Relato erótico

El mejor “polvo” de mi vida

Charo
2 de abril del 2017

Es un asiduo lector de nuestra revista Clima y por fin se ha decidido a contarnos, lo que él considera, el mejor polvo de su vida.

Eduardo – Madrid
Hola amigos de Clima, soy un fiel lector de vuestra revista desde hace más de 10 años y nunca hasta hoy me he atrevido a mandaros un relato. El que os envío es la historia del que, casi con toda seguridad, fue el mejor polvo de mi vida y mi más grande conquista.
Me presentaré. Me llamo Eduardo y aunque soy de Pamplona, hace varios años que vivo en Madrid por motivos de trabajo. La historia que nos ocupa ocurrió en un caluroso mes de agosto. Por aquel entonces ya había terminado la carrera y estaba haciendo un máster en una prestigiosa, muy religiosa y muy conservadora Universidad de Pamplona. En este máster coincidimos un grupo bastante majo de chicos y chicas de toda España, entre las que estaba Luisa y fue a través de ella como conocí a su compañera de piso, Natalia. Natalia era, y es, la típica niña pijita que tanto abunda en esta universidad. Zalamera, con mucha gracia al hablar y muy elegante al vestir. Físicamente parecía sueca: alta, delgadita, rubia, con la piel muy blanca, unos labios tentadores, un culito muy duro y bien puesto y unos pechos chiquitines. Preciosa, vamos. Hasta que la conocí no me imaginaba que unas “tetitas de muñeca”, como ella las llamaba, fueran tan seductoras.
El caso es que cuando la conocí pensé que era una chica que estaba a millones de años luz de mis posibilidades, pero al final acabó cayendo en mis garras una noche loca. Todo comenzó un sábado que, como tantos otros, empezamos haciendo una fiestecita en el piso que compartían Natalia y Luisa y del que, así a lo tonto, salimos todos bastante alegres, para continuar la fiesta por los bares de la ciudad. Al salir de su casa nos quedamos un poco rezagados del grupo. Cuando me quise dar cuenta, había metido su mano izquierda en el bolsillo de atrás de mis vaqueros y empezó a decirme que se sentía muy atraída por mi culo. Viendo que el resto del grupo iba muy por delante de nosotros y que doblaban una esquina aproveché para besarla. ¡Qué beso! Empecé un poco cortado, despacio, pero viendo que ella me correspondía se convirtió en todo un morreo de libro. Ella jugaba con su lengua dentro de mi boca, me mordía el labio de abajo, la lengua. ¡Fue excitante!
Al llegar al bar empezamos a bailar de una manera un poco provocativa. Ella llevaba unos vaqueros muy ceñidos y se giraba y se pegaba a mí de tal manera que acabé empalmándome. Al notarlo, porque lo tuvo que notar, se apretaba más a mí, quedando mi polla emparedada entre esas nalgas preciosas. Llegó un momento en que, bailando cara a cara, empezó a mover las caderas y a frotar su coño contra mi polla, que me dolía de lo dura que estaba, hasta que ella me susurró al oído que nos fuéramos de allí y me la llevé a casa.
Al llegar a mi cuarto nos tumbamos en la cama y me dijo que llevaba todo el año queriendo hacer esto conmigo, pero creía que yo pasaba de ella. Le expliqué que siempre la había visto muy lejos de mis posibilidades y que nunca me hubiera imaginado que pudiera llegar a pasar algo así.
– ¡Mira que eres tonto! – me dijo – ¿No te dabas cuenta de las señales?

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Iba a preguntarle qué señales eran esas cuando se abrazó a mí y empezó a besarme la boca y el cuello y a mordisquearme las orejas. Le quité el top que llevaba y pude ver ese par de preciosas tetas, pequeñas pero deliciosas. Unas tetas que miraban al techo, desafiando todas las leyes de la gravedad, con unas areolas perfectas y unos pezones que enseguida respondieron a mis mordiscos y lengüetazos, poniéndose duros y haciendo que Natalia empezara a gemir y a frotarse cada vez más contra mi polla. Seguí bajando, besándole todo el cuerpo, lamiendo su ombligo, mordiéndole los hombros mientras mis manos se afanaban en quitarle aquellos vaqueros tan ceñidos.
Cuando conseguí quitárselos vi que llevaba unas diminutas braguitas negras de encaje y casi transparentes. Las aparté ligeramente y apareció el mejor coño que me he comido en mi vida. Tenía vello aunque muy cuidado, parecía el césped de un campo de fútbol. Me dediqué por completo a excitarla lamiendo el clítoris, metiendo mi lengua por todos sus pliegues y recovecos. Ella me apretaba la cabeza dirigiéndome hacia las distintas zonas según sus gustos, gimiendo como una loca. Llegó un momento en que pude levantar la cabeza y vi como se mordía los labios mientras que con la mano que tenía libre se tiraba de un pezón. Le metí un par de dedos en el chocho y seguí lamiendo su clítoris consiguiendo que orgasmara por primera vez.
Cuando se calmó un poco, me arrancó la camisa que llevaba, me quitó los zapatos y los pantalones dejándome en calzoncillos. Yo tenía la polla durísima y al verla se sorprendió. Me dijo que se imaginaba que tenía la polla grande, que ya la había notado mientras bailábamos, pero que aquello superaba sus expectativas. No me dejó ni respirar. Dicho esto me quitó los calzoncillos y empezó a chupármela. Empezó dándome pequeños besitos en la punta y siguió haciendo lo mismo a lo largo de toda mi verga y por los huevos, para luego subir dándome unos lametazos tremendos desde los huevos hasta la punta y, una vez arriba, engullir toda la polla. Su lengua se movía mientras ella se desplazaba arriba y abajo. A la vez me masajeaba los huevos y yo, ahí estaba, disfrutando de ese pedazo de mamada e intentando no correrme. Pero esto era una misión imposible ante semejante situación. Pronto noté como me corría y se lo dije, pero ella aumentó el ritmo y acabé corriéndome en su boca y, aunque se tragó bastante, salpiqué de gotitas de esperma sus mejillas y su pelo.
– Vamos a parar un ratito, voy al baño y vuelvo, y ahora seguimos con lo mejor – dijo ella mientras se quitaba los restos de semen de las mejillas y del pelo.
No habían pasado ni tres minutos cuando volvió, se tumbó encima de mí y empezó a besarme la boca y el pecho. Siguió bajando hasta llegar a mi polla que, inmediatamente, volvió a ponerse en posición de firmes. Después de un rato así la hice girar para acabar haciendo un 69. La vista de su precioso coñito y de su ojete me puso a mil y, como el que no quiere la cosa, mientras la chupaba el coño se me ocurrió meterle dos dedos en el chocho y empezar a lamerle el ojete.

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Se sorprendió, pero enseguida empezó a gemir y a mamármela con más ganas. Estando ella a cuatro patas, aproveché para moverme y, con su coño y culo totalmente expuestos, empecé a follármela.
– Empieza despacio – dijo ella – Llevo mucho tiempo en dique seco.
Así lo hice, metiéndosela poco a poco y cuando llevaba metida media polla me dijo:
– Es un poco gorda, ¿no crees?, pero seguro que acaba dentro, ¿verdad?
Fue dicho y hecho. Le metí la media polla que quedaba fuera de un golpe, haciendo que gritara, empezando a embestirla con fuerza. Ella gritaba y me insultaba pero seguía pidiéndome que no parara.
Al rato cambiamos de posición, pasando ella a cabalgarme. Subía y bajaba a un ritmo increíble y yo seguía sin creerme que me la estuviera follando, pero de pronto me di cuenta que me la estaba follando a pelo, por lo que paramos un poco para ponerme un condón, pero después seguimos en la misma postura hasta que nos corrimos. Se quedó tumbada encima de mí y nos dormimos.
Me desperté con una agradable sensación. ¡Estaba chupándome la polla!
– ¡Hombre! ¡Por fin te despiertas! – dijo mientras me ponía el coño en la cara y repetíamos el 69.
Entonces se me ocurrió que había llegado el momento de follarle ese culo que me volvía loco y empecé a lamerle el ojete mientras le metía dos dedos en el coño. Cuando tanto el culo como los dedos estuvieron bien lubricados empecé a deslizarle un dedo por el ano. Ella dio un respingo y me dijo que nunca nadie le había hecho eso.
– Esto no ha hecho más que empezar – le dije – porque te voy a follar este culo de pija que tienes. Llevo toda la noche dándole vueltas y cuanto más lo pienso, más me apetece.
Vi como palidecía su rostro y empezaba a balbucear, pero le dije que todo iría bien y que iba a disfrutar tanto como la otra vez. Seguí trabajándolo y, cuando el primer dedo entraba y salía sin dificultad le metí el segundo mientras que con la otra mano le masajeaba el coño y le metía un par de dedos en él.
Acabó gimiendo de placer y fue en ese momento cuando supe que estaba preparada. La volví a poner a cuatro patas y empecé a meterle el capullo en el culo. Ella respiraba profundamente, gemía y gracias al espejo que había en mi habitación pude ver su cara, mezcla de dolor y placer. Poco a poco fui metiéndole toda la polla, masajeándole el coño con una mano y cuando entró del todo gritó y gimoteaba. Decía que le dolía, pero no estaba dispuesto a sacársela, aunque paré de empujar para que pudiera acostumbrarse mientras seguía acariciándole el clítoris y apretando sus tetas. Cuando se calmó empecé a bombear, poco a poco primero para, a medida que empezó a gemir de placer, aumentar el ritmo, hasta que llegó un momento en que me pedía más, así que me agarré a sus caderas y empecé a darle con todas mis fuerzas mientras ella se metía los dedos en el coño.
– ¡Me vas a partir, cabrón! – decía ella – Pero no pares, dale fuerte… te siento tan adentro… no me imaginaba que fuera tan bueno…
Así seguimos hasta que noté que me iba a correr y al decírselo, ella me pidió que se lo soltara todo en el culo y medio segundo después le daba su ración de leche calentita en el recto, cosa que la hizo gritar de placer al tiempo que volvía a correrse. La imagen de mi polla saliendo de su culo rezumando leche no se me olvidará nunca, ni aunque viva tres vidas.

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Nos volvimos a quedar dormidos, abrazados, después de otra sesión de besos y caricias, pero debo decir que la cosa no acabó aquí.
Esta situación duró hasta que acabé mi máster y tuve que volver a casa de mis padres. Durante este tiempo estuvimos follando a tumba abierta, tanto en mi casa como en la suya. Lo hicimos en un cine, en varios parques, en los baños de una discoteca incluso, un fin de semana largo que bajamos a Andalucía me la follé estando sus padres en la habitación de al lado.
Al poco tiempo de acabar el máster me ofrecieron un buen trabajo en Madrid, por lo que me trasladé a esa ciudad. Natalia y yo retomamos nuestra relación y recuperamos el tiempo perdido, pero esa es otra historia que puede que os cuente más adelante.
Saludos y hasta otra.

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