Relato erótico
El roce hace el “cariño”
Quería independizarse y por razones se fue a vivir con dos amigos suyos. Eran buena gente, guapos y tenían muy buen rollo. Dicen que el roce hace el cariño, o mejor dicho, el roce lleva a echar unos buenos polvos.
Vero – Tarragona
Por razones de economía decidí compartir piso con dos buenos amigos, era rentable para los tres. Todo iba muy bien, y a pesar de que yo era la única mujer en casa, compartíamos las labores domésticas. Lo único incómodo para mí eran las contadas ocasiones en que los chicos llevaban a sus amigas. Después de todo era un pisito de solteros.
Algunas de ellas se cohibían al verme llegar, pero ellos les decían que no había problema, que yo era “un amigo más” y seguían con su fiesta mientras yo me encerraba en mi habitación a escuchar música, tratando de ignorar los ruidos que provenían del exterior. Daniel era el más alocado y mujeriego, alto, musculoso, alegre y desinhibido, a veces un tanto rudo en su trato, pero muy simpático; mientras que Javier era más sereno, casi tímido, delgado, discreto, pero excelente conversador.
Muchas veces los tres permanecíamos hasta tarde conversando de mil temas. Yo creo que llevaba la vida perfecta, pues cuando no tenía con quien salir, invariablemente alguno de mis dos amigos también estaba libre y ambos, o los tres salíamos al cine o a tomar la copa y bailar. Poco a poco noté que entre Javier y yo los silencios eran cada vez más largos, incluso él se encerraba en su habitación si estábamos solos en casa.
En cambio Daniel empezó a coquetear conmigo descaradamente.
-Tranquilo – le dije un día, recuerda que yo soy un amigo más, no echemos a perder el buen trato que tenemos.
Él soltó una carcajada y dándome una cariñosa palmada en el trasero se alejó.
Una noche, que habían salido los dos, estaba viendo la televisión en la sala, con las luces apagadas cuando la puerta se abrió. Era Javier, quien al verme se sorprendió y avanzó directamente a su habitación.
-¿Qué pasa, por qué me rehúyes? – le pregunté medio en serio y medio en broma.
-No te rehúyo -respondió- Sólo me sorprendió que estuvieras en casa, pensé que habías salido.
-Pues sí, fui a tomar una copa con unos amigos pero he regresado temprano. ¿Por qué no te sientas a conversar un rato conmigo?”
Dijo que de acuerdo y me preguntó si quería tomar una copa. Fue a prepararlas y cuando regresó se sentó en un sillón que estaba un poco alejado del sofá en el que estaba yo.
Me lancé y le pregunté si le había hecho algo, parecía enfadado conmigo. Muy serio, me dijo:
-No – respondió con voz pausada – todo lo contrario.
-Entonces. ¿Por que últimamente noto que me evitas? Extraño nuestras conversaciones.”
Dejó su copa en una mesita lateral y levantándose de su silla se acercó a sentarse en el mismo sofá que yo estaba.
-Pues verás – dijo sin mirarme – Un pacto no escrito entre amigos es el de no estorbar.
-¿De qué estás hablando?” le pregunté sorprendida
-De Daniel, tú le gustas, eso es obvio, así que me toca hacerme a un lado” respondió encendiendo un cigarrillo. Ambos nos quedamos callados por un momento. Yo estaba verdaderamente sorprendida.
Jamás me había atrevido a reconocer que pudiera existir atracción entre alguno de ellos y yo. Aunque ambos eran muy guapos. Yo no me consideraba fea. Por cierto, soy alta, delgada y con un par de tetas que son la locura de todos los tíos. De pronto me sorprendí a mí misma pensando en la posibilidad de tener una relación con alguno de ellos. Ambos me gustaban mucho, cada uno en su estilo, Daniel era extremadamente divertido y espontáneo, Javier discreto y callado. Daniel a leguas se notaba apasionado. Javier era la ternura personificada. ¡Qué dilema! ambos me gustaban muchísimo. Javier debió notar la confusión en mi mirada. Se acercó a mí y pasó su brazo sobre mis hombros.
-Vaya lío ¿eh?- Me dijo sosegado – Daniel es mi amigo desde hace mucho, y jamás hemos peleado por alguna mujer. Eso es algo que siempre hemos respetado ambos”.
No sabía qué responder, lo observé con detenimiento. Javier me gustaba y mucho, a su lado me sentía protegida y segura. Pero con Daniel sabía que la vida jamás sería aburrida. ¿Qué hacer? ¿Cómo elegir sin dañar a nadie?
De pronto Javier se acercó a mí y me besó en plena boca tomándome por sorpresa. ¡Qué sensación tan agradable! Nunca me había tocado antes. Sentí un hormigueo desde el centro de mi estómago hasta mis extremidades y correspondí a su beso con entusiasmo. Sus manos empezaron a recorrer mi espalda mientras yo me aferraba a su nuca. Su lengua jugueteaba dentro de mi boca provocándome estremecimientos de placer. Metió suavemente su mano bajo mi blusa, posándola sobre mi pecho, acarició mis senos sin dejar de besar mi boca, yo sentía que me derretía en sus brazos.
Pronto su mano bajó a mis muslos, rozándome apenas con la yema de los dedos, la subió poco a poco por debajo de mi falda acariciándome por encima de mi ropa interior.
Yo estaba totalmente excitada, y empecé a arrancarle la camisa, besándole en la cara, el cuello y el pecho. Pronto ambos quedamos totalmente desnudos y nos dejamos deslizar del sofá hacia la alfombra.
Él estaba sobre mí, recorriendo todo mi cuerpo con sus besos, provocándome corrientes eléctricas por toda mi espina dorsal. Acercó la cabeza a mi chocho y acarició suavemente mi clítoris con la lengua. Pronto aumentó la intensidad de sus caricias. Su lengua y sus labios me provocaron un intenso orgasmo. Y justo cuando alcanzaba la cumbre del placer se abrió la puerta. Era Daniel, que sorprendido se quedó estático sin saber qué hacer. Javier también se detuvo, mirando a su amigo con ojos de culpabilidad. Sin detenerme a pensar, y ahogada por el placer, extendí mi mano hacia Daniel mirándolo con la pasión que me embargaba en ese momento. Javier me miró sorprendido. Daniel sólo esbozó una media sonrisa y empezó a desnudarse. Yo tomé la cabeza de Javier entre mis manos y lo volví a acercar a mi encharcado coño.
Eso marcó la pauta. De ahí en adelante no hubo necesidad de explicaciones ni palabras. Javier siguió acariciando mi clítoris con su boca y Daniel acercó su miembro a mi cara para que yo hiciera lo mismo. Era increíble el placer que estaba sintiendo, siendo mamada y mamando al mismo tiempo. Jamás antes había estado con dos hombres al mismo tiempo.
Pronto cambiamos posiciones, me incliné sobre mis rodillas y manos y metí el miembro de Javier en mi boca mientras Daniel, colocándose detrás de mí me penetró. Yo acariciaba a Javier con la lengua y con los labios, engullendo y mamando su polla hasta que llegaba al fondo de mi garganta, mientras Daniel arremetía contra mí provocándome olas y olas de placer. Pronto Javier se acostó boca arriba en la alfombra, diciendo “me toca” me separé de Daniel y me coloqué encima de Javier, metiendo su polla dentro de mi coño lentamente. De pronto noté que Daniel estaba detrás de mí, me di la vuelta y dijo:
-Yo también quiero meterla.
Me asusté, jamás había tenido sexo anal, pero me dijo que me tranquilizara, que no me haría daño. No me quedé muy convencida, pero Daniel empezó a chuparme el ojete y a meter primero un dedo, luego otro… Sentía placer, hasta que note que apoyaba su capullo en mi agujerito. Javier paró en su mete y saca para permitir que su amigo se acoplara. Sentí a Daniel entrar lentamente en terreno virgen y no pude evitar una exclamación de dolor. Era demasiado para mí y le pedí que se detuviera.
-No, tranquila, ya estamos casi listos.
De pronto con una sola embestida me penetró de golpe. Grité de dolor y Javier me acercó a su pecho mientras acariciaba mi espalda con ternura. Daniel me tenía asida por las caderas y los tres permanecimos sin movernos por un instante mientras me daban tiempo a relajarme.
Pronto ambos empezaron un movimiento en plena sintonía. El dolor que sentía se fue transformando en un placer cada vez mayor. Mientras Daniel se aferraba a mis caderas y mis hombros y besaba mi cuello, Javier me acariciaba las tetas y el vientre. Los sentía a ambos dentro de mí, llenándome plenamente y provocándome sensaciones jamás imaginadas.
Nuestros movimientos se hicieron cada vez más frenéticos. Los gemidos de placer podían escucharse por toda la habitación.
Al fin los tres alcanzamos al mismo tiempo un gran orgasmo. Sentí como me inundaban de leche y caímos rendidos sobre la alfombra.
Estuvimos así un buen rato, los tres abrazados y relajados. De pronto Daniel dijo:
– Todos para una…
– Y una para todos, siguió Javier.
Estallamos en una carcajada, pero el pacto ya estaba hecho, a partir de aquel día follaríamos los tres juntos.
Un saludo para todos.