Relato erótico
El morbo de la madurez
Desde que se separó fue a vivir con sus padres. Eran mayores y así podía estar más por ellos. Su madre le dijo que vendría una amiga suya a pasar unos días, era viuda y tenían muy buena relación.
Ricardo – Barcelona
Hola amigos, soy Ricardo, tengo 36 años y vivo en Barcelona. Por fin me he decidido a contaros lo que me sucedió el año pasado. Desde mi separación, hace tres años, vivo con mis padres, muy mayores, y así puedo estar un poco más por ellos.
El año pasado vino a visitarlos una amiga de mi madre, Carmen, una señora viuda de 62 años, 1,60 más o menos, físico normal, como el de cualquier señora de su edad que vemos a diario, de unos 60kg y muy simpática. La relación con nosotros fue de lo más normal hasta que mis padres se ausentaron una semana por motivos familiares y Carmen se quedó en casa.
Desde entonces noté que Carmen iba un poco más ligera de ropa que de costumbre y en ocasiones con una fina y corta bata en la cual se le notaba perfectamente la curva de sus generosos pechos y la de sus anchas caderas. Incluso, en según qué movimientos hacía, yo le podía contemplar el entero dibujo de su culo, que era buenísimo. Anchas caderas y un culo respingón. Era fabuloso lo que me ofrecía. Yo no sabía si eran descuidos o lo hacía intencionadamente pero lo que sí estaba claro era que yo, a cada momento, deseaba más a aquella mujer, aunque solo podía intentar disimular mi deseo ya que no tenía nada claro si es que todo este despliegue de su cuerpo era para que yo me fijara en ella o era, simplemente, su manera de ser, sin segundas ni otras intenciones.
El segundo día de estar solos fue, sin yo imaginármelo, el principio de una maravillosa semana de sexo y morbo.
Sobre las diez de la noche me llamó un amigo. Su coche se había averiado y me pedía que, por favor, fuera a recogerle. Estuve de acuerdo y le dije a Carmen que regresaría tarde. Cuando llegué de nuevo a casa, sería la una de la madrugada y al entrar lo hice con cuidado para no hacer nada de ruido y despertarla. Pero al llegar al salón me encontré a Carmen viendo, en la televisión, una película porno. Estaba sentada en el sofá con la bata abierta y suspirando, mientras que con una mano acariciaba su coño y con la otra sus pechos. En el acto mi polla reaccionó y como Carmen parecía no haberse enterado de mi presencia, ¿por qué no probar cómo reaccionaría si yo me lanzaba?
Estaba de espaldas a mí. Me acerqué y por detrás, inclinándome, cogí sus pechos desnudos con mis manos y acerqué mi cara a la suya. Acaricié sus gordas y suaves tetas y ella, girando su cara, sin nada de sorpresa en el rostro, solo me dijo:
-Te esperaba, sabía que así te decidirías… quiero que sepas que estoy deseando que me folles.
– ¡Y yo deseaba follarte! – contesté muy excitado.
Después de fundirnos en un cálido beso, se levantó y quitándose la bata, con lo que quedó completamente desnuda, me llevó a su habitación. Estaba buenísima y viéndola caminar pude admirar aquel fabuloso culo, su enorme y salido culazo, de nalgas redondas, adquiriendo mi polla una erección fabulosa.
Al llegar a la habitación se giró hacia mí y me dio un beso lleno de vicio. Mis manos fueron hacia su culo y se lo acaricié en toda su plenitud. Ella, sin parar de besarme, me fue desnudando hasta que me tuvo a pelo igual que ella. Cuando me tuvo desnudo, cogió mi polla con ambas manos y acariciándola con suavidad, exclamó:
– ¡Tu polla es fabulosa, lo vamos a pasar de vicio follando!
Al decirme estas palabras, yo ya tenía su salido y duro clítoris entre mis dedos. Suavemente la recosté en la cama y abriéndola de piernas me metí entre ellas. Inclinándome, empecé a lamer y saborear aquel coño maduro y caliente que me ponía a cien. Ella gemía por lo que no paré de comerle el coño, lamiendo la profunda raja, los abultados labios y el endurecido clítoris, hasta que ella, con grandes exclamaciones, se corrió en mi boca, llenándomela de jugos abundantes, espesos y calientes.
Al quedarse más tranquila después del intenso placer que había recibido gracias a mis labios y lengua, mirándome con una cara de vicio impresionante, me dijo:
– Ahora me toca a mí… te la voy a mamar.
Me cogió la polla con una mano y los huevos con la otra. Acarició el capullo que se entretuvo en lamerlo lentamente, así como toda la tranca, hasta que se la tragó casi por entero. A punto estuve de correrme con aquella fabulosa mamada que me hizo. No paraba de pasarme la lengua por toda la polla y luego la metérsela hasta el fondo de su garganta. Realmente me la mamaba con ganas. Cuando vio que yo ya tenía bastante y que mi polla ya no aguantaría mucho más, me la soltó, se subió a horcajadas encima de mi cuerpo y cogiéndome la polla con una mano, se la metió entera en el coño, empezando a cabalgarme mientras yo acariciaba su culo y besaba y lamía sus tetas. Aquello era la gloria.
Estuvimos así una eternidad hasta que le dije:
– Carmen, ¿por qué no te pones a cuatro patas y te follo por detrás? Tu culo es precioso.
Sin rechistar, ella así lo hizo. Yo cogí su culo, separé sus nalgas y admiré su coño húmedo y abierto. Poco a poco le fui metiendo la polla en su raja hasta los huevos. Cogiéndola por las caderas, me la follé a un ritmo de vértigo. Ella gemía y pedía más. Estuvimos follando así hasta que noté que me iba a correr y se lo dije. Ella, entonces, se sacó la polla del coño y me dijo:
– ¡Me he corrido tres veces y ahora quiero tu leche en mi boca!
Al acabar de decir eso, se la metió en la boca mientras me masturbaba con una mano. A los pocos minutos me corrí, lanzando mi semen en su boca, cara y pechos, mientras ella no paraba de lamer y de tragar leche. Fue algo fabuloso, al igual que los cinco días restantes, en los que disfrutamos al máximo del sexo.
Nunca pensé que una mujer madura pudiera tener tanto vicio.
Un saludo para todos los lectores.