Relato erótico
El sexo me vuelve loco
Aunque está casado, y quiere mucho a su mujer, una de las cosas que más le gusta de este mundo es follar. Lorena es una compañera de trabajo con la que, poco a poco, se han ido haciendo amigos. Aquel viernes quedaron en que pasaría a recogerla por su casa. Ella le dijo que subiera que aun no estaba preparada. Aquel “retraso” fue su perdición, o mejor dicho, fue una bendición.
David S. – ALICANTE
Me llamo David, amiga Charo, y soy de Alicante, tengo 30 años, casado y algunas veces pienso que estoy enfermo de lo mucho que me llega a gustar el sexo y todo lo que le rodea. Y cuando digo todo me refiero a todas aquellas circunstancias, acciones, relaciones, erotismo… con el que una, o dos o tres personas pueden llegar a pasar unos momentos orgásmicos, respetando al máximo a los demás.
Conocí a Lorena a través del trabajo. Una chica de mi misma edad. Pelo color castaño, de 1,68 cm de estatura, de cuerpo fibroso, pechos grandes y firmes y con un culito de los que te hacen soñar. Lorena, además, es una chica multiorgásmica, muy apasionada que cuando siente humedad entre sus piernas no puede hacerla esperar un minuto.
Un viernes por la mañana, sobre las 8:30h, la pasé a recoger por su casa para ir juntos al trabajo, pero ella no estaba lista y me pidió que subiera. No era la primera vez. Subí hasta su casa y me ofreció un café con leche mientras ella terminaba de arreglarse.
– Sabes una cosa David, esta noche he tenido un sueño alucinante donde tú y yo jodíamos como locos – me dijo de pronto.
– ¿Y qué has hecho? – pregunté.
– Pues ya lo sabes tonto – contestó sonriendo – Me he masturbado como a ti te gusta.
Lorena se masturbaba colocando la almohada entre sus piernas y refregando su rosado y rasurado coño contra ella. La mayoría de las veces se imagina que tiene a alguien detrás que la está penetrando al mismo tiempo, ya sea por el coño o por el culo.
Mientras estábamos manteniendo la caliente conversación, Lorena se sentó en el taburete de al lado para tomarse su café. Llevaba puestos unos pantalones de malla que dibujaban los húmedos labios de su coño y una camiseta-top también de malla con dos pezones incrustados en ella.
– He dejado la almohada chorreando – siguió diciéndome – Me he corrido tantas veces que casi pierdo el conocimiento.
– ¿Y en qué estabas pensando? – inquirí.
– Me estabas dando un masaje en la espalda y me acariciabas las nalgas hasta que un dedo rozaba el contorno de mi culo. Me he empezado a mojar, he notado como un dedo jugaba con mi culo hasta que se metía dentro muy suavemente y entonces he colocado la almohada debajo y un flujo increíble ha empezado a… aaah… oooh… cabrón, ¿qué me estás haciendo? ¡ No pares….no, tócalo, tócalo… así David así…!
Lorena sujetó mi mano y me guió, como enseñándome como acariciarle el coño. La estaba pajeando por encima del pantalón, aunque parecía que no llevaba nada puesto ya que los flujos traspasaban aquella fina malla, y ella seguía tomándose el café mientras mis dedos no paraban de recorrer su coño con imaginación y mucha tranquilidad.
– ¿Sabes lo que te voy a hacer Lorena? – le dije de pronto.
– ¡No lo sé, cabrón, pero hazlo ya que me voy a correr en tu dedo! – exclamó.
– Te voy a lamer todos los jugos hasta que te corras en mi boca.
Para aquel entonces Lorena ya se había quitado la parte superior y se estaba tocando las tetas como una posesa. Luego se levantó, se sacó la malla y se puso inclinada en el taburete mostrándome aquel culo redondo, mojado y enrojecido por la noche anterior de masturbación desenfrenada. Por lo visto no se había pajeado lo suficiente pues emanaba jugos como una fuente. Me arrodillé delante de aquel regalo de los dioses y empecé a succionar aquellos deliciosos jugos mientras le introducía un dedo dentro. Lorena estaba poseída por la situación y cada vez se movía más deprisa. Sabía que se iba a correr de un momento a otro, así que paré de lamerle el coño y empecé a jugar con aquel delicioso y prieto agujero del culo. A Lorena le encanta que la puteen y su reacción fue instantánea:
– ¡No pares cabrón, que me corro… quiero correrme en tu boca… no pares, por favor no pares… no seas malo!.
Pasé de sus peticiones y me dediqué a su culo lamiéndolo por dentro. Lorena empezó a tocarse el clítoris, propinándose una paja descomunal, mientras ya tenía un par de dedos que entraban y salían de su lubricado culo y yo ya no pude aguantar más, me saqué la polla y la coloqué en su culo. Poco a poco empezó a entrar mientras ella parecía que no le importaba lo que yo estaba haciendo.
– ¡Oooh… David, dame… dame por el culo que me corro… oooh… cabrón no pares… aaah… ahora, ahora…. me estoy corriendo… aaaah… que me muero, cabrón… no pares… dame por el culo cabrón…!
Lorena se corrió tres o cuatro veces seguidas mientras mi polla estaba a punto de estallar. Acto seguido, se arrodillo y se la puso en la boca.
Mi cuerpo empezó a convulsionarse, estaba a punto de correrme por el trabajito que me estaba haciendo esa boca de ensueño. Ella advirtió el momento de no retorno, e intensificó el sube y baja de su cabeza. No se separó en el momento de recibir la primera descarga de leche, que fue a parar directamente a su garganta, ni tampoco en las siguientes, tratando de tragar todo lo que salía de mi polla en erupción. Parte de mi leche se le escapó por la comisura de los labios, pero se encargó de recuperar lo perdido. Solo cuando mi pobre cuerpo dejó de agitarse, dejó escapar mi polla de la prisión de sus labios. Su boca aparecía grumosa y empapada de mis jugos, pero ella no hacía más que relamerse y recoger los restos de la venida que habían quedado sobre mi aparato, mientras no dejaba de moverlo. Se la veía satisfecha y con la otra mano no paraba de acariciarse entre las piernas.
– ¡Vaya cantidad de leche te ha salido, cariño!
A duras penas conseguí tumbarla sobre la mesa, mientras mordisqueaba su cuello, para irme deslizando lentamente hacia aquellas gloriosas montañas y sustituir mis manos por mi boca. Lorena estaba ya como loca y movía sus caderas intentando que me dirigiera de una vez hacia su coño, pero yo alargaba el momento haciéndola sufrir sólo un poco.
Mi lengua se deslizaba por su coñito. Traté de ir introduciéndome poco a poco en su interior, recogiendo humedad ahí por donde pasaba, dejando en mi boca un sabor entre dulce y salado difícil de explicar. Ella no paraba de moverse, trazando círculos con las caderas, al tiempo que sus manos se pellizcaban los pezones con fuerza, intensificándose poco a poco sus gemidos en fuerza y duración. Sus tetas apuntaban directamente al techo y permanecían tan compactas como cuando las había observado con ella sentada. Me pedía más y más, y estaba dispuesto a dárselo. Saqué mi lengua de su interior y empecé a recorrer su clítoris con pequeñas lamidas cortas que iba alargando mientras mi dedo índice hacía una pequeña incursión en su interior. Se había corrido y había sido un orgasmo brutal, pequeñas convulsiones recorrían aún su cuerpo y su respiración entrecortada parecía poco a poco tranquilizarse.
Levanté mi cara completamente empapada de su orgasmo, pero con mi mano seguía sobando dulcemente su conejito alargando su sensación de bienestar. Entreabrió los ojos y a duras penas consiguió levantarse para estamparme un beso en toda la boca, compartiendo así el fabuloso sabor de su intimidad.
Coloqué a Lorena encima de la barra de la cocina y empecé a follármela como un poseso. Ella se acariciaba las tetas y se masturbaba mientras mi polla entraba y salía a mil por hora de aquel charco de jugos.
Me senté en el taburete y ella lo aprovechó para limpiar los restos de su propio orgasmo que colgaban de mi polla. Nos vestimos y nos fuimos a trabajar, un poco tarde, pero fuimos.
Un beso a todas y a todos.