Relato erótico
En el sexo… me gusta todo
Le gusta el sexo, con hombres y con mujeres. Está casado y esporádicamente contacta con hombres follar. Su mujer lo sabe, pero de momento no quiere vivir la experiencia de un trío. Pero todo cambia…
Manolo – CANARIAS
Bueno amigos, para mí es un poco difícil ponerme a escribir esta carta en forma de relato pues es la primera vez que cuento algo, sobre mis relaciones sexuales. El caso es que siempre me han atraído los hombres y no me privé nunca de disfrutarlos en las escapadas que se producían por viajes de trabajo o por ausencias de mi mujer de nuestro hogar por causas familiares u otras. Me inicié en el mundo gay a raíz de poner un anuncio en una cabina de un sex shop de mi ciudad, Las Palmas de Gran Canaria, y a partir de ahí, no perdí ocasión de disfrutar de una buena polla cada vez que tenía oportunidad, sin despreciar los encantos de las mujeres, lo que me convierte en un bisexual nato.
Con mi mujer no me iba nada mal en la cama, cuando la conocí ya tenía 24 años y había tenido alguna experiencia y una relación de dos años con otro tipo, pero me enamoró a primera vista y nunca dudé de que sería la mujer de mi vida. En la cama, y fuera de ella, hacemos de todo y cuando digo de todo, es de todo. Vimos muchas películas porno y decidimos poner en práctica todo lo que veíamos. Sin embargo, nunca quiso, pese a mi existencia, incluir un tercero en nuestra relación, bien una mujer o un hombre, lo que me producía un cierto vacío, pero como conmigo era una autentica zorra, los años iban pasando y yo me remediaba con otras relaciones y con fiestas, léase orgías, donde disfrutaba como un cabrón.
Jaime me contestó el primero y como me gustaba su perfil, quedé con el en el sur de la isla para tomar una copa y conocernos mejor. Ya la primera noche acabamos en la cama y me encantó. Yo estaba acostumbrado a que mi mujer me follara el culo con un consolador tamaño King Size y la enorme polla de Jaime no me hizo ningún daño cuando me penetró. Nos comimos las pollas en interminables 69 y follamos divinamente. Mantuvimos nuestra relación casi dos años y un buen día, se tuvo que marchar a la península por cuestiones de trabajo y se terminó el tema.
Con mi mujer las cosas seguían como siempre y yo no perdía ocasión de incitarla a que nos montáramos un trío, pero si bien en la cama y cuando estaba caliente decía que si, cuando se enfriaba y se lo planteaba seriamente, me decía que no, pero no dejaba de calentarse como una zorra cuando hablábamos del tema. Un día le dije que tenía que ir al sur por motivos de trabajo y le comenté que a medio día iría a nuestro pequeño apartamento para descansar un poco. Ella misma me animó a hacerlo y me dijo que aprovechara para abrir la terraza y comprobar que todo estaba bien. Lo que no sabía era que había quedado con un contacto para echar un polvo.
Luís ya estaba esperando en el punto de reunión y nos dirigimos directamente al apartamento. Nos besamos apasionadamente y nos metimos en la cama, desnudos y sudorosos soportando los 40 grados de temperatura que había aquel día en Playa del Inglés.
Yo tengo ya 47 años y aunque todavía funciono bastante bien, tener una polla de 28 años en mis manos me hacía muy feliz y disfrutaba el momento con intensidad. Me situé a cuatro patas al borde de la cama y Luís se sitúo detrás de mí para penetrarme al estilo perro, como yo había hecho con él unos minutos antes. La polla me iba a estallar, a pesar de haberme corrido ya una vez y Luís me la acariciaba al mismo tiempo que enfilaba mi ano y comenzaba a penetrarme con dureza, como me gusta a mí. Yo le decía barbaridades y él me comía la espalda, pasándome la lengua sin parar, azotándome el culo y cogiéndome la polla y los huevos cada poco para comprobar que seguía estando en forma.
Estábamos disfrutando enormemente cuando de repente se abrió la puerta del apartamento y apareció mi mujer. No os podéis imaginar la cara que me quedó en ese momento. Luís no dejaba de darme por el culo y mi polla seguía erguida y dispuesta como si no pasara nada, pero no podía quitar la vista de mi mujer. Ella se sentó en el sofá y nos animó a seguir con la follada mientras se subía la falda y comenzaba a acariciarse el coño por encima del diminuto tanga que llevaba. Cuando vi que no me montaba ninguna escena y que cada vez se excitaba más con la paja, la animé a unirse a nosotros.
Luís me dijo que estaba buenísima y que le apetecía follársela con lo que me di cuenta en ese momento de que por fin mi mujer iba a participar en mis juegos sexuales. Julia, así se llama mi mujer, es alta y a pesar de sus 46 años, todavía conserva los pechos bastante erguidos, amén de que usa una talla 120 y a pesar de sus dos hijos, a base de privarse de comer todo lo que le apetece y de ejercicio, conserva una figura envidiable. Iba vestida con un vaporoso vestido de algodón, de tirantes, dejando apreciar un más que generoso escote y unas sandalias de tacón que realzaban más su apetecible trasero.
Cuando se abrió el vestido, nos dejó ver su diminuto tanga, que apartó para comenzar a hacerse una paja mientras Luís seguía dándome por el culo y yo me volvía loco pensando en la tarde que me quedaba por delante. La muy zorra no tardó en quitarse el vestido y el tanga y en subirse a la cama con nosotros. Mientras Luís seguía dándome estopa, ella se situó debajo de mí poniendo a mi alcance su coñito depilado mientras se afanaba en comerme los huevos y la polla. Luís se corrió enseguida con el tiempo justo de quitarse el condón y regar la cara de mi mujer con una buena corrida al mismo tiempo que ella también se corría en mi cara.
Pero yo seguía con la polla tiesa y lo que me apetecía hacer era ocupar el sitio de Luís. Dicho y hecho. Me situé tras la grupa de mi amigo y mientras lo enculaba clavándosela hasta los huevos, mi mujer, que no había variado su posición, se lió a mamarle la polla mientras él le comía el chocho con todo el estruendo pues, ya había vuelto a correrse otra vez.
En esas estábamos cuando yo repetí la acción de unos minutos antes de Luís y con el tiempo justo para quitarme el condón, me corrí sobre el agujero de su culo y mujer se iba bebiendo la leche que le resbalaba poco a poco directa a su boca. Delicioso. Después del polvo, nos sentamos en la terraza a tomarnos una cerveza y a comentar lo que habíamos hecho.
Mi mujer se encontraba sentada en un butacón de terraza y tenía una pierna apoyada sobre uno de los brazos del sillón y mientras me comentaba que ya estaba por pillarme poniéndole los cuernos, no se imaginaba que sería con un chico y que se lo iba a pasar tan bien con la situación que se creaba, entonces Luís se arrodilló y empezó a comerle el chocho, que estaba completamente expuesto y muy apetecible hasta que, al rato, pasamos al dormitorio y nos dedicamos los dos a follar a mi mujer a dúo, llegando al clímax casi al mismo tiempo mientras yo la tenía sentada encima de mí y le mordía los pezones y Luís se la follaba por el culo sin darle respiro. Estaba acostumbrada a que me la follara con consoladores pero nunca la había visto disfrutar de esa manera como el día de autos.
Después de una tarde de autentica locura, Luís se marchó, no sin antes quedar para otro día y mi mujer y yo nos quedamos un rato comentando la nueva situación que se creaba entre nosotros. La verdad es que llegamos a un acuerdo rápidamente: yo podría follar con quien me diera la gana y ella también y además, estaba dispuesta a compartir alguna de mis fantasías en cuanto a follar en orgías o hacer tríos.
Ahora tenemos ya una cita con unos amigos de Playa del Inglés y será el estreno de la zorra de mi mujer en una orgía, que ya os contaré en una próxima carta.
Saludos.