Relato erótico
El regalo fue para mi
Era el cumpleaños de su vecina y amiga y le había dicho que pasaría por su casa para felicitarla. Encontró la puerta semi abierta, como siempre, y entró. Su amiga no estaba, pero “lo” que encontró le gustó más.
Sofía – MURCIA
Era ya bastante tarde, las nueve de la noche, y venía cansada de trabajar, pero le había prometido a mi vecina Carmen por teléfono esa misma mañana que le haría una pequeña visita. Era su cumpleaños, y estaba un poco tristona por cumplir 39, eso no es nada le decía yo siempre, yo tengo 40 y hace tiempo que me acostumbré a ir sumando sin problemas.
– ¡Pues a mí no me gusta! – me soltaba una y otra vez.
Dejé el bolso, me saqué la chaqueta y fui a su casa. La felicitaría y me iría pronto para darme una ducha y acostarme pronto. Llamé a la puerta y dije:
– Muchas felicidades Carmen, ¿los ladrones no te dan mie…?
No pude acabar la frase, cuando terminé de abrir la puerta Carmen no estaba, estaba su hijo de 20 años, tenía la ducha en marcha, pero no se había metido todavía, estaba totalmente desnudo… y ¡masturbándose! No puedo explicar la impresión que me dio verle, solo vi a un chico joven con la boca abierta subiendo y bajando su mano sobre un miembro enorme, rápidamente cerré la puerta de golpe y mientras me alejaba gritaba:
– ¡Lo siento, lo siento!
Me senté en el sofá del comedor, crucé las piernas con tan mala suerte que la braga rozó mi clítoris y me estremecí por un momento, no me pude quitar la visión del muchacho jadeando y dándose placer. En algún momento se oyó abrir la puerta del servicio y al momento apareció Sergio, el muchacho, con un pantalón corto. No se había secado si quiera.
– Perdona por lo de antes Sofía, por favor – dijo – no sabía que habías entrado
– Nada, nada, no te preocupes, son cosas que pasan, olvídalo.
Las gotas de agua le resbalaban sobre el cuerpo, no pude evitarlo y le miré el paquete en una milésima de segundo buscando lo que había visto momentos antes.
– Mi madre ha salido con Miguel, no creo que tarde mucho, yo ahora me iré, he quedado con mis amigos, voy a secarme y vestirme – dijo algo nervioso
– Muy bien Sergio – le dije – yo esperaré aquí.
Yo ya conocía a Sergio, era un chico muy majo, alto, moreno y de ojos verdes, pero otra vez me volvía la imagen de su miembro y busqué el mando de la tele para evadirme un poco.
– ¡Sergio! – grité – ¿Donde está el mando de la tele?
Al instante se presentó, no le había dejado tiempo para secarse y cambiarse de ropa, así que ahora solo llevaba una toalla atada a la cintura.
– Lo guardamos siempre en ese cajón de debajo de la mesa – me respondió.
Me agaché para cogerlo mientras él se mantenía de pie, eché otra miradita furtiva y alcé los ojos, en ese momento vi como su mirada estaba dirigida a mi escote. No me había dado cuenta pero con los dos botones de la blusa desabrochada se me veía el sujetador y prácticamente media teta. Encontré el mando pero me mantuve un rato en esa posición para que Sergio pudiese admirar mi escote. Me gustaba ver su cara y sus ojos fijos en mi escote y mientras me volvía a poner de pie pensé en echarle otra mirada a su paquete, y lo hice, pero ahora estaba totalmente erecto, la toalla se elevaba y realmente parecía, como se dice vulgarmente una tienda de campaña. Me quedé petrificada al verlo.
– Perdona Sofía – dijo – perdona, de verdad.
– Tranquilízate – le dije – no pasa nada, a ver, siéntate, ¿por qué te ha pasado eso?
Los dos nos sentamos, yo crucé las piernas, él se ajustó un poco la toalla para esconder levemente su enorme bulto
– Bueno, es que he visto tu pecho sin querer, no quería, y me ha pasado.
– ¿Pero yo te excito? Todavía eres muy joven, ya aprenderás a controlarte.
Estaba sentado, pero la toalla aunque colocada, perfilaba la silueta de su miembro, le eché otro vistazo, esta vez más largo.
– Sí, supongo que sí – dijo.
– ¿Tienes novia? – pregunté.
– No, no tengo – respondió.
– Pero ya habrás estado con chicas…
– Sí, sí he estado, pero no he hecho mucho.
Me desabroché otro tercer botón de la blusa sin que se diese cuenta y me acerqué echándome sobre la mesa para coger un cenicero. Esta vez Sergio pudo ver todo mi sujetador y volví a notar esa mirada en sus ojos. Allí estaba sentado con su cuerpo fibroso y ese miembro que pedía a gritos salir de la toalla que lo cubría, y yo ya estaba muy excitada.
– ¿Quieres verme las tetas, Sergio? – pregunté de pronto.
– Sí – dijo y se volvió a sonrojar.
Me subí un poco la falda y me senté sobre él, exactamente sobre su miembro, mientras él permanecía sentado. Podía notar el tacto de la toalla en mi entrepierna, me quité la blusa y me quedé con el sujetador.
– ¿A qué esperas?- le pregunté.
Temblorosamente me quitó el sujetador y recorrió con sus grandes manos mis pechos, se detuvo en uno de mis pezones y lo pellizco con sus dedos. Parecía que su nerviosismo pasaba, la sensación era grandiosa.
– Quítate la toalla – le dije.
Rápidamente se la quitó y allí la volví a ver, esa hermosa polla debajo justo de mis piernas, realmente tenía una polla hermosa. Puse las manos sobre sus hombros y moví mi cadera arriba y abajo un par de veces para frotar mis bragas y mi coño a lo largo de su enorme polla. Sergio se estremeció de placer.
– Pon tu boca en mis pezones, vamos.
Le sujeté la cabeza y se la apreté contra mí mientras su lengua pasaba por mis pezones rosados y erectos de placer. El placer iba creciendo, volví a mover mi cadera y a restregar mi coño contra su polla, mi sexo estaba muy húmedo y tenía las bragas caladas. El muchacho volvió a gemir de placer.
– Muy bien mi niño, ahora vas a verme el coño – dije.
– Siií… – medio gritó.
Me puse de pie y me acerqué todo lo que pude a su cara, mi entrepierna quedaba a la altura de su rostro, me subí la falda del todo y dejé al descubierto toda mi raja. Se quedó unos segundos mirando y rápidamente echó sus manos a mi culo y toda su cara y su boca a mi coño, notando como presionaba su lengua contra mis bragas. Le despegué por un momento y me las quité, me senté en el sofá y me abrí todo lo que pude de piernas. El volvió con las mismas ganas e ímpetu de antes y empezó a lamerme por todo el coño.
– Muy bien muy bien, sigue así Sergio – le dije entre gemidos.
Tiré del capuchón de mi clítoris hacia arriba para dejar que me lo chupara mejor y dirigí su cabeza con mis manos hacia ese punto, entonces movió su brazo derecho y me metió un dedo en el coño, que sacaba y metía una y otra vez.
– ¡Como me pones Sofía, te quiero follar… como me pones!
– Méteme dos dedos – le dije – y no pares… muy bien, así, así… –
articulé como pude.
No dejaba de lamerme, mordisquearme los labios, chuparme y succionarme el clítoris, así me corrí dos veces, los dos gemíamos sin parar
– ¡Méteme tu polla ahora Sergio, vamos hazlo!
Se retiró un poco y pude ver su polla preparada, estaba húmeda y chorreaba gotas de semen, él se dio cuenta de que se la miraba asombrada.
– Me he corrido mientras te chupaba, pero ya está otra vez lista -me dijo.
Me abrí de nuevo todo lo que pude, y con mi mano derecha dirigí su enorme polla hacia mi agujero, me abrí el coño con una mano para que lo viese bien, entonces empujó y se metió dentro de mí, la sensación de tener su enorme polla dentro fue indescriptible, casi me corrí.
Agarré con mis manos su culo y le apreté contra mí, mientras él empezaba a follarme, a empujar y no paró hasta que me corrí otras dos veces.
– Me encanta tu coño y me encanta follarte – jadeó.
No pude contestarle porque estaba en medio de un orgasmo y todo mi cuerpo se convulsionaba. Después de ese orgasmo me aparté y me quedé mirando su verga. Realmente estaba chorreando, y se veía irresistible, me arrodillé y le dije que se pusiera de pie, agarré su falo con una mano y con la otra le masajeé sus huevos, entonces me metí uno en la boca y empecé a juguetear con él. Sergio empezó a gemir.
– ¿Te gusta? – dije.
– Siiií… chúpamela por favor – contestó jadeante.
Abrí la boca y me la metí toda. Sergio gritó de placer, le chupé su glande rojo y empecé a mamársela. La polla de ese joven era una de las mejores pollas que había probado en mis 40 años, sentirla en mi boca era genial, él no paraba de gemir y tocarme las tetas.
– ¡Me corro! – dijo Sergio de pronto.
– Vamos mi niño, córrete – le dije sin dejar de chupársela.
Entonces llegó, mi garganta se empezó a llenar de rica leche calentita, abrí un poco la boca y cayó parte deslizándose sobre mis pechos y mis muslos. Las convulsiones de Sergio pararon y prácticamente desclavé mis uñas de su culo, me tragué el resto y supo riquísimo. Los dos nos quedamos abrazados durante un tiempo, y luego volví a mi casa.
A la mañana siguiente Carmen me invitó de nuevo a su casa y me pidió perdón por no haber estado el día anterior, no había ni rastro de Sergio.
– Pero a cambio te contaré con todo lujo de detalles lo bien que salió mi cita, ya verás, te pondrás húmeda de solo oírlo – me dijo.
– Que exagerada – repliqué.
Yo, claro, no pude contarle lo bien que lo había pasado con su hijo, ni por supuesto la de veces que había tenido que ir al cuarto de baño casi escondiéndome para masturbarme mientras recordaba esa noche.
La cosa no acabó aquí, pero para que no me quede largo, os lo contaré en otra ocasión.
Besos calientes para todos.