Relato erótico
El sexo nos enloquece
Nos cuenta que su mujer hace siempre lo que él quiere, aunque le consta que lo hace porque le apetece. Había fantaseado con verla follar con un negro y lo arregló para que así fuera.
Jorge – Bilbao
Hola, soy Jorge, un cachondo y cornudo marido, pero lo bueno de estos cuernos es que me los busco yo. Me hace feliz que Elisa, mi mujer, me obedezca y haga siempre lo que yo lo pido o al menos, eso creo. Sé que en lo hace porque le apetece, pero prefiero seguir pensando que es sumisa.
Hace unos días llegué a mi casa con un amigo negro. Antes le había preguntado si hacía mucho que no follaba y al decirme que unos días le volví a preguntar si utilizaba preservativo. Volvió a decirme que si. Fue entonces cuando me lo llevé a casa. Mi mujer, al vernos, se echó a reír. Unos días antes le había hablado de que me gustaría fotografiarla con un negro al lado. Ella, de cachondeo, me había contestado:
– Y si me folla mejor, así te pondrás más cachondo. ¡Venga, si me lo traes dejo que me folle y me comeré su negra polla!
Empecé a hacerles las fotos, uno al lado de la otra, primero vestidos pero luego ella empezó a desnudarse.
– ¿De verdad que puedo follarme a tu mujer? – me preguntó el amigo muy sorprendido.
La respuesta se la dio ella ya que cogió su larga y gorda polla y empezó a chupársela entera. Incluso los huevos. El chico, pasados los primeros momentos de estupor, se entregó a la caricia empezando a sobarle los pechos a mi mujer y a acariciarle la espalda y las nalgas. Cuando ella ya no podía chupar aquella enorme polla, la apartó y la colocó de espaldas sobre el sofá. Separó sus piernas y apuntó el capullo, gordo como una pelota de tenis, en la raja. Elisa lanzó un chillido cuando aquel torpedo le atravesó el coño empezando a penetrarla. Podía ver como los labios del chocho de mi mujer se abrían y se escondían según él la sacaba o apretaba. Era un espectáculo súper caliente. En el mismo instante en que Elisa se corría con profundos gemidos, él se la sacó, le dio la vuelta y volvió a metérsela en el coño, ahora por detrás.
A cada empujón, las tetas de mi mujer bailaban como dos campanas. La verga entraba y salía cada vez más brutalmente provocando en ella un orgasmo tras otro. Ella cerraba los ojos y abría la boca como necesitando aire. En uno de estos momentos, le metí mi polla en la boca y enseguida me la puso aún más dura por la fuerte succión que me regalaba. Al vérmela el amigo me dijo:
– ¡Métesela tú en el coño que yo se la meteré por el culo!
Mi mujer no dijo nada así que me deslicé debajo de ella ocupando, el sitio de mi amigo, que por cierto se llamaba Wilson. Se la metí en el chocho y noté que él se la estaba metiendo en el culo cuando ella empezó a gritar. Yo le había abierto el culo muchas veces así como los demás hombres a los que se había follado, pero creo que nunca le habían metido una tan gorda. No paraba de chillar mientras Wilson seguía apretando. Incluso lloraba de dolor. Al poco rato tenía dos pollas bien metidas en sus agujeros. Lentamente nos fuimos acoplando en la doble follada hasta que empezó a tener placer. Se corrió dos veces, Wilson en su culo y finalmente yo en su coño.
Al terminar y salir de ella, él me dijo:
– Si quieres te presento a un tío forrado de pasta que pagaría un montón por follarse a tu mujer mientras tú te lo miras.
Miré a mi mujer y ella sólo dijo:
– A mí no me mires. Si quieres tú, vamos. Pero antes déjame tomar un baño.
Tranquila y muy bien arreglada, fuimos a casa de este amigo al que, previamente, Wilson había llamado. Llegamos, nos presentó y en el acto, el hombre, entregó a mi mujer un sobre con dinero. Dijo la cantidad y nos encantó. El hombre, al ver que estábamos de acuerdo, cogió del brazo a mi mujer y me dijo:
– Me gusta estar a solas sabiendo que el marido sufre esperándonos – y señalando el vídeo añadió – Mira películas, te pasará mejor el tiempo.
Wilson, que era como de la casa, puso una película y trajo bebida. Le pregunté qué de que conocía a aquel tío y me dijo:
– Es mi jefe.
– Pero esta amistad tuya con él y que parece tan íntima… ¿es que también le gustan los hombres?
– No – contestó riendo – Yo vengo a follarme a su mujer, que es una zorra muy atractiva.
Entonces me puso un vídeo en el que salía él follando con la mujer.
– Esta es la mujer de mi jefe – me dijo – Ya verás cómo no tarda en llamar que vayamos a grabarle a él con tu mujer, luego él hará lo mismo mientras las follas tú y después yo. Por último los dos juntos hasta que dejará la cámara sola y se nos unirá pero, tranquilo, que tu culo no corre peligro pero el de tu mujer sí, así como su coño y su boca.
Así fue. Una verdadera orgía. Los tres para ella. Durante el tiempo que duró la sesión, un tiempo realmente largo, se la folló primero él, luego yo y después Wilson. Seguidamente Wilson y yo, uno por el coño y otro por el culo. Terminamos agotados. Sobre todo ella. Según me dijo se había corrido infinidad de veces, pero, le dolía todo el cuerpo, sobre todo el culo.
Cuando estuvimos duchados y vestidos, el jefe entregó a mi mujer un paquete que contenía un conjunto de ropa interior muy bonito y caro. Mientras se lo entregaba me dijo:
– Wilson me ha dicho que buscas un trabajo fijo. Si quieres yo te pongo a prueba unos meses y si vales, te quedas.
Acepté en el acto, consciente de que seguiría follándose algunas veces a mi mujer pero también le haría buenos regalos. También tenía claro que si un día quería entregarla a un cliente lo haría.
Aún no he empezado a trabajar pero cuando tenga una plaza libre me avisará. Mientras esperaba su aviso y para aprovechar el tiempo, busqué los contactos de tíos y escribí a tres de ellos. A los tres les ofrecía estar unas horas con mi mujer.
El primero que me contestó me dijo que nos esperaba en un área de descanso y servicio de la autopista. Llegamos, nos presentamos, dejamos mi coche y cogimos el suyo.
Yo conducía mientras ellos dos estaban sentados atrás. Al poco rato miré por el retrovisor y vi que ella ya estaba completamente desnuda. Con todo el morbo, yo procuraba pasar muy cerca de los camiones y autobuses para que, desde arriba, pudieran ver como ellos dos follaban. Esto me ponía muy cachondo. El hombre me hizo parar en una nueva área de descanso solitaria. Dijo que saliera a tomar el aire y que ya me llamaría. A la media hora me llamó. Los dos estaban vestidos. Seguí hasta que otra vez me hizo parar en otra área donde había un bar y una gasolinera. Mientras mi mujer iba al lavabo para arreglarse y peinarse, nosotros nos tomamos unas copas. Al volver ella, regresamos y nos despedimos.
El otro que me contestó resultó ser una pareja mayor, sobre los 50 años. También nos citaron en un área de descanso. En este caso el marido me daba dinero por mi mujer y encima me ofrecía a su mujer para que me la follara. Acepté y cada uno cogió su coche, pero con la mujer cambiada.
Conduciendo, salí de la autopista. Yo, sin mirarla, le acariciaba los pechos y le metía la mano por el escote. Tenía unos pechos muy bien puestos a pesar de su edad. En realidad no aparentaba más de 40 años.
Calientes los dos, aparqué en un claro del bosque. La desnudé por completo y haciéndola salir del coche la incliné de bruces sobre el capó del coche, me saqué la polla, separé sus piernas y sin avisar se le metí entera y de un sólo golpe en todo el coño. Me la follé con ganas, agarrado a sus caderas hasta que, viendo llegar mi corrida, cogí sus tetas, di dos golpes secos y toda mi leche salió disparada hasta el fondo de aquel caliente coño.
No sé si ella se corrió pero tampoco me importaba. Dejé que se vistiera y luego, nos dirigimos al pueblo para ver si encontraba a mi amigo, Wilson. Y allí estaba. Le dije si podíamos ir a su casa a follarla.
Dijo que sí. Fuimos y los dos a la vez, yo por el culo y Wilson por el coño, la follamos hasta quedar más que satisfechos. Sobre todo ella ya que esta vez sí que pude comprobar que, al menos, tenía sus dos buenos orgasmos. Duchados y aseados, regresamos a la autopista, al mismo lugar del encuentro. Allí cambiamos de mujeres y volví con mi mujer a casa.
Besos y hasta otra.