Relato erótico
Ella me provocó
Llegaron unos vecinos nuevos, y se rumoreaba que el marido le había sido infiel, pero que ella le había perdonado y por eso se trasladaron al nuevo piso. Cuando conoció a la mujer, le pareció normal, hasta que un día se la encontró en el ascensor y por la forma en que lo miró y le sonrió, no se la podía quitar de la cabeza, hasta que…
Carlos – Las Palmas
Tengo 28 años y hace unos meses me fui a vivir con mi novia a un piso que acabábamos de comprar. Era en un bloque de 9 vecinos y hasta tenía una zona residencial con una pequeña piscina.
Fuimos de los primeros en irnos a vivir al bloque, conjuntamente con un par de parejas mayores y algún solterón con dinero y sin pareja.
El hecho es que en la primera junta se me nombró presidente, lo que acarreó miles de problemas burocráticos y me permitió conocer, poco a poco, al resto de vecinos que se fueron incorporando.
Una tarde en que estaba acabando de limpiar el suelo del piso (me tocaba ya que mi chica estaba trabajando), llamaron a la puerta. Eran unos vecinos nuevos.
Eran un matrimonio normal, de unos 40 años, él, bastante castigado por el paso de la vida y ella, bastante normal: 1,70, con gafas, delgada, sin mucho pecho, ni ningún rasgo que de un principio pudiera parecer muy atractivo.
Se presentaron cordialmente y hablamos de algunas cosas de la comunidad. Mientras hablamos, recordaba el comentario que me había hecho no sé quién acerca de esa pareja. Al parecer, hacía un par o tres de años el marido le había sido infiel, vaya, le había puesto los cuernos. El rumor había corrido como la pólvora y había llegado a oídos de ella, que acabó perdonándole y empezando una nueva etapa.
No sé porque aquello hizo que me fijara más en ella, aunque su aparente poco atractivo físico no provoco ninguna reacción a tener en cuenta.
Nos despedimos con la típica frase del “si necesitáis algo….” Y seguí en mis cosas, pero, no sé porqué, empecé a tener fantasías con mi vecina. Incluso una vez que mi mujer me la estaba chupando, cuando abrí los ojos antes de correrme, me pareció ver a mi vecina chupándomela. La puntilla final, fue un día que nos encontramos en el ascensor y al despedirse me sonrió de una manera muy insinuante.
Por fin llegó el verano y la zona de la piscina empezó a tener sentido. Eran frecuentes mis visitas los viernes por la tarde, cuando me olvidaba del trabajo y me relajaba dándome un bañito y estirándome un rato al sol. Normalmente estaba sólo ya que a esa hora todos tenían obligaciones…y mi mujer no podía acompañarme porque trabajaba hasta bien entrada la noche.
Aquel viernes en concreto estuve a punto de no ir. Unos amigos me habían llamado para ir a tomar unas cañitas por ahí, y su insistencia fue tal que casi me convencieron. Sin embargo, al final, algo hizo que prefiriera ir a mi cita con la piscina.
Se abrió la puerta y sí, lo podéis imaginar, era ella. Se agachó de espaldas a mí para dejar el vestido en la bolsa, ofreciéndome una gloriosa vista posterior de su cuerpo. Si ya sabía de la bondad de sus piernas, en ese momento descubrí la generosidad de su culo, aquel pequeño bikini blanco no podía ocultar la perfección de sus nalgas.
Aquella visión provocó una reacción en mí, que mi bóxer no pudo ocultar. Mi polla estaba dando por hecho que todos aquellos pensamientos que había pasado por mi cabeza durante meses eran ciertos: esa mujer me volvía loco.
Al rato se levantó, cogió su toalla y acercándose a mí dijo:
-Perdona vecino, ¿te importa que me ponga a tu lado?
Sí, sí, no hay problema…fue lo único que conseguí balbucear.
Empezaba la operación final de acoso y yo no iba a resistir mucho más.
-¿No tendrías que ponerte algo de crema? Trae, déjame que te unte con la mía, que es de protección alta. – Me dijo.
Antes de que pudiera objetar nada, tenía sus dos manos arriba y debajo de mi espalda, era demasiado. Sabía mover esas manos haciéndome estremecer. De vez en cuando, balaceaba su cuerpo hacía adelante, llevando los pechos casi a la altura de mi cuello. Aquello era celestial y los primeros gimoteos de satisfacción salieron de mi boca, parecía una profesional.
-¿Recuerdas aquella noche en el ascensor? – Soltó susurrando en mi oído.- Me miraste con deseo…
-Me gustaste tu – acerté a decir – y me gusta lo que estás haciendo ahora…
-Lo sé. Llevas con la polla dura durante todo este tiempo, ¿crees que no me he dado cuenta? Seguro que te gustaría que bajara mi mano, ¿verdad cachorrito?
-Si, y recorrer tu cuerpo….follarte…darte placer.
-Mmmmm…hace un tiempo que esperaba hacerme un tío como tú, tengo una deuda pendiente que saldar, ¿sabes?
Sin duda, se refería a la infidelidad de su marido. Me lancé a sus pezones. Los succionaba con fuerza yendo de uno a otro de manera desesperada. Ella no perdía el tiempo, con una mano agarraba fuerte mi cabeza entre sus tetas, con la otra había empezado a recorrer mi polla por dentro del bóxer.
-¡Que polla gastas cabrón! ¿Me la meterás entera? Mmmmmm cómo te estoy deseando….sigue….sigue comiéndome las tetas. Mmmmmm, si cachorrito, fóllame en mi cama
No sé como pudimos recoger y enfilar hacia su piso. Estábamos enloquecidos. Traspasada la puerta de su casa, todo acabó por descontrolarse. Nos desnudamos de manera salvaje, pude ver su coño rasurado casi en su totalidad, mis manos agarraban sus nalgas fuertemente, mientras ella mordía y lamía mi oreja, pidiéndome más y más… Agarrándome de la polla, me llevó hasta su cama, donde se estiró abriendo sus piernas al máximo. La vista de su coño y su culo, sólo me dejó una opción, o sea que empecé a chupárselo y a lamérselo como un poseso. Nunca un coño me había sentado tan bien. Además ella no paraba de gritar que me la follara.
Estaba fuera de sí y me estaba poniendo cardíaco a mí, así que decidí que no debía retardar por más tiempos sus peticiones y levantándole las piernas le clavé mi polla, que nunca había estado tan dura, en su coño caliente.
Al ritmo de mi mete-saca aullaba de manera espectacular, a la vez que se le escapaba alguna que otra expresión grosera hacia su marido, del que sin duda no había olvidado la infidelidad que había cometido algún tiempo.
Tras unos minutos intensos, mi polla no aguantó más y le solté la eyaculación más fuerte de mi vida. Pensé que aquella mujer, con su cuerpo, me iba a dejar los huevos secos. Una vez me corrí…me desparramé sobre ella, vencido por la excitación, con la seguridad que había sido el polvo de mi vida, y sin importarme el lugar, la hora, el sitio…nada.
Pasados unos minutos, sentí algo en el capullo. Un leve movimiento de cabeza me permitió ver como la muy zorra había bajado hasta mi miembro y con mis huevos en mano, relamía mi capullo cada vez con más fuerza e intensidad.
Sin duda, a ella no se le acababan las fuerzas. Tardó poco en volver a ponerla en su apogeo, pero esta vez, me sorprendió cuando dejó de chuparla, se puso a cuatro patas sobre la cama y me dijo:
-Entra donde nunca ha entrado el cornudo de mi marido, fóllame el culo…
Era una invitación demasiado apetitosa para dejarla pasar por alto, y no sin cierta dificultad, conseguí hacerme camino en ese culo respingón que conservaba mi madurita vecina. Otra vez volví a entrar en el oasis del placer. Tras quince minutos de vaivén ligero sobre su culo, agarrado a sus tetas, mi polla dijo que tenía bastante por ese día y ante mi sorpresa por la cantidad de leche que solté, le pringué culo, espalda, cuello…
Esta vez derrumbado en el suelo, con ella tumbada en la cama, supe que por ese día ya había llegado a mi límite, pero que aquello no era más que el comienzo de muchos más polvos.
De pronto y con un hilo de voz la oí decir:
Me gusta que hayas manchado la cama donde duermo con mi marido. A partir de ahora debe aprender a compartirme contigo cielo. Tengo todos los viernes tarde libres, aunque creo que no aguantaré otra semana sin probar tu polla, cachorrito….
Lo que sigue, sin duda merece otro relato.
Un saludo a todos.