Relato erótico
En el centro de estética
Hacía poco tiempo que vivía en el barrio apenas conocía a nadie. Aquel día le sobraba tiempo y decidió ir al centro de estética para que la depilaran. Fue una tarde especial y muy “reconfortante”.
Sara – Málaga
Hacía poco que vivía en la ciudad, prácticamente no conocía a nadie. Solo al panadero, a la cajera del supermercado y a los pocos vecinos que habitaban el inmueble, y decidí que era hora de buscar un salón de belleza para mis cuidados estéticos, y en mi misma calle encontré un establecimiento que me pareció bastante pulcro.
Me atendieron dos chicas rubias con largas melenas rizadas y después de esperar unos minutos entré a la cabina de depilación, me tumbé en la camilla y en unos segundos apareció una de esas guapas chicas de la recepción. Acordamos una depilación bastante completa y después de dejarme como nueva me obsequió con un breve masaje de muestra.
Extendió sus manos por mi cuerpo como si formaran parte de mi dermis, fundiéndose con mis muslos, con mis caderas, con mis nalgas, nunca nadie había tocado mi cuerpo de aquella manera, sus dedos imprimían gran suavidad en cada centímetro de mi piel y el olor a exquisito perfume que desprendía aquella chica, su ajustada y corta bata blanca, su larga melena formando grandes bucles me hicieron entrar en un estado de trance en el que solo deseaba que siguiera y siguiera con sus fricciones, entonces paró súbitamente, fue a cerrar la puerta con llave y volvió a mí, abrió su bata excusando que quería enseñarme su cuerpo para que viera el efecto de los masajes y pude contemplar un cuerpo divino, su piel era morena del sol, firme y suave, sus curvas perfectas, sin un ápice de celulitis ni exceso de grasa, se quitó el sujetador para enseñarme sus hermosos pechos, no eran muy grandes, tenía unos grandes pezones que apuntaban hacia el techo y unas aureolas oscuras, se dio la vuelta y me mostró su pequeño tanga de color morado, sus nalgas parecían sujetas por dos manos que las alzaban para mostrarse majestuosas ante mis ojos, llegado este punto yo sentí que mi chocho se deshacía, que rebosaba toda la excitación del momento mojándome las braguitas por completo, hasta ese momento no había pensado en una mujer de aquella forma, ahora sentía que quería olerla, acariciarla… Desde luego aquella era la primera vez.
Y en ese instante y para mi sorpresa se inclinó sobre mi boca, besándome suavemente los labios, me dijo con voz aterciopelada:
-Me pareció que te apetecía, es así, ¿verdad?
No pude pronunciar una sola palabra, le respondí con un beso largo y lleno de deseo, buscando su lengua, bebiéndome su dulce esencia. Ella comentó:
-Me llamo Esther ¿y tú?
-Si… Sara, contesté con un hilo de voz.
Se incorporó para alzar la música y bajó la intensidad de la luz hasta convertir aquella fría habitación de tratamientos estéticos en un espacio íntimo y acogedor. Vino hacia mí y me quitó las pocas prendas que cubrían mi cuerpo, untó sus manos de aceite perfumado y me ordenó que me tumbara boca abajo, empezó por mis hombros, fue bajando por mi espalda hasta llegar a mis posaderas, sentía la presión de sus manos produciéndome una mezcla de sutil dolor con un extremo placer, de vez en cuando rozaba los labios de mi coño pero sin tocarlo aún de forma directa, sentía que mi cara ardía, que podía tener un orgasmo en cualquier momento, fue bajando por mis muslos y llegó hasta mis pies, aquí me pidió que me diera la vuelta, me regaló otro de sus besos y su boca fue a parar a uno de mis pezones, lo estuvo succionando unos segundos y descendió lentamente hasta mi sexo donde empezó a sorber mis jugos, aquí hizo una maniobra que al principio no entendí, bajó la mitad de la camilla donde me encontraba tumbada, quedándome las piernas colgando, ella se sentó en una silla y llevándose mis piernas a sus hombros donde estas descansaban cómodamente decidió explorar lo zona más íntima de mi cuerpo, con su puntiaguda lengua apretaba mi clítoris que notaba erecto y tan excitado que el más mínimo roce me producía una extrema sensación de goce, recuerdo sus palabras:
– Estás excitadísima Sara…, te está gustando, ¿verdad? Relájate, me gustas, solo quiero darte placer…
Y me abandoné… dejé que siguiera con su lengua, uno de sus dedos se introdujo en mi estrecho ano y empujaba suavemente iniciando un suave mete-saca que acompañado de sus lametones en el clítoris me hicieron correr, así obtuve mi primer orgasmo que fue larguísimo abandonándome a las convulsiones que me producía tal placer casi sobrenatural. En aquel momento volvió a poner la camilla como estaba antes, yo creí que aquí había acabado todo, pero no, se quitó el minúsculo tanga y como la camilla era bastante ancha se puso encima de mi dejando su hermoso conejito delante de mi boca, me mostró una vulva rosada y unos breves labios precedidos de muy poco vello, un apenas perceptible triángulo de color avellana. Nunca antes había tenido un sexo femenino tan cerca, sentía el olor de la fogosidad expresado en aquel coñito joven que se ofrecía ante mí como una fruta fresca y jugosa…
Vi que Esther alargaba una de sus manos hacia el cajón de un mueble cercano y sacó de él un ¡enorme vibrador! Y sin dejar de chupar con ansia me lo introdujo en mi agujerito de las delicias y ante la punzada de deleite libidinoso que sentía empecé a comerle el conejito, absorbiendo con fuerza sus labios, su clítoris exaltado e introduciendo después mis dedos en su dilatada abertura, sentía como gemía y expresaba:
– Sigue… sigue, fóllame el coño con tus dedos, si… sigue no pares, ¡por favor!
Llegado este punto y ante la jodienda que le estaba arremetiendo a mi chochito con el consolador acabé por correrme de nuevo pero sin dejar de follar su vagina con dos de mis dedos que entraban y salían de ese tórrido túnel impregnados del zumo de un apetito sexual que casi parecía desmesurado. Y en unos pocos segundos alcanzó ella su éxtasis obteniendo un orgasmo que me pareció aún más largo que el mío, descansó un minuto sobre mi respirando aceleradamente, se levantó, se visitó sigilosamente, me dio un beso colmado de ternura y me dijo:
– Pues la depilación y el masaje de muestra ya están, así que te espero fuera, ¿de acuerdo?
Y como toda clienta, pasé por caja, pagué la depilación y me despedí. Volví al cabo de unas semanas y me dijeron que Esther ya no trabajaba allí.
Ahora han puesto un chico que da unos masajes…
Hasta pronto.