Relato erótico
El poder de una buena polla
Confiesa ser más bien esmirriado, pequeño, delgadito y muy poca cosa por lo que, a los ojos de los maridos, parece inofensivo porque aparenta ser poca cosa y claro, ellos tranquilos y él follándose a sus mujeres.
Lorenzo – ALMERÍA
Amiga Charo, me llamo Lorenzo, estoy soltero y todo el mundo cree que es porque soy más bien esmirriado, pequeño, delgadito y muy poca cosa. Paso bastante desapercibido en todos los sitios y si destaco por algo es porque siempre intento estar de buen humor y eso se nota. Pero la naturaleza a todos nos concede un don y a mi me ha dado un rabo largo y gordo, que nunca se cansa y es por eso que estoy soltero, pues tengo tantas hembras para elegir con cual acostarme que pienso que el amor de mi vida todavía está por llegar.
Trabajo en un taller de encargado en uno de los turnos de producción y en el taller trabajan sobre todo mujeres y está mal decirlo, pero tengo que hacer verdaderos esfuerzos para quitármelas de encima porque lo que quieren es que yo las ponga debajo. Es curioso porque casi todas están casadas pero a los ojos de sus maridos parezco inofensivo porque aparento, como digo, ser poca cosa y claro, ellos tranquilos y yo follándome a sus mujeres.
Ahora tengo 38 años pero todo comenzó hace casi 18 cuando empecé a trabajar aquí. Al principio era un operario más en uno de los turnos y así coincidía con la misma gente casi siempre. En los vestuarios, antes o después, veía en bolas a mis compañeros y evidentemente mi aparato no pasaba desapercibido y de ahí que me hicieran bromas no había más que un paso. Las mujeres parece que no hacen caso pero se quedan con eso de “que gorda la tiene Lorenzo”.
Total que Rosa, que trabajaba en mi mismo turno, un día que estábamos de noche fue al grano y directamente me preguntó que porque me hacían bromas añadiendo:
– ¿Es verdad que la tienes muy gorda?
Yo me debí poner como un tomate y no dije nada pero ella se echó a reír. Desde ese día siempre me tomaba el pelo y siempre acababa por decirme que algún día lo iba a comprobar. Rosa estaba casada y andaría entonces por los 45 mas o menos, todo un mundo para mí que estaba con mis veinte añitos.
Otro día, que también estábamos en el turno de noche y que era en pleno invierno, con un frío del demonio y nevaba, cuando iba camino a coger el autobús me encontré con Rosa a la que había venido a recoger su marido al taller, paró y dijo que montase, que me acercaba hasta mi casa. Vivíamos relativamente cerca, por eso y para no molestar demasiado pues él se iba al trabajo derecho, dije que me quedaba en su calle y el poco trozo que quedaba lo hacía andando. Al llegar a su portal nos bajamos Rosa y yo y su marido se fue a trabajar. Yo me despedí de Rosa pero ella me dijo que subiese a su casa pues sabiendo que yo era un manitas, tenía un problema con lo instalación de la luz y que le podía echar un ojo. Añadiendo que su marido era todo un inútil para todo lo de la casa.
Después de toda la noche trabajando y el día que hacía, no me apetecía nada, pero insistió diciéndome que sabría compensármelo, cosa que dijo con un gesto pícaro. Al llegar a su casa estaban todavía sus dos hijas pero que se marchaban a estudiar, les di los buenos días y al poco se marcharon. Entonces me enseñó cual era el problema, un simple enchufe, pedí herramientas y en un ratito estaba arreglado. Mientras yo trasteaba en el enchufe, Rosa me dijo que se iba a cambiar y cuando volvió iba con una bata medio abierta por la que se veían sus prietas carnes. Yo me puse súper nervioso y colorado como un tomate. Ella lo notó y se rió preguntándome si no tenía novia o es que nunca había disfrutado de una mujer.
Yo, con la cabeza gacha, no sabía donde meterme. Creo que Rosa no buscaba sexo conmigo, simplemente jugaba, pero se lió a decirme que me tomaban el pelo, que mucho hablar pero luego todos iguales, que no dábamos la talla, etc. Pero ella seguía en bata y cada vez enseñando un poco más, total que pese a mi inexperiencia, mi rabo se fue animando y el bulto en mi pantalón fue más que visible. Y por supuesto, Rosa lo notó. Se acercó donde yo estaba y frente a mí, me dijo:
– Ahora viene la recompensa por haber arreglado lo de la luz.
Al decirlo pasó su mano por encima de mi bragueta y al notarla yo me eché para atrás, pero aún así ella notó como daba un empujón. A mi me dolía el rabo al estar comprimido por el slip y el pantalón. Ella se volvió a acercar y puso de nuevo la mano en mi bragueta. Yo estaba con la cabeza gacha y en ningún momento hice la acción de tocarla ni nada. Realmente no sabía qué hacer, pues mi única experiencia eran las muchas veces que me la había meneado. Rosa soltó mi cinturón, me desabrochó el pantalón, metió su mano entre mi slip y al sentir el contacto con su mano mi rabo se puso duro como nunca.
Ella notó como me endurecías y auque no la miré, debía poner cara de asombro pues me preguntó si aquello era todo mío. Yo callaba, ella me bajó el pantalón y el slip dejando todo mi rabo al aire. Entonces empezó a meneármela y con unos pocos movimientos me corrí dejándole toda la mano y el suelo de la cocina llenos de mi leche. Rosa estaba alucinada y al preguntarme si yo era virgen, en voz baja le dije que sí. Ella, entonces, rió y me dijo que tenía una gran suerte pues iba a enseñarme todos los secretos del sexo. Me hizo quitar los pantalones y de su mano me llevó a la cama de matrimonio. Allí ella se quitó la bata quedando solo en bragas que, en dos tirones, también se las quitó y acercándose desnuda a mi pegó su vientre al mío y me besó, bueno más bien me comió a besos y cuando mi rabo volvía a estar más que tieso y ella notaba como pegaba en su vientre, me hizo tender en la cama.
Yo estaba todo estirado y ella, apoyando su cabeza en mi tripa me estuvo mirando la polla un rato hasta que se dedicó a comérmela. Chupaba como podía, tragaba mi cabezota, me mordía los huevos… total, que al poco yo estaba otra vez aullando de placer y entre sus lametones y sus meneos, me volví a correr. Pero como ella había puesto los labios, se tragó todo lo que pudo dejándome en la cama como ido. Entonces Rosa se puso a mi lado, acariciándome y hablándome.
Me dijo que ella también quería disfrutar y que mientras me reponía debería acariciarla. Llevó mi mano a su coño, enseñándome su botoncito y como debía acariciarla, pero con unas pocas caricias se puso a jadear y a bufar hasta que se corrió gritando.
Cuando se repuso un poco, se incorporó y me besó comiéndome la lengua, luego se apartó, se espatarró del todo y me dijo:
– Tienes que ver como es un coño de cerca.
Me mandó bajarme hasta su vientre y una vez allí me hizo abrirle el coño, tocarlo, conocerlo bien y cuando ella empezaba a lubricarse otra vez, me pidió que usase mi lengua para darle al botoncito. Me estire como pude y me dediqué a comerle el potorro, al principio sin mucho arte pero poco a poco y con sus indicaciones, conseguí que se corriera de nuevo. Para entonces mi rabo estaba otra vez en posición de firmes y por eso, al vérmelo duro, se estiró, abrió sus piernas y me dijo:
– Ponte encima de mí pero ve con cuidado pues la tienes muy grande y gorda y si no vas con cuidado podrías hacerme daño.
Me la puso ella misma a la entrada de su coño y me mandó ir empujando despacio. Costaba que entrase pero al estar tan lubricada poco a poco se la fui metiendo, aunque Rosa me decía que la metiese y la sacase con cuidado y así lo hice, pero sin parar. Ella era un puro grito, no sé si de placer, dolor, miedo o que. Una de las veces Rosa pasó sus piernas por mi espalda y ella misma, sin dejar que me saliese, se la metió hasta dentro, pegó un aullido pero se quedó quieta y entonces empezó a gemir, a reír, llorar y supongo que ha correrse. Yo di unas pocas embestidas y con la presión que hacía su coño en mi rabo consiguió ordeñarme toda la leche que me quedaba.
Nos quedamos los dos como muertos, pero sin desengancharnos pues mi polla seguía dura. Rosa me mordió la oreja y me preguntó que si nunca se me bajaba y le contesté que era la primera vez y que la novedad lo podía todo. Entonces se espatarró cuando pudo y me dijo que, con cuidado, me la follase. Haciendo flexión con mis brazos me dediqué a entrar y salir, sacándola casi del todo para entrarla toda hasta dentro. Rosa ya no hablaba, rugía y lloraba y gritando como una loca, se corrió y al poco me fui yo también, aunque ya casi no solté nada de leche.
Estuvimos un rato en la cama, tapados como pudimos y entonces me dijo que lo que había pasado no se lo contase a nadie y así se podría repetir de vez en cuando. Desde ese día ya no he tenido que meneármela más. Rosa, durante unos cuantos años, me ordeñó casi todos los días y si era por la noche, me iba a su casa y en la cama follábamos hasta el mediodía y si estábamos en otro turno siempre se las arreglaba para coincidir conmigo en los servicios, almacenes, archivos o donde fuera para pedirme siempre su ración de leche. Y cuando compré el coche la llevaba a las afueras y follábamos donde cuadraba.
Pero un día dejó de trabajar, pues sus hijas habían acabado los estudios, su marido ascendió en la empresa y ya no era tan necesario su sueldo pero el último día de trabajo follamos como nunca. Se las arregló para poder pasar conmigo toda la mañana y cuando salí de su casa, casi a la hora de comer, no podía con mi alma. Me hizo correr al menos seis veces y ella muchas más. Ella fue mi maestra, me enseñó a cuidar, a tratar bien a una mujer, a darle placer y nunca le estaré lo suficientemente agradecido. Desde que dejó de trabajar, algún día me ha llamado pero sus necesidades de sexo bajaron y solo lo hemos repetido unas pocas veces al año.
Un fin de semana, mandó a su marido y a su hija al pueblo a una boda y ella se quedó en casa, me hizo ir con ella y desde el viernes noche hasta el domingo al mediodía no salimos del piso ni de la cama. Rosa comentó que se había resarcido de las ganas atrasadas para una buena temporada. Pero aún así, antes me había hecho otro gran favor. En la comida que tuvimos todos los del taller para su despedida les dijo a un par de compañeras que tuvieran cuidado conmigo pues con mi herramienta podría quitarles hasta el habla. Ya sabes, estas bromas verdes entre mujeres, pero ella dijo que era en serio y que si querían saber lo que era bueno que me buscasen de cerca. Total que creó la inquietud en un par de compañeras y al final pues eso, que también me las llevé a la cama a las dos. Las dos están casadas y son de mi edad, y las dos han repetido muchas veces e incluso he follado con ellas en el taller pues ahora, al ser el encargado, tengo opción de escaquearme un poco y cuando es posible me llevo una de ellas a un aparte y echamos un polvo rápido.
Además ellas son íntimas amigas y saben de la otra, así que entre ellas se cubren, incluso delante del marido de la otra. Hemos follado los tres juntos varias veces, pero ellas prefieren que me dedique solo a una porque dicen que sienten un poco de envidia de la otra.
La cosa ha continuado pero lo que viene a continuación ya lo contaré en una próxima carta.
Saludos y hasta muy pronto.