Relato erótico

El sexo es un buen ejercicio

Charo
27 de agosto del 2018

Es monitor de un gimnasio. En alguna ocasión había tenido sexo ocasional con alguna de chicas que acudían a sus clases, pero aquel día, le llamó la atención una cincuentona metidita en carnes.

Ignacio – Huesca
Esta es la historia que me sucedió hace ya un tiempo y que cambiaría a partir de entonces mi relación con las mujeres en general
Empezaré por contarte que me dedico a ser monitor en un gimnasio, no soy uno de esos tíos hipercachas que parecen sacados de una película de Conán, pero si que gracias a mi profesión estoy bastante bien definido. Mi historia hasta entonces con el sexo opuesto puede considerarse dentro de lo normal, tuve un par de novias, que estaban muy buenas, con las que el sexo estaba bien pero tampoco era como para tirar cohetes, a mi parecer eran un poco pasivas y con las demás chicas que he llegado a tener sexo no han llegado a hacerme sentir pleno.
Era por el mes de abril del año pasado cuando una tarde llegó al gimnasio una mujer de unos 50 años, bastante regordeta, tenía un culo grande aunque bien redondeado para su edad y un par de hermosas tetas que al andar temblaban como flanes dentro de aquella camiseta que le quedaba tan apretada, el pantalón de chándal que lucía también le quedaba bien apretado y le marcaban las bragas que se podía intuir que se le habían metido por la raja del culo.
Parecía un poco perdida e iba preguntando por mí a la gente que allí se encontraba, cosa que deduje ya que me señalaban a mí. Al final se me acercó y me preguntó si era el monitor, a lo que respondí afirmativamente. Ella me explicó entonces que se había apuntado para hacer algo de ejercicio ya que el medico se lo había recomendado, pues llevaba una vida sedentaria. Entre risas y ya en un ambiente más distendido, me dijo que no esperaba un milagro, ni adelgazar solo tener buena salud, a lo que yo me comprometí a ayudarla. Empecé por explicarle unos ejercicios de calentamiento y algunos estiramientos, para los que la ayudé agarrándola de los brazos y luego de las piernas. Nuestros cuerpos se rozaban ligeramente, cosa normal dado su volumen.
Poco a poco empezó a sudar y a los pocos minutos ya tenía la camiseta empapada y se le marcaban los pezones, los cuales se adivinaban enormes. En el siguiente ejercicio quedé frente a ella, ayudándola a llevar los brazos hacía atrás y esto propicio que restregara sus tetas contra mi cuerpo y que yo tuviera una semi-erección marcándose un poco mi paquete. Al estar nuestros cuerpos tan pegados ella también lo notó y esbozó una leve sonrisa, pero no dijo nada. Yo no me explicaba mi reacción ya que ella no respondía al prototipo de mujer a la que estaba acostumbrado.
Seguí como si nada, intentando disimilar mi bulto, y me puse a explicarle el funcionamiento de algunas maquinas dándome cuenta que no me quitaba el ojo de encima y varias veces la vi, por el rabillo del ojo, mirarme el culo y todo mi cuerpo, cosa que aun me excitaba más. No me lo podía creer me estaba poniendo muy caliente y creo que ella también pues aprovechábamos cualquier ocasión para rozar nuestros cuerpos como de forma casual. Durante la clase hablamos de muchas cosas, de esa forma supe que hacía años se había quedado viuda y con una hija que estaba estudiando fuera.

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La clase terminó y los pocos que quedaban se fueron para las duchas, yo me quedé recogiendo el gimnasio y después me fui para las duchas. Ya no quedaba nadie, estaba solo, mis compañeros se habían ido y yo me quedé con las llaves para cerrar, me metí en la ducha permaneciendo un buen rato bajo el chorro del agua. Todavía tenía la polla morcillona cuando oí una voz que me llamaba. Era ella que, por lo visto, se le había olvidado no sé que en el vestuario femenino y estaba cerrado. Le dije que pasara y solo cubierto con una toalla, le acerqué las llaves para que pudiera abrirlo, pero me di cuenta de que no apartaba sus ojos de mi paquete y este reacciono hinchándose más y esta vez sí que dijo algo:
– Vaya jovencito, parece te pasa como antes.
– Bueno, será que me gustan las mujeres hechas – tuve el atrevimiento de responderle.
– Vamos a ver – dijo ella.
Directamente me agarró el paquete y empezó a tocarlo suavemente por encima de la toalla, la cual yo deje caer para quedarme completamente desnudo frente a ella. Tenía una erección como nunca, mi polla palpitaba y de ese modo empecé a manosearle las tetas y a frotar mi pene contra su cuerpo mientras ella se iba quitando la ropa y al quedarse sin sujetador comencé a mamar sus grandes tetas con pasión. Me comía aquel enorme pezón, lo chupaba, lo mordisqueaba y ella daba suspiros de placer que me calentaban todavía más, si eso era posible. Luego fui bajando lentamente y bajé sus bragas, apareciendo un chumino peludo, salvaje, aunque no muy rizado, e introduje uno de mis dedos en la raja, poco a poco, con un suave vaivén tocando su clítoris, que era grande, casi como uno de sus pezones y resbalando por toda su raja hasta llegar a su ano. Yo pasaba de su coño a su ano y ella se volvía loca, suspiraba para luego dar un pequeño gritito y así seguimos los dos con una respiración acelerada mientras ella me pajeaba.
Después la puse sobre uno de los bancos abierta de piernas y le froté mi polla por todo su coño aunque ella me pedía que se la metiese, pero yo disfrutaba prolongando ese placer a la vez que me moría por clavársela. Al final me agarró por las caderas y de un solo movimiento me llevó dentro de ella. Ambos gritamos de placer y comencé un bombeo suave, pero que cada vez era mas salvaje, introduciendo mi lengua dentro de su boca notando que estaba a punto de correrme y ella también por como se retorcía, se arqueaba y suspiraba pidiendo más y más.
De nuevo pasé a sus tetas, se las lamía de arriba abajo y cuando ya no pude aguantar más, me corrí en su interior. Ella gritó y noté como de su coño emanaban líquidos, los suyos y los míos, que se resbalaban hasta su ano, que estaba todo empapado.

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Entonces se sentó en el banco y con una sonrisa agarró mi polla flácida y empezó a hacerme una mamada limpiando todo el semen, hasta que al poco se me comenzó a poner dura de nuevo, así que la hice ponerse con las manos apoyadas en el banco ofreciéndome todo su esplendoroso culo. Era una carne blanquecina y blanda e introduje un dedo en el ano, aunque ella me dijo que no quería, que su culo era virgen, pero a mí me dio igual y pasé a meterle dos dedos que entraban fácilmente, no solo por lo que estaba dilatando sino por los jugos que se habían desparramado anteriormente.
Pronto empezó a disfrutarlo y me pidió que se la metiera pero con cuidado. Puse mi pene entre sus nalgas y lo froté entre ellas sin introducirlo, pues me gustaba esa sensación de mi polla dura contra su blanda carne que la envolvía toda. Al final fui metiendo la punta en ese agujero negro y peludillo, ella dio un pequeño gemido de dolor y placer pero no se resistió y luego el resto lentamente hasta que ya la tenía completamente metida y empecé un bombeo. Desde mi posición veía como mi tranca entraba y salía de su culo cada vez más bestialmente. Entonces me tumbé un poco más sobre ella y agarré aquel par de ubres que se bamboleaban con cada una de mis embestidas. Era un placer indescriptible y gritaba de placer a la vez que eran como sollozos, notando como se contraía por el orgasmo que estaba teniendo hasta que, al poco rato, se la saqué para correrme en sus cachetes. Ella se quedó un rato en esa posición mientras el semen y sus flujos caían hasta el suelo.
Yo estaba exhausto no por las veces que lo habíamos hecho sino por lo salvaje y placentero que había sido y le propuse ducharnos juntos y allí yo le realice una buena limpieza de coño con mi lengua para su deleite, que ella me agradeció con un hermoso beso cuando acabamos. Ala hora de despedirnos, me dijo con una sonrisa pícara:

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– No sé si es lo que el medico me recomendó, pero lo volveremos a repetir cuando quieras, cariño.
– Yo creo que tu medico estaría orgulloso de tus avances – respondí – hasta mañana.
Desde luego que volvimos a repetirlo en más ocasiones, esta vez en su casa y a veces nos acompañó alguna amiga suya, que también fueron apuntándose al gimnasio, pero eso son otras historias. A partir de entonces me centré casi exclusivamente en tener relaciones sexuales con mujeres mayores, las cuales me proporcionaban un placer y un morbo que las jovencitas no podían darme.
Saludos.

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