Relato erótico
El sexo no tiene edad
Su novia tiene una compañera de trabajo que es mayor que ella, pero tienen muy buen rollo. Los ha invitado varias veces a cenar a su casa y en una fiesta ocurrió algo que no se imaginaba.
Ismael – BARCELONA
Mi novia, tenía una amiga de trabajo, mayor que ella tenía unos 40 años y mi novia solo 27, al igual que yo. El tema es que ellas se hicieron muy buenas amigas y era frecuente que pasáramos horas en la casa de esta amiga. Yo, con su marido aún con una gran diferencia de edad, también nos hicimos muy buenos amigos. Él era médico y tenían una casa muy grande, con piscina y jardín, en una localidad cercana a Barcelona. Por lo grande de su casa y su estilo de vida muy sociable, la casa siempre estaba llena visitas, amigos de sus hijos, parientes, otros doctores, etc.
Un fin de semana, esta amiga de mi mujer la invitó a que fuéramos a tomarnos unas copas en su casa y al llegar nos encontramos con otra pareja de colegas del dueño de casa, más la suegra, la madre de la amiga de mi novia.
La velada transcurrió sin ninguna cosa que haya que hacer notar, todo bajo un clima muy ameno pero cuando estábamos apunto de subirnos a los coches, la amiga de mi mujer preguntó que quien podía llevar a su madre hasta su casa. La idea no me gustó mucho, ya que yo pensaba desviarme con mi novia en alguna parte y le dije en silencio que ella no se ofreciera, pero nunca me hizo caso.
– ¡Nosotros la llevamos, ya que nos queda más cerca!
Me molestó un poco pero tuve, aunque con esfuerzo, que disimular. Mientras la suegra buscaba su cartera y otras cosas dentro de la casa, le recriminé a mi novia el ofrecimiento. Ella sabía muy bien cuales eran mis intenciones al salir de esa casa, pero me dijo que yo lo único en que pensaba era en el sexo. La verdad es que tenía un poco de razón, pero se debía a que ella, aún siendo una mujer muy bonita, no era muy apasionada en la cama y el sexo para ella era casi obligación. Muchas veces ya habíamos discutido eso y más de alguna pelea se había provocado. Además eso me daba pie para no ser una persona fiel y en más de alguna oportunidad había tenido que buscar por otro lado, un poco de cariño.
De regreso, yo iba muy molesto con ella, pensaba ir a dejarla y salir solo a buscar algo por ahí. Ella sabía que yo estaba enojado y no me dirigía la palabra, solo a la madre de su amiga. Incluso le dijo a la señora, que yo la pasaría a dejar a ella primero y que después la llevaría a su casa. Eso fue la gota que derramó el vaso, pero en fin igual me quedaba más cerca pasar a dejar a mi novia y luego a la señora. Pasé por casa de mi novia y ella se bajó, despidiéndose con solo un gesto.
Al conducir hacia la casa de la señora, ella me pidió disculpas por las molestias que me ocasionaba. Yo siempre he sido un caballero y le dije que no se preocupara, que no era ningún estorbo, que me quedaba camino a mi casa, etc.
Al llegar a su casa, para agradecerme la atención, me invitó a entrar y tomar una copa. Acepté y al rato, aparte de las copas que me había tomado en la casa de su hija, ya iba en mi tercer vaso de coñac y ella en el segundo. Ambos estábamos un poco alegres con el alcohol y empecé a verla con otros ojos.
La señora Lola, como a si se llamaba, tenía unos 63 años, cabello corto y ya completamente cano. Su figura, aún siendo delgada, tenía unos pechos bastante apetecibles y mirándolos bien, muy apetecibles, grandes y redondos. No me extrañaba, ya que su hija, también siendo delgada, tenía unas tetas de miedo, que seguramente heredó de su madre.
Me costó mucho llevar el tema en relación al sexo, pero como yo sabía que tenía un nieto de 18 años que había dejado embarazada a su novia, comencé a tocar ese tema y finalmente comenzamos a hablar de sexo. Tras una larga conversación, yo notaba que ella estaba mucho más suelta con las copas y antes que terminara su segundo vaso, tomé la botella y se lo llené. Trató de que no le sirviera, pero ya era tarde, el vaso estaba lleno. Me dijo que ya había bebido lo suficiente, pero le insistí que me acompañara con ese último mientras yo terminaba el mío y me fumaba mi último cigarrillo antes de marcharme.
La señora lo aceptó y cuando le ofrecí un cigarrillo, me lo aceptó también. Ahí cometió su peor error. La mezcla de tanto alcohol más el cigarro, terminaron por acabar con sus defensas y ya sus palabras se le enredaban. A todo esto le dio calor y se sacó la chaqueta, que le costó mucho sacarse, quedando solo con una blusa blanca que me dejaba ver lo hermoso de sus pechos. Entonces me dijo que estaba muy mareada y me ofrecí a llevarla a su dormitorio, la ayudé a levantarse y nos dirigimos a su habitación. Ella se reía y se apretaba muy fuerte de mi brazo, pidiéndome disculpas por lo que yo pensaría de ella. Le dije que no se preocupara, que yo también estaba mareado pero cuando le pregunté, como en broma, si necesitaba ayuda para desnudarse, me contestó.
– Eso depende de ti, si es que me quieres ayudar.
Nos pusimos al lado de su cama y yo la cogí de la cintura. Ella dejó de reír y se quedó callada. La presioné un poco hacia atrás, haciéndola sentir mi verga que estaba a tope. Puse mi cabeza en su hombro y miré en el espejo como ella tenía cerrados los ojos y mordía su labio inferior. Supe lo que ella quería y yo estaba dispuesto a dárselo.
Muy suavemente comencé desabrochar su blusa, botón por botón, esperando en cualquier momento algún rechazo por su parte, pero nada, sus ojos se mantenían cerrados y mis manos seguían con su labor. Hice que su blusa cayera hacia atrás y vi en el espejo sus grandes pechos bajo un sujetador de color café. Las acaricié suavemente, ella echó su cabeza hacia atrás y se dejó tocar, una y otra vez con sus manos, caídas a sus costados. Entonces besando su cuello desabroché el sujetador.
Ella debió de haber sentido un escalofrió recorrer su cuerpo, quien sabe cuantos años hacía que no lo sentía. La prenda cayó hacia delante, lentamente, dejándome ver a través del espejo sus viejos y enormes pechos, un poco caídos pero igual de exquisitos.
Suavemente fui acariciándoselos, logrando que sus pezones aumentaran a un tamaño sorprendentemente grande y luego se los chupé mientras ella ya empezaba a gemir.
Aprovechando su entrega, en un instante estábamos los dos completamente desnudos y entonces, poniéndola boca abajo, acomodé mi verga entre sus señoras nalgas y mientras mis manos acariciaban suavemente sus tetas, comencé a moverme, tal como si me la estuviera follando. Ella gemía en silencio y seguramente no podía creer que se encontraba desnuda en la cama con un hombre muy joven que la deseaba. Al rato la puse completamente de espaldas y me metí entre sus piernas al tiempo que ella, con los ojos cerrados, solo me pedía que lo hiciera muy despacio.
Muy suavemente situé mi verga en la entrada de su vagina, apenas lubricada, aunque antes quise bajar y mojarla con mi saliva, pero ella no me lo permitió. La entrada estaba muy seca y estrecha, a ella le dolía cada vez que entraba un centímetro de mi verga, pero con mucha paciencia de mi parte y muy lentamente sentí como esa entrada se abría poco a poco hasta que logré metérsela casi por completo. Mis movimientos, muy lentos al principio, poco a poco fueron aumentando hasta que su coño se acostumbró al tamaño y dureza de mi verga y comenzó a disfrutar gimiendo más fuerte
Mis manos aferradas a sus nalgas se las manoseaban mientras mi verga entraba y salía dándonos placer y no pasó mucho rato cuando sentí como sus gemidos aumentaban, hasta que me apretó fuerte la espalda y logró su orgasmo, lanzando un largo gemido. Yo seguía penetrándola, no tan fuerte y ella solo me acariciaba suavemente la espalda hasta que me pidió que me bajara de ella. Yo sabía que no podía pedirle tanto a su edad, y me bajé de ella y acostándome a su lado le chupaba las tetas. Muy cansada, casi exhausta, me pidió disculpas por que su cuerpo no le permitía ya más así que le pedí que me tocara. Yo mismo le puse mi verga en su mano y ella suavemente me la comenzó a acariciar, mientras yo acariciaba su culo y chupaba sus tetas.
La hora, el alcohol y el cansancio fue demasiado para ella y parecía dormida con mi verga en la mano. Estaba de espaldas, le abrí las piernas y me arrodillé entre ella admirando su cuerpo desnudo. Admiré su coño, apenas y sin poder resistirme comencé a chupárselo, mientras me masturbaba. Se espabiló de golpe y decía que no le chupara el coño, pero por otro lado, abría las piernas todo lo que podía. Gritaba y gemía como una loca y tuvo un orgasmo de lo más bestia.
Luego me arrodillé cerca de su cabeza y le metí la polla en la boca, la agarró y me hizo una mamada divina, me corrí como un cerdo.
Estábamos agotados y ella más. Me vestí, le di un beso de despedida y me marché. Al final la idea de mi novia de acompañar a la suegra de nuestros amigos fue genial.
Un beso para todos.