Relato erótico
El vendedor perfecto
Aprovecharon el fin de semana para ver unos apartamentos en la playa. El vendedor era un chico joven y muy atractivo. Por la forma como lo miró su mujer y supo que además de visitar apartamentos, ocurriría algo más
Federico – Antequera
Mi mujer y yo decidimos comprar un piso en la Costa del Sol para veranear nosotros y nuestros hijos ya mayores con sus novias, aquel día quedamos con la agencia Inmobiliaria en ir a ver unos cuantos.
El encargado de enseñárnoslos era un chico de unos treinta años, alto, con el pelo moreno bien cortado, y muy simpático. Vestía con traje y corbata y su aspecto era impecable. Mi mujer vestía un traje muy provocativo, con una minifalda que tapaba bien poco y un escotado jersey rojo que resaltaba su busto hasta la perfección. Cuando hicimos las presentaciones oportunas pude ver cómo la vista de aquel individuo se centraba en los marcados pezones de mi mujer y aquellos pezones aún se marcaban más al darse cuenta de que los estaban mirando.
Nos dirigimos a ver el primer piso que nos tenía preparado. Se trataba de un segundo piso a unos 200 metros de la Playa, por lo que subimos por las escaleras. Primero pasó mi mujer, detrás yo y por último el que nos lo enseñaba. Lógicamente, mientras subíamos íbamos hablando de las características, de si era muy soleado, del vecindario, etc., cuando de pronto se me ocurrió mirar el culo de mi mujer que tenía delante y vi que la muy cachonda no se había puesto bragas. Me acerqué un poco más y vi todo lo llevaba al aire: su bonito culo y un su coño con su pelos que es lo que me volvía a mi loco y a todos los que se follaba, pero no hice ningún comentario y seguimos hablando tranquilamente.
El piso no nos convenció, no recuerdo el porqué, pero el caso es que fuimos a buscar el siguiente. Era un primer piso muy cerquita del anterior y en este caso también subimos andando, pero esta vez insistí en que fuera el vendedor el que pasara detrás de mi mujer. Mercedes debió de intuir que sabía que no llevaba bragas porque su mirada así lo dejaba entrever, pero tampoco hizo ningún comentario. No sé si es que lo vi yo o que realmente pasó, pero en el tiempo que se tarda en subir al primer piso Mercedes empezó a sacar el culo y a moverse de una forma que hacía que se le subiera la falda, haciendo imposible ocultar nada. El de la inmobiliaria lo vio claramente e incluso dejó de hablar. Yo me imaginé el espectáculo que estaba observando y no me extraña que no hablara.
Al llegar al rellano nos pusimos a hablar de nuevo y pasamos al piso. Una vez allí el vendedor se fue a dar la luz y nos quedamos Mercedes y yo esperándole. En aquel momento se acercó a mi oído y me dijo:
– Hoy no me he puesto bragas y creo que tu amigo me ha visto todo el conejito cuando subíamos, porque tiene un bulto en el paquete que no es normal. A mí me ha puesto a cien, estoy totalmente empapada, como tú sabes que se me pone el coño cuando me gustaría que me follen me gustaría follármelo aquí mismo.
Sin darme tiempo a contestar apareció el vendedor y pasamos a ver la casa. Cuando íbamos por una de las habitaciones, no sé hasta qué punto tuvo que ver el azar, el bolso de mi mujer se cayó por detrás de una de las camas. Inmediatamente fue a cogerlo, agachándose sobre la misma y dejando ver casi todos los pelos de su coño por debajo de su falda. Así estuvo un momento, haciendo como que no encontraba el bolso. El vendedor me miraba a mí y miraba el coño de mi mujer sin dar crédito a lo que estaba viendo, por lo cual le dije:
-Tranquilo, ven, mira, dame la mano y verás…
Cogiéndole la mano la dirigí al coño de mi mujer. – ¿Lo ves como no pasa nada? -le dije-
Mercedes ni se movió, y si lo hizo fue para levantar más el culo y subir más su falda. El de la inmobiliaria empezó a acariciar el coño de mi mujer y girándose hacia mí me preguntó:
-¿Puedo meterle los dedos? Es que me parece que lo está deseando. -Claro que sí, ya verás cómo está de mojada”. Y así lo hizo, poco a poco fue metiendo sus dedos en aquel húmedo coño y fue mojándolo cada vez más.
-¿Te apetecería comérselo? -le pregunté-
– La verdad es que ahora mismo te lo iba a preguntar, me encantaría.
Dicho esto se tumbó en la cama y empezó a chuparle el coño a mi mujer. Ella respiraba de forma entrecortada, echando la cabeza hacia atrás y moviendo la cintura en la cara del muchacho. Así estuvieron un buen rato, él chupando y ella gimiendo. Yo estaba al lado, mirando cómo mi mujer disfrutaba de lo lindo con aquel chaval y cómo marcaba una enorme tranca bajo su pantalón. Dejé que siguieran con lo suyo, ella decía:
-Sigue así, sigue…
Y así siguieron hasta que mi mujer se levantó y se puso mirándolo a él sacándole la polla. En cuanto la vio, la boca se le hizo agua y dijo:
-Joder que pedazo de polla tiene este chaval…
Empezó lamiéndole la polla un rato y yo me bajé hasta su coño. Estaba mojadísimo, no sé si alguna vez había visto el coño de mi mujer tan empapado, pero eso aún me excitó más y lo comí con unas ganas que la volvieron loca.
Seguimos un rato así, ella chupando polla y yo chupando coño, los dos excitadísimos y en la cama un hombre que apenas conocíamos y que estaba disfrutando como un enano con todo aquello. Llegado este momento Mercedes me dijo:
– ¿Tú has visto que pedazo de polla tiene el cabrón este?
– Claro que la he visto -contesté- y estoy convencido de que te gustaría tenerla en este coño, ¿verdad? Sin contestarme se separó de mí y se sentó sobre aquella polla. No dijo nada más y empezó a moverse sobre ella, restregándose y metiendo y sacando aquel aparato de su coño.
Los gemidos eran casi gritos y, aunque sus movimientos seguían siendo lentos eran continuos. Yo estaba detrás de ellos, viendo como aquel culo se movía sobre aquellos huevos, así que decidí darles un poco más de placer y me puse a comerles mientras follaba. A mi mujer le comía el culo y metía mi lengua en su agujerito., Cuando llevaban un rato, el chaval ya se había corrido, porque a mi mujer se le veía salir la leche entre su coño y el pollón del chaval yo decidí ponerme detrás así que sin avisar decidí que lo mejor sería darle por culo al mismo tiempo, y así lo hice. Con mucho cuidado fui introduciendo mi polla en aquel estrecho orificio hasta que entró completamente. Al principio los gritos de Mercedes eran prácticamente de dolor, pero el tono fue cambiando, hasta convertirse en gritos de auténtico placer, mientras gritaba:
– ¡Cabrones, cabrones, me estáis matando! ¡Qué gusto! ¡Ahhhhh! ¡Que gusto! ¡Me voy a correr! ¡No paréis, no paréis! ¡Me corroooo…, me corrooooo,… Me corroooooo…!”
Cuando se corrió fuimos parando poco a poco hasta que sacamos nuestras dos trancas de ella e hicimos que se arrodillara delante de nosotros. Le pusimos las dos pollas en la boca y ella iba chupando ahora una ahora la otra. Le llenamos la cara de leche, le dejamos sucia y satisfecha.
Ella me dijo que si podía ir a por unas cervezas y unas patatas fritas porque le dijo a Alex que así se llamaba el chico, se podía darse una ducha porque el piso estaba totalmente equipado para entrar y ella misma decidió que era el que queríamos por sitio, estado del piso y precio, yo le dije que le daría una señal.
Me marché, ellos siguieron y a la media hora estaban en el Restaurante, para formalizarlo todo además nos dejó las llaves para no tener que buscar hotel esa noche.
Un beso para todos