Relato erótico

Email con sorpresa

Charo
13 de octubre del 2019

Estaba en la mesa de su despacho cuando recibió el correo electrónico. No tenía ni idea quien lo enviaba. Cuando lo abrió se llevo una gran sorpresa. Nunca se hubiera imaginado que podría ver algo como aquello.

Sergio – Cáceres
Me llamo Sergio y os voy contar una historia que me ocurrió hace poco, en el trabajo. Cuando recibí el correo electrónico, lo abrí sin ninguna expectativa especial. Después de todo, no tenía nada de particular recibir un mensaje de la gerente de la empresa sobre trabajo, pero me llamó un poco la atención que en el asunto ponía: “Para que no se te olvide…”, pero tampoco me causó mayor asombro, pensé que sería algún mensaje recordándome uno de sus compromisos, y en la fracción de segundo que tardé en abrir el mensaje, incluso alcance a sentir un asomo de rabia de pensar que esa mujer jamás dejaba de fastidiar.
Sin embargo, al abrirlo vi que no traía ningún texto especial, ni instrucciones, ni las recomendaciones de siempre; simplemente eran 6 archivos de (imágenes). Los nombres de los archivos eran letras y números que tampoco daban ninguna referencia especial.
Procedí a abrir los archivos, mis emociones comenzaron con el desconcierto, pasaron a la sorpresa y de ahí, al morbo, para finalmente transformarse en una brillante idea que, cuando terminé de abrir el último archivo, ya estaba definida en mi cabeza.
Los archivos eran una secuencia que comenzaba con la exuberante gerente sentada en una silla, vistiendo unos tejanos y desnuda de la cintura para arriba, pero tapándose los pezones con las manos. La segunda la mostraba con sus enormes pechos completamente desnudos, sosteniéndolos por debajo con sus manos, ofreciéndoselos al fotógrafo; eran unas tetas grandes y redondas, con unos grandes y hermosos pezones oscuros. En la tercera, tomada desde arriba, se percibía una polla grande y gruesa que obviamente era el del propio fotógrafo, cerca de la cara de la gerente que tenía una fingida expresión de asombro. En la cuarta y quinta foto, tomadas también desde arriba, ya aparecía chupando la polla de una forma que, aunque una foto no ofrece movimiento, dejaba ver claramente el afán con que ésta devoraba el miembro.
La última foto, tomada desde el mismo ángulo, la mostraba mirando fijamente la polla que yacía flácida entre una de sus manos, mientras que su cara y pechos aparecían completamente embadurnados de semen.
Fue suficiente para que, a esas alturas, mi verga estuviera completamente erecta dentro del pantalón, y una idea fija en mi mente. Me quedé un par de minutos repasando las fotos una a una en la oficina, mientras acariciaba mi rabo sobre el pantalón.
Aun me costaba trabajo creer que la tan recatada y rígida gerente, fuera la misma que aparecía como toda una actriz porno en esas fotos.

Esa misma que a pesar de estar en los treinta y pocos años, se conservaba muy bien y era muy apreciada entre los hombres de la fábrica, a la vez que era temida y aborrecida por todos en la empresa, justamente por causa de ser tan estricta, exigente e inflexible. ¿De quién sería la verga que se estaba comiendo? Su marido era un famoso miembro activo de una comunidad religiosa y pensé que difícilmente accedería a este tipo de fotos. En medio de estas meditaciones, sonó el teléfono.
– Taller de mantenimiento, dígame.
– Buenos días -dijo la voz femenina- ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
– Con Sergio Vázquez. ¿En qué puedo servirle?
– Esteee … verá… heee … le habla la señora Romero, de la Gerencia de Calidad … – dijo la mujer titubeando.
Mis labios se distendieron en una maliciosa sonrisa. Guardé un silencio voluntario para obligar a la mujer a seguir la conversación, solo para ver por donde ella pensaba encarar el asunto.
– Mire, señor Vázquez – continuó aparentemente un poco más decidida, en su tono de voz altanero de siempre- acabo de enviar un correo electrónico para el señor Manuel Masa, pero por un error di ‘click’ un contacto más
abajo.
– Si señora … – fue lo único que comenté y volví a mi silencio.
– Pues bien, señor Vázquez, no percibí el error hasta después de haber enviado el mensaje, así que debe estar llegándole. Le llamo para indicarle que cuando lo reciba, inmediatamente lo borre, ¡sin abrirlo! Se trata de un asunto de alta confidencialidad sobre la compañía y usted no está autorizado a acceder a este tipo de información. Por favor, evítese problemas y elimine el mensaje en cuanto lo reciba.
– Entiendo señora… acabo de recibir el mensaje.
– Pues como le acabo de indicar, le ordeno que lo elimine sin abrirlo. – dijo ella, con voz bastante nerviosa – Yo me encargaré de enviarlo nuevamente al destinatario correcto.
– Demasiado tarde … señora Romero – dije, en forma pausada y muy maliciosa.
Se hizo un silencio sepulcral del otro lado de la línea. Proseguí:
– Mire, no tiene por qué preocuparse. Aunque ya vi el contenido de las fotos, no pienso comentarlo con nadie.

– Le agradezco su discreción señor Vázquez – respondió la mujer en un tono de voz mucho más sumiso, y después de algunos segundos de silencio.
– Claro, queee…
– ¿Que, qué…?
– Le diré, creo que es un tema muy delicado y es mejor discutirlo personalmente, ya sabe, para entendernos mejor…
– Pues no veo en que tenemos que entendernos. ¡Le ordeno que destruya esas fotos inmediatamente!
– Ahh, no. No me ordene nada, o voy a verme obligado a cambiar de opinión.
Romero guardó silencio. Sabía perfectamente el rumbo que podría tomar la situación si no era precavida, así que decidió estirar un poco.
– Dígame entonces, señor Vázquez. ¿Puede usted, por favor, eliminar esas fotos y guardar prudencia?
– Permítame ir a su oficina y discutiremos el asunto. Si su respuesta es un ‘no’, desafortunadamente la mía para su pregunta tendrá que ser otro ‘no’.
– En ese caso, venga a mi oficina y conversemos en calma – dijo Romero, absolutamente furiosa, pero consciente de que debía actuar de manera astuta. En menos de tres minutos, estaba en su oficina. Comenzó la ‘negociación’, en la cual obviamente, tenía todas a mi favor, y por eso no tuve que cuidarme de ser muy delicado para decirle a lo que quería a cambio de su silencio.
– Quiero que me coma la polla, así como se la come al señor Masa.
Obviamente hubo asombro, ofensas, negaciones rotundas, peleas, amenazas de despido de un lado; mientras que por el otro lado yo simplemente la amenacé con enviar un ‘Forward’ de las fotos al correo común que tiene la empresa, desde el cual, enviándolo a una sola dirección, lo recibe absolutamente toda la compañía. Esta amenaza fue el argumento final. Romero terminó por mirarme con ojos de furia infinita, al sentirse vilmente chantajeada por un simple trabajador de la empresa, mientras ella, que era la poderosa gerente, quedaba completamente a mi merced, pero ¡aceptó! Entonces le hice una petición final:

– Muy bien. Mientras yo me siento en ese sillón desde el cual usted acostumbra a abusar de nosotros, se va a arrodillar entre mis piernas y se va a tragar toda mi polla, mamándola hasta sacarme toda la leche.
– ¡Acabemos con esto de una vez, cerdo!
Me recosté cómodamente en el sofá del escritorio. Ella, vestida con una falda por encima de las rodillas, finas medias de seda negra, altos zapatos de tacón, blusa negra ajustada y una elegante chaqueta roja; se arrodilló entre mis piernas. Por medio de señas, le indiqué que debía sacar mi verga del pantalón. Ella comenzó torpemente a bajar mi cremallera y cuando lo logró, metió la mano agarrando la polla e intentó extraerla; lo cual se dificultó debido a que ya tenía una considerable erección. Entonces le retiré las manos y la ayudé. A pesar de lo repulsivo de la situación, en su interior Laura admiró mi verga. Era parecida a la de su colega de las fotos, la cual había mamado con gusto, y definitivamente más apetecible que la de su minúsculo marido.
La agarró con una mano mientras la otra seguía apoyada sobre mi muslo, e instintivamente comenzó a mover la mano arriba y abajo en un movimiento pausado, mirando fijamente el falo. Me relajé más, mientras la veía con placer y lujuria, masturbándolo. La respetada señora fue aumentando el ritmo de la paja, mientras sentía conscientemente como mi polla iba aumentando de tamaño y ganando rigidez. Le detuve la mano con la mía, y con la otra la agarré por la barbilla obligándola a mirarme a los ojos:
– Mira, sé que conoces bien la diferencia entre una paja y una chupada, así que no te hagas la tonta y empieza ya.
Dicho esto, la empujé hacia abajo, obligándole a inclinarse sobre mi verga. Los labios de ella estaban entrecerrados, pero se abrieron mecánicamente al sentir la punta de la verga tratando de abrirse paso de forma brusca. Al abrirlos, le empujé la cabeza aún más fuerte, clavándole la verga entera dentro de la boca. Con la misma mano comencé a menear la cabeza arriba y abajo, imponiéndole un ritmo tan rápido que ella jamás hubiera conseguido lograr sola, pero a la vez haciéndola bajar a profundidad, de forma que le clavaba la verga hasta la misma garganta en cada nueva embestida. Laura sintió que se atragantaba con tal ritmo y tal profundidad, pero nada podía hacer sino resistir. La mantuve así un rato hasta que, saciándome el morbo, la solté. Ella instintivamente se sacó la verga de la boca y agitada, comenzó a respirar profundamente por la nariz y boca para intentar recuperar un poco el aliento.
– ¡Sigue chupando, nadie te ha mandado a parar!
Ella agarró la verga con una mano y se enderezó un poco sobre sus rodillas. Acomodó la cabeza y volvió a engullir la verga, dejándola deslizar suavemente entre sus labios.

Comenzó entonces a mamar a su propio estilo, ese estilo que les encantaba a sus otros amantes esporádicos, pero que su marido no le permitía practicar en casa por considerarlo mundano. Siguió subiendo y bajando la cabeza lentamente, dejando siempre que el cilindro de la verga se deslizara un poco apretado entre sus labios cerrados, escurriendo mucha saliva cada vez que bajaba, y succionando cada vez que subía hasta la puntiaguda cabeza, pero sin dejar escapar nunca la verga de su boca. A la vez, comenzó a acompañar la mamada con una de sus manos pajeándome al mismo ritmo del sube y baja de la cabeza, mientras con la otra me acariciaba los huevos suavemente, pasándoles las uñas con delicadeza. Comencé a gemir, entonces se enderezó y sacándose la verga de la boca, desde arriba muy lentamente dejó caer sobre la punta una porción de saliva.
La siguió con la mirada mientras se escurría por mi glande, y luego la recogió con la mano y la regó por toda la verga, mientras seguía masturbando acompasadamente con su mano totalmente humedecida. De nuevo la cogí por la cabeza y le hice tragarse el falo completo de un empujón, y comenzó de nuevo el sube y baja con boca y mano, esta vez a mayor velocidad.
Ladeaba la cabeza incrustándose el glande en el interior de una de sus mejillas, haciendo que esta se abultara por el lado de fuera, mientras me miraba a los ojos, de forma desafiante. Luego se enderezaba y continuaba de nuevo con el sube y baja de cabeza y mano, a un ritmo cada vez más acelerado. Se mantuvo así, comiéndome la polla a un ritmo parejo al tiempo que me la pajeada, intentando suministrar el máximo placer posible para que la penitencia acabara rápido. Chupaba con esmero, pajeaba con dedicación y su cabeza seguía subiendo y bajando mientras mi polla seguía profanando su boca a gusto, entre gemidos de placer y sonoros ruidos producidos por la espectacular chupada.
– ¡Quiero verte esas tetas!
Ella no lo dudó un instante, sabiendo que a este nivel estaba completamente obligada a seguir mis instrucciones. Sin levantarse, se quitó rápidamente la chaqueta, siguió con la blusa y luego sin ningún preámbulo, se deshizo del sujetador. Un hermoso par de pechos saltaron libres; eran grandes y redondos, ¡unas tetas espectaculares!
Siguiendo mis instrucciones, se inclinó sobre mis piernas y acomodó la verga entre sus deliciosas tetas, apretándola entre ellas. Comenzó entonces a subir y bajar con sus manos las tetas, haciéndole una paja con ellas. Se notaba que no era la primera vez, pues demostró mucha experiencia en la maniobra y yo gozaba como nunca, mientras ella seguía balanceando su cuerpo arriba y abajo. Al rato la volví a agarrar por la nuca separándola, y con la otra mano me agarré la polla y una vez más la hice tragarse la verga hundiéndole fuertemente la cabeza, obligándola a chupar a una velocidad espectacular y enterrándole la verga completa, hasta que sus labios se estrellaban con mis huevos.
Finalmente, mi cuerpo se tensó al máximo y mis caderas se levantaban para incrustarle la verga hasta el mismo fondo de su capacidad, sintiendo de nuevo sus labios y nariz perdidos entre mi vello púbico.

Puse ambas manos detrás de su cabeza, sujetándola firmemente, obligándola a llegar hasta el fondo y deteniendo el movimiento de sube y baja. Simplemente le mantuve la verga incrustada y con mis manos le impedía mover o apartar la cabeza, mientras movía fuertemente mis caderas hacia arriba, al tiempo que sendos chorros de leche caliente y espesa manaban de mi falo en erupción.
Comenzó a tragar las grandes cantidades del semen que se alojaban en su boca, pero fue imposible evitar que alguna cantidad comenzara a deslizarse por las comisuras de sus labios. Siguió tragando y escurriendo semen, hasta que me descargué completamente. Se sacó mi verga de la boca e intentó levantarse lentamente, pero la retuvé y le indiqué que me limpiara la verga con la lengua.
Comenzó a lengüetearlo de arriba hasta abajo, incluyendo los huevos en sus deliciosas lamidas, mientras sentía que la verga iba poco a poco perdiendo su rigidez. Cuando terminó, la verga ya estaba flácida y completamente húmeda de saliva, pero sin restos de semen.
Entonces ya le permití levantarse y entrar al baño interno de su oficina a limpiarse e intentar recomponerse un poco su apariencia. Aproveché para volver a mi lugar de trabajo y borrar su correo recibido.
Un saludo.

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