Relato erótico
El placer de unos buenos cuernos
Nos contó que había insistido mucho para que su mujer se acostara con otro hombre. Lo consiguió y nos relata cómo acabó el caliente encuentro.
Jaime – Huelva
Amigos de Clima, en la primera parte de mi experiencia ya dije que algún tiempo le había yo insinuado y dicho a mi mujer que sería bueno que en lugar de usar un consolador cuando hacíamos el amor, estuviera otro hombre, que por mí no había problema. Así como me gusta que se luzca y enseñe, así me gustaría verla follando y gozando con otra verga, pero ella no había accedido, hasta que, después del viaje que he comentado, invité a Silvia, que así se llama mi mujer, a un restaurante a cenar y donde también se puede bailar. Quería reconciliarme con ella y esperaba que aquella salida le gustara.
Al acabar de cenar empezó el baile. Bailamos dos ó tres canciones y volvimos a la mesa. Un amigo mío, Isidro, se acercó a saludarnos y para resumir la situación os diré que acabó follando con él.
Aunque había sido yo el que quería que follara con otro, no podía creer que mi amigo, con un movimiento rítmico, estaba metiendo y sacando su verga de la lujuriosa almeja de mi “dulce e inocente esposa”, que, más que mi mujer, parecía una gran golfa.
Yo también quería saborear aquel coño que, por el puterío que mostraba se me hacía desconocido, pero cuando les dije que me tocaba, ella solo gritó:
– ¡No… no… déjalo… deja que me folle, que me joda… quiero más! -y mientras él se hacía cómplice aumentando el ritmo, acunándose entre las piernas de ella Silvia le decía – ¡Así, fóllame amor, así, dame verga, me tienes bien follada… dámela toda, que tus huevos choquen en mi culo!
Casi al mismo tiempo empezaron a gritar, ella lo apretaba de las nalgas y luego se abría de piernas todo lo que podía para recibir la gran corrida de Isidro. Tan desenfrenada exhibición hizo que me sintiera enormemente feliz pero también, exageradamente desesperado por follar.
La gran corrida terminó con un enorme suspiro de los dos, él sudoroso y ella besándolo en la boca. Luego ella me dijo:
– Te toca.
Después de que Isidro se retiró de entre sus piernas, me sentó en una silla y se montó en mi verga. Yo tenía el nabo hinchadísimo pero ella estaba tan mojada que entró con la mayor facilidad y me empezó a cabalgar. Sintiendo cómo mi verga le entraba hasta que con su culo me aplastaba los huevos y recordando con cuanta avidez se folló a Isidro, le dije:
– Cabrona, no te lo querías quitar de encima.
– Eso querías, ¿no? Ver cómo me follaban con una gran verga -me dijo-
Entonces le solté la leche en medio de mis gritos, mientras ella me acariciaba el pelo con ternura. Ya medio repuestos nos cogió frío y Silvia dijo que nos fuéramos a la cama para descansar un poco y naturalmente, ella se acostó entre nosotros dos. Después de dormitar un rato, me desperté cuando sentí cómo Silvia me besaba el cuello bajando por mi pecho, lamiéndome con gran sensualidad en tanto con su mano me sobaba mi alicaída verga. Isidro ya la tenía agarrada por la cintura apretándose en sus nalgas y al rato, ella se inclinó entre los dos y empezó a menearme la polla con una mano y a acariciarme el culo con la otra, hasta que se paró, acción que repitió con Isidro. Cuando los dos estábamos otra vez listos para follar, Silvia me miró y como disculpándose, dijo:
– Tú ya me has follado por el culo, pero ahora quiero sentir una verga grande metida en mi ano ¿no te enojas?
¿Cómo me iba a enojar nada más imaginarme ver a mi mujer ensartada por el culo?
– No, mi reina, gózala… ¿qué mejor que tener dos vergas para follar?
Entonces le pidió a Isidro que se recostara en la cabecera y le dijo:
– Me la vas a meter despacito, la tienes muy grande y nadie me la ha metido por ahí, nada más mi marido.
– Pues dame el lubricante, para que tu marido vea como voy a encular a su mujer – respondió el amigo.
Isidro se acostó boca arriba y Silvia le puso mucho lubricante hasta dejarle chorreando la verga, después se montó sobre él dándole la espalda, y apoyándose en pies y manos le dijo:
– Tranquilo, que yo sola me la voy a meter.
Se puso la gran cabeza en la entrada de su culo e hizo presión pero notaba que no podía entrar, era muy gruesa, hizo más presión y de repente se le metió toda la verga de mi amigo en medio de un grito de dolor. Silvia decía que se había abierto su culo al máximo, quedándose unos momentos así, sin moverse para que pasara el dolor. Después, cuando poco a poco se empezó a mover, mi mujer me dijo:
– Mira mi amor, ya me la metió toda, mira como me tiene tu amigo Isidro bien ensartada por el culo, ¿así es como me querías ver? – y continuó – Dame por el culo Isidro, así, para que mi marido vea como me enculas con tu verga… a él le gusta verme así, bien follada, siempre me lo ha dicho.
– Pues ahora vas a ver cómo mueves este rico culo, así, así muévelo, encúlate sola, que entre y salga – entonces Isidro le dijo, agarrándola por la cintura para darle unos empujones hasta sacarle el aire – ¿Quieres más verga?
Silvia, con los ojos entrecerrados y una voz llena de lujuria respondió:
– Sí, mi rey.
Entonces la recostó en su pecho y así, con su verga metida, le abrió las piernas y me dijo:
– ¿A qué esperas? Llénale a tu mujer el coño, vamos a follarla entre los dos.
Me situé entre las piernas de Silvia y poniéndole mi verga en la entrada de su bien lubricado y caliente coño, ella me dijo:
– ¡Qué gusto, sí, así… métemela toda!
Se la metí de un solo empujón y así la teníamos bien ensartada, uno entrando y el otro saliendo. Silvia se movía y gemía como una loca, estaba tan caliente que pedía a gritos:
– ¡Folladme, cabrones, así, llenadme de polla, así, así… que bien me folláis… asiiií…!
Isidro y yo sentíamos nuestras vergas enfundadas por la carne de Silvia, y yo sentía cómo ella apretaba el culo para exprimirle la verga a Isidro mientras su coño chocaba con mis huevos y ya sin poderse aguantar, mi mujer gritó:
– ¡Me corro, me corro…!
Sentir sus jugos en mi polla hizo que, con fuertes pulsaciones, me corriera e Isidro, sintiendo en su verga las contracciones de mi polla, exhaló un gran suspiro para regalarse una gran corrida.
Así fue la primera experiencia que tuvimos prestando a mi mujer para que otro se la follara, y la verdad, ha sido solo con Isidro con quien hemos repetido algunas veces y cada vez yo me siento más feliz y con más ganas de follar con Silvia, además de que ella también ha encontrado renovados motivos para disfrutar más del sexo.
Cuando yo no he podido estar en el trío, mi mujer se ha ido con mi amigo a follar en un par de ocasiones, a condición de que me cuente con lujo de detalles lo que hacen, cosa que me pone muy, pero muy caliente y a veces no termina de contarme cuando ya la estoy llenando de verga.
Saludos de los dos.