Relato erótico
El tiempo lo cambia todo
Es abogado y con motivo de una herencia tuvo que viajar al sur para localizar al heredero. También aprovechó para ver unos familiares. Cuando se dirigía hacia su objetivo paró para comer en restaurante de carretera y allí conoció a una chica.
Jorge – MADRID
Amiga Charo, soy abogado y lo siguiente que voy a relatar me sucedió cuando me encontraba viajando en mi coche por el sur de España. Mi viaje se debía a que un cliente había fallecido y dentro de su testamento dejó de heredero de una buena fortuna a su único pariente, un hijo o hija bastarda, que había procreado por esos lares hacía unos treinta años atrás y como estaba por la zona por cuestiones de familia, aproveché el viaje, para presentarme a la persona heredera y además de notificarle el fallecimiento de su padre, mi cliente, ofrecerle los servicios de mi oficina.
Aproveché y visité a unos parientes lejanos para luego dedicarme a la tarea de localizar la propiedad de la que había sido mujer de mi cliente. Ya me encontraba a unos pocos kilómetros de mi lugar de destino cuando me detuve a comer en un pequeño restaurante de comida típica al lado de la carretera. Realmente su menú no era muy abundante pero a su favor sí puedo decir que era delicioso,
A la salida del negocio vi a una bella y joven mujer como de unos veinte años y por su forma de vestir supuse que era de la región, no porque usase algún traje típico nada de eso, si no más bien por lo sencilla de su ropa, un vestido que más bien parecía una bata casera de color negro por lo simple, lo que me hizo pensar que ella se encontraba de luto o tenía un gusto macabro, el cabello totalmente negro y suelto que le caía sobre sus hombros sin ningún tipo de maquillaje, y un par de sandalias en cuero completaban su vestimenta, además de un pequeño monedero que guardaba entre sus grandes y tiesos pechos.
Al verme se me acercó, y después de darme los buenos días pidiendo disculpas, me preguntó donde me dirigía y cuanto le cobraría por llevarla hasta un determinado sitio, pero yo le indiqué que no me dedicaba a transportar personas y parece que al escuchar mi acento llegó a la lógica conclusión de que yo no era andaluz. La mujer, que llamaré Carmen por llamarla de alguna manera, tras quedarse callada por unos segundos, casi me suplicó que la ayudase ya que era importante para ella el llegar ese día a su destino y al parecer el autobús que cubría esa ruta la había dejado. Aunque no lo creáis hay momentos en que me comporto como todo un caballero sin ningún tipo de interés ulterior, por lo que teniendo en cuenta que la dirección a donde la joven se dirigía se encontraba en mi camino, nada perdía con hacerle el favor de llevarla y al decirle que podía subir al coche, su rostro se iluminó con una sonrisa y me ofreció pagar el pasaje, a lo cual me negué ya que consideraba que no era necesario.
Durante el trayecto fue cuando me dio su nombre, y comenzó hablar sobre ella. Comentó algo de que recién había enviudado y ya que hacía una semana de haber muerto el marido, por eso de las buenas costumbres, le di el pésame. Carmen continuó relatando como había sido su fallecimiento a consecuencia de una borrachera y darle por querer torear los coches que pasaban frente al negocio donde se encontraba bebiendo desde temprano ese fatídico día. Según le dijeron lo estaba haciendo bien y hasta le aplaudieron los otros borrachos, pero pasó un camión y se lo llevó por delante con todo y la toalla que estaba usando a manera de capote.
El restó del camino hablamos muy poco, hasta que a Carmen le dio por comenzar a hacerme preguntas de índole personal, si era o no casado, si tenía novia y toda una sartas de preguntas y como me encontraba de buenas, se las fui respondiendo una a una por mantenerme distraído.
Llevábamos un buen rato charlando cuando Carmen me dijo que en vista de que yo era tan buen mozo y había sido tan buena gente con ella que ni tan siquiera le había cobrado el pasaje, ella me quería hacer un regalo, por lo que me imaginé que me invitaría o una taza de café en su casa o bien me podía regalar una gallina, y en el peor de los casos puede que hasta me invitase a comer a su casa.
Pero Carmen tomó la pagina de un periódico que yo había traído desde el terminal del aeropuerto, y tras doblarlo en cuatro partes con mucho cuidado, me preguntó si lo podía romper, yo le indiqué que si, al fin yo ya había leído las noticias. Carmen procedió arrancarle una pequeña cantidad del mismo centro de la página, luego mientras yo conducía continúo hablándome de darme las gracias, en eso su mano izquierda se colocó sobre el área de mi pantalón donde se localizaba mi verga. De momento me sorprendió pero solo sentir su pequeña mano sobre mi verga, aunque fuera teniendo el pantalón de por medio, hizo que esta se pusiera dura tras unos cuantos segundos, pasado los cuales ella comenzó a sobar por encima de la tela. Yo estaba por detener el coche cuando la oí decirme:
– No te detengas, si quieres ve más lento, pero no te detengas, que por aquí es muy peligroso.
Yo seguí su consejo al tiempo que Carmen abría la cremallera de mi pantalón y con algo de torpeza extrajo mi herramienta de su encierro. Me miraba a la cara mientras me lo acariciaba con suavidad comentó que ella pensaba que era más pequeño, al tiempo que su mano ya había comenzado a masturbarme, manteniendo mi erección en su máxima expresión. En ese momento tomó el pedazo de periódico y con mi verga lo atravesó por el mismo roto que ella había hecho momentos antes, yo me arrellané sobre mi asiento al tiempo que ella continuaba masturbándome lentamente. La punta de mi glande se encontraba coronada por unas cuantas gotas de líquido pre seminal, mientras iba acercando su cuerpo más al mío y yo estaba a punto de preguntarle que idea tenía, cuando su cabeza se fue inclinando sobre mi verga.
Lo siguiente que sentí fue su húmeda y suave lengua pasándola suavemente por sobre mi glande. Para mi fue en ese momento como sentir un sabroso golpe de corriente eléctrica que me llegó hasta los huesos, y por poco me salgo de la carretera. Ella no se dio por enterada por lo que continuó con su deliciosa labor para mí, su lengua hacía un círculo una y otra vez sobre la cabeza de mi caliente verga, su caliente saliva comenzó a correr sobre el resto de mi falo, mientras que con su mano lo mantenía apuntando hacía su boca. Entonces yo reduje la velocidad del coche hasta que lo pare. Toda mi mi concentración se dirigió a la boca de Carmen y mirada para ver como su cabeza se movía sobre mi verga y en una de esas rápidas miradas la pesqué tratando de ver mi sonriente rostro desde tan difícil posición.
Lentamente se comenzó a tragar mi verga en su totalidad, y una vez que sus labios hicieron contacto con mis testículos y mis vellos, juro que podía sentir el espacio vacío entre sus dientes. Su cabeza comenzó a retirarse con la misma lentitud con que se lo había tragado hasta esos momentos, pero una vez que volvió a llegar a su punto de partida comenzó nuevamente a tragar mi verga. Para mí era un placer sin igual el que me estaba proporcionando Carmen hasta esos momentos. Al fin me hizo correr dentro de su sabrosa boca y, chupando con fuerza, Carmen me extrajo hasta la última gota de mi semen.
Luego se incorporó y retirando el periódico que momentos antes había colocado sobre mí, lo hizo una bola y tras abrir la ventana lo lanzó para la carretera. Realmente no me di cuenta si se tragó mi semen o lo escupió dentro del papel, pero entonces sacó un pañuelo que yo mantenía en el bolsillo de mi camisa y con el secó mi verga de su saliva y quizás algo de mi semen. Al terminar ella de realizar eso, Carmen me indicó que faltaba poco para llegar a nuestro destino.
En cuanto llegamos, ella se bajó del coche y dándome las gracias y yo a ella, comenzó a caminar moviendo sus caderas de forma y manera provocativa. En eso, de una de las casas a la orilla de la carretera, salió un hombre como de unos cuarenta años, ella se le acercó y le estampó un beso en la boca, mientras yo me retiraba del lugar y fui viendo como se continuaban besando por el espejo retrovisor del coche hasta donde me fue posible. Durante un rato, por el camino, pensé en Carmen pero luego me concentré en buscar la dirección de mi futuro cliente, el cual localicé al día siguiente y tras informarle de lo sucedido cerré la negociación con él, de regreso pasé lentamente para ver si Carmen necesitaba que la transportase nuevamente, pero fue en vano ya que no la vi, aunque estuve a punto de detenerme en la casa donde la había dejado, continué mi trayecto.
Ahora llevo varios años visitando a mi cliente en su casa, le hago las cuentas de sus negocios y le informa de como se han invertido sus bienes, y cada vez que pasaba por ese sitio de la carretera lo hacía con lentitud, hasta que en una fiesta que me dio mi cliente se me acercó una señora mayor y me preguntó que si no la reconocía, que ella era Carmen a la que yo hacía unos veinte años la había llevado en mi coche sin cobrarle.
Lo siguiente que me dijo era que yo estaba igual, quizás con unos kilos de más pero, en fin igual a como ella me recordaba. Yo me acordaba claramente de los hechos pero a ella no lo reconocía. Esa señora que me hablaba en esos momentos era una vieja a la que le calculé por lo menos cincuenta y cinco años, mientras que la Carmen a la que yo recordaba calculaba yo que debería tener unos cuarenta en esos momentos, no fue hasta que se sonrío que reconocí sus dientes o mejor dicho la falta de estos, por lo que luego de hablar un rato con ella y su marido resultó que mis cálculos originales no estaban errados, lo que sucedió fue que la vida de los agricultores es realmente muy dura y la gente se consume mucho más rápido, pero desde ese día ya no me detengo al pasar por aquel sitio.
Saludos.