Relato erótico
Enchochamiento total
Se enamoró o mejor dicho se “enchochó” de una chica joven. Ella, estaba loca por él y le hizo vivir unos meses de sexo bestial. Pero ya sabemos que todo lo que empieza acaba, y cuando lo dejó quedó hecho polvo. Cree que nunca más será tan feliz como entonces y nos cuenta unas experiencias que vivió con ella.
Sergio – Gerona
Ha pasado en realidad muy poco tiempo desde aquel sublime momento en que ella decidió que ya era tiempo de entregarme esa parte de ella que me había negado con innumerables pretextos. No sabía cuan feliz me hizo ese regalo y cuanto significa cada vez que la exploro de esa manera. Necesito decirle algo ahora, hacerle mi confidencia más secreta, aquella que le reflejará cuanta confianza y fe tengo en ella, al contarte con todos los detalles algo que sucedió una vez en mi vida y me marcó para siempre y que quizás le explique algo más de lo que ya conoce de mí.
Eran aquellos tiempos en los que mis hormonas comenzaron a alborotarse más que en ningún otro momento, quizás fue hace poco más de quince años. Eran los tiempos en que aquella joven mujer llegó a mi vida para trastocar todas mis bases. Ella era una hijita de papá con una figura de ensueño, un rostro de ángel y una personalidad desbordante que envolvía y encantaba a quien se acercara a ella.
Me sentí el ser más afortunado cuando las circunstancias se dieron y la jovencita, de apenas 20, se decidió por el cuarentón incipiente al ofrecerme beber el vino de la lujuria en la copa de su boca y en su cuerpo sediento de aventuras. Hicimos el amor y follamos muchas veces a hurtadillas y sin tiempo suficiente para entregarnos totalmente del modo que los dos queríamos. Pero cada necesidad trae su respuesta y ella se dio cuando sus padres viajaron por una semana fuera del país y yo tuve que inventar en mi hogar un viaje profesional que me permitió pasar una verdadera luna de miel, los dos solos en una casa de veraneo que sus padres poseían una zona muy conocida por su belleza natural y muy poco concurrida. Una verdadera mansión al pie del mar, escenario propicio para lo que vendría después.
Habíamos follado como salvajes, la mañana y la tarde de ese primer día, juntos, como marido y mujer, sin interferencias de nadie. Llegada ya la noche ella, echada en el suelo sobre una alfombra persa que adornaba la sala familiar, miraba en la televisión videos que iba cambiando sucesivamente en el reproductor hasta escoger el deseado. Yo descansaba en el sofá y leía el periódico. Los dos, como fue lo normal desde que llegamos allí, estábamos completamente desnudos. No sé cuanto tiempo pasó y yo, que ya estaba tan laxo, casi cabeceando del sueño, sentí de repente el ardor de su cuerpo en el medio de mis piernas y besitos que subían alocados por la parte interior de las mismas. Mi sorpresa, agradable por cierto, me hizo tirar el periódico y mi mirada no pudo dejar de observar que en la TV aparecían escenas de sexo entre una pareja. Ella, mi hembra de ese momento, continuaba su tarea y yo la dejaba hacer. Sentí como el líquido pre seminal fluía de mis entrañas y se desparramaba por la cabecita de mi verga, que ya se erguía imponente.
Con uno de los deditos de su mano derecha, esparció el líquido por toda la cabecita y me llamó la atención que empapó su dedito con él antes de que su lengua jugara como una mariposa aleteando a su alrededor. Los besitos siguieron recorriendo tronco y bolsas mientras su lengua hacía maravillas, y continuaba bajando. En uno de esos momentos me giró a medias sobre el sofá, yo la dejé hacer y fue entonces cuando besó mi culo, que estaba latiendo y latiendo desaforadamente por los deseos encendidos, e introdujo su lengua. Fue ella y fue así que por vez primera sentí una caricia en mi ano, virgen hasta ese instante.
Me giró nuevamente, mi cuerpo se deslizó un poco hacia el suelo, otra vez de frente a ella pero dejando mis nalgas al aire. Ella continuó sus caricias de manos, boca y lengua y me abandoné a incontenibles deseos que me hacían vibrar completamente y cuando el chorro de leche anunció su eminente salida con espasmos de verga y culo. No sé cómo lo hizo, pero con su boca traviesa se enterró hasta lo más profundo de su garganta toda mi verga en el mismo momento que sentí que un dedo entraba en mi ano muy profundamente. Me corrí como jamás lo había hecho antes. Borbotones de leche manaron y se deslizaban hacia el interior de su garganta. Aprovechó esos instantes y noté otro dedito acompañar al primero, luego uno más, después otro hasta que finalmente toda su mano había entrado totalmente dentro de mí. Sacó el trozo de mi carne de su boca y continuó lamiendo, gimiendo y diciéndome:
– ¡Qué placer mi vida, qué placer siento… tu culo es un guante!
No puedo describir lo que sentía al observar curioso como su mano, introducida totalmente en mi culo, jugaba dentro de él. Me sentía más laxo que nunca, sentía que me dominaba totalmente, cerré mis ojos y continué dejándola hacer. Siguió masturbándome con su mano izquierda, luego con su boca y su lengua y mientras lo hacía, su mano izquierda exploraba mis tetillas, mi torso o mis nalgas, mientras su mano derecha continuaba jugueteando dentro de mí e introduciéndose cada vez un poco más. Estuvimos así, creo que un par de horas más, luego se oyó un ¨ploff¨ cuando sacó la mano y dejó de mamarme la polla. Se acurrucó sobre mi pecho y me dijo
– Te amo.
Nos fundimos en un beso interminable en el cual me entregué por completo. Eran quizás entre las once y doce de la noche cuando me pidió que saliéramos de casa hacia la playa, a pocos metros frente a nosotros, solitaria y alumbrada tan solo por la luz de la luna.
– Ven, vamos, que quiero sentirte junto a las olas del mar – fueron sus palabras
La seguí, cogidos de las manos y aún completamente desnudos. Nos metimos en el agua, jugueteamos, nos besamos y nos dijimos muchas promesas de amor, luego cuando decidimos volver a cruzar el pequeño trecho que nos separaba de la casa, ella me detuvo y me dijo:
– Cariño quiero cabalgarte y hacerlo otra vez.
No esperó mi respuesta, sentí como cruzaba su pierna detrás de las mías y con un ligero empujón me envió sobre la arena mojada y ella sobre mí.
Mi verga ya estaba dando guerra de nuevo y mi culo no estaba de modo alguno cerrado, más bien titilaba, y creo que en el fondo deseaba ser tomado nuevamente. Lo hizo así, me besó en la boca, e incrustó su coño en mi verga mientras su mano derecha comenzó a introducirse nuevamente. Me cabalgó insaciable con su mano metida en mi culo. Cuando me corrí, ella ya lo había hecho muchas veces. Entonces se levantó y sin sacar su mano de dentro de mí, me pidió que me pusiera a cuatro patas, que quería algo más…
– ¿Qué más puedo darte mi amor, si ya te lo he entregado todo? – le dije.
– Ya lo verás, mi vida – me dijo ella y prosiguió.
Su mano se adentró entonces aún más que antes y sentí como penetraba y penetraba hasta que llegó a estar dentro medio antebrazo. Me gozó cuanto quiso, me poseyó totalmente hasta arrancar de mis labios un:
– Soy tuyo, mi amor, haz de mí lo que quieras y cuando quieras.
– Lo sé, ahora eres mío realmente, nunca nadie te hará lo que yo, tu culo es mi guante y es un guante de noche a medio antebrazo, no tienes idea de lo que se siente estando allí dentro, eres tan suave por dentro y eres mío para siempre, ahora vamos a casa mi vida – y sacó su brazo invasor.
– Falta algo ¨, le dije.
Ella se asombró y replicó:
– ¿Qué puede faltar ya?
– Quiero tu culito, quiero penetrarlo con mi verga ahora – añadí.
– ¡Eso no, eso no, no me lo pidas que no te lo daré pues me dolerá! – exclamó
No quise insistir, pues la verdad estaba ya muy agotado. Entramos y abrazados dormimos desnudos esa noche hasta media tarde del día siguiente.
La semana pasó rápidamente, lo que no impidió que todos los días viviéramos un ensueño, pasamos desnudos todo ese tiempo, nos acariciábamos, hacíamos el amor, follábamos, nos preparábamos el desayuno y las comidas cuando teníamos hambre y nos mimábamos mucho. No hubo un sólo de esos días en que ella no me hiciera sentir, con la ya descrita caricia especial, que no solo era la dueña total y absoluta de mi culo si no de mi vida completa. Tal era mi fascinación por ella que si me hubiera exigido destruir mi hogar es probable que lo hubiera hecho. Mirado todo esto en retrospectiva creo que tuvo el buen juicio de no exigirme nada.
Todos esos días intenté, pidiéndoselo de todas las formas, que me permitiera penetrarla por su culito, pero nunca logré vencer esa resistencia, a pesar de mi ofrenda y quizás porque justo por esa ofrenda, ella siempre ejerció dominio sobre mí.
Pasaron varios meses desde esa semana gloriosa y durante todo ese tiempo todo siguió igual, igual en afectos, en caricias, en hacer el amor, en follar, en su posesión sobre mí, y cuando menos esperaba, una tarde de esas, cuando estuvimos juntos a solas y yo pensaba en cómo volver a pasar otra ¨ luna de miel ¨, ella me dijo de sopetón:
– Te voy a dejar para siempre. Hay un nuevo hombre en mi vida.
No podía creerlo.
– Estás bromeando o estás loca – le dije.
– Es más, él ya me rompió el culo y te voy a dejar, voy a follar con él hasta hartarme.
– Pero, si a pesar de mis ruegos nunca quisiste darme el culo -le reproché.
Ella me contestó de inmediato:
– Tú lo pediste, él no lo pidió sino que lo tomó y me encanta. Me voy, es mejor que no intentes acercarte nunca, pues lo nuestro ya terminó. Te amé y mucho, pero nada es para siempre. Adiós.
Así concluyó mi relación con ella. He tenido algunas aventuras después y sin embargo nunca sentí la necesidad de repetir aquella sublime experiencia y nadie jamás se ha enterado de aquello. Ahora espero alguien que pueda enseñorearse de mí, alguien a quien le permitiría adentrarse, así de profundo, en mí para que fuera mi dueña. Un ser especial, no una persona en la que pueda ver una copia de ella, y que mereciera mi entrega total. ¿Alguna me aceptará, me querrá, me deseará?
La verdad es que no puedo olvidar a aquella mujer que me regaló imborrables momentos en una etapa de mi vida en la que ella tuvo un significado muy especial. Ahora ella también se ha perdido entre las sombras y no sé si un día volverá a mi vida. Siempre será recibida con los brazos abiertos y con la sensualidad infinita que siempre despertó en mí.
Saludos y gracias por leerme.