poco para poder así contemplar aquel hermoso par de tetas. Estaba como hipnotizado y no era para menos, la cachondez del momento, la mirada profunda y sus ojos negros me tenían en otro mundo. Su mirada parecía suplicarme que me apresurara pero yo me tomaba mí tiempo para disfrutar cada segundo pero en un comprensivo acto le dije:
– Iremos al ritmo que tú quieras y hasta donde quieras.
Sonreí pensando que fue la misma frase que le dije cuando me entregó su virginidad. Mis manos sacaron su falda mientras nuestros labios continuaban unidos y nuestras ropas caían, nuestra respiración aumentaba y era más profunda a cada momento. Entonces la recosté en la cama y suavemente besé sus tetas por los lados sin tocar aun sus erectos pezones, quería saborear cada centímetro de su cuerpo y ella al sentir mis labios se estremecía y mi mano bajó buscando refugio bajo su braga y su coño, recién depilado, dejaba ver que se había preparado para el momento. Muchas veces de novios le pedí que se lo depilara pero nunca lo hizo y ahora me sorprendía agradablemente.
Mis dedos extasiados se acercaban al delicioso objeto de placer y bordeando los labios vaginales, hacía pequeñas caricias en su clítoris mientras mis labios buscaban también su pezones provocando un leve jadeo que me enloquecía, mis labios chupaban ansiosamente ese par de deliciosas tetas, mientras mi mano, continuaba sin ninguna prisa recorriendo su coño y haciendo caricias que me permitían notar que estaba muy húmeda y caliente.
Alicia sostenía mi cabeza empujándola sobre sus tetas y yo chupaba ansiosamente como un crío. Sus jadeos aumentaban al igual que sus líquidos en el coño por la acción de mi intruso dedo que se metía cada vez más en la raja y con suave movimiento bajaba hasta la entrada de su culo. Su respiración era cortada, su espalda se arqueaba y mi boca aprovechaba ese movimiento para chupar cada vez más sus pezones que se tornaban erectos y rojos en la punta ante la acción de mi saliva. Sus jadeos eran cada vez más altos y la cantidad de líquidos evidenciaron su orgasmo cerrando los ojos y tomando mi cabeza, la cual empujó hasta que mi boca quedó pegada a su teta mientras mi dedo respondía a la acción presionado suavemente su clítoris que parecía querer escapar bajo el efecto de la presión de mi dedo. Sus gemidos eran ahora gritos de placer y su boca solo decía:
– ¡Aaaah… que gusto… oooh… que bueno…!.
Era tal la cantidad de líquido que ya no era un dedo lo que le metía, sino tres. Mi dedo gordo le masajeaba el clítoris, el meñique estimulaba la entrada de su apretado culo, humedecido también con el producto de su monumental orgasmo. Suavemente comencé a besar su pecho desnudo bajando hasta el ombligo, jugando con mi lengua y dibujando un pequeño camino desde su ombligo hasta el delicado y enrojecido clítoris.
Mi lengua jugaba a capturarlo mientras mi dedo índice jugaba por los bordes del estrecho agujero de su culo mientras Alicia movía la cadera tratando de liberarse del castigo simultaneo que le proporcionaban mi lengua en su clítoris y mi dedo en su culo. Mientras mi otra mano daba pequeños pellizcos en su tetas sus piernas aprisionaban mi cabeza y de su chocho manaban cantidades alarmantes de líquidos que mi boca ávidamente consumía degustándolos como el manjar de dioses que es.
Su mano me empujaba salvajemente la cabeza hacia su entrepierna casi hasta ahogarme, mi cara estaba untada con sus líquidos hasta que sus temblorosas piernas perdieron fuerza al tiempo que mi dedo índice se metía en su culo ya sin ninguna dificultad.
Alicia me tiró bruscamente del cabello y me dio un beso como queriendo compartir nuevamente un delicioso orgasmo que la hizo caer rendida en la cama. Entonces saqué mi mano y me tendí a su lado, la acaricié suavemente y luego me acomodé encima de ella, tomé sus piernas levantándolas sobre mis hombros y apunté mi polla en la entrada de aquel ansioso coño, entrando sin ninguna dificultad hasta el fondo. Con fuertes movimientos de vaivén y pellizcando sus tetas, ella perdió toda su fuerza y sus temblorosas piernas escaparon diciéndome:
– ¡No puedo más, mi coño está que arde, me has dado cuatro orgasmos y ya me arde todo, te amo y te juro que nunca había gozado tanto!
– Pues no hemos acabado – le contesté – si quieres te doy un masaje en los hombros y la espalda para que te relajes, ya que todavía tenemos tiempo.
Ella se giró y yo comencé a masajear sus hombros y su espalda bajando mi mano hasta su hermoso culo y tocándole el ojete. Ella dio un pequeño brinco, mi dedo se enterró sin compasión en el agujero de su culo y comencé a meterlo y sacarlo, mientras, Alicia levantaba su trasero como ofreciéndomelo. Entonces yo coloqué mi capullo en la entrada de su agujerito, ella pasó su mano hacia atrás tratando de evitar la ya inminente clavada, pero le sujeté sus dos manos fuertemente contra la cama y dirigí de nuevo mi polla hacia el preciado agujero, mientras ella decía:
– ¡No, por favor, que me va doler!
Pero yo no hice caso, empujé suave pero firmemente mi erecto falo en su culo con un movimiento lento hasta que sentí que había entrado totalmente, entonces le solté las manos y ella permaneció inmóvil esperando tal vez que yo comenzara a moverme y así lo hice. Mis lentos y pausados movimientos de metisaca le provocaron durante unos minutos algunos quejidos de dolor, pero mientras su esfínter se dilataba para dar paso a mi polla, los quejidos cambiaron entonces por gemidos pero de pasión y veía como su cuerpo trataba de aumentar el ritmo de mi follada y su movimiento provocaba que mi erecta verga entrara y saliera casi totalmente, para luego empujarla sin compasión dentro de su pequeño agujero. Ella gritaba desesperadamente como una posesa y diciéndome:
– ¡Que gusto, me has partido el culo pero me gusta… sigue… sigue, no pares… rómpeme todo mi ojete… oooh…!.
Sus contracciones evidenciaron un nuevo orgasmo mientras yo continuaba bombeando en su culo y ella sin fuerzas intentaba zafarse del “castigo” que mi verga le propinaba. Fue entonces cuando mis contracciones me indicaron que era el momento y la verdad no pude evitarlo aunque quería continuar bombeando en ese apretadito culo de Alicia.
Los chorros de leche salieron de dentro de su culo mientras ella caía en la cama, rendida, sudorosa y satisfecha de pasión al igual que yo. Cuando terminé de correrme me quedé contemplando por un momento el cuerpo perfecto de esta mujer hermosa y que por cosas de la vida no fue mi mujer, pero que necesitaba un macho que le complaciera sus más íntimos deseos.
Nos duchamos, nos besamos y ella me contó que nunca nadie le había dado por el culo pero que ese sería solo mío. También me dijo que su marido siempre quería darle por allí, pero ella nunca lo había dejado y tras prometernos una nueva cita, salimos del motel, yo la dejé cerca del colegio donde debía recoger a su hija y me puse a escribir esta hermosa historia de amor y pasión. Un beso.