Relato erótico
El mejor “regalo”
Era una amiga de su hija y aunque no podía creérselo, se le insinuó. Como la carne es débil, cayó en el juego de seducción y le hicieron un “regalo” maravilloso.
Pedro – BARCELONA
Un viernes vinieron a mi casa tres compañeras de mi hija. Iban juntas a la Universidad. Todas tienen 20 años y son como todas las chicas de esa edad, felices, algo alocadas, pero muy buenas estudiantes, al menos mi hija lo es.
Llegué de trabajar, fui a saludarlas y le di un beso a mi mujer que les estaba preparando unos refrescos.
Me puse a ver la televisión y al cabo de un rato me llamó mi hija, que estaban en el salón, para preguntarme unas cosas de informática. Les aclaré lo que querían saber y cuando me levanté me di cuenta que una de las amigas, Sofía estaba mirándome detenidamente. Sofía es una chica alta, 1,70, con buenas curvas y con unas tetas increíbles. Os doy mi palabra que nunca me había fijado en ella, pero cuando la vi sonreír tan pícaramente, me llamó la atención y vi lo guapa que era.
Volví a la cocina con mi mujer a ver la televisión, pero al cabo de un rato fui al salón para ver cómo les iba con el ordenador. Estaba Sofía sola, ya que mi hija había acompañado a la otra amiga al lavabo. Me dijo si podía mirar una cosa del ordenador, se le había colgado. Me senté y ella a mi lado.
De pronto noté su pierna rozar con la mía, traté de no decirle nada, pero después de eso nuevamente rozó mi pierna, pero ya no era un roce, sino como una caricia de piernas, entonces giré la cabeza y la miré, ella me sonrió y miró el ordenador. Yo tragué saliva y miré mis manos, que estaban sobre el teclado, traté de levantar mi codo lo más que pude sin darle importancia. Ella se acercó más al ordenador y rozó mi brazo con sus tetas, me miró y sonrío. No supe qué decirle, pero mi respiración empezaba a ser pausada y mi amigo, el “calvo” empezaba a desperezarse muy rápidamente. Mi hija volvió del lavabo y dieron por terminada la sesión de estudio.
Si digo que me dormí fácilmente esa noche, miento, no me podía dormir pensando en esa belleza. Al día siguiente, sábado, mi mujer se fue a trabajar, tiene un negocio de lencería, mi hija se fue a jugar al jugar a jockey al club, como todos los sábados, y yo me quedé en casa descansando y haciendo algún que otro trabajo bajando información por Internet. En eso estaba cuando llamaron al timbre, salí a la puerta y… ¡sorpresa! Allí estaba Sofía con una falda por encima de las rodillas y una blusita, que me dijo:
– ¿Puedo pasar? Hay algo que nos explicaste que no entiendo.
– ¡Sí, claro como no, pasa! – le contesté.
– Pero si estás ocupado vuelvo en otro momento, o estas con alguien…
Le contesté que no, que no estaba con nadie y que estaba justo con el ordenador entrando a Internet, pero le pregunté:
– ¿No tendrías que estar jugando a jockey con mi hija?
– Sí – me dijo – pero le dije a mi madre que cruzando la calle me torcí el tobillo, añadí que sentía un poco de dolor y me dijo que no fuera al club porque se podría empeorar.
Nos fuimos hacia el ordenador y en cuanto puse el CD que trajo, me cogió la mano, la bajó y se la apoyó en un muslo, diciéndome:
– Quiero seguir lo que dejamos pendiente ayer.
Me quedé de piedra, me miraba con la boca entreabierta y pasaba la lengua por sus preciosos y suculentos labios. No me dio tiempo de decir nada, se acercó y empezó a besarme apasionadamente. Metía la lengua hasta el fondo de mi boca y succionaba mis labios como hacía tiempo que nadie lo hacía.
Se abrió de piernas, cogió mi mano y la llevo directamente a su chochito, aparté las bragas y jugué con su clítoris. Tenía el coñito completamente mojado. No podía creer lo que me estaba pasando, quería pararlo, pero no pude.
Me arrodille, le saqué las bragas y metí mi cabeza entre sus piernas. ¡No sabéis lo que es comerse un coño joven como aquel! Era pura miel.
Sofía empezó a agitarse y la muy zorrita, agarro mi cabeza y apretándola contra el chocho dijo:
-No pares, me estoy corriendo, no pares
Seguí y seguí hasta que conseguí que se corriera al menos cuatro veces. Era un néctar dulce y divino.
Se movía, se retorcía y gritaba como una loca. Cuando me aparte, dijo:
-Quiero que me folles, por favor lo necesito. Hace tiempo que me gustas, me gustas mucho y quiero que me poseas.
Mi polla quería salir de su encierro, pero aún pude pensar con el cerebro y le dije que aquel no era el lugar adecuado, nos iríamos a un hotel.
Dijo que estaba de acuerdo, pero que quería aclarar una cosa. Tenía un medio novio y no le dejaba follar con ella, quería llegar virgen al matrimonio, por lo tanto de momento, solo me la podía follar por el culo.
Casi me muero cuando la oí. Llevaba años intentando encular a mi mujer y nunca lo había conseguido, y ahora tenía una jovencita para mí solo y para poder darle por el culo. Era como un sueño.
Cogimos el coche y paré en un sex-shop para comprar un lubricante. Después no fuimos al hotel.
Llegamos a la habitación, encendí la luz que daba sobre la cama únicamente, me acerqué a ella, la abracé y nos empezamos a besar despacito, pero con una dulzura impresionante, comenzando a desnudarla. Le saqué la blusa, le quité la falda, el sujetador y vi por fin unos pezones duros muy hermosos, no eran grandes, pero son muy jóvenes y sonrosados que empecé a chupar como si fuera un helado en medio del desierto.
Mientras, yo me quité la camisa y desabroché el pantalón, me saqué los calzoncillos y por fin deje mi polla en libertad. He de decir que tengo un rabo de unos 20 cm y por lo visto a Sofía le gustó ya que puso cara de sorpresa. Le cogí la cabeza suavemente y se la llevé hacia mi polla, que estaba expectante de lo que podría llegar a venir, ella se acercó, la besó una, dos, tres veces y perdí la cuenta, después se la introdujo en la boca y casi me corro del gusto.
Al rato estábamos haciendo un 69 espectacular, mientras con un dedo le ponía la crema dilatadora haciendo círculos y poniéndole primero uno y después 2 dedos. Era una gozada ver como se corría tuvo unos orgasmos bestiales mientras le comía el chocho. Entonces susurrando dijo:
– ¡La quiero ahora, ya, no aguanto más!…
Entonces le di la vuelta, poniéndola a cuatro patas, y empecé metiéndole primero la cabeza, esperando su reacción, y al notar que ella se ponía dura, le dije:
– Tranquila, que te lo voy a hacer despacito, despacito, déjame hacer a mí.
En el momento en que se la introducía, le tocaba con el clítoris para poder hacer más placentera o la penetración, y así fue. Era cachondo ver las expresiones de su cara en el espejo, la cara de ella cuando la estaba penetrando despacito, ver como abría la boca y empezaba a mover la cabeza para ambos lados jadeando de placer. Poquito a poco le fui metiendo el pollón, hasta que sin avisar, se la clave toda. Oí un aullido primero y después un largo suspiro de placer que la volvía loca del gusto. Yo le daba una y otra vez sin parar, así estuvimos un largo rato hasta que me puse boca arriba y la hice sentar sobre mi polla, ella sola se la metió por el culo y se iba sentando lentamente hasta que se la puso toda y yo, con ese hermoso coñito a la vista, se lo empecé a tocar, llegándole al clítoris nuevamente y no sé cuantas veces más se corrió.
Al rato le di la vuelta, me puse encima de y la penetré de nuevo hasta que, después de darle un buen rato, le dije:
– ¡Me corro, sí, me corro… voy a correrme en tu espalda y en tu culo!
– ¡Nooooo… por nada del mundo me quiero perder tu leche, quiero sentir como me das toda tu leche, no te guardes nada, córrete dentro, sí por favor, hazlo, córrete dentro, quiero sentirte y quiero toda tu leche! – me gritaba.
Eso me hizo poner más caliente y le di los últimos empellones con mi polla hasta que no pude más y tampoco pude aguantar más, me corrí con un cerdo, le solté tanta leche, que le salía a borbotones por el ojete.
Quedé exhausto, me acosté a su lado, nos acariciamos, nos besamos y al rato nos fuimos al jacuzzi en donde nuevamente hicimos el amor. Al final nos vestimos y la llevé hasta dos manzanas de su casa y nos despedimos, no sin antes quedar en vernos la semana siguiente, y así fue.
Ya hace más de 6 meses que nos vemos un a o dos veces cada quince días, suficiente tiempo como para encontramos y hacer el amor lo más placenteramente posible y hacer que el día sea mucho mejor, así estamos llevando estos hermosos meses hasta que un día me dijo:
– Quiero que, antes de fin de año, me hagas el amor por delante, quiero perder la virginidad contigo, fuiste tan dulce y tan cuidadoso la primera vez que lo hicimos y eres tan dulce que creo que eres la persona adecuada.
Así lo hicimos y es imposible contar en pocas palabras maravilloso y diferente que fue aquel polvo.
Sé que no es muy correcto lo que estoy haciendo, soy mucho mayor que ella y estoy casado, pero creo que a nadie le amarga un dulce y al fin y al cabo la que me tiró los tejos fue ella.
En otra ocasión os contaré como fue la “desvirgada”.
Un saludo para todos.